Osama Abdul Mohsen camina por el cielo
El refugiado sirio que sufri¨® una zancadilla de una reportera h¨²ngara cuando hu¨ªa con su hijo llega a Espa?a
El gran protagonista sobre el que ha pivotado toda la atenci¨®n medi¨¢tica en las ¨²ltimas horas ha sido un entrenador de f¨²tbol sirio llamado Osama Abdul Mohsen. En la madrugada del jueves lleg¨® a la estaci¨®n de Atocha, de Madrid, acompa?ado por dos de sus hijos: Zaid, de siete a?os, y Mohamed, de 18. La historia que lo ha hecho tan c¨¦lebre ya la conoce todo el mundo: fue el hombre zancadilleado por la periodista h¨²ngara Petra L¨¢zslo cuando sal¨ªa corriendo con su peque?o hijo en brazos tras haberse topado con la polic¨ªa magiar, que nada quer¨ªa saber de todos esos desamparados que llegan tras largas y penosas traves¨ªas a tocar las puertas de Europa. La imagen dio la vuelta al mundo y en Getafe, en el Centro Nacional de Formaci¨®n de Entrenadores (Cenafe), se enteraron de que Mohsen hab¨ªa sido el art¨ªfice de los buenos resultados del club Al Fotuwa, con el que gan¨® en Siria dos veces la Liga y una vez la Copa. Se pusieron las pilas, lo localizaron en Berl¨ªn, se lo trajeron a Espa?a.
Al llegar, Osama Abdul Mohsen dijo: ¡°Esto es como andar por el cielo¡±. Unas palabras que vienen de perlas para resumir su caso. Tuvo que abandonar su pa¨ªs, como otros millones de sirios, para salvar la piel y la de los suyos de una infernal guerra que lleva m¨¢s de cuatro a?os y cuyo fin no puede avistarse ni siquiera en los sue?os m¨¢s inveros¨ªmiles. Un esbozo de la galer¨ªa de horrores en que se ha convertido Siria podr¨ªa ilustrar este pasaje de su historia. La brutalidad de un r¨¦gimen, el de Bachar el Asad, que responde con una violencia inusitada a las revueltas propias de la primavera ¨¢rabe y un conflicto que se va enquistando cada vez m¨¢s ante una comunidad internacional dividida e impotente, enredada en sus propias rivalidades geoestrat¨¦gicas y temerosa de ensuciarse los dedos. Muerte y destrucci¨®n, poblaciones enteras que huyen despavoridas, armas qu¨ªmicas. M¨¢s adelante, la emergencia del Estado Isl¨¢mico y su fanatismo cruel. Mohsen, como tantos, emprende un largo peregrinaje para salir de la pesadilla. No es m¨¢s que una mota de polvo de ese paisaje apocal¨ªptico hasta que una zancadilla le devuelve el rostro y lo distingue de todos los dem¨¢s, de todos esos cientos de miles que pululan por los bordes de Occidente y sue?an con salvar el pellejo y poder construir un futuro.
Una historia como la de Mohsen le hubiera servido hace a?os a Jean Baudrillard, el soci¨®logo franc¨¦s, para confirmar sus consideraciones sobre la sociedad del espect¨¢culo y sus teor¨ªas del simulacro. Ya la realidad no cuenta, sosten¨ªa, habitamos en un mundo artificial que ha consagrado la hiperrealidad de las pantallas y los escaparates como lo ¨²nico verdaderamente cre¨ªble. S¨®lo existes, ven¨ªa a decir (simplificando, y en plan brochazo), si sales en televisi¨®n.
Y si encima una mujer te pone la zancadilla cuando sales de estampida intentando salvar a tu hijo, el pasaporte al cielo est¨¢ garantizado. Tenga raz¨®n Baudrillard o no con sus pol¨¦micas tesis, lo ¨²nico cierto es que Mohsen es un tipo de carne y hueso. Y es una alegr¨ªa tenerlo ya entre nosotros.
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