Cargarse la Filosof¨ªa a martillazos
La ¨²ltima reforma educativa, la LOMCE, aparta un poco m¨¢s a Plat¨®n, Kant, Nietzsche y compa?¨ªa de los planes de estudio
Para muchos habr¨¢ sido una excelente noticia. ¡°Por fin han arrinconado de una vez al muermo de la Filosof¨ªa¡±, se habr¨¢n dicho con esa ¨ªntima satisfacci¨®n que se produce cuando los que deciden han subsanado un antiguo disparate. Hay dos argumentos que utilizan quienes celebran marginar a Plat¨®n, Kant, Nietzsche y compa?¨ªa de las aulas ¡ªla LOMCE ha reducido sus contenidos sustancialmente: ya solo es obligatoria la Filosof¨ªa en 1? de Bachillerato¡ª. Uno es visceral: no hay quien soporte tanta ch¨¢chara conceptual, son aburridos. El otro es pragm¨¢tico, y viene a decir que cuanto pensaron y escribieron no sirve para nada, es absolutamente in¨²til.
Ni uno solo de los pol¨ªticos y pedagogos que ha participado en esta aberraci¨®n reconocer¨¢ jam¨¢s que ha colaborado en mandar a la Filosof¨ªa al purgatorio porque la consideran tediosa. Pero ser¨¢n muchos los que est¨¦n encantados de haber defendido la otra raz¨®n.
Las cosas est¨¢n muy mal, sentencian en ese caso: los chavales no encuentran trabajo ni locos, y eso que cada vez estudian m¨¢s y tienen m¨¢s deberes, lo que ocurre es que este pa¨ªs se anda por las ramas, los masacran con las humanidades que no tienen futuro y no les dan herramientas para que sean de verdad competitivos en el mercado, no saben ingl¨¦s, van dando traspi¨¦s con las nuevas tecnolog¨ªas, viven de espaldas a los cambios de las costumbres, etc¨¦tera. Conclusi¨®n: acabemos con la Filosof¨ªa.
No hace falta ser un lince para llegar a la conclusi¨®n de que no tiene ning¨²n sentido fabricar fil¨®sofos si lo que el mercado reclama son inform¨¢ticos, m¨¦dicos, ingenieros, electricistas, panaderos o, pongamos por caso, trapecistas. Todo el mundo sabe, adem¨¢s, que con el cogito ergo sum de Descartes no se arregla una ca?er¨ªa. Pero no es esa la cuesti¨®n. Lo que importa es que haya un plan. Y con siete leyes de educaci¨®n no universitaria en los ¨²ltimos 35 a?os una ¨²nica conclusi¨®n se impone: los pol¨ªticos de este pa¨ªs no saben lo que quieren.
O lo saben demasiado bien: servirse de la educaci¨®n para la gre?a ideol¨®gica, para favorecer intereses gremiales, para ganar votos o para hacer patria. Lo que se olvida con demasiada frecuencia es que, durante esos a?os decisivos, los estudiantes no solo aprenden unas materias sino que se forman como personas. Y en esa formaci¨®n hay dos cuestiones que los educadores deber¨ªan cuidar con especial esmero: que construyan sus propios criterios y que aprendan a disfrutar. Vaya, que cultiven el esp¨ªritu cr¨ªtico y que sean creativos. Que lean y que piensen, que discutan, que le encuentren la gracia a un cuadro o a una sinfon¨ªa. Si no lo han hecho antes, y no lo hacen entonces, est¨¢n perdidos. Ningunear la Filosof¨ªa es un mensaje contundente. Viene a decir que a esta ley le importa poco ocuparse del lado in¨²til de la formaci¨®n: el que nos permite tener criterio, ideas, af¨¢n cr¨ªtico, curiosidad. Cierto que pueden servir otras asignaturas. Pero la eficacia de la Filosof¨ªa en estos menesteres viene acreditada de lejos. ?Por qu¨¦ despreciarla ahora? Ahora, cuando tanta falta hace.
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