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Pol¨¦mico Calatrava

Encuentro con uno de los arquitectos m¨¢s controvertidos del mundo en su cuartel general de Z¨²rich

V¨ªdeo: Redacci¨®n: Guillermo Abril / V¨ªdeo y fotograf¨ªa: Carlos Spottorno
Guillermo Abril
M¨¢s informaci¨®n
Santiago Calatrava: ¡°Self-criticism is necessary¡±

Un d¨ªa de calor angustioso, a orillas del lago de Z¨²rich, una ara?a comienza a trepar por la camisa sudada de Santiago Calatrava. Al principio, no se da cuenta y prosigue con la explicaci¨®n de su tesis doctoral, Acerca de la plegabilidad de las estructuras: ¡°Estudi¨¦ la capacidad de los cuerpos plat¨®nicos de transformarse en un plano, y de un plano en una l¨ªnea¡±. Desde el jard¨ªn de su casa se oyen los gritos de los ba?istas ah¨ª fuera. El arquitecto e ingeniero, abotargado bajo la can¨ªcula, se encuentra a los pies de una escultura, una de tantas que decoran su parcela. Las obras recuerdan a caracolas informes. El resultado de aquellos experimentos de juventud: ¡°Me mov¨ªa con par¨¢metros muy al l¨ªmite¡±, prosigue, hasta que el ar¨¢cnido lo devuelve a la tierra. ¡°?No pasa nada!¡±, exclama. Y recita en franc¨¦s: ¡°Araign¨¦e du soir, espoir¡±. Como si el pobre bicho simbolizara su destino. Son cerca de las cinco de la tarde. Una ara?a a esta hora, traduce, es sin¨®nimo de esperanza.

Calatrava habla seis idiomas. En todos ellos, y alguno m¨¢s, los titulares de los diarios le han convertido en los ¨²ltimos a?os en uno de los arquitectos m¨¢s pol¨¦micos del mundo. Con ep¨ªtetos de todo tipo, desde un ¡°imbarazzante serie di errori¡± (embarazosa serie de errores), sobre su puente en el Gran Canal de Venecia, hasta el que quiz¨¢ mayor difusi¨®n ha tenido: ¡°A star architect leaves some clients fuming¡± (un arquitecto estrella deja a algunos clientes echando humo), publicado en The New York Times en 2013. Palabras mayores. El reportaje daba cuenta de la creciente litigiosidad de sus proyectos. Sobrecostes, retrasos, resbalones, goteras. De todo ello se hab¨ªa escrito en Espa?a. La inquietud comenzaba a trasladarse al otro lado del charco. Su obra en la Zona Cero de Nueva York, un inmenso intercambiador subterr¨¢neo coronado por dos alas a los pies de los nuevos rascacielos, acumu?laba cuatro a?os de retraso y los peores augurios elevaban el coste final a 4.000 millones de d¨®lares. El doble de lo presupuestado.

Mi relaci¨®n con Espa?a no ha sido tan complicada. Era un tiempo en el que se constru¨ªa una barbaridad. Y muy deprisa¡±, dice Calatrava

Ante la avalancha, Calatrava opt¨® por esconderse. Cuando recibe a El Pa¨ªs Semanal en Z¨²rich, la estrategia ha cambiado. En un momento dado dir¨¢ que al principio se resguard¨® en ¡°la fortaleza del silencio¡±. ¡°Pero si uno se refugia y otros lo est¨¢n apabullando, al final tienes que decir: ¡®?Co?o! Venga usted y mire. No es lo que dicen, exageran¡±. En el momento de la entrevista, Calatrava ha salido indemne de la mayor parte de litigios. Absuelto en Venecia, donde la fiscal¨ªa le reclamaba sobrecostes; desimputado en Castell¨®n y Mallorca, donde se le acus¨® de haber cobrado por proyectos que no se construyeron; victorioso (parcialmente) en Valencia, donde reclam¨® una indemnizaci¨®n por el da?o ocasionado en su imagen desde la web calatravatelaclava.com. Lleg¨® a un acuerdo extrajudicial con una bodega en la Rioja Alavesa, descontenta con su actuaci¨®n. A¨²n colea, en su contra, la condena de 2,9 millones de ?euros por la imposibilidad de fijar una cubierta m¨®vil en el Palacio de Congresos de Oviedo. Ha recurrido el caso al Tribunal Supremo.

