El optimismo eterno de Sarajevo

Es junio, al final de un largo d¨ªa, en la Ferhadija, una calle peatonal del siglo XVI que atraviesa el centro de la Ciudad Vieja de Sarajevo. Durante las tardes c¨¢lidas, la calle se llena y se agita hasta parecer un r¨ªo de humanidad: la gente sale a ver y ser vista, a pasearse y absorber los ritmos de la ciudad mientras los ni?os corretean, los j¨®venes amantes caminan del brazo y de un callej¨®n sale el quejido distante de un acorde¨®n.

Bordeada de caf¨¦s, la Ferhadija empieza en el monumento de la llama eterna que recuerda la II Guerra Mundial, en la calle del Mariscal Tito, y sigue hacia el este y hacia atr¨¢s en el tiempo: los edificios de hormig¨®n de la era socialista dejan paso a las elaboradas fachadas con cornisas en tonos pastel del periodo austroh¨²ngaro, para acabar en el Ba??ar?ija, el viejo barrio otomano, donde se ven tranquilos patios llenos de fieles musulmanes en plena introspecci¨®n, el susurro de una fuente p¨²blica con siglos de antig¨¹edad y los puestos que venden un arco¨ªris de especias, cafeteras de cobre tradicionales y los omnipresentes ?evapi, un delicioso pan de pita relleno de carne.

Durante la guerra tuvimos la prueba emp¨ªrica de que el arte y la cultura son tan importantes como el agua y la comida

El choque del pasado y el presente da a la ciudad una textura hiperrealista, como si atraves¨¢ramos una postal que hubiera cobrado vida. Al recorrer las laber¨ªnticas calles de Sarajevo asombra que no haya m¨¢s turistas, porque al tiempo que su tama?o compacto hace que sea accesible, su complejo encuentro de culturas le da un aire de misterio imperecedero.

¡°Sarajevo es latitudinal¡±, explica Amir Vuk-Zec mientras bebe caf¨¦ en uno de los numerosos establecimientos de la ciudad. Vuk-Zec, tal vez el arquitecto m¨¢s famoso de Bosnia-Herzegovina, se expresa en frases ?r¨¢pidas y redondas, como un profeta con sobredosis de cafe¨ªna. En la mano izquierda tiene un pu?ado de l¨¢pices. ¡°Para comprender el alma de esta ciudad debe entender que va de este a oeste, as¨ª¡±. Toma uno de los l¨¢pices y dibuja un esquema del movimiento lateral en el reverso de nuestra cuenta. ¡°Es como un cuenco alargado, ?lo ve? Es tangible¡±.

?Puede una ciudad tener verdaderamente alma, como dec¨ªa Vuk-Zec? Y si se ha destruido en gran parte, si se ha atacado con artiller¨ªa un d¨ªa tras otro, un a?o tras otro, y luego se ha vuelto a reconstruir, ?seguir¨¢ siendo la misma que antes? Estas son algunas de las preguntas planteadas a artistas, arquitectos, dise?adores y directores de teatro durante el pasado verano.

Desde que hace casi veinte a?os termin¨® el asedio de la ciudad (1992-1996), Sarajevo se ha convertido en un laboratorio en el que estudiar estos interrogantes, con la fascinaci¨®n a?adida que suponen la riqueza y complejidad de su historia. Podr¨ªa decirse que Sarajevo, situada durante mucho tiempo en la l¨ªnea divisoria de varios imperios, ha vivido en los ¨²ltimos 150 a?os m¨¢s acontecimientos tumultuosos que ninguna otra urbe de sus dimensiones. Fue testigo presencial del traspaso de poder entre otomanos y austroh¨²ngaros, del asesinato del archiduque Francisco Fernando, que desencaden¨® la I Guerra Mundial; de la ascensi¨®n y ca¨ªda del fascismo, y de la espantosa guerra de los a?os noventa, cuyas atrocidades se retransmitieron en directo a trav¨¦s de las televisiones de todo el mundo.

Pese a ello, esta ciudad bella, cosmopolita y mundana, que ha sobrevivido a todo, sigue siendo un tesoro por descubrir para el visitante, como una Estambul en miniatura escondida en los Alpes Din¨¢ricos. Visitar Sarajevo es contemplar las grandes penas y los grandes triunfos de nuestra moderna civilizaci¨®n.

