No me atrevo
Lo que parece ¡°prohibido¡± es que uno opine sincera y cr¨ªticamente sobre sus iguales
Pas¨¦ un par de d¨ªas con cuatro periodistas holandeses. A lo largo de las conversaciones fueron apareciendo nombres de colegas novelistas espa?oles que ellos hab¨ªan le¨ªdo, y en alguna ocasi¨®n me preguntaron mi opini¨®n al respecto. No tuve reparo ¨Cal contrario¨C en elogiar a los que me gustan o me parecen buenos, a los que admiro, y que no siempre coinciden con los tenidos por mejores en nuestro pa¨ªs hoy en d¨ªa. Me di cuenta, en cambio, de que me costaba, o directamente no me atrev¨ªa a expresar mi sincero parecer sobre los que encuentro muy malos o flojos, falsos valores alabados por casi todo el mundo, a menudo de manera sistem¨¢tica y rutinaria. (Ojo, no descarto ser yo uno de ellos, s¨®lo que mi juicio sobre mis obras no cuenta, o es sencillamente imposible.) Ah¨ª me mostr¨¦ cauteloso, desvi¨¦ la cuesti¨®n o guard¨¦ silencio. En un caso concreto, al verme apremiado, contest¨¦: ¡°Mejor ser¨¢ que no indague usted¡±. ?Mejor para qui¨¦n? No tuve m¨¢s remedio que responderme que mejor para m¨ª, no para el autor o autora sobre los que se me hab¨ªa interrogado.
Y as¨ª, me percato de que desde hace bastantes a?os est¨¢ ¡°mal visto¡± que un escritor opine negativamente sobre otro. El que lo hace es tachado en seguida de envidioso, o de inelegante, o de resentido, o cuando menos de competitivo. No es que el ataque no se d¨¦ en absoluto. Hay excepciones, pero son sobre todo j¨®venes a los que, por as¨ª decir, ¡°toca¡± rebelarse contra la generaci¨®n anterior o fingir que ¨¦sta no ha existido, o ¡°matar al padre¡±, o intentar hacerse sitio expulsando a quienes ellos creen que lo acaparan. O bien son escritores con vocaci¨®n ¡°transgresora¡±, y la mayor¨ªa sufren la maldici¨®n terrible de que sus denuestos y provocaciones pasen inadvertidos. Lo que parece ¡°prohibido¡± es que uno opine sincera y cr¨ªticamente sobre sus iguales. Yo mismo noto esa presi¨®n, que en cambio no siento cuando hablo de un arte que no practico. Quiz¨¢ algunos lectores recuerden con qu¨¦ libertad y contundencia he echado pestes de ¡°genios oficiales¡± del cine como Haneke, Von Trier, I?¨¢rritu o Sorrentino, o de series televisivas ensalzadas por p¨²blico y cr¨ªticos, como The Wire, Breaking Bad o True Detective. Puesto que yo no me dedico a eso, expreso mi parecer sin la menor cortapisa. En cambio, ay, me muerdo la lengua cuando se trata de literatura, a¨²n m¨¢s de novela. Y observo que lo mismo hacen mis colegas contempor¨¢neos. Y lo mismo, me temo, los cineastas respecto a los suyos. Es como si todos hubi¨¦ramos interiorizado aquel viejo consejo, ¡°Si uno no tiene nada agradable que decir, mejor callarse¡±.
Si uno se asoma a la historia de la literatura, ver¨¢ que est¨¢ llena de impertinencias
No siempre fue as¨ª, en modo alguno. Si uno se asoma a la historia de la literatura, ver¨¢ que est¨¢ llena de impertinencias y desdenes de unos autores hacia otros, sin que por ello se tildara a los primeros de resentidos y envidiosos. Conrad detestaba a Dostoyevski, Nabokov despreciaba a Faulkner y a bastantes m¨¢s, Faulkner no estimaba mucho a sus pares con la excepci¨®n de Thomas Wolfe, Capote lanzaba dardos contra casi todo el mundo. Eso por no remontarnos a otros siglos. ?Qu¨¦ ha sucedido para que nos hayamos vuelto todos remilgados, cuando no insinceros y versallescos? A uno de esos holandeses le manifest¨¦ mi extra?eza al respecto, y sugiri¨® una posible explicaci¨®n: la literatura est¨¢ tan amenazada que cuantos participamos de ella tendemos a crear la ilusi¨®n de que en la producci¨®n actual hay mucho buen¨ªsimo, o incluso de que todo lo es; censurar a un colega casi supone tirar piedras contra el propio tejado. No s¨¦ si llevaba raz¨®n, pero, si as¨ª fuera, me pregunto hasta qu¨¦ punto esta balsa de aceite no perjudica m¨¢s bien a la literatura. Si la falta de disensi¨®n, de discusi¨®n; si los modales corteses o prudentes que nos gastamos todos no acaban por dar la impresi¨®n de que la literatura es algo plano y mortecino, m¨¢s languideciente de lo que est¨¢. Si yo fuera sincero sobre alg¨²n celebrado novelista, no ser¨ªa menos contundente y negativo que cuando hablo de cineastas. Pero ya digo, no me atrevo. Tambi¨¦n porque en Espa?a todo se toma como un agravio personal, aunque lo que se critique sean obras. Juan Benet, no mucho antes de su muerte, me dijo un d¨ªa (tal vez porque intu¨ªa que le quedaba poco tiempo): ¡°Estoy harto y voy a decir p¨²blicamente lo que pienso¡±. (Y eso que ¨¦l se hab¨ªa distinguido siempre por sus ¡°impertinencias¡±.) Su ¨²ltimo art¨ªcu?lo se titul¨® ¡°Wojtysolo¡±, mezclando con gracia los apellidos de Juan Pablo II y del Premio Cervantes; se ha excluido cuidadosamente de sus recopilaciones period¨ªsticas. No debo despedirme hoy sin aportar yo algo (claro que sobre un autor extranjero es menos arriesgado). El universo literario ha lanzado las campanas al vuelo ante los seis tomos de Mi lucha, autobiograf¨ªa o semificci¨®n del noruego Karl Ove Knausg?rd. Tras leer 300 p¨¢ginas (pocas, de un conjunto de 3.000 o m¨¢s), me he quedado desconcertado. No me resultan odiosas ni mucho menos, pero hac¨ªa tiempo que no le¨ªa p¨¢ginas tan simplonas y bobas. Ser¨¢ defecto m¨ªo, o impaciencia (relativa), pero no comprendo el entusiasmo global despertado en cr¨ªticos y escritores. Pero he aqu¨ª que de nuevo soy cobarde: no es verdad que hiciera tiempo. Alguna novela he le¨ªdo reciente, de colega espa?ol contempor¨¢neo, que me ha parecido igual de simplona y de boba. Y aqu¨ª, l¨®gicamente, me siento impelido a callarme.
elpaissemanal@elpais.es
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.