Calatrava ha comenzado una pol¨ªtica de puertas abiertas, pero vigilada. Ha contratado un nuevo gabinete de comunicaci¨®n, cuya directora lo escolta en todo momento. Durante dos d¨ªas, el arquitecto muestra su casa, su estudio, su taller, sus primeras obras en Z¨²rich. Siempre con Mike Pfister, director de su despacho, a un palmo del o¨ªdo. No rechazar¨¢ ninguna cuesti¨®n. Incluso se adelantar¨¢ a ellas decidido a dar su versi¨®n. Sobre su relaci¨®n con Espa?a, por ejemplo: ¡°No ha sido tan complicada. Si haces la s¨ªntesis, puedes decir: era un tiempo en el que se constru¨ªa una barbaridad. Y deprisa. Uno solo es el arquitecto, perdonen. No soy el responsable de la cola de los ladrillos de la co?a que ha puesto ah¨ª alguien. La idea del arquitecto capit¨¢n de barco y responsable de todos los marineros es extempor¨¢nea¡±.

El arquitecto, en su estudio. Dedica las ma?anas al dibujo al natural.
El arquitecto, en su estudio. Dedica las ma?anas al dibujo al natural.Carlos Spottorno

Antes del encuentro en Z¨²rich, un profesor de estructura de la Escuela de Arquitectura de Madrid, con experiencia en la construcci¨®n de grandes infraestructuras, hab¨ªa se?alado el agujero por donde la trayectoria de Calatrava comenz¨®, a su juicio, a hacer aguas: ¡°Ha muerto de ¨¦xito. Cuando tienes muchas obras a la vez, llega un momento en que pierdes el control¡±. Sus cr¨ªticos argumentan que ning¨²n otro creador de primera fila acumula una reiteraci¨®n similar de errores, retrasos y sobrecostes. Con un a?adido: la mayor¨ªa de sus obras se han erigido con dinero p¨²blico. M¨¢s de 1.700 millones de euros en Espa?a, el pa¨ªs donde m¨¢s ha construido. Quiz¨¢ por eso, el profesor de estructura sugiri¨® una palabra con la que enfrentarse al arquitecto: ¡°Autocr¨ªtica¡±.

Con ella en la cabeza, llegamos una ma?ana a una mansi¨®n que perteneci¨® a una familia cervecera de Z¨²rich. Su estudio. En el interior hay una chimenea fechada en 1692, los suelos crujen y se respira burgues¨ªa europea de otro tiempo. Mike Pfister, su mano derecha, explica que el arquitecto no se encuentra. Sigue unas rutinas marcadas. Se levanta a las 5.45, hace deporte junto al lago, desayuna y dedica tres horas a pintar y a crear a solas en casa. Se deja caer por el despacho a mediod¨ªa. Durante la espera, Pfister, de origen alem¨¢n y ex trompetista cl¨¢sico, cuenta que en dos d¨ªas volar¨¢ a Valencia, para supervisar la recolocaci¨®n del trencad¨ªs en el Palau de les Arts, en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Esta vez, a?ade, lo fijar¨¢n ¡°siguiendo un estricto control de calidad, con pruebas de resistencia tres veces superiores¡±. A esta reparaci¨®n se comprometieron el estudio de Calatrava y la constructora; ambos sin reconocer su culpa y asumiendo los costes.

Seg¨²n Pfister, su jefe es un chivo expiatorio. ?l lo tiene en muy alta estima: ¡°Es uno de esos artistas completos como Da Vinci¡±. Hay m¨¢s personas con esa opini¨®n. Pero no es un¨¢nime. Al contrario. En octubre de 2007, Calatrava dio una conferencia en la Universidad de Yale. Apenas habl¨®. Se subi¨® al estrado. Y, mientras sonaba m¨²sica de Bach, pint¨® acuarelas durante una hora. Sus trazos se iban proyectando al auditorio. Uno de los presentes asegura que el rector de Yale, al concluir, le susurr¨® al o¨ªdo: ¡°He visto a Miguel ?ngel¡±. El a?o pasado, otro de los asistentes, el arquitecto Peter Eisenman, record¨® la conferencia en un coloquio: ¡°No me lo pod¨ªa creer. Qu¨¦ arrogancia. Est¨¢bamos ah¨ª sentados vi¨¦ndole pintar¡±.

