Saltillo: la desigualdad televisada
El discurso de la "diversidad" siempre es un eufemismo para camuflar que de lo que se est¨¢ hablando en realidad es de agravios y exclusiones que se muestran como consecuencia no de estructuras sociales asim¨¦tricas, sino de diferencias que conllevan como "naturalmente" segregaci¨®n, marginaci¨®n o maltrato.
Una de las lucideces de los te¨®ricos de la Escuela de Chicago de hace un siglo fue contemplar la ciudad como un espacio por el que pod¨ªa verse circular, sobreponerse, interseccionarse y generar intercambios intensamente y en todas direcciones, todo tipo de contenidos ¨¦tnicos, ideol¨®gicos y religiosos, con el resultado de hibridaciones y pr¨¦stamos muchas veces sorprendentes. Con ello se proclamaba que lo que caracteriza las ciudades es su condici¨®n heterogen¨¦tica es ser consecuencia de procesos basados en la pluralidad. Dicho de otro modo, podr¨ªa decirse que la diversificaci¨®n en marcos urbanos no es que fuera posible a causa de la tendencia al relativismo, la tolerancia y hasta la indiferencia mutua que impon¨ªa la yuxtaposici¨®n de formas sociales t¨ªpicas de la ciudad, sino que resultaba estructuralmente necesaria para que se llevasen a cabo los aspectos fundamentales de la funci¨®n urbana. No es que la ciudad ¡°tolere¡± la diversidad: es que la estimula y la premia.
As¨ª pues no deber¨ªa haber nada que decir a prop¨®sito de la diversidad cultural en contextos urbanos. Es un hecho, y basta. Es por ello que toda referencia a esa pluralidad de formas de hacer, pensar y decir que constituye una ciudad en t¨¦rminos de "problema" deber¨ªa ser vista como sospechosa de encubrir algo muy distinto a la diversidad, que es la desigualdad. El discurso de la "diversidad" siempre es un eufemismo para camuflar que de lo que se est¨¢ hablando en realidad es de agravios y exclusiones que se muestran como consecuencia no de estructuras sociales asim¨¦tricas, sino de diferencias que conllevan como "naturalmente" segregaci¨®n, marginaci¨®n o maltrato.
Tomemos como ejemplo la ciudad de Saltillo, capital del estado mexicano de Coahuila, con un mill¨®n de habitantes contando su ¨¢rea metropolitana. All¨ª viven, adem¨¢s de mexicanos, canadienses, estadounidenses, japoneses, chinos, espa?oles, franceses, argentinos, chilenos, cubanos, nicarag¨¹enses guatemaltecos. Se habla espa?ol con diferentes acentos, ingl¨¦s, franc¨¦s, n¨¢huatl y lenguas zapotecas, mixtecas, chinantecas... Hay lugares de culto cat¨®licos, pentecostales, menonitas, bautistas, jud¨ªos, mormones... Conviven ideolog¨ªas, orientaciones sexuales, adhesiones culturales de todo tipo. En ninguno de esos elementos existe en si el germen de la desigualdad, sino que simplemente informan de algo que deber¨ªa ser obvio, que es que los seres humanos no conviven a pesar de ser distintos, sino precisamente porque lo son, es decir porque est¨¢n en condiciones de aportar visiones y competencias diferenciadas a una vida social compuesta.
Otra cosa es que de esa diversidad consubstancial a una sociedad urbana se extraigan discursos que la contemplan como fuente para la discriminaci¨®n y el abuso y desplieguen ret¨®ricas que insin¨²an que si hay grupos disminuidos es porque constituyen alguna "minor¨ªa", es decir un grupo al que previamente se ha minorizado para legitimar la vulnerabilidad de que es v¨ªctima.
De ah¨ª el inter¨¦s de un estudio recientemente publicado por la Universidad Aut¨®noma de Coahuila, en el que se ha hecho un seguimiento de c¨®mo se emplea medi¨¢ticamente ese discurso de la "diversidad cultural" para hacer referencia al trato desigual que reciben ciertos grupos cuya identidad se considera "problem¨¢tica". La investigaci¨®n de Gabriela de la Pe?a, Francisco Gervasi, Aida G. Hern¨¢ndez y Zoila Hern¨¢ndez, titulada ?Una tele para todos? Visiones de la diversidad en tres televisiones de Saltillo, va deconstruyendo como el lenguaje de los noticiarios televisivos distribuyen etiquetas y generan identidades que, disfrazadas de consideraci¨®n hacia las "diversidad cultural" y el "multiculturalismo", act¨²an como marcadores que confirman la condici¨®n no de diferentes, sino de inferiores de negros, ind¨ªgenas, homosexuales, disidentes pol?ticos o religiosos, etc.
Es de ese sistema clasificatorio, mostrado como evidente y no como un constructo ideol¨®gico, del que luego se nutren los debates p¨²blicos y las agendas pol¨ªticas, siempre dispuestas a prodigar comprensi¨®n, tolerancia y voluntad integradora a aquellos seres humanos a quienes previamente han negado derechos y encerrado en la pobreza.
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