Refugiados
Los refugiados somos nosotros, los europeos, que nos parapetamos detr¨¢s de nuestras alambradas y de nuestros pasaportes
Contra lo que la prensa dice, los refugiados no son esos hombres, mujeres y ni?os que llegan a Europa huyendo de la guerra y la barbarie, que se juegan la vida cruzando el mar en pateras o escondidos en camiones, que caminan durante d¨ªas por las v¨ªas de los trenes en hileras, que saltan de noche las alambradas de las fronteras; los refugiados somos nosotros, los europeos, que nos parapetamos detr¨¢s de aqu¨¦llas y de nuestros pasaportes, nos protegemos con polic¨ªas de los que llegan desde otro mundo, nos refugiamos, en fin, de los desesperados en nuestros privilegiados pa¨ªses como nuestros ricos hacen en esas urbanizaciones que rodean de vallas y de sistemas de protecci¨®n para que nadie altere su felicidad. Nosotros somos los que nos refugiamos detr¨¢s de nuestros Gobiernos, pero, como no lo sabemos o no podemos reconocerlo, llamamos refugiados a los que vienen pidiendo ayuda como siempre hicieron los pobres y los desheredados de la fortuna en la historia.
14.931 personas, una cifra que representa solo el 0,02% del n¨²mero de turistas que, seg¨²n las previsiones, recibiremos este a?o en Espa?a con las puertas abiertas de par en par, han sido suficientes para que el Gobierno entre en contradicci¨®n y en p¨¢nico y la sociedad entera entable un agrio debate sobre la conveniencia o no de darles asilo en el que los argumentos muestran todas las miserias que somos capaces de atesorar las personas: que si muchos vienen sin necesidad de hacerlo, que si algunos lo hacen para prosperar econ¨®micamente, que si otros son terroristas... Tan solo la imagen de un ni?o ahogado que, al vestir exactamente igual que nuestros hijos y no como un pordiosero, nos hizo caer en la cuenta de que pod¨ªa haber sido nuestro nos hizo despertar y pasar a la acci¨®n dejando nuestros refugios y nuestra confortable seguridad. ?Por cu¨¢nto tiempo? Por el que dure en nuestras retinas la imagen del ni?o ahogado, me temo. Despu¨¦s volveremos a nuestras fronteras, a nuestras reticencias, a nuestras fortalezas defensivas semejantes a aqu¨¦lla desde la que el teniente Drogo esper¨® con miedo toda su vida la invasi¨®n de los t¨¢rtaros en la novela del italiano Dino Buzzati.
Esperando a los b¨¢rbaros titul¨®, por su parte, su m¨¢s c¨¦lebre poema el griego Kavafis (que inspirar¨ªa junto con aqu¨¦lla la novela hom¨®nima de Coetzee), entre cuyos versos figuran ¨¦stos cuyo significado cobra todo su sentido hoy: ¡°?Qu¨¦ esperamos congregados en el foro? / Es a los b¨¢rbaros, que hoy llegan / ?Por qu¨¦ esta inacci¨®n en el Senado / ?Por qu¨¦ est¨¢n ah¨ª sentados sin legislar los senadores? / Porque hoy llegar¨¢n los b¨¢rbaros / ?Qu¨¦ leyes van a hacer los senadores? / Ya legislar¨¢n cuando lleguen los b¨¢rbaros¡±.
Y solo son 14.931.
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