Sus dise?os conten¨ªan errores. Le salv¨® mi ingeniero de estructuras¡±, asegura el director de una de sus obras

La visi¨®n polarizada sobre Calatrava ha alcanzado su cota m¨¢xima en Nueva York. Hace poco, Daniel Libeskind, director del plan para la Zona Cero, compar¨® al espa?ol con Bernini: ¡°Pocos saben que se le cay¨® una torre en el Vaticano. Pens¨® que su carrera no remontar¨ªa. Pero ahora miramos atr¨¢s y decimos: ¡®Guau, qu¨¦ arquitecto¡¯. Hay que darle tiempo¡±. En cambio, otro reputado arquitecto, el fallecido Michael Graves, ridiculiz¨® as¨ª al espa?ol: ¡°Os har¨¦ unas alas y la estaci¨®n costar¨¢ 4.000 millones¡±. Da la sensaci¨®n de que Calatrava se desenvuelve por el mundo con el aura del genio y del encantador de serpientes a partes iguales. Este, en el fondo, es el enigma Calatrava.

De vuelta en el interior del estudio, su voz de predicador surge de la sala de reuniones. Se encuentra de espaldas. Resulta corpulento. Habla en franc¨¦s a uno de sus disc¨ªpulos mientras dibuja en una pizarra. ¡°Es un puente doble para China¡±, explica en espa?ol. Acto seguido se dirige a Pfister en alem¨¢n. Luego vuelve al franc¨¦s, como si todas las lenguas fluyeran en su cabeza por un mismo r¨ªo: ¡°Pienso que la soluci¨®n es esta. Hay que celebrar los enlaces aqu¨ª abajo¡±. Y finalmente, en espa?ol: ¡°A los chinos les gusta casarse en un templo y hemos habilitado un hueco en el puente¡±. A partir de ah¨ª comienza a divagar: ¡°Es un puente religioso; religi¨®n viene de religio, religare, relictum. Ligar. La palabra y el puente crean v¨ªnculos. En lat¨ªn, el puente religa. Y de ah¨ª viene el m¨¢ximo pont¨ªfice, capaz de hacer cosas sagradas¡±.

Una maqueta de la estaci¨®n de Stadelhofen (Z¨²rich), obra de Calatrava.
Una maqueta de la estaci¨®n de Stadelhofen (Z¨²rich), obra de Calatrava.Carlos Spottorno

Calatrava suele atacar con este tipo de reflexiones. Lo que ¨¦l hace, parece decir, no es m¨¢s que seguir una tradici¨®n de artistas a lo largo de los siglos. Las uniones, la religi¨®n, el lat¨ªn. Los puentes. El arquitecto e ingeniero espa?ol arranca la hoja de la pizarra. Su primera obra en el gigante asi¨¢tico; sus intereses se desplazan a Oriente: en Doha prepara un nudo de t¨²neles y puentes de proporciones elefanti¨¢sicas cuyo presupuesto ronda los 12.000 millones de euros. El disc¨ªpulo se retira y Calatrava comienza una visita guiada por su estudio, donde trabajan medio centenar de personas. Se encuentra bastante vac¨ªo: est¨¢n de vacaciones. En una mesa descansan los utensilios de Hans Peter, a la vieja usanza, sobre planos a l¨¢piz. Es su colaborador m¨¢s antiguo. El ¨²nico capaz de enfrentarse a los bocetos crudos de Calatrava. Llevan 29 a?os juntos. Es sordomudo. ¡°Otros se paran delante de la barrera, al no entender qu¨¦ quiero decir con unas rayas¡±. Calatrava solo dibuja a mano. No usa ordenador. ¡°El funcionamiento de un puente lo tienes que poder calcular en una cuartilla. Es la prueba de fuego. Lo que no entre en ella es complicado: fuera¡±. Tampoco tiene carn¨¦ de conducir.

