Viaje al origen del ser humano
Un trozo de mand¨ªbula puede cambiar para siempre lo que sabemos de nuestros ancestros Esta es la cr¨®nica de una aventura tras las huellas del origen del g¨¦nero ¡®Homo¡¯
El 29 de enero de 2013, en una colina perdida en las tierras bajas de Etiop¨ªa, alguien grit¨®:
¨C?He encontrado un hombre!
¨C?Qu¨¦ clase de hombre? ¨Cpreguntaron desde abajo.
¨C?El hom¨ªnido, el hom¨ªnido!
El descubrimiento, m¨¢s o menos fortuito, puede cambiar para siempre lo que sabemos de los albores del g¨¦nero humano. Ese ¡°hombre¡± es realmente una mujer, y probablemente el miembro m¨¢s antiguo de nuestro propio g¨¦nero, el Homo. Sus restos datan de un periodo totalmente oscuro hasta ahora. No se conocen f¨®siles humanos de aquel tiempo que expliquen por qu¨¦ hom¨ªnidos anteriores desaparecieron sin dejar rastro, ni c¨®mo, cientos de miles de a?os despu¨¦s, surgieron los primeros humanos en esta zona de ?frica. El peque?o f¨®sil hallado aquel d¨ªa de enero y presentado p¨²blicamente en marzo de este a?o puede resolver por fin el misterio.
Durante una tarde del pasado agosto, dos hombres bajan de un ajado Toyota Land Cruiser blanco y se dirigen al lugar del hallazgo. Han cruzado kil¨®metros y kil¨®metros de tierra yerma siguiendo una pista enga?osa que aparece y desaparece sin dejar rastro. Antes, todav¨ªa en la carretera, cerca de la ciudad de Mille, lo m¨¢s llamativo es la kilom¨¦trica cola de camiones parados que llegan desde Yibuti y causan enormes embotellamientos. Esperan con los motores en marcha, a temperaturas abrasadoras, para pasar la aduana, donde dicen que el ej¨¦rcito tiene un esc¨¢ner de rayos X para combatir el contrabando y el terrorismo. Tras una cruenta guerra civil con Eritrea, Etiop¨ªa se qued¨® sin salida al mar, y esta v¨ªa que atraviesa la des¨¦rtica regi¨®n de Afar camino de la capital, Adis Abeba, es la principal ruta de entrada de mercanc¨ªas. Numerosos contenedores, ruedas y camiones reventados jalonan las cunetas.
Cuando el coche no puede seguir por la pista, los dos hombres contin¨²an a pie por el cauce de un arroyo seco en el que solo crecen unos pocos ¨¢rboles y arbustos. Sus espinas son tan duras que atraviesan la suela de las zapatillas. En ambas orillas hay cabras y camellos muertos achicharrados por el sol, testigos de la preocupante falta de lluvias que castiga estos d¨ªas la regi¨®n de Afar. Tras rebasar un alto, se detienen ante una colina alargada de tierra parda en la que resaltan multitud de piedras blanquecinas de todas las formas posibles. Al acercarse se ve que la mayor¨ªa son f¨®siles. Dientes de papi¨®n, colmillos de elefante, mand¨ªbulas de hipop¨®tamos, huesos de b¨²falos, jirafas, ungulados¡ Hay tantos que los pastores los usan para construir apriscos para proteger a sus cabritos de las hienas.
Mohamed Ahmedin, de 60 a?os, un hombre bajito escondido detr¨¢s de una gorra verde y unas enormes gafas de ver, es gu¨ªa oficial del Gobierno regional de Afar y lleva a?os viajando con los equipos cient¨ªficos, la mayor¨ªa estadounidenses. ?l mismo es un buen cazador de f¨®siles y dice haber hallado incluso restos de hom¨ªnidos, aunque rara vez le dan cr¨¦dito por ello, asegura. El otro hombre se llama Ali Yasen, es pariente de l¨ªderes afar de la zona y tambi¨¦n trabaja para los paleoantrop¨®logos estadounidenses. Una vez en la cima, Ahmedin se?ala un montoncito de f¨®siles de elefante y otros animales: ¡°Aqu¨ª fue donde lo encontraron¡±, dice. Alrededor se divisa una zona de colinas peladas que parece de otro planeta. Su nombre es Ledi-Geraru.
