El abracadabra hay que sudarlo
En la magia hay enga?o, pero, a diferencia de la brujer¨ªa o la estafa, el espectador sabe que est¨¢ siendo burlado por un truco
El icono m¨¢s t¨®pico sobre la magia es el de un caballero trajeado sacando un conejo de la chistera que estaba vac¨ªa. No est¨¢ acreditado documentalmente, pero m¨¢s de un libro atribuye el protagonismo de este animalito lagomorfo al episodio protagonizado por la se?ora Mary Toft (1701-1763), que en 1726 asegur¨® haber parido varios. Lo que dio renombre a la dama fue que unos cuantos m¨¦dicos, entre ellos uno de la corte del rey Jorge I, certificaron la autenticidad del alumbramiento. Toft confes¨® finalmente la patra?a, pero la notoriedad del suceso result¨® imborrable. Y aunque el sombrero de copa no se invent¨® hasta 1797, algunos estudiosos no descartan que el mago Isaac Fawkes (circa 1675-1732) parodiara el evento sacando conejos de un tricornio.
En la magia hay enga?o, pero, a diferencia de la brujer¨ªa o la estafa, el espectador sabe que est¨¢ siendo burlado por un truco. Y como dec¨ªa el poeta Joan Brossa, se trata de un espect¨¢culo para un p¨²blico inteligente que no tiene necesidad de poner a prueba su inteligencia y se deja enga?ar tranquilamente. En cambio, quien no est¨¦ seguro de s¨ª mismo buscar¨¢ todo el rato pescar el truco para que no le tomen por tonto. Ren¨¦ Lavand (1928-2015), el gran mago argentino, y manco, sosten¨ªa que no se trata de desafiar al p¨²blico a ver qui¨¦n es capaz de descubrir el truco. ¡°Solo pretendo lograr emociones¡±, dec¨ªa.
Algunos grandes magos han mantenido vibrantes combates contra la supercher¨ªa. El franc¨¦s Robert Houdin (1805-1871), relojero, fabricante de aut¨®matas y padre de la magia moderna, a la que sac¨® de las calles y las ferias para subirla a los escenarios, en su libro Magia y f¨ªsica recreativa, ataca a dos hermanos espiritistas estadounidenses de gira por Par¨ªs explicando la tramoya de sus sesiones. Otro gran combatiente contra la supercher¨ªa fue Harry Houdini (1874-1926). Puso a prueba y desenmascar¨® a varios c¨¦lebres espiritistas y mantuvo una larga discusi¨®n con Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, un fan¨¢tico cr¨¦dulo en los contactos sobrenaturales. ¡°Sir Arthur cree que tengo grandes poderes de m¨¦dium y que algunas de mis haza?as las hago con la ayuda de esp¨ªritus¡±, escribi¨®. ¡°Todo lo que yo hago se logra gracias a medios humanamente posibles, sin importar lo desconcertante que sea para el profano¡±.
El cine y los efectos especiales hicieron que el p¨²blico reclamara a los magos prodigios de m¨¢s envergadura
Mientras los ilusionistas huyen de nigromantes y pitonisas, los cient¨ªficos se acercan a la magia. Por ejemplo, la neur¨®loga Susana Mart¨ªnez-Conde. Trabaja en Arizona, y en el libro Los enga?os de la mente, de la que es coautora, lo explica: ¡°Inventamos gran parte de lo que vemos para los huecos de las escenas vividas que el cerebro no puede procesar¡±. Mart¨ªnez-Conde cita una recomendaci¨®n de Arturo de Ascanio (1929-1997), padre de la cartomagia espa?ola: demorar el tiempo entre la realizaci¨®n del truco y la presentaci¨®n del efecto para que el p¨²blico tenga m¨¢s dificultad para establecer una relaci¨®n causal. Los magos no enga?an al ojo, enga?an al cerebro. La t¨¦cnica de los trucos evoluciona con el tiempo para hacerlos cada vez m¨¢s inveros¨ªmiles. Por ejemplo, la ilusi¨®n de la mujer aserrada que presentaba en 1921 P. T. Selbit (1881-1938) fue desarrollada por Horace Goldin (1873-1939), quien retir¨® la caja que ocultaba el cuerpo de la asistente y a?adi¨® m¨¢s espect¨¢culo usando una sierra circular. Muchas veces es dif¨ªcil establecer qui¨¦n invent¨® qu¨¦, y algunos magos, como Goldin, se cansaron de acudir a los tribunales reclamando la propiedad intelectual de sus trucos. Patentar uno exige documentarlo.?