En una esquina de su despacho hay una mesa con base antropomorfa. Ha dise?ado una veintena; quiere llegar a 30, ¡°como las Variaciones Goldberg¡± de Bach. En la otra esquina se yergue un caballete junto a un ?autorretrato de su hijo Gabriel, tambi¨¦n arquitecto. Enfrente se encuentra el diploma de consultor del Consejo Pontificio de la Cultura del Vaticano (lo es desde 2011). Y en la estanter¨ªa se alza una copa vieja. La gan¨® su t¨ªo, diestro en el manejo de palomos. ¡°Compet¨ªa para ver qui¨¦n era capaz de cautivar a la paloma¡±.

Su obsesi¨®n por esta ave recuerda al trineo Rosebud de la pel¨ªcula Ciudadano Kane. Las palomas, podr¨ªa pensarse, son la Espa?a de su infancia. La tierra donde surgi¨®, seg¨²n ¨¦l, un foco de ¡°calumnias¡±. Antes de las obras, sol¨ªa dibujar su terminal de la Zona Cero como una paloma desplegando las alas. El d¨ªa que empezaron las excavaciones, su hija Sof¨ªa liber¨® un par de ellas desde la tribuna. La imagen dio la vuelta al mundo, con la sonrisa desencajada de Hillary Clinton y el rostro de felicidad superior de Calatrava en el centro. ?l mismo ense?¨® a la peque?a a sujetar las aves aprisionando sus patitas entre los dedos. Acababa de plantar su sue?o en el epicentro de Occidente.

No voy con una metralleta detr¨¢s de los trabajadores: ¡®?Oiga, p¨®nganme el asfalto, mire que va a filtrar!¡¯. Uno se f¨ªa¡±, seg¨²n el arquitecto

Nacido en 1951 en Benim¨¢met (Valencia), fue el m¨¢s peque?o de cuatro hermanos, todos mucho mayores. Su padre, dedicado a la exportaci¨®n de c¨ªtricos, muri¨® cuando ten¨ªa 12 a?os. Y suele explicar su amor por las artes recordando su primera visita al Museo del Prado junto a ¨¦l. Luego, las cosas cambiaron. ¡°Ten¨ªa unos t¨ªos que viv¨ªan cerca. Sin hijos. Me crie con ellos. Su casa parec¨ªa el arca de No¨¦, con vacas, cerdos, caballos, mulos¡­ En lo alto hab¨ªa un palomar, con centenares de palomos; entrabas y, ?uh!, estaban todos revoloteando¡±. De cr¨ªo se pasaba el d¨ªa dibujando palomas. A los ocho a?os lo inscribieron en la Escuela de Artes y Oficios. A los 13 comenzaron a enviarlo en verano con una familia suiza para aprender franc¨¦s. A los 17 viaj¨® a Par¨ªs. Quiso estudiar Bellas Artes, pero las revueltas de Mayo del 68 manten¨ªan cerrada la escuela. Volvi¨® a Valencia. Enseguida se matricul¨® en Arquitectura. Tuvo una revelaci¨®n yendo a comprar pinceles: en el escaparate vio una imagen de un edificio de Le Corbusier. Su vivienda en Z¨²rich se encuentra a un paso de la ¨²nica obra del reputado arquitecto en la ciudad.

Robertina Marangoni, esposa del arquitecto. Ella es quien negocia y lleva los asuntos legales.
Robertina Marangoni, esposa del arquitecto. Ella es quien negocia y lleva los asuntos legales.Carlos Spottorno

Prosigue la visita al estudio. La antigua casa del portero ha sido convertida en taller. Hay una estancia con artesanos dedicados a materializar sus ideas: esculturas, muebles, l¨¢mparas. En otra, un carpintero ultima una maqueta de la estaci¨®n de la Zona Cero. ¡°Hubo un momento en el que era la obra m¨¢s dif¨ªcil del mundo¡±. En la planta de arriba se encuentra Philip: ¡°Yo le pongo los problemas, ¨¦l aplica las soluciones¡±, dice Calatrava. Muestra el prototipo de una iglesia ¡°ecum¨¦nica¡±. Su cubierta cambia al apretar un bot¨®n: de la estrella de David a la cruz cristiana y a la luna del islam. Finalmente exhibe lo que denomina ¡°piezas de arte vinculadas a la arquitectura¡±, unos cuadros de gran formato cuyo motor acciona unos listones met¨¢licos r¨ªgidos. Si uno los mira fijamente, provocan un extra?o efecto de mareo. Y emiten un leve siseo de serpientes al acecho. Como si se tratara de un juego hipn¨®tico.

