De Palmira a M¨²nich
Malos tiempos para los nacionalismos identitarios que se levantan sobre una lengua, una historia y una cultura. La crisis de los refugiados, con todas sus complejidades, demuestra que los pueblos ya no son ni estables ni homog¨¦neos
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/FITN4MQ3GEKCSAAUL7RWUTBBIM.jpg?auth=b5bea8a7d447dfdad142ae4efadff353e34ae5c5b06a61c56f106720295088a4&width=414)
Los viejos que pasamos la primera juventud en el franquismo, todav¨ªa relativamente duro de los comienzos de los cincuenta, conocemos por experiencia los llamados libros prohibidos, una categor¨ªa eclesi¨¢stica felizmente superada. En la Biblioteca Nacional, en Madrid, a este estudiante de Filosof¨ªa y Letras se le negaba a menudo el libro que ped¨ªa, y ten¨ªa que dirigirse al despacho del censor, siempre un cura, para pedir una autorizaci¨®n especial.
El proceso resultaba bastante bochornoso al tener que exponer los motivos por los que necesitaba leerlo; si se dec¨ªa que por mera curiosidad intelectual la negativa estaba asegurada. Recuerdo algunos libros, como La Regenta, de Clar¨ªn, que por m¨¢s explicaciones que daba siempre me fueron denegados. Pero sin duda Las ruinas de Palmira, del conde de Volney (1757-1820), fue el que alcanz¨® el mayor rechazo. Ni que decir tiene que una vez instalado en Alemania me apresur¨¦ a leer los libros prohibidos con la mayor fruici¨®n.
Las ruinas de Palmira ha quedado grabado en mi subconsciente como uno de los libros m¨¢s peligrosos; y en efecto es un magn¨ªfico ejemplo de la potencia cr¨ªtica de la Ilustraci¨®n francesa del XVIII, tanto respecto a la sociedad (para la que reclama libertad e igualdad, desde el supuesto que la una no puede funcionar sin la otra) como ante la religi¨®n, a la que desenmascara como un producto humano de dominaci¨®n y control. Antes que Ludwig Feuerbach, el conde de Volney escribi¨®: ¡°No es Dios quien ha creado al hombre parecido a su imagen, es el hombre quien se lo ha representado semejante a la suya¡±.
Para el conde de Volney todos los males sociales emanan de la codicia, o de la ignorancia. Pero si el hombre es el art¨ªfice de sus males ¡ªno cabe considerarlos en ning¨²n caso castigo de Dios¡ª tambi¨¦n es el ¨²nico que los puede remediar. Para ello lo mejor es acudir a la mayor igualdad socioecon¨®mica que resulte tolerable, porque el igualitarismo extremo, al igual que la desigualdad m¨¢xima, arrasan ambos con la libertad.
Un efecto no querido de la inmigraci¨®n es que hace m¨¢s aguda la divisi¨®n Norte-Sur en Europa
Leo que el llamado Estado Isl¨¢mico ha derruido los templos de Bel y de Baal Shamin en la vieja Palmira, trayendo a la memoria todas las asociaciones que vinculo a esta ciudad para m¨ª casi m¨ªtica. El agente destructor es una organizaci¨®n terrorista de origen sun¨ª, surgida en 2003 con la invasi¨®n americana de Irak, que se caracteriza por su fanatismo y crueldad, dos lacras que suelen ir a la par.
La guerra civil en Siria ha potenciado este movimiento pol¨ªtico-religioso, que en un principio EE?UU trat¨® de instrumentar a su favor. Una vez convertido en una amenaza general no ha quedado otro remedio que combatirlo. Ha habido incluso, pese a Israel, que buscar cada vez m¨¢s el apoyo de Ir¨¢n para pacificar la regi¨®n.
Aunque permanece la enemistad occidental al r¨¦gimen de Bachar el Asad que, a pesar de la rebeli¨®n de amplios sectores sociales, sigue protegido por Ir¨¢n y Rusia, para el conjunto de intereses de la regi¨®n la organizaci¨®n que en un principio se puso en marcha para combatirlo se ha convertido en una amenaza mucho mayor.