La historia de los trucos tambi¨¦n es la historia del espionaje y del robo. Harry Kellar (1849-1922) ten¨ªa un magn¨ªfico n¨²mero de mujer levitando, pero algunos textos explican que lo consigui¨® sobornando a un ayudante de John Nevil Maskelyne (1839-1917), que lo ten¨ªa en su repertorio. Le suministr¨® dibujos sobre el cableado necesario para recrear el efecto. Pero Kellar prob¨® su propia medicina: Carter el Grande (1874-1936) fich¨® a dos ayudantes suyos que le llevaron una copia del secreto de la levitaci¨®n.
La aparici¨®n del cine y los efectos especiales hizo que el p¨²blico reclamara a los magos prodigios de m¨¢s envergadura. Algo que ten¨ªa sus peligros. El Gran Lafayette (1871-1911) presentaba un monumental espect¨¢culo en Edimburgo cuando una l¨¢mpara provoc¨® un incendio. Fallecieron 10 miembros de la compa?¨ªa. Entre los cad¨¢veres se identific¨® por la vestimenta a Lafayette, pero dos d¨ªas m¨¢s tarde, en las tareas de desescombro, apareci¨® otro cuerpo vestido igual. Algunos detalles permitieron certificar que este era el cad¨¢ver del mago y que el primero correspond¨ªa a un doble de Lafayette, imprescindible para determinadas ilusiones. El norteamericano Chung Ling Soo (1861-1918) muri¨® en Londres al fallar el truco de La bala atrapada. El propio Houdini, que hab¨ªa descrito la muerte de tragasables, falleci¨® en un accidente laboral. Tras un espect¨¢culo en Montreal, unos j¨®venes le retaron a recibir una serie de pu?etazos en el abdomen para demostrar su legendaria fuerza. Houdini acept¨®, pero el primer pu?etazo lleg¨® sin que ¨¦l estuviera preparado. Pese a los dolores y la fiebre, sigui¨® con sus actuaciones unos pocos d¨ªas, hasta que un desmayo aconsej¨® llevarlo al hospital. Falleci¨® de peritonitis.
La historia de la magia alberga muchos nombres. Gema Navarro, con la colaboraci¨®n de Juan Tamariz, est¨¢ en la tarea de publicar la historia de las magas, a las que se ha prestado muy poca atenci¨®n. Tambi¨¦n son muchos los g¨¦neros. Desde el mentalismo a los grandes aparatos. Y¡ la magia de cerca, en la que parecen violarse las leyes del universo en una simple mesilla donde las manos (27 huesos y 19 m¨²sculos cada una) crean asombrosas ilusiones. Pero eso pide mucho trabajo. Lean las tareas que exige un breve movimiento de cartas descrito en el libro El placer de la magia, de Miguel G¨®mez, quien realiza juegos incre¨ªbles con los naipes: ¡°Al levantar el paquete, comienza a girar la mano palma hacia arriba. Este es el momento en que las cartas empalmadas pueden quedar expuestas. Para evitarlo, estira por completo el dedo ¨ªndice, apoya su falangeta contra la esquina exterior izquierda del paquete y cierra la horca del pulgar apoyando este dedo contra el costado del nudillo del ¨ªndice¡±. En definitiva: el abracadabra hay que sudarlo.
elpaissemanal@elpais.com
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