Las palizas y las frases
No es lo mismo decir que escribir. La lengua es r¨¢pida, casi tanto como el pensamiento, pero lo que sale de ella se esfuma y no perdura un instante
Con la excepci¨®n de los kale borrokos y similares, que nunca dejaron de amenazar y dar palizas cubri¨¦ndose los unos a los otros en grupo contra una sola v¨ªctima, hemos tenido pocas agresiones cobardes en nuestro pa¨ªs en los ¨²ltimos decenios. Parec¨ªa que por fin los espa?oles hab¨ªan renunciado al ataque f¨ªsico de quienes les cayeran mal, o pensaran o dijeran cosas con las que estaban en desacuerdo, o tuvieran una sexualidad que los ¡°ofend¨ªa¡±, o fueran de otra raza o de otra religi¨®n o sin ella, o hinchas de otro club de f¨²tbol. Claro que siempre ha habido alguna que otra tunda y alg¨²n que otro asesinato, pero han sido escasos en comparaci¨®n con el n¨²mero de individuos y de d¨ªas, un goteo casi inevitable. Desde hace unos a?os, sin embargo, se empez¨® a hacer uso de la coacci¨®n y de la fuerza. Se dio poca importancia al hecho de que en Universidades catalanas y madrile?as destacamentos de ¡°independentistas¡± o ¡°izquierdistas¡± (alumnos y profesores mezclados, no todos imberbes) impidieran hablar o pronunciar conferencias a personalidades que les resultaban ingratas. Y no se ha dado suficiente importancia al hecho grave de que entre esos reventadores se encontraran destacados miembros de Podemos, si no me equivoco. Con esa lenidad empez¨® a ¡°normalizarse¡± algo que nunca puede ser normal, a saber: vetar, censurar, arrebatar la palabra, prohib¨ªrsela por las bravas a quienes sostienen posturas contrarias.
Demasiada gente se ha acostumbrado a escribir salvajadas en las redes, ampar¨¢ndose en el anonimato
Este verano ¡ Bueno, ojal¨¢ haya sido s¨®lo producto del infernal calor continuado, que, como sabe todo el mundo menos nuestros gobernantes (que nos lo incrementan con el demencial cambio horario que hace eternas las tardes, sin apenas ahorro), desquicia y exalta los ¨¢nimos. Lo cierto es que ha habido d¨ªas en que uno abr¨ªa el peri¨®dico y se enteraba de una agresi¨®n tras otra, no individuales ¨Cque tambi¨¦n¨C, sino de la modalidad ¡°pandilla¡±. Se ha pegado a homosexuales, absolutamente aceptados por el conjunto de la sociedad; se ha apaleado a indigentes, aunque eso sea repulsivo entretenimiento de se?oritos en todas las estaciones; se ha zumbado a inmigrantes; se ha grabado la esv¨¢stica a navaja en el brazo de un chico; y, como lamentable novedad que deber¨ªa hacer saltar todas las alarmas, se ha enviado al hospital a una joven con la mayor¨ªa de edad reci¨¦n cumplida, representante del partido Vox en Cuenca. Cuando escribo esto, los agresores a¨²n no han sido detenidos, y ya han pasado bastantes fechas. Se sabe que fueron tres, una mujer y dos varones; que atacaron a la muchacha por la espalda y se ensa?aron con ella hasta dejarla inconsciente en el suelo; que la llamaron ¡°fascista¡± y que la ten¨ªan en el punto de mira: ¡°Es ella, a ver si ahora es tan valiente¡±, les oy¨® decir la v¨ªctima justo antes de los valientes pu?etazos y patadas colectivos. En alg¨²n momento se especul¨® con que el motivo de la paliza pudiera haber sido que esa joven hab¨ªa osado defender las corridas la v¨ªspera en las redes sociales. La mera especulaci¨®n es para echarse a temblar: defensores de los animales prestos a tundir a los de su propia especie con aficiones que les desagraden. Pero no parece que sea el caso: m¨¢s bien se ha tratado de violencia ¨Cesta s¨ª¨C fascista, semejante a la que practicaban los falangistas antes de la Guerra Civil (y tambi¨¦n sus equivalentes de izquierdas). Es un suceso grav¨ªsimo que pueda actuarse as¨ª por diferencias pol¨ªticas.
Desde que esas redes sociales se han masificado, demasiada gente se ha acostumbrado a escribir salvajadas de todo tipo, ampar¨¢ndose en el anonimato. Si subrayo el verbo es porque, como sabemos los plumillas, no es lo mismo decir que escribir. La lengua es r¨¢pida, casi tanto como el pensamiento, pero lo que sale de ella se esfuma y no perdura un instante, y siempre se puede negar haberlo soltado, o retractarse de inmediato. La escritura requiere ¡°composici¨®n¡±, por irreflexiva y veloz que sea. La frase m¨¢s tosca y peor redactada ha debido pensarse m¨ªnimamente antes de darle a la tecla. Ha debido construirse. Por seguir con la rabia antitaurina, si un torero es cogido gravemente, el comentario en el bar ser¨ªa m¨¢s o menos: ¡°Ojal¨¢ el toro lo hubiera matado¡±. Un tuit, se quiera o no, es siempre un poco m¨¢s elaborado: ¡°Lo ¨²nico que lamento es que no te reventara la femoral y te desangraras como un cerdo, hijo de puta asesino¡±, por ejemplo. Esto queda, se retuitea y se propaga, a diferencia del comentario oral. Guste o no, hay ahora un lugar plagado de frases dese¨¢ndoles la muerte a otros, o amenaz¨¢ndolos con ella. Frases que flotan indefinidamente, que permanecen, que no se las lleva el viento, como se dec¨ªa tradicionalmente que ocurr¨ªa con las palabras. Pasar a la realizaci¨®n de los deseos es tanto m¨¢s tentador y f¨¢cil cuanto menos ef¨ªmera es la expresi¨®n de esos deseos, o es cuanto m¨¢s persistente. En lo escrito no se suele matizar con el tono, sea de exageraci¨®n, de guasa, de ganas de provocar y escandalizar ¡ sin ir del todo en serio. Cabe la literalidad en mucha mayor medida que en lo dicho. A todo esto tampoco se le concede importancia, o apenas. El paso siguiente a la literalidad, sin embargo, el que jam¨¢s deber¨ªa darse, es cumplir las amenazas y los deseos ¡ eso, al pie de la letra, como si a¨²n fueran s¨®lo frases.
elpaissemanal@elpais.es
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.