Estamos en la cuenca del r¨ªo Awash, probablemente el mejor lugar del mundo para entender c¨®mo nos hicimos humanos. Las aguas marrones del cauce pintan una franja de vegetaci¨®n en medio de un territorio ¨¢rido, abrasador durante el d¨ªa y la noche. En la orilla oeste viven los afar, pastores que habitan en aldeas de unas pocas caba?as de paja, usan m¨®viles 3G y defienden celosos su territorio a punta de cuchillo y de Kal¨¢shnikov cuando es necesario. Al otro lado est¨¢n los isa, con los que los afar llevan enfrentados cientos de a?os por pastos y agua para sus vacas, cabras y camellos, igualmente escu¨¢lidos a estas alturas de a?o.
En unas decenas de kil¨®metros, a ambas orillas del r¨ªo, hay yacimientos que permiten recorrer m¨¢s de cinco millones de a?os de evoluci¨®n y presenciar, a trav¨¦s de los f¨®siles, c¨®mo surgieron cada uno de los atributos que nos hacen humanos. Hasta ahora se pensaba que este g¨¦nero apareci¨® en ?frica hace unos 2,5 millones de a?os. El grupo dio lugar a un importante n¨²mero de especies, ensayos evolutivos m¨¢s o menos exitosos de los que, actualmente, solo quedamos vivos los Homo sapiens.
?Qu¨¦ define a un ser humano? Andar sobre dos piernas, por ejemplo. Pues aqu¨ª, hace 5,8 millones de a?os, vivi¨® el Ardipithecus ka?dabba, que ya era capaz de caminar erguido unos tres millones de a?os antes de que apareciese el primer Homo. Usar herramientas tambi¨¦n parece muy humano. En Dikika, en la orilla este del Awash, vivieron Australopithecus afarensis que usaban piedras afiladas para cortar carne y obtener un alimento que muchos creen clave para el desarrollo de un cerebro cada vez m¨¢s grande. Eso sucedi¨® hace m¨¢s de tres millones de a?os, unos 500.000 antes de los primeros humanos.
Lucy es el A. afarensis por antonomasia. Es el esqueleto bastante completo de una hembra que pesaba unos 30 kilos y med¨ªa un metro de alto. Vivi¨® en Hadar, una zona de Afar, hace 3,2 millones de a?os. Era muy parecida a un chimpanc¨¦ salvo por otro atributo muy humano: sus caderas y piernas eran ya muy diferentes y le serv¨ªan para andar erguida.
Un mediod¨ªa de agosto, Mohamed Ahmedin ejerce de gu¨ªa hasta el lugar donde encontraron a Lucy. Para llegar hay que bajar por la cresta de una colina de color gris de las muchas que dominan el paisaje, con el r¨ªo Awash al fondo. En las laderas, de unos 200 metros de alto, pueden verse perfectamente los diferentes estratos de terreno que abarcan m¨¢s de medio mill¨®n de a?os. En el lecho seco de otro riachuelo, con un calor de horno, vuelven a aparecer colmillos de elefantes, restos enormes de b¨²falos o patas de hipop¨®tamos saliendo de la tierra como si alguien los hubiera clavado all¨ª. En la cima de una colina hay un peque?o monumento que se?ala el sitio donde, en 1974, un equipo dirigido por el estadounidense Donald Johanson encontr¨® el esqueleto, que recibi¨® su nombre por Lucy in the Sky with Diamonds, de los Beatles.