Volveremos a verlos en su casa. En cantidades ingentes en la segunda planta, un peque?o museo dedicado a s¨ª mismo. Para entonces, el bochorno es angustioso.Un par de churretones le caen bajo los pectorales. Es media tarde, la ara?a ya ha cruzado su pecho, y con los cuadros chirriando dice: ¡°Arriba s¨ª que hace calor¡±. Tras ¨¦l, pelda?o a pelda?o, se eleva la temperatura. En el siguiente piso se encuentra su estudio. Antes de franquear el umbral, su esposa, Robertina Marangoni, avisa: ¡°No s¨¦ si sois demasiado j¨®venes para ver estas cosas¡±. La habitaci¨®n se encuentra repleta de carboncillos de mujeres en cueros. Hay 20 o quiz¨¢ m¨¢s por todas partes, en posturas contorsionadas, de alto voltaje. ¡°Llevo dos a?os enfrascado en esta etapa de vuelta a la academia¡±, dice el arquitecto. ¡°Trabajo el desnudo como si estuviese otra vez en la escuela¡±. Contrata como modelos a estudiantes de Bellas Artes. Dedica semanas a cada obra. ¡°El cuerpo de la mujer es un mundo. Y volverlo a visitar desde la madurez, pensando en lo que has vivido¡­¡±. Da la sensaci¨®n de que se encontrara a la b¨²squeda de algo que perdi¨® en el camino. ?l prefiere nombrar a Renoir: ¡°Hay un momento en el que, ya muy viejo, vuelve a pintar de manera caligr¨¢fica. Y usa a la mujer de su hijo como modelo¡±.

Calatrava apenas responde de forma directa. Habla a trav¨¦s de met¨¢foras, narra historietas. A menudo usa el ejemplo de los grandes artistas, como si se midiera en los par¨¢metros de la historia. Y suele colar entre frases dos latiguillos: ¡°T¨ªo¡± y ¡°?Me entiendes?¡±. Sentado en el sal¨®n, el sol cae al otro lado de los ventanales. En la pared se mueve otro de sus cuadros. Con su siseo de fondo, Calatrava refiere una par¨¢bola: ¡°En el monasterio de Poblet, en Tarragona, hay un retablo en piedra de un artista valenciano, Dami¨¢n Forment. Los monjes firmaron un contrato con ¨¦l en el que se dice: habr¨¢, no s¨¦, 25 esculturas; la piedra ser¨¢ de Girona¡­ Se describe el proyecto. Pero cuando lo acaba no hay 25 esculturas, hay 23; cambia el proyecto sobre la marcha por inter¨¦s. Lo hace cada vez mejor. Los monjes deciden no pagarle. Y entonces lleva un pleito toda su vida. Bien. El de Forment es el mejor retablo renacentista en piedra de Espa?a. Lo que les ha dejado es para morirse de belleza¡±.

¨C?Cree usted que su obra pasar¨¢ a la historia?

¨CSi bien uno sue?a con hacer cosas que queden en la memoria, tambi¨¦n piensa como Machado: nunca persegu¨ª la gloria de dejar en la memoria de los hombres mi canci¨®n.

¨CY entonces, ?qu¨¦ busca?

¨CLo mismo que Machado, son botellas de n¨¢ufrago.

