Los ¡®sin tierra¡¯ argentinos, contra la industria forestal
Familias que antes trabajaban en las plantaciones pinos y eucaliptos y ahora son apartadas por la tecnolog¨ªa, piden terrenos para cultivar
Tierras rojas, ricas en hierras, con subidas y bajadas, llenas de bosques. As¨ª es parte de la provincia de Misiones, en el noreste de Argentina, rodeada por Paraguay y Brasil. Pero no son todos bosques nativos, de ¨¢rboles y arbustos pind¨®, yuquer¨ª, bamb¨², alecr¨ªn, ambay y guatamb¨², con las lianas t¨ªpicas de la selva misionera. Desde la d¨¦cada del setenta la industria forestal ha ido plantando cada vez m¨¢s pinos y eucaliptos.
Entre finales de los ochenta y principios de los noventa, las plantillas de motosierristas se fueron reduciendo de entre 40 y 200 por empresa contratista hasta menos de cinco. Las m¨¢quinas procesadoras reemplazaron trabajadores, que migraron a las grandes ciudades o se quedaron batallando por reconvertirse en campesinos. Esto ¨²tlimo fue lo que han hecho al menos las 80 familias del colectivo Productores Independientes de Piray (PIP), radicadas en el paraje Piray 18, a 989 kil¨®metros al noreste de Buenos Aires y a 18 de Puerto Piray, un pueblo sobre el r¨ªo Paran¨¢, frente a Paraguay, en el que est¨¢ radicada una de las plantas de la forestal chilena Arauco. En otros sitios de Misiones tambi¨¦n pelean por tierras los peque?os agricultores, como en San Pedro, Bernardo de Irigoyen y Andresito.
¡°Casi todos nuestros padres fueron empleados en las plantaciones de pinos, pero despu¨¦s vino la maquinaria y se acab¨® el laburo [trabajo]¡±, cuenta Raimundo L¨®pez, campesino del PIP, de 43 a?os, padre de tres hijos. Incluso algunos de sus compa?eros m¨¢s veteranos trabajaron en la industria forestal, como Miguel Ruiz D¨ªaz, de 50 a?os, padre de cinco hijos, que entre 1995 y 2011 se dedicaba a esparcir pesticidas entre los ¨¢rboles. ¡°Yo preparaba 40 kilos de una mezcla de agroqu¨ªmicos por d¨ªa, incluidos glifosato, metsulfuron y arsenal forestal. No s¨¦ si estoy enfermo¡±, relata Ruiz D¨ªaz en aquel paraje con casas de madera pintadas de verde o de ladrillos y techos de chapa, entre peque?as parcelas de una o tres hect¨¢reas con gallinas, vacas, cerdos y plantaciones de ma¨ªz nativo, mandioca, jud¨ªas, zanahoria, lechuga, col, acelga, puerro, habas, ca?a de az¨²car, n¨ªsperos, melocotones, naranjas y toronjas, todas rodeadas por pinos.
La producci¨®n de madera y pasta celulosa es una de las m¨¢s importantes de Misiones, en las que tambi¨¦n pesan las plantaciones de yerba mate, insumo de la bebida m¨¢s popular de Argentina, y el turismo, en especial en las cataratas del Iguaz¨². En la entrada de Puerto Piray un cartel indica: Ciudad forestal. All¨ª hay mucho comercio, pero contrabando y tr¨¢fico de marihuana en canoas desde Paraguay, murmuran los pueblerinos. A sus alrededores numerosas chacras de yerba mate y t¨¦ han migrado al pino por cuestiones de rentabilidad. En el camino de tosca a Piray 18 a los costados se levanta la llamada faja protectora de bosque nativo y detr¨¢s se ven los ¨¢rboles implantados. No se divisan p¨¢jaros ni otros animales. Los agriculores lo atribuyen a los agroqu¨ªmicos con los que se matan las plagas que amenazan la producci¨®n.