Despu¨¦s de Lucy, la evoluci¨®n de los hom¨ªnidos entra en un t¨²nel totalmente oscuro. Al otro extremo, de nuevo en la luz, de nuevo en Hadar, unos 700.000 a?os despu¨¦s, los A. afarensis han desaparecido sin dejar rastro. En su lugar aparece el Homo habilis, hasta ahora considerado el primer miembro del g¨¦nero Homo. Su principal atributo son unas manos ma?osas capaces de fabricar herramientas de piedra, tambi¨¦n encontradas en Hadar. A partir de entonces, el ¨¢rbol de la humanidad florece con nuevas especies y atributos. Por ejemplo, un cuerpo con proporciones muy similares a las actuales y cerebros de tama?o creciente, como el del Homo erectus, el primer humano que sali¨® de ?frica. Mucho despu¨¦s, tambi¨¦n en el valle del Awash, los primeros miembros de nuestra propia especie (Homo sapiens) vivieron aqu¨ª hace unos 160.000 a?os. Hace unos 70.000 a?os, esta especie, ya con lenguaje y capacidad para crear arte, adornos, s¨ªmbolos¡, dej¨® ?frica y se esparci¨® por el resto del mundo. Todos los humanos actuales somos sus descendientes.
La gran pregunta es qu¨¦ pas¨® dentro del t¨²nel. ?Venimos los humanos realmente de la estirpe de Lucy? ?Qu¨¦ cambi¨® en Afar para que nuestros posibles ancestros australopitecos quedasen barridos y apareciese el nuevo g¨¦nero Homo, con rasgos muy diferentes? Es el mayor misterio de esta historia o, al menos, lo fue hasta el d¨ªa 29 de enero de 2013.
¡°Est¨¢bamos explorando un lugar llamado Lee Adoyta y all¨ª me encontr¨¦ con una colina¡±, recuerda Chalachew Seyoum, un paleoantrop¨®logo et¨ªope que estudia en la Universidad Estatal de Arizona. Al llegar a la cima vio un molar asomando de la tierra. ¡°Cuando lo mir¨¦ de cerca vi que estaba intacto e incrustado a¨²n a un trozo de mand¨ªbula. Despu¨¦s encontr¨¦ el resto de la mand¨ªbula y vi que encajaba a la perfecci¨®n con el otro fragmento. Desde el primer momento supe que era un f¨®sil importante¡±, recuerda.
Lo mejor que le puede pasar a un paleoantrop¨®logo es que los animales se caigan muertos cerca de la orilla de un r¨ªo o un lago y haya una crecida de agua de forma casi inmediata. El cad¨¢ver quedar¨¢ pronto cubierto por el barro y las piedras arrastradas por la corriente. Si hay suerte, quedar¨¢ as¨ª durante millones de a?os y la materia org¨¢nica ser¨¢ sustituida poco a poco por minerales hasta producir un f¨®sil.Lo primero que hacen los cazadores de restos humanos es datar la edad geol¨®gica de los terrenos, y una vez que se encuentra el periodo deseado hay que buscar una zona con laderas expuestas. ¡°Las capas puramente volc¨¢nicas son inservibles para hallar f¨®siles¡±, explica Berhane Asfaw, subdirector del Awash Medio, el ¨¢rea de exploraci¨®n paleoantropol¨®gica m¨¢s amplia de todas las que existen en Afar. ¡°Entre todos los terrenos, tienes que buscar sedimentos blandos depositados por antiguos r¨ªos o lagos¡±, explica.
Una vez hayas encontrado una zona expuesta con este tipo de sedimentos, ¡°debes conducir lo m¨¢s r¨¢pido que puedas, caminar sin descanso y encontrar los f¨®siles justo cuando comienzan a quedar expuestos¡±, dice. Si hay suerte, como en el caso de Lucy o la mand¨ªbula de Ledi-Geraru, debajo de la parte que sobresale habr¨¢ m¨¢s huesos. En unos cinco o diez a?os, cualquier resto, por importante que sea, puede haberse perdido para siempre arrastrado por las lluvias, por eso en Afar los buscadores de f¨®siles trabajan en un continuo ¡°estado de emergencia¡±, reconoce Asfaw.
