Lo nuestro
Despreciar a Espa?a es un esnobismo exhibicionista bastante indecoroso
?El patriotismo? Los medievales hablaron del ¡°ordo amoris¡±, la gradaci¨®n de nuestros afectos: primero nuestro c¨ªrculo familiar, luego mis vecinos, mis conciudadanos, mis compatriotas, finalmente todos los seres humanos. Nadie puede culparme por salvar en el incendio a mi hijo antes que a los dem¨¢s, pero ser¨ªa culpable si s¨®lo salvo a mi hijo pudiendo ayudar a otros. Montesquieu dijo (le cito de memoria): ¡°Si supiera algo beneficioso para m¨ª pero da?ino para mis amigos, lo callar¨ªa; si supiera algo beneficioso para mis amigos, pero da?ino para mi pa¨ªs, lo callar¨ªa; si supiera algo beneficioso para mi pa¨ªs pero da?ino para la humanidad, lo callar¨ªa¡Porque soy humano por naturaleza y franc¨¦s s¨®lo por azar¡±. La patria, una de esas palabras ¡°que cantan m¨¢s que hablan¡± como dir¨ªa Val¨¦ry, es voz a menudo intimidatoria, la forma de acabar con trompeter¨ªa un debate, silenciando ominosamente al adversario. Pero tambi¨¦n en nombre de la humanidad se han cometido cr¨ªmenes y atropellos¡
?Me ¡°siento¡± espa?ol? Si es cuesti¨®n de sentimientos, las patrias que prefiero son ¡°lugares del coraz¨®n¡±, m¨¢s peque?os y m¨¢s dispersos que la extensi¨®n de todo un pa¨ªs: la infancia se?alada por Rilke, dos o tres hip¨®dromos en Inglaterra y Francia, algunas tabernas, la playa de la Concha¡Cuando cerraron la librer¨ªa La Hune, de Par¨ªs, sent¨ª que me robaban un trozo de patria. Y mi verdadera patria durante muchos a?os ha sido una mirada y una sonrisa de alguien que he perdido para siempre. Otras peque?as patrias son a la contra: siento un especial cari?o por C¨¢ceres y por Extremadura entera porque en mi adolescencia los peores vascos que me rodeaban (y no todos nacionalistas) llamaban ¡°cacere?os¡± a las personas de otras partes de Espa?a que desempe?aban trabajos modestos en Euskadi. Es perfectamente l¨ªcito no ¡°sentirse¡± espa?ol pero no hace falta proclamarlo de modo altisonante, porque entonces parece que uno se siente superior a quienes se sienten espa?oles. Y eso est¨¢ muy feo. Por lo dem¨¢s, haber vivido la inflada ret¨®rica patriotera del franquismo y luego el separatismo criminal etarra justifica el nombre de uno de mis libros, hace ya muchos a?os: Contra las patrias.
Es l¨ªcito no ¡°sentirse¡± espa?ol pero no hace falta proclamarlo de modo altisonante, porque entonces parece que uno se siente superior
Yo no me siento sino que me ¡°s¨¦¡± espa?ol. Espa?a es el nombre de lo que respalda mi ciudadan¨ªa, mis derechos y obligaciones, mi libertad de perfilar las identidades que prefiero. Eso no es poco, porque vivimos en un mundo donde millones de personas se juegan la vida huyendo de guerras, tiran¨ªas, persecuciones religiosas, atraso end¨¦mico y buscan en nuestras democracias precisamente esos derechos y garant¨ªas que la ciudadan¨ªa ofrece. De modo que en tal sentido despreciar a ¡°Espa?a¡± es un esnobismo exhibicionista bastante indecoroso. Sobre todo porque este pa¨ªs ha luchado mucho para conseguir esas libertades para todos y vuelve ahora a tener que enfrentarse con enemigos corruptos o disgregadores. Cuando veo una bandera espa?ola es como cuando veo una bandera de la cruz roja: se?ala un sitio en que ser¨¦ atendido. Mi modelo de patriota es el protagonista de la pel¨ªcula Alamo Bay del gran Louis Malle: un vietnamita reci¨¦n nacionalizado americano que lucha contra las mafias y la xenofobia por defender los derechos de su nueva condici¨®n.
En sus Charlas de caf¨¦ escribe Ram¨®n y Cajal: ¡°Hay un patriotismo infecundo y vano: el orientado hacia el pasado; otro fuerte y activo: el orientado al porvenir. Entre preparar un germen y dorar un esqueleto, ?qui¨¦n dudar¨¢?¡±. Decir patria es decir ¡°nosotros¡±. Contra ello previno Cioran, para quien el que dice ¡°nosotros¡± casi siempre miente. Pero hay un ¡°nosotros¡± defendible y asumible, yo dir¨ªa que hasta necesario: el ¡°nosotros¡± que no supone ¡°no-a-otros¡±. Esa es la palabra m¨¢s dif¨ªcil de pronunciar.
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