El ecoturismo amenaza a los animales
El contacto con los humanos los hace m¨¢s vulnerables a la caza furtiva y los depredadores
Sin saberlo ni pretenderlo, los turistas amantes de la naturaleza la est¨¢n poniendo en peligro. En su amor por la vida salvaje, buscan acercarse lo m¨¢s posible, esa fotograf¨ªa a pocos metros de distancia y, si el gu¨ªa les deja, poder alimentar al animal. Pero, un estudio muestra ahora c¨®mo el contacto con los humanos induce cambios fisiol¨®gicos y conductuales en los animales. Se vuelven m¨¢s confiados y, cuando los turistas se van, son m¨¢s vulnerables a otros humanos, esta vez armados con rifles, o al ataque de sus depredadores.
El ecoturismo o, como muchos ec¨®logos prefieren llamarlo, turismo de naturaleza, se ha convertido en un fen¨®meno masivo. Un estudio de la Universidad de Cambridge estimaba a comienzos de a?o que los parques nacionales y reservas naturales reciben cada a?o 8.000 millones de visitas, m¨¢s que la poblaci¨®n mundial. Solo la moda de nadar junto a los delfines atrae a 13 millones de personas anualmente. Tanta visita genera m¨¢s de 520.000 millones de euros anuales. Aunque una ¨ªnfima parte de ese dinero, unos 10.000 millones, se dedica a conservar estos espacios naturales y a la investigaci¨®n, son millones que le vienen muy bien a la naturaleza. El problema es el precio que los animales pueden estar pagando.
Un grupo de investigadores estadounidenses, franceses y brasile?os ha revisado lo que se sabe del impacto que tiene en los animales el contacto con los humanos. A estudios previos, han sumado sus propias investigaciones sobre los cambios fisiol¨®gicos y en la conducta que tiene un animal salvaje cuando se habit¨²a a la presencia humana. Han encontrado una especie de proceso de aculturaci¨®n en los animales que presenta muchos paralelismos con los domesticados o con los que viven en las zonas urbanas: se vuelven confiados, demasiado confiados.
Durante los muchos a?os que puede durar el proceso de domesticaci¨®n de una especie, como los caballos o los perros, los humanos han primado aquellos genes que los hac¨ªan m¨¢s d¨®ciles y tolerantes hacia sus due?os. Adem¨¢s del aumento de la productividad, como en el caso del ganado, los procesos principales inducidos por la acci¨®n humana son la reducci¨®n de la agresividad y rebaja del miedo, acciones humanas de la que han sabido aprovecharse depredadores como pumas y lobos.
Los parques nacionales y reservas naturales reciben cada a?o 8.000 millones de visitas
No hacen falta milenios para completar la domesticaci¨®n. En 1999, un estudio paradigm¨¢tico demostr¨® c¨®mo se pod¨ªa domesticar al zorro en unas pocas generaciones. El 80% de los zorros del experimento terminaron siendo m¨¢s d¨®ciles. A nivel f¨ªsico, mostraban una menor pigmentaci¨®n de la piel, las orejas m¨¢s fl¨¢cidas y la cola m¨¢s corta. Los dos ¨²ltimos, son elementos claves en su sistema de alerta. Fisiol¨®gicamente, la docilidad se manifest¨® con una menor producci¨®n de corticosteroides, hormonas que intervienen en el estr¨¦s. Un estudio similar, esta vez con salmones, comprob¨® que los criados en cautividad mostraban una menor tendencia a la huida ante la presencia de los tiburones.
Las ciudades tambi¨¦n son un narc¨®tico para muchos animales. Como ocurre con la domesticaci¨®n, los entornos urbanos mitigan la tendencia natural a la huida en caso de una posible amenaza. Algunas especies de ardillas, por ejemplo, echan a correr cuando se les acerca un humano a una distancia hasta siete veces m¨¢s corta en la ciudad que sus cong¨¦neres del medio rural. Otro estudio con 48 especies de aves europeas estim¨® que los ejemplares urbanos echaban a volar dos veces m¨¢s tarde que los de fuera de la ciudad.
Pero las urbes tienen otro efecto m¨¢s sutil que tambi¨¦n reduce la respuesta de los animales. La presencia de humanos hace que los depredadores se alejen, lo que convierte a las ciudades en santuarios para muchas especies que acaban por descuidar sus sistemas de alerta. En 2012, una investigaci¨®n con 15 especies de aves mostr¨® c¨®mo los p¨¢jaros urbanos se resist¨ªan menos a su captura o porfiaban menos cuando se atacaba su nido que los que anidaban en el campo, lo que sugiere una conducta m¨¢s relajada ante los depredadores.
El estudio actual, publicado en Trends in Ecology & Evolution, sostiene que las manifestaciones m¨¢s perjudiciales de los procesos de domesticaci¨®n y urbanizaci¨®n tambi¨¦n se est¨¢n produciendo entre los animales salvajes fruto del contacto humano. Los animales no solo se vuelven confiados con los turistas, tambi¨¦n podr¨ªan estar haci¨¦ndolo con los humanos cazadores y con los depredadores.
