Catalanes, a votar
La voz de las urnas tiene que o¨ªrse con fuerza para abrir un tiempo nuevo
Este peri¨®dico no es partidario de la independencia de Catalu?a, como ya ha dejado claro en diferentes oportunidades. Conviene reiterarlo el d¨ªa en que, tras la espuma de torpezas y exageraciones que ha salpimentado la campa?a a las elecciones al Parlamento catal¨¢n, todos estamos pendientes de un voto m¨¢s trascendente que el de anteriores auton¨®micas. Los resultados de esta noche lo ser¨¢n para los habitantes de la comunidad convocada, que son los primeros interesados en el envite, pero tambi¨¦n para el resto de los espa?oles, en absoluto ajenos a lo que se dirime hoy.
Por extremas y polarizadas que hayan sido las posiciones previas, nadie deber¨ªa pensar que acudiendo a votar transfiere a la candidatura ganadora la legitimidad suficiente como para dar pasos irreversibles. Ni hacia la separaci¨®n de Catalu?a del resto de Espa?a, como propugnan unos, ni tampoco para dar por descartada la necesidad de una negociaci¨®n, como podr¨ªa tentar a otros. Sin necesidad de remontarse a siglos remotos, basta con examinar lo que hemos hecho juntos durante el reciente periodo democr¨¢tico para darse cuenta de que nadie tiene la responsabilidad completa de la tarea del futuro, sino que depende un poco de todos.
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Aunque vale la pena preservar la uni¨®n, tambi¨¦n pensamos que es absurdo el inmovilismo pol¨ªtico y que lo necesario es cambiar. Espa?a representa la creencia de que pueblos con identidades diferentes pueden vivir juntos, y que su diversidad hace que su cultura, su econom¨ªa y su porvenir est¨¦n mejor garantizados que actuando cada uno por su lado. No es posible renunciar sin m¨¢s a los lazos vertebradores, tanto culturales como emocionales, creados por una larga convivencia. Tampoco debe minusvalorarse el factor de incertidumbre que introducir¨ªa la eventual separaci¨®n de las econom¨ªas espa?ola y catalana, por sus efectos en el paro, las pensiones, la deuda, la inversi¨®n extranjera, la desigualdad social y otros temas que afectan muy directamente a las vidas de los ciudadanos.
Por eso la elecci¨®n de hoy no deber¨ªa considerarse la estaci¨®n final, sino una plataforma desde la que sea posible alumbrar f¨®rmulas y propuestas que superen los duros desencuentros del ¨²ltimo decenio y restablezcan la confianza. Ni es deseable dividir el camino al futuro ni hay nada que impida resolver las diferencias expresadas durante los a?os recientes por aplicaci¨®n de m¨¦todos estrictamente emanados de la legalidad democr¨¢tica, con un nuevo estatus que reconozca la identidad nacional de los ciudadanos de Catalu?a y la consolidaci¨®n de sus competencias de autogobierno. As¨ª lo reclaman amplias capas de personas contrarias al mantenimiento del statu quo, de acuerdo con las estimaciones de las encuestas.
Tampoco en el resto de Espa?a se debe frivolizar con la idea de la indiferencia hacia el contencioso planteado. Un proyecto espa?ol es mucho m¨¢s incierto sin Catalu?a, y por eso hay que superar los desencuentros pol¨ªticos y restablecer los principios de una democracia saludable, ilustrada y pluralista.
Las posibilidades de elecci¨®n son reales en Catalu?a y el abanico de opciones se ha ampliado hasta cubrir todo el espectro posible. Quien se deje tentar por la abstenci¨®n o por pensar que al final no ocurrir¨¢ nada serio, se arriesga a que su futuro lo decidan o configuren otros, como ya ha sostenido este peri¨®dico en d¨ªas precedentes. La decisi¨®n corresponde a los ciudadanos de Catalu?a llamados a votar y es deseable que pase por una voluntad decidida de llenar las urnas, conscientes de que se abre un tiempo nuevo.
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