En la hect¨¢rea de Raimundo L¨®pez hay sobre todo mandioca. De ella come su familia y extrae almid¨®n para vender. ¡°Adem¨¢s, entre siete tenemos una carpinter¨ªa y estamos haciendo az¨²car¡±, relata Raimundo, que con otros centenares de campesinos tomaron all¨ª en 1998 unas 140 hect¨¢reas que pertenec¨ªan a un empresario de medios de comunicaci¨®n de Misiones.
En 2005, cansados del desamparo, los campesinos de aquellas tierras organizaron el PIP para pedir m¨¢s hect¨¢reas y beneficios fiscales y crediticios. La mayor¨ªa de ellos apenas termin¨® la escuela primaria, o ni siquiera eso. ¡°Ac¨¢ ven¨ªan los ingenieros forestales de Alto Paran¨¢ [el antiguo nombre de Arauco Argentina] para decir que hagamos huertas¡±, recuerda Raimundo. ¡°?Que ellos vengan a plantar lechuga!¡±, se queja otro campesino, Ismael L¨®pez, de 37 a?os y ocho hijos.
¡°La ¨²nica soluci¨®n es que nos den tierras, porque la empresa no va a tomar m¨¢s mano de obra y la chacra no te da rentabilidad¡±, expone Roque, de 51 a?os, con dos hijos y menos de dos hect¨¢reas, que migr¨® de la provincia de C¨®rdoba. Por all¨ª suelen asentarse brasile?os y sobre todo paraguayos, que acceden en Argentina a unas ayudas sociales y atenci¨®n sanitaria de la que carecen en su pa¨ªs. ¡°Los ingenieros vienen a decir a los chicos en la escuela del pueblo que el futuro es el pino y a nosotros nos dan planes de mi¨¦rcoles [mierda] que no sirven para nada¡±, contin¨²a Roque. Los campesinos misioneros en lucha contra la actividad forestal suelen conseguir m¨¢s ingresos por esas subvenciones que por lo que producen sus chacritas, seg¨²n Roberto Mu?oz, experto del Centro de Estudio e Investigaci¨®n en Ciencias Sociales. Juan Duarte, uno de los pocos j¨®venes que se quedan en Piray 18 y participan del PIP, de 24 a?os, un hijo, camiseta del Barcelona y pantalones cortos del Boca Juniors, cuenta que por all¨ª la mayor¨ªa cobra la asignaci¨®n universal por hijo ¡ªque obliga a los ni?os a ir a la escuela y los controles m¨¦dicos¡ª o participa de tres de los principales programas sociales que cre¨® el Gobierno de Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner, el de cooperativas de trabajo, el de educaci¨®n secundaria para madres adultas y el de formaci¨®n para j¨®venes en paro o con empleo informal.
En 2005, cansados del desamparo, los campesinos de aquellas tierras se organizaron para pedir m¨¢s hect¨¢reas y beneficios fiscales y crediticios
Al a?o del nacimiento del PIP, en 2006, comenzaron sus piquetes en las carreteras, sobre todo las de tierra que conectan Piray 18 con la f¨¢brica de Arauco y por la que circulan entre curvas y contracurvas camioneros apresurados que cobran por la cantidad de madera transportada. ¡°Si no salimos a la ruta, no te escuchan¡±, se ampara Raimundo. En 2007 resistieron el primer intento de desalojo. ¡°Supuestamente hab¨ªan comprado 52 hect¨¢reas para reforestar pino, pero eso qued¨® parado porque nos organizamos como comunidad¡±, reivindica Ruiz D¨ªaz. Una madrugada de 2011, a las seis, instalaron tiendas para impedir que los camiones salieran de los pinares. A las dos de la tarde lleg¨® la orden de un juez para desalojarlos. Varios de ellos fueron denunciados por usurpaci¨®n de propiedad privada.