De todas las colinas, mont¨ªculos y sedimentos de Afar, los m¨¢s codiciados son los que datan de hace entre 3 y 2,5 millones de a?os, el periodo oscuro del t¨²nel. ¡°Se piensa que entonces hubo un fen¨®meno conocido como disconformidad, es decir, que solo hubo erosi¨®n y no deposici¨®n de sedimentos, y sin sedimentos no hay f¨®siles¡±, explica Zeray Alemseged, sentado en una de las grandes salas de la tercera planta de un edificio nuevo, parte del Museo Nacional de Etiop¨ªa, en Adis Abeba. A su espalda hay una hilera de cajas fuertes de color crema a prueba de balas, fuego, agua, ancladas al suelo. Conservan a temperatura y humedad constantes todos los f¨®siles excepcionales que se han hallado en Etiop¨ªa desde el descubrimiento de Lucy.
Cuando a¨²n no hab¨ªa cumplido los 30 a?os, Alemseged buscaba su propio territorio como paleoantrop¨®logo. De todos los lugares eligi¨® el m¨¢s peligroso: una franja de sedimentos conocida como Dikika, en la orilla opuesta a Hadar y en pleno territorio isa. ¡°Cuando conduje hasta all¨ª en 1999, mi coche fue el primero en pisar la zona desde siempre¡±, asegura. El paleoantrop¨®logo trabaj¨® solo, como un hombre orquesta. ¡°Era mec¨¢nico, cocinero, conductor, cient¨ªfico y, sobre todo, diplom¨¢tico¡±. Para llegar y volver de Dikika hab¨ªa que cruzar territorio afar, as¨ª que los conflictos con ambas etnias, bien nutridas de fusiles sovi¨¦ticos, eran constantes. Actualmente todo ha mejorado mucho y ha merecido la pena: Alemseged ha encontrado en Dikika a Selam, el excepcional f¨®sil casi completo de una cr¨ªa de tres a?os, de la misma especie que Lucy, pero que vivi¨® unos 120.000 a?os antes. Tambi¨¦n ha demostrado que esta especie ya era humana en sentido amplio, pues manejaba herramientas para cortar carne. El l¨ªmite entre lo que es humano y lo que no se difumina. ¡°Qu¨¦ es ser humano depende siempre del contexto¡±, advierte Alemseged.
A finales de julio sacaron a Lucy de su caja fuerte. Los restos fueron transportados en varios coches oficiales para que nadie supiera en cu¨¢l viajaba realmente. Todo el despliegue se hizo para mostrarle el f¨®sil a Barack Obama, de visita en Etiop¨ªa. ¡°Hasta le dejamos tocarlo con la punta del dedo¡±, recuerda Alemseged. Este paleoantrop¨®logo et¨ªope, que trabaja en la Academia de Ciencias de California, fue el encargado de explicarle al presidente por qu¨¦ Lucy es tan importante para entender nuestros or¨ªgenes. ¡°Este f¨®sil muestra que todos los humanos actuales, incluido Donald Trump, estamos conectados y tenemos un mismo origen¡±, comenz¨® el paleoantrop¨®logo, arranc¨¢ndole una carcajada a Obama. Trump es el pol¨¦mico candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, famoso por sus comentarios racistas y sexistas. Hace unos a?os exigi¨® a Obama que presentase su partida de nacimiento para demostrar que era estadounidense. Un d¨ªa despu¨¦s de ver el f¨®sil, el 28 de julio, en su discurso en la sede de la Uni¨®n Africana, Obama nombr¨® a Lucy y tradujo la idea de Alemseged a lenguaje pol¨ªticamente correcto: ¡°En este ¨¢rbol de la humanidad, con todas nuestras ramas y diversidad, todos venimos de la misma ra¨ªz. Somos una misma familia, una misma tribu. Y aun as¨ª, gran parte del sufrimiento en este mundo se debe a que no recordamos esto y olvidamos c¨®mo reconocernos a nosotros mismos en el otro¡±.
