Apropiaciones inapropiadas. La favela Nassau, Pirituba, S?o Paulo
Se confunde con frecuencia apropiaci¨®n y privatizaci¨®n. En cambio, una cosa puede ser lo contrario de la otra. Est¨¢ claro que privatizar quiere decir convertir algo en posesi¨®n particular e incompartible, al margen o incluso en contra de su uso real. Apropiar puede ser convertir en propiedad, es cierto, pero tambi¨¦n puede significar poner algo al servicio de las necesidades humanas. En este caso, lo apropiado es lo que es propio, en el sentido de apto, adecuado. El concepto de apropiaci¨®n aparece como central en la obra de Marx y remite al dominio y la transformaci¨®n de la naturaleza, la virtud espec¨ªficamente humana no de vivir en un mundo, sino de crear el mundo en que se vive. Apropiaci¨®n es sencillamente apropiaci¨®n de la vida por la vida.
Vale la pena detenerse en el ver el desarrollo que hace Henri Lefebvre del concepto marxista de apropiaci¨®n aplicada al espacio. Para Lefebvre la apropiaci¨®n es negativa cuando es privatizaci¨®n, que quiere decir producci¨®n de espacio para hacer de ¨¦l mercader¨ªa, esto es para someterlo al valor de cambio. Por eso hablamos de apropiaci¨®n o reapropiaci¨®n capitalista de las ciudades, aunque m¨¢s bien cabria hablar de usurpaci¨®n. En cambio, la apropiaci¨®n tiene virtudes positivas cuando es asociada a la capacidad humana de dotar de valor pr¨¢ctico o imaginativo a un determinado espacio. La apropiaci¨®n del espacio se asocia al valor de uso y provee de evidencias de c¨®mo, a veces, las apropiaciones de que es objeto un determinado espacio se desentienden, ignoran o desaf¨ªan la voluntad de quienes lo han dise?ado o creen poseerlo.
Existen formas radicales de apropiaci¨®n, aquellas mediante las cuales los seres humanos reclaman y obtienen por s¨ª mismos, por las buenas o por las malas, el derecho a usufructuar aquello por quien lo necesita. Se trata de apropiaciones que las autoridades suelen considerar inapropiadas, cuando no perseguibles, por lo que tienen de desacato a la acumulaci¨®n en manos de pocos de lo indispensable para muchos. Ejemplos de ello ser¨ªan la utilizaci¨®n intensiva de la calle por la acci¨®n colectiva, con motivo de la fiesta, la protesta o la revuelta; las tomas de latifundios por campesinos sin tierra; el movimiento okupa... Una muestra masiva de ese recurso a la apropiaci¨®n forzosa del espacio son los barrios informales que se levantan en numerosas ciudades del mundo, donde se asientan familias a las se les niega el derecho a la vivienda y deciden ejercerlo por su cuenta.
Un ejemplo de c¨®mo se genera y funciona el aprovechamiento popular de zonas urbanas residuales nos lo brinda Raquel Renn¨® en un libro reciente: Espa?os residuais. Analisi dos dejetos como elementos culturais, publicado por la Universidade Federal de Juiz de Fora, dedicado en parte a establecimientos de autoconstrucci¨®n en S¨¡o Paulo, una ciudad en la que m¨¢s de dos millones de habitantes viven en favelas o en lotes irregulares, algunos de ellos codiciados por la creciente especulaci¨®n inmobiliaria.
Ese fue el caso de la Comunidade Nassau, fundada a principios de la d¨¦cda de 1990 en el barrio de Pirituba, que hac¨ªa fachada a orillas de la Avenida Raimundo Pereira de Magalh?es, junto a uno de los clubs exclusivos de la ciudad, la Casa Nassau, propiedad de la Sociedade Holandesa de S¨¡o Paulo y a poca distancia de City Am¨¦rica, un enclave de la clase alta paulista. Las casas, bien humildes, estaban levantadas de desechos reciclados y madera, pero sus puertas permanec¨ªan abiertas durante el d¨ªa y los peque?os comercios, los locales evang¨¦licos y sobre todo los bares eran escenario para una intensa existencia compartida. A la sombra del lujo, en la favela Nassau hab¨ªa vida.
Pero eso fue antes de la gente de Nassau fuera deportada en 2005 a otros barrios de S¨¡o Paulo ¡ªSitio Jarauga, Jard¨ªm Ipanema, Canta Galo...¡ª, para su reasentamiento en vertical, en contextos urbanos urban¨ªsticamente mejores, pero en los que no se iba a poder reproducir un tipo de vida horizontal, no solo en el sentido de mas cerca del suelo, sino tambi¨¦n en el sentido de escenario de un vida social mucho m¨¢s f¨¦rtil. Presentado como un mejoramiento del h¨¢bitat de la poblaci¨®n, en realidad el traspaso forzoso de las familias se debi¨® m¨¢s a una voluntad de dejar expedito y disponible un determinado terreno, lo que lleg¨® a poner en peligro la existencia del propio club selecto de la comunidad holandesa.
El testimonio etnogr¨¢fico de Renn¨® es una inmersi¨®n en c¨®mo en la favela Nassau no se amontonaban seres desorientados, sucios y sin sociedad, sino gente que sab¨ªa hacer frente a la pobreza organiz¨¢ndose por s¨ª y para s¨ª mismos. Se apropiaban de aquello que necesitaban: un suelo y un techo y, en medio, una casa, mejor dicho un hogar.
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