Ha tenido consecuencias catastr¨®ficas para toda la regi¨®n el derrocamiento b¨¦lico de Sadam Hussein, un dictador al frente de un Estado musulm¨¢n bastante laico, aunque sufriera de la tensi¨®n entre sunitas y chi¨ªtas, que dispon¨ªa de una clase media muy activa. El r¨¦gimen lo dominaban los sunitas y despu¨¦s de su eliminaci¨®n los chi¨ªtas son la fuerza dominante. Los sunitas desplazados se han atrincherado en el Estado Isl¨¢mico. Nadie negar¨¢ que el remedio ha sido peor que la enfermedad.
Las grandes corrientes migratorias provinientes de Siria, Irak, Afganist¨¢n, que estamos viviendo en estos d¨ªas son consecuencia directa de la pol¨ªtica norteamericana de los ¨²ltimos 15 a?os, aunque los costes recaigan ahora sobre los europeos. En una Europa envejecida, con un ¨ªndice de natalidad muy bajo, los flujos migratorios, aunque a algunos les sigan pareciendo una carga inasible, deber¨ªan considerarse una bendici¨®n.
La canciller Angela Merkel ha tenido el valor de enfrentarse a los medios conservadores, incluso a los nacionalistas m¨¢s agresivos, recibiendo con alborozo a miles de inmigrantes. En un pa¨ªs en el que el 40% de las plazas de formaci¨®n profesional quedan vacantes, la inmigraci¨®n parece la ¨²nica salida. Vienen de Siria, Kosovo, Afganist¨¢n, ?frica del Norte, ?frica subsahariana... El pen¨²ltimo fin de semana se alcanz¨® la cifra de 20.000, y este a?o el n¨²mero de inmigrantes podr¨ªan acercarse al mill¨®n. Aun as¨ª, se calcula que en el 2020 Alemania habr¨¢ perdido un mill¨®n de habitantes.
Se comprende que la preocupaci¨®n mayor sea poder cubrir los puestos de trabajo que demanda el proceso productivo. Se dir¨¢ que la inmigraci¨®n es una bendici¨®n, si la econom¨ªa funciona y se necesita gente; en cambio, una carga inasumible si el desempleo supera el 20%. Mientras Alemania recibe con entusiasmo a los inmigrantes ilegales que atraviesan las fronteras para llegar a la que consideran tierra de promisi¨®n, Espa?a discute la exigua cifra de refugiados que Bruselas nos pide admitir.
El otro es que revitaliza a un pa¨ªs, pero a la larga lo transforma por completo. Por eso puede dar miedo
Cierto, el arribo de inmigrantes favorece la llegada de nuevas oleadas hasta un punto en que haya que decir basta. Pero cada cuesti¨®n debe plantearse a su tiempo. Ahora es el momento de distribuirlos entre los distintos Estados federados y poner a su disposici¨®n el dinero suficiente para alojarlos y sobre todo para introducirlos en el mercado de trabajo. Tanto por la mayor oferta de empleos como por la pol¨ªtica social de estos dos pa¨ªses, es comprensible que la mayor¨ªa tenga como meta Alemania, o Suecia como segunda opci¨®n.
Hay que dejar constancia para terminar de dos efectos no queridos. El primero, al favorecer a los pa¨ªses con un sector productivo lo suficientemente din¨¢mico como para integrar a un mayor n¨²mero de inmigrantes, otra vez aumentan las diferencias entre el Norte y el Sur en la zona euro.
El segundo y principal es que, paso a paso, pero a la larga de manera radical, se modifica la cultura del pa¨ªs. Por su propia din¨¢mica ya se va transformando, pero los cambios de mayor envergadura y sobre todo a mayor velocidad se producen por contaminaci¨®n externa. La inmigraci¨®n revitaliza a un pa¨ªs, aunque a la larga tambi¨¦n lo trasforma por completo. Este es el miedo que expande la migraci¨®n.
Los pueblos hace mucho tiempo que han dejado de ser estables y homog¨¦neos. En un mundo globalizado se disuelven las fronteras ling¨¹¨ªsticas, culturales, as¨ª como las econ¨®micas, sociales y pol¨ªticas. Malos tiempos para los nacionalismos identitarios que se levantan sobre una lengua, una historia y una cultura. Se comprende que el ¨²ltimo vagido que escuchan lo interpreten como un renacer.
Ignacio Sotelo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.