El proyectista dibuja un puente que ha dise?ado para China. Su primera obra en el gigante asi¨¢tico.
El proyectista dibuja un puente que ha dise?ado para China. Su primera obra en el gigante asi¨¢tico.Carlos Spottorno

Su acento resulta raro. Queda en territorio neutral, como Suiza. Lleva aqu¨ª m¨¢s de cuatro d¨¦cadas. Lleg¨® a Z¨²rich con 22 a?os, tras acabar Arquitectura. Se matricul¨® en Ingenier¨ªa en la Escuela Polit¨¦cnica, con 160 a?os de historia y una larga lista de premios Nobel, de Wolfgang Pauli a Albert Einstein. ¡°Pens¨¦ que me dar¨ªa acceso a construir cosas que me entusiasmaban, como las b¨®vedas¡±. Acab¨® la carrera, se doctor¨®, comenz¨® a trabajar de asistente. Y un d¨ªa intuy¨® que pod¨ªa ¡°crear obras de arte con las herramientas de un arquitecto y un ingeniero¡±. En el 125? aniversario del Polit¨¦cnico, colg¨® una piscina en la c¨²pula sobre la biblioteca, suspendida con cables. ¡°Ten¨ªa agua y la gente se ba?aba desnuda, incluido el rector. Era estupendo ver los cuerpos enturbiados desde abajo¡±.

A su esposa, Robertina Marangoni, de origen sueco y suizo, la conoci¨® al a?o de aterrizar en Z¨²rich. Ella estudiaba Derecho. Se casaron en una ermita en los Alpes, cerca de Davos. Tambi¨¦n all¨ª, en el Foro Econ¨®mico Mundial, a Calatrava lo nombraron L¨ªder del Futuro en 1993 junto a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y Pedro J. Ram¨ªrez. Seg¨²n el periodista Ll¨¤tzer Moix, autor de Arquitectura milagrosa (Anagrama, 2010), Marangoni es hija de un banquero de origen jud¨ªo. Se ha encargado desde el principio de los asuntos legales y administrativos. Y le ha franqueado el paso a c¨ªrculos de nivel. Llevan 42 a?os juntos. Tienen cuatro hijos. Entre ellos hablan en alem¨¢n. Suelen pasar el a?o en su casa de Park Avenue (Nueva York), donde residen desde 2003. Y los veranos vuelven a Z¨²rich. Marangoni recuerda los inicios: ¡°Empezamos con menos que nada¡±. En un despacho escueto. Ella registr¨® la empresa. La ¨¦poca m¨¢s fren¨¦tica transcurri¨® entre 1990 y 2005. Coincide con la m¨¢s feliz: ¡°Nos fuimos a vivir a Par¨ªs, una maravilla¡±, seg¨²n Marangoni. A Calatrava le hab¨ªan encargado la estaci¨®n de Lyon. Su carrera despegaba. La escalada incluye el Premio Pr¨ªncipe de Asturias (1999), el encargo para la Zona Cero (2003), una retrospectiva en el Metropolitan de Nueva York y un hueco entre los 100 de la revista Time (ambas en 2005). ¡°Los ¨²ltimos a?os han sido duros¡±, confiesa ella. ¡°Ahora escribo correos y correos. Siempre consultando a los abogados. Tenemos que protegernos. Que lo hemos hecho, pero no bastante¡±.

Marangoni es la sombra de Calatrava. La pel¨ªcula que recubre su burbuja. ?l ejerce la seducci¨®n. Ella ata los flecos. El sueco Ingvar Nohlin recuerda c¨®mo le toc¨® pactar con ella los honorarios para el rascacielos Turning Torso de Malmoe, el ¨²nico que ha construido. A Nohlin le encargaron la direcci¨®n de la obra. Marangoni pidi¨® para el estudio el 16% del precio final de construcci¨®n. Nohlin se qued¨® perplejo. ¡°?No jodas! Esto no funciona as¨ª en Suecia¡±, rememora. Con esas condiciones, explica, existen incentivos perversos al encarecimiento. Lo mismo ocurri¨® en Valencia, seg¨²n Ignacio Blanco, creador de la web antes conocida como calatravatelaclava.com, y exparlamentario de Izquierda Unida en esta Comunidad: ¡°Como no han sido anecd¨®ticos sus sobrecostes, se ve un beneficio para ¨¦l y un perjuicio para los ciudadanos [el estudio cobr¨® casi cien millones de euros en 20 a?os por la Ciudad de las Artes y las Ciencias]¡±.

