La edad de oro de la televisi¨®n: qu¨¦ gozada, qu¨¦ agobio
La cantidad de series de calidad que merece la pena seguir es apabullante. Y marca el debate cultural de nuestro tiempo
Meses antes de morir ¡ªtras desmayarse en la redacci¨®n de The New York Times¡ª, el influyente columnista David Carr se sinceraba as¨ª: ¡°Yo era m¨¢s lector que televidente. Hasta que la explosi¨®n de la televisi¨®n de calidad me meti¨® en un frenes¨ª¡±, escrib¨ªa el a?o pasado. El periodista y autor se agobiaba porque no era capaz (casi nadie lo es) de seguir todas las series que merecen la pena. Y observaba algo m¨¢s: que la televisi¨®n ¡°ha alterado de forma definitiva el debate cultural¡±. ?Hace pocas d¨¦cadas se pod¨ªa presumir de no ver televisi¨®n. La falta de ese aparato en el hogar era una prueba de intectualidad y progres¨ªa, de esp¨ªritu rebelde e ilustrado. Hoy las personas cultivadas (y poderosas) no paran de citar Juego de Tronos, Mad Men, House of Cards, Orange Is the New Black o Homeland. La conversaci¨®n global gira cada vez m¨¢s en torno a estas ficciones muy cuidadas, de personajes complejos y guiones llenos de dilemas ¨¦ticos, con la factura ambiciosa que antes se reservaba el cine.?La presi¨®n que ten¨ªa a Carr en su frenes¨ª tiene cifras: solo este a?o y en EE UU se van a producir 400 series. Si quisiera seguirlas todas deber¨ªa ¡ªc¨¢lculos de Bloomberg¡ª ver la tele 24 horas al d¨ªa durante 8 meses (quiz¨¢s prefiera ver 16 horas todos los d¨ªas del a?o). Pero no es cuesti¨®n de cantidad: nunca hubo tantas series de calidad, como prueba la apabullante lista de nominados a los premios Emmy que se fallan el pr¨®ximo domingo. Muchas y m¨¢s cortas, por cierto: se llevan las temporadas en torno a diez cap¨ªtulos, que muchos espectadores disfrutan en atrac¨®n. El ¨²ltimo en apuntarse a la fiesta ha sido Apple, la empresa m¨¢s valiosa del mundo, que con el dispositivo Apple TV quiere dominar tambi¨¦n este mercado, que se le resiste y ve como un fil¨®n. ¡°Vivimos en la ¨¦poca dorada de la televisi¨®n. Se crea m¨¢s contenido que nunca¡±, dijo su consejero delegado, Tim Cook.?Esa edad de oro en boca de tantos arranc¨® al filo del nuevo siglo, impulsada por canales de cable como la HBO, que se atrevieron a desbordar los formatos convencionales y dirigirse a un p¨²blico adulto. Su influencia ha ido a m¨¢s. Ha escrito Jorge Carri¨®n que las series est¨¢ modificando la realidad, penetrando nuestros cerebros y alterando nuestros valores. ?Exagerado? Otra voz autorizada, el antrop¨®logo y estudioso del consumo cultural Grant McCracken, afirma en el Huffington Post que ¡°la televisi¨®n se ha vuelto nuestra cultura. Es lo que para los italianos era la ¨®pera en un determinado momento¡±. Buen ejemplo: cada ¨¦poca ha tenido una manifestaci¨®n art¨ªstica m¨¢s pr¨®xima a la sociedad. Si en el siglo XVIII fue la ¨®pera, en el XIX fue la novela; el siglo XX ha sido el del cine. Y hoy son las series las que mejor toman el pulso a la realidad, las que reflejan cambios, las que nos exponen a nuestros miedos o miserias. ?Tambi¨¦n hay telebasura, no hace falta recordarlo. Pero nunca hubo una oferta tal para un espectador cr¨ªtico. Que no se traga ¡°lo que echen¡±. Capaz de influir ¡ªbendito Internet¡ª en los que hacen el men¨², del que coger¨¢ lo que le plazca. Gourmet. Dig¨¢moslo as¨ª: la tele es mejor porque el espectador tambi¨¦n lo es.
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