Otros cuatro parajes cercanos han desaparecido en las ¨²ltimas d¨¦cadas, como las 40 familias que en 1995 fueron desalojadas de 300 hect¨¢reas concedidas a la industria forestal. Algunos se mudaron a Piray 18, donde en total hay 250 familias, una escuela primaria, una nueva secundaria, un centro de atenci¨®n primaria de la salud, otro de jubilados en construcci¨®n, la sede del PIP, la iglesia pentecostal Sal de Justicia, una plaza con columpios rotos y gallinas sueltas. ¡°Hay vecinos que aceptan las migajas que nos dan¡±, acusa Raimundo. ¡°A los que reclamamos nos llaman loquitos o terroristas. Te dicen que vendas tu producci¨®n barata para ser competitivo¡ Los j¨®venes se van con falsas expectativas a Buenos Aires y otros lugares¡±, a?ade este campesino de camiseta blanca, bermudas agujereadas y borcegu¨ªes, entre el calor y los mosquitos. ¡°Se van a vivir a las villas [barrios de chabolas], adonde viven con pistola en mano¡±, compara Ismael las ciudades violentas con la relativa tranquilidad de la selva.
En 2013, los campesinos del PIP se mantuvieron en la carretera hasta que el Gobierno de Misiones les prometi¨® que expropiar¨ªa 600 hect¨¢reas a Arauco para entreg¨¢rselas. El proyecto de ley oficial fue aprobado por el parlamento local, pero dos a?os despu¨¦s los agricultores siguen sin esas tierras. ¡°Las 600 hect¨¦ares no existen. Existe el ¨¦xodo, el hambre y la pobreza¡±, lamenta Ismael. ¡°Cuando sali¨® la ley, pens¨¢bamos que en uno o dos meses nos dar¨ªan la tierra¡±, relata la portavoz del PIP, Miriam Samudio, de 36 a?os y tres hijos. ¡°Despu¨¦s pas¨® un a?o y nos obligaron a formar una cooperativa, nos pidieron un n¨²mero de matr¨ªcula. Todo qued¨® en palabras, nos mintieron. Cuando se cumplieron dos a?os algunos quer¨ªamos ingresar a las 600 hect¨¢reas, pero hab¨ªa otros con miedo. No entramos, pero hicimos un corte (de carretera), marchamos y mandamos una nota. Amenazamos con ir a Posadas (capital de Misiones)¡±, relata Miriam. EL PA?S contact¨® con la Subsecretar¨ªa de Tierras provincial y con Arauco, pero nadie respondi¨®. ¡°En el Gobierno dicen que est¨¢n trabajando. ?Pasaron dos a?os! Nosotros trabajamos rascando la tierra 12 horas por d¨ªa para sacar 100 pesos (8,90 euros) y pagarles el sueldo a ellos. Nosotros somos mal vistos en la provincia. El Gobierno nacional nos ayudaba con infraestructura, pero cort¨® todo¡±, despotrica Raimundo. ¡°Te ahogan con los impuestos¡±, acota Roque. ¡°En cambio, ellos [los propietarios de proyectos forestales] est¨¢n libres de impuestos por a?os¡±, alude Raimundo al r¨¦gimen de promoci¨®n forestal que en realidad asegura la estabilidad fiscal por 30 a 50 a?os a cada inversi¨®n.
Nubes de polen se expanden desde los pinares hacia las vecinas tierras de Piray 18. Los campesinos del PIP dicen que sus hijos sufren por eso broncoespasmos y alergias, pero los m¨¦dicos de los centros p¨²blicos niegan que sea por el polen. ¡°Los m¨¦dicos cierra el pico¡±, critica Roque. En chanclas, Miriam cuenta la historia su hijo de 16 a?os: ¡°Yo viv¨ªa a 70 metros de los pinos y me llenaban de veneno [agroqu¨ªmicos]. Tuve malestares en el embarazo por olerlo. Mi hijo naci¨® con broncoespasmo, a los siete a?os empez¨® a caerse, a los 12 ya no corr¨ªa. Tiene debilidad muscular, pero lo llev¨¦ a Buenos Aires y no le encuentra nada¡±. Los campesinos reivindican su producci¨®n org¨¢nica. ¡°Nosotros producimos bien sano, sin qu¨ªmicos. Yo hago leche, yogur, dulce de leche, chancho [cerdo], pollo, y mis hijos nunca se enferman¡±, cuenta Raimundo, mientras sigue esperando la tierra.
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