En 2002, otra cazadora de f¨®siles decidi¨® buscar su propio territorio. Se llamaba Kaye Reed y llevaba excavando en Etiop¨ªa desde 1996, sobre todo en la zona de Hadar. La estadounidense decidi¨® centrarse en Ledi-Geraru, donde esperaba encontrar f¨®siles del periodo oscuro, pero solo hall¨® huesos de la especie de Lucy. No se rindi¨®, y pas¨® una larga d¨¦cada explorando la zona, de unos mil kil¨®metros cuadrados, analizando la geolog¨ªa, perforando el terreno, intentando encontrar ¡°un peque?o parche de tierra con f¨®siles¡±. Finalmente, en 2012, encontr¨® aquella colina parda donde hab¨ªa sedimentos del periodo apropiado donde apareci¨® por fin el f¨®sil. El hueso mineralizado se embal¨® cuidadosamente y se envi¨® al Museo Nacional. Ni siquiera los encargados de su cuidado y reconstrucci¨®n supieron lo que ten¨ªan entre manos. ¡°Solo nos lo dijeron unos d¨ªas antes de la gran conferencia de prensa que hab¨ªan organizado¡±, explicaba hace unos d¨ªas Yared Assefa, conservador del Museo Nacional, que comenz¨® a reconstruir y limpiar el f¨®sil en 2014.
El secreto se levant¨® el 5 de marzo de 2015. En un estudio publicado en la revista cient¨ªfica Science, una de las m¨¢s prestigiosas del mundo, el equipo explicaba que la mand¨ªbula ten¨ªa 2,8 millones de a?os y era de Homo, por lo que el origen de nuestro g¨¦nero se retrasaba unos 400.000 a?os en el tiempo. La mand¨ªbula y los dientes de aquel hom¨ªnido presentaban una extra?a mezcla de rasgos, como si estuviese en plena metamorfosis. Por un lado hab¨ªa parecido con Lucy, por otro anticipaba ya rasgos ¨²nicos de los otros Homo que surgir¨ªan varios cientos de miles de a?os despu¨¦s. Seg¨²n muchos expertos de dentro y de fuera del proyecto, este f¨®sil est¨¢ en el lugar y el momento adecuado para explicar c¨®mo una especie no humana dio lugar a nuestro g¨¦nero.
A juzgar por el tama?o de los dientes y la mand¨ªbula, parece que el ¡°hombre¡± de esta historia es realmente una mujer, explica Kaye Reed, al tel¨¦fono desde su despacho en la Universidad Estatal de Arizona. ¡°Aunque a¨²n es pronto para estar totalmente seguros¡±, a?ade. Muchos miembros de su equipo creen que es una nueva especie y que probablemente desciende de la de Lucy, los Australopithecus afarensis. La idea tiene fundamento cient¨ªfico y tambi¨¦n geogr¨¢fico: la cuna de Lucy en Hadar y Ledi-Geraru est¨¢n a unos 30 kil¨®metros en l¨ªnea recta.
Reed aporta otro argumento a favor de Ledi-Geraru como cuna de la humanidad. ¡°Los primeros b¨ªpedos, como los Ardipithecus, viv¨ªan en entornos muy arbolados, de bosque. Lo mismo sucede con los A. afarensis, que a¨²n viv¨ªan en zonas con muchos ¨¢rboles, tal y como indica el tipo de fauna hallada en el lugar. Ledi-Geraru, en cambio, data de una ¨¦poca de cambio clim¨¢tico y era ya un entorno completamente abierto, de praderas, r¨ªos y lagos y con una fauna muy diferente a la de Hadar¡±, resalta. Se piensa que la adaptaci¨®n a este nuevo entorno propici¨® cambios claves en la evoluci¨®n humana, como el consumo de carne y la fabricaci¨®n de herramientas para arrancarla del hueso. ¡°Hemos encontrado m¨¢s dientes de este hom¨ªnido cuyos detalles a¨²n no hemos publicado y una de las cosas que queremos hacer es analizar su composici¨®n para saber cu¨¢l era exactamente su dieta¡±, detalla Reed. Por ahora, los hallazgos se quedan a un paso de la gloria absoluta. Para alcanzarla hace falta encontrar m¨¢s restos, sobre todo de la parte superior de la cara y el cr¨¢neo, que puedan confirmar m¨¢s all¨¢ de toda duda que se trata de una nueva especie. Lo que ya no se puede negar es que de repente se ha encendido una luz en medio del t¨²nel m¨¢s oscuro de la evoluci¨®n humana.
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