"Sabemos que el aumento de visitas de los humanos lleva a algunas especies a tolerarlos y comportarse de maneras que sugieren que se han habituado a nuestra presencia. Tambi¨¦n sabemos que en algunos casos, se habit¨²a deliberadamente a los animales salvajes para elevar las oportunidades para el turista, como hemos visto con los grandes simios, chimpanc¨¦s y gorilas en varios lugares de ?frica. Y sabemos que estos simios acaban siendo m¨¢s vulnerables a los cazadores furtivos", dice el ec¨®logo de la Universidad de California y coautor del estudio, Daniel Blumstein.
Esta exposici¨®n a los turistas puede actuar de dos formas sobre la conducta de los animales. Por un lado, como ocurre en las ciudades, la presencia de humanos no peligrosos crea un escudo protector que ahuyenta a los depredadores. Esto hace que el animal se relaje. En el Parque Nacional Grand Teton (Wyoming, EE UU), los alces y ant¨ªlopes americanos pasan menos tiempo en estado de alerta, dedicando m¨¢s rato al forrajeo en aquellas zonas donde se congregan m¨¢s turistas a verlos. Adem¨¢s, forman grupos m¨¢s peque?os y la mayor dimensi¨®n de la manada es otro mecanismo que les proteger¨ªa de los pumas o lobos.
Nuestro amor por las ¨¢reas naturales, viajando hasta ellas, no siempre es benigno" Daniel Blumstein, ec¨®logo de la Universidad de California
A nivel fisiol¨®gico, este menor estado de alerta se puede relacionar con la producci¨®n hormonal. "La se?al de estr¨¦s se manifiesta a menudo por medio de la producci¨®n de cortisol", comenta el investigador de la Universidad Federal de Mato Grosso (Brasil) y principal autor del estudio, Benjamin Geffroy. El problema es que los estudios realizados hasta ahora ofrecen resultados contrapuestos. Ante la presencia de humanos, algunas especies presentan altos niveles de cortisol, mientras que otras los tienen bajos.
"Incluso desde el punto de vista de las especies, parece que los resultados dependen mucho de la duraci¨®n de las visitas tur¨ªsticas. Por ejemplo, los gorilas salvajes habituados desde hace tiempo a la presencia humana tienen menos corticoides en sus heces que los habituados recientemente. Sin embargo, los gorilas no habituados presentan niveles menores que los habituados. A primera vista puede parecer un sinsentido, pero lo que debemos tener en cuenta es que, sea cual sea la especie, la presencia humana provoca cambios en el estado fisiol¨®gico normal de los animales", sostiene Geffroy.
El estudio deja abiertas dos cuestiones claves que, para los investigadores, necesitan ser respondidas lo antes posible. Por un lado, no se sabe si estos procesos acaban siendo transmitidos a las siguientes generaciones. Y, por el otro, aunque hay varios ejemplos ya demostrados, queda por establecer si la habituaci¨®n a los humanos rebaja las defensas ante los depredadores de forma generalizada.
Blumstein recurre de nuevo a la domesticaci¨®n y la urbanizaci¨®n para temer que s¨ª: "El proceso de domesticaci¨®n animal descansa tanto en la doma como en la selecci¨®n para crear animales que convivan mejor con nosotros. En las ¨¢reas urbanas, los animales se comportan de forma diferente de las rurales y, en determinadas especies, los cient¨ªficos han encontrado evidencias de que la selecci¨®n natural en curso explica algunas de estas diferencias. No sabemos el grado en el que el ecoturismo puede estar provocando estos cambios en la vida salvaje pero sospechamos que lo puede hacer si el contacto se mantiene con una duraci¨®n e intensidad apropiada".
El dilema que plantea esta investigaci¨®n es dif¨ªcil de resolver. ?Hay que cerrar el paso de los turistas a los espacios naturales? Adem¨¢s de ec¨®logo, Blumstein pas¨® buena parte de su carrera usando el ecoturismo como mecanismo para que los humanos amaran la naturaleza y lleg¨® a escribir una gu¨ªa tur¨ªstica de un parque de Pakist¨¢n. "Pero tambi¨¦n me he dado cuenta de que la creciente actividad humana en ¨¢reas pr¨ªstinas cambia la conducta de los animales y estos cambios pueden tener consecuencias ecol¨®gicas", asegura y a?ade:? "En ¨²ltima instancia, nuestro amor por las ¨¢reas naturales, viajando hasta ellas, no siempre es benigno".
El bi¨®logo de Cambridge autor del c¨¢lculo de las visitas a los parques nacionales, Andrew Balmford, reconoce que es una cuesti¨®n complicada. "En algunas zonas del planeta, el turismo de naturaleza es muy importante para la financiaci¨®n de los esfuerzos de conservaci¨®n y mantener el apoyo pol¨ªtico y de la comunidad", advierte. Pero, adem¨¢s de m¨¢s estudios como piden los autores de la investigaci¨®n, Balmford coincide con ellos en algunas medidas que se podr¨ªan tomar: "La clave es reconocer que las visitas pueden provocar interferencias importantes y buscar minimizarlas regulando esas visitas, mejorar el desarrollo de infraestructuras y, donde sea posible, acotar las actividades para que algunas ¨¢reas permanezcan inaccesibles a los turistas".
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