Mi querida Espa?a

Miguel Gila sosten¨ªa que el patriotismo es un invento de las clases poderosas para que las clases inferiores defiendan los intereses de los poderosos. Fern¨¢n-G¨®mez confesaba que su admiraci¨®n por Gila se dispar¨® al o¨ªrle esa perla. En los a?os ochenta, Fernando Trueba me habl¨® de Contra las patrias, el libro de Fernando Savater, y luego, en los d¨ªas de Belle ?poque, gran alegr¨ªa de Espa?a, me dijo: ¡°Para m¨ª, que no soy nacionalista, las cosas que han contribuido a tu formaci¨®n, a hacerte como eres, adem¨¢s de tus amigos, esa es tu patria¡±. Ahora, Fernando ha desatado un terremoto al admitir que no se siente espa?ol y ha insistido en esa ilustre tradici¨®n con perfume libertario.

La relaci¨®n de espantos contaminados por ese invento llamado Espa?a es agotadora. Si no me sintiera tan espa?ol me ahorrar¨ªa muchos malos ratos. Pero no me sale. No puedo evitar que algo muy potente de la entra?a de este pa¨ªs forme parte de m¨ª y me explique. Mi pueblo y mi familia ¡ªque tampoco he elegido¡ª a¨²n me explican en mayor medida, pero la huella de la Espa?a que me ha empapado desde que nac¨ª no me la borra ni la madre que me pari¨® en Lechago, Teruel. Siempre he procurado, eso s¨ª, esquivar el lado oscuro de Espa?a y forjar la patria que adoro, esa en la que espa?oles como Gila, Fernando Fern¨¢n-G¨®mez, Savater o Fernando Trueba ocupan un lugar principal. Que Trueba no experimente ning¨²n pellizco emocional con Espa?a me da un poco igual: ese desapego no le impide ser un ciudadano ejemplar, que paga sus impuestos y deja obras de arte gracias a las que tanto gusto da sentirse espa?ol.