Nohlin propuso un 16% fijo del presupuesto. Marangoni acept¨®. Quiz¨¢, sugiere Nohlin, porque Calatrava ve¨ªa el edificio como una oportunidad para saltar al mercado americano. El rascacielos, de 190 metros, naci¨® de una escultura del arquitecto y gira 90 grados sobre s¨ª mismo. Seg¨²n Nohlin, perdieron ¡°un a?o y millones de coronas¡± por ¡°un fallo de c¨¢lculo de los refuerzos en los dise?os del equipo de Calatrava¡±. A?ade: ¡°Le salv¨® mi ingeniero de estructuras¡±. Los problemas se llevaron por delante al promotor del edificio, que acab¨® procesado. Aun as¨ª, Nohlin asegura: ¡°Es lo mejor que he construido. Logramos levantar un edificio complicad¨ªsimo. Todo el mundo aqu¨ª est¨¢ contento. Ha situado a Malmoe en el mapa¡±.

De vuelta en el sal¨®n, Calatrava explica c¨®mo durante su ¡°refugio¡± se ha centrado ¡°en el trabajo personal¡±. Se refiere, en parte, a sus carboncillos. ¡°Zubin Mehta¡±, a?ade, ¡°que es un gran amigo, director de la Filarm¨®nica de Israel, una de las mejores del planeta¡­ Un d¨ªa le digo: ¡®Zubin, t¨² que est¨¢s en un universo tan competitivo, con una cantidad de acosos, asedios y cr¨ªticos¡¯. Y el t¨ªo me dice: ¡®The music cleans me¡¯. La m¨²sica me limpia. No hace falta dar m¨¢s explicaciones. Con toda modestia, puedo decir: mi trabajo me limpia. Es pura higiene¡±.

Al d¨ªa siguiente, Calatrava habla de Miguel ?ngel, de proporciones ¨¢ureas, de Fibonacci y del crecimiento fractal de Mandelbrot. Los conceptos que inspiraron su primer gran encargo, la estaci¨®n de tren de Stadelhofen, en Z¨²rich. Incluso sus detractores la alaban como un ejemplo proporcionado y funcional (y la usan para argumentar que despu¨¦s su obra se volvi¨® ¡°fallera¡± y ¡°fuera de escala¡±). El lugar, concluido hace 25 a?os, se presta al balance de una carrera. Calatrava responde mirando a las v¨ªas: ¡°Me ocurre en muchas obras. Digo: ¡®Co?o, esto lo tendr¨ªa que haber hecho de otra manera¡¯. No suele ser un detalle. Sino la concepci¨®n global. Pero hay que decir otra cosa. No es solo el arquitecto. Es el constructor. Tiene que ser bueno. Uno no viene y pone el hormig¨®n. Ni la impermeabilizaci¨®n. Aqu¨ª no hemos tenido goteras nunca. Y usted cree que yo voy con una metralleta detr¨¢s de los t¨ªos: ¡®?Oiga, p¨®nganme aqu¨ª el asfalto, mire que va a filtrar!¡¯. Uno se f¨ªa. Eres una peque?a rueda en una cadena enorme¡±.

A su lado, Mike Pfister hace memoria sobre la ¨¦poca de vacas gordas, cuando en el estudio llegaron a trabajar 150 personas. Ahora son 90, repartidos por el globo. ¡°Entre 2000 y 2007¡±, dice, ¡°los clientes buscaban algo extraordinario para hacer crecer las ciudades. Espa?a es un buen ejemplo, tras el efecto Bilbao. Funcion¨® en alg¨²n sitio y en otros no. La gente no ten¨ªa experiencia en construcci¨®n. No es suficiente el dinero para ser clientes. Quer¨ªan algo especial y no pod¨ªan decir el qu¨¦¡±. Sobre los elevados costes de mantenimiento, a menudo criticados en la obra de Calatrava, a?ade: ¡°Muchos creen que si gastas mucho en los edificios, luego no tendr¨¢s que mantenerlos. Pero es como si compras un Seat o un Ferrari. Ambos necesitan mantenimiento. Te permite detectar problemas. Aqu¨ª todo est¨¢ bien cuidado. Es parte de la cultura suiza¡±.

