Ruano
Yo le recuerdo y casi le envidio a veces, cuando me da por asumir aquel dictamen de Cioran: ¡°Todo el que no muere joven, merece morir¡±
Enrique Ruano tendr¨ªa ahora un a?o menos que yo, porque pese a estar en la misma clase del colegio guard¨¢bamos esa diferencia de edad. De modo que hoy ser¨ªa un viejo, por incre¨ªble que me parezca: le recuerdo como la quintaesencia de la juventud, despierto, tocado por la gracia, ingenuo y valeroso. Al contrario de los que vamos decayendo por el conjuro mal¨¦fico del tiempo, ¨¦l permanecer¨¢ ya invulnerable en su mocedad definitiva de aquel 20 de enero de 1969 cuando muri¨® en manos de la siniestra Brigada Social del franquismo. Sus verdugos fueron juzgados y absueltos en la confusa generosidad de los primeros a?os de la democracia (Ana Dom¨ªnguez Rama, Enrique Ruano, memoria viva de la impunidad del franquismo,ed. Universidad Complutense). La semana pasada se concedi¨® en su Facultad de Derecho la s¨¦ptima edici¨®n de los premios a los derechos humanos que llevan su nombre, distinci¨®n que recay¨® en un trabajo acad¨¦mico sobre los conflictos entre conciencia religiosa y aconfesionalidad c¨ªvica y en ACNUR por su trabajo con los refugiados. Dos temas actuales a m¨¢s no poder.
Un miembro de Podemos esgrimi¨® el retrato de Enrique durante la reciente visita del Rey (que ten¨ªa tres a?os en 1969) al Parlamento de Estrasburgo. A saber lo que pretend¨ªa demostrar as¨ª. Nadie tiene derecho a aventurar cu¨¢les ser¨ªan hoy las ideas pol¨ªticas de Enrique Ruano, si le hubieran dejado vivir. Lo ¨²nico seguro es su sinceridad democr¨¢tica y que le implicar¨ªan con riesgo personalmente asumido: el postureo de los h¨¦roes ambiguos que ponen el pie sobre el toro una vez que ya est¨¢ apuntillado poco tiene que ver con su talante. Yo le recuerdo y casi le envidio a veces, cuando me da por asumir aquel dictamen de Cioran: ¡°Todo el que no muere joven, merece morir¡±.
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