Luego, Calatrava se sube a un tranv¨ªa y remonta una colina hasta la universidad. Una de sus esculturas preside la Facultad de Derecho. El arquitecto dise?¨® su biblioteca y tambi¨¦n remodel¨® la cafeter¨ªa. En su interior, elige una bebida gaseosa de queso. Se sienta, da un sorbo y comienza a responder como un boxeador en el ¨²ltimo round. En un momento dado, golpea la mesa, irritado: ¡°Los frutos de lo que hemos hecho est¨¢n ah¨ª. Son de lo m¨¢s positivo que se ha puesto sobre la mesa en todo el pa¨ªs en este periodo extraordinario. Yo lo veo as¨ª. Yo s¨¦ lo que era Espa?a antes de la democracia¡±.

¨CAlgunos arquitectos critican que hay un momento en el que su despacho crece tanto que es imposible que usted est¨¦ a cada detalle.

¨CYo lo veo de otra manera. Se puede hacer un elenco geogr¨¢fico. Si pudiese establecer d¨®nde he tenido problemas, se reconocen pa¨ªses con m¨¢s tecnolog¨ªa y otros con menos. No he construido dos cosas en mi vida, sino en 18 pa¨ªses. Mis problemas se concentran en el mismo sitio. No tiene tanto que ver conmigo como eventualmente con el modo de implementar las cosas en esos lugares y las ¨¦pocas que se han vivido. (¡­) En Valencia, llegan [las constructoras] y te hacen una chapuza. Esas empresas grandes son tan buenas como las personas que tengan a pie de obra. O sabe o no sabe. O es prudente o imprudente. O a lo mejor est¨¢ llevando el balance mal, de cara a la empresa. Dice: ¡°Vamos a coger al m¨¢s barato y encima que se d¨¦ prisa que tenemos que inaugurar¡±. Estas cosas pasan. A uno, como arquitecto, aunque te cabrees y te pongas ah¨ª con los brazos en cruz, no le hacen ni caso.

Esta, seg¨²n ¨¦l, es la verdadera cruz de Calatrava. La defensa a la que se acoge. Y el origen, a su entender, de la animadversi¨®n a su figura: ¡°Hasta 2008, ibas a Espa?a y estaba todo sold out. El tren de vida iba demasiado deprisa. De pronto, hay un descalabro. Se empiezan a hacer econom¨ªas. Se genera un clima opuesto. Eso provoca la actitud precipitada de lo que se llama ¡®b¨²squeda sistem¨¢tica de culpables y castigo ejemplar de inocentes¡±.

Prueba a explicarlo con otra par¨¢bola: ¡°Es una cosa b¨ªblica, como los israelitas que salen de Egipto. Mois¨¦s los libera y cuando est¨¢n en medio del desierto dicen: ¡®?Por qu¨¦ no volvemos? Estamos hartos de man¨¢¡¯. Son waves [olas], ?me entiende?¡±. Y prosigue: ¡°Habr¨ªa que revisar un poco las cosas. En Espa?a existe la figura del acusador privado. Esto viene de la inquisici¨®n, t¨ªo. De pronto, alguien especula con que yo me he repartido dinero con otra persona. ?Estamos locos? Son cosas extra?as. Yo, por la fuerza de los hechos, tengo que concentrarme estrictamente en mi profesi¨®n. Es lo que he hecho estos a?os. Y me ha servido, es necesario que se diga, para recibir 22 veces el doctor honoris causa. Debo de ser uno de los espa?oles que m¨¢s tienen¡±.

¨C?Hay autocr¨ªtica por su parte?

¨CNo se puede imaginar. Ha sido una clave de mejora. Mi mujer a?adir¨ªa que es casi a nivel psicop¨¢tico. Dec¨ªan que Bach estaba siempre insatisfecho con su trabajo porque ten¨ªa una visi¨®n superior. La autocr¨ªtica es necesaria.

¨C?Alg¨²n ejemplo concreto?

¨CNo s¨¦. Vas a una obra y en realidad solo ves lo malo. La autocr¨ªtica es algo muy personal. La cr¨ªtica la hacen los cr¨ªticos.

elpaissemanal@elpais.es

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pek¨ªn. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante m¨¢s de una d¨¦cada reportajes de gran formato en ¡®El Pa¨ªs Semanal¡¯, lo que le ha llevado a viajar por numerosos pa¨ªses y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ¡®Los irrelevantes¡¯.

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