Aqu¨ª no tenemos dinero, pero tenemos mucho tiempo. As¨ª que bebemos mucho caf¨¦ y hablamos

¡°?Tenemos demasiada historia!¡±, resume Bojan Hadzihalilovic con una sonrisa. ¡°?No sabemos qu¨¦ hacer con nuestro pasado!¡±. Hadzihalilovic es dise?ador gr¨¢fico y antiguo miembro del legendario colectivo TRIO. Durante la guerra, elaboraron una serie de carteles que se hicieron famosos, en los que insertaban el nombre de Sarajevo en varios dise?os muy conocidos: Coca-Cola, Absolut Vodka, El grito, de Edvard Munch¡­ ¡°I want you to save Sarajevo!¡± (?Quiero que salves Sarajevo!), ordenaba el T¨ªo Sam.

Fue uno de los numerosos ejemplos del humor y la inventiva de los sarajeveses ante sus terribles sufrimientos: resistir el infierno de la guerra con la creatividad. ¡°No me gustar¨ªa volver a pasar por aquello jam¨¢s¡±, subraya Hadzihalilovic. ¡°Pero durante el sitio sacamos lo mejor de nosotros mismos como ciudadanos¡±. Sarajevo cautiva al principio por su belleza, pero son sus habitantes quienes logran que te enamores de ella. Qued¨¦ prendado de Sarajevo por primera vez en 2008. Acababa de terminar mi primera novela y estaba buscando material para la segunda. Me encontraba en ese estado especialmente vulnerable e ingenuo del que busca historias, con los o¨ªdos atentos, los ojos abiertos, dispuesto a que un mundo desconocido me revelara sus secretos.

Despu¨¦s de 10 horas de tren desde Zagreb, en Croacia, se llega a la capital bosnia. Bastante tiempo para un trayecto de 400 kil¨®metros. Para situarse por primera vez en Sarajevo, lo mejor es seguir el camino del r¨ªo Miljacka y pasar por los numerosos puentes de la ciudad, incluidos los cinco arcos de piedra del puente Latino, junto al que el joven Gavrilo Princip mat¨® de un disparo al archiduque de Austria y heredero al trono austroh¨²ngaro Francisco Fernando y a su mujer, la duquesa de Hohenberg Sof¨ªa Chotek. Un hecho que dio origen, en 1914, a la I Guerra Mundial.

Por la tarde, el muec¨ªn llama a la oraci¨®n, su voz melosa retumba desde todos los minaretes visibles en el horizonte. Enseguida se une un profundo ta?ido de campanas: una boda ortodoxa. Es el collage sonoro de una ciudad que lleva siglos construy¨¦ndose sobre los principios de la coexistencia, una ciudad en la que se puede encontrar una mezquita, una iglesia cat¨®lica, una iglesia ortodoxa y una sinagoga en un radio de 300 metros.

Echaba de menos a esas 11.000 personas. Es dif¨ªcil cuantificar ese n¨²mero, pero la ciudad siente su ausencia

Esta mezcla cultural se produce sobre el espectacular tel¨®n de fondo de las monta?as alpinas que rodean Sarajevo por tres lados y sostienen en su mano este delicado cord¨®n urbano. Su proximidad y su altura son sobrecogedoras. Son las mismas monta?as que albergaron los Juegos Ol¨ªmpicos de Invierno en 1984, la gloriosa puesta de largo de Sarajevo ante el mundo, un momento de apogeo que a¨²n mencionan casi todos en la ciudad. Las mismas monta?as que, ocho a?os m¨¢s tarde, permitieron que el Ej¨¦rcito serbobosnio rodeara la urbe y torturara a su poblaci¨®n durante 44 meses, arrojando una media de 300 proyectiles al d¨ªa y matando a m¨¢s de 11.000 personas, seg¨²n el Centro de Investigaci¨®n y Documentaci¨®n. La topograf¨ªa de Sarajevo, origen de su incre¨ªble belleza, fue tambi¨¦n su gran maldici¨®n.

¡°Estas monta?as, en las que jugaba cuando era ni?o, se convirtieron en un lugar de muerte¡±, relata Nihad Kre?evljakovi? en lo alto de uno de los rascacielos de la ciudad. ?l es el director art¨ªstico del Teatro de Guerra de Sarajevo, que se fund¨® durante el sitio y hoy representa obras bosnias contempor¨¢neas. Me se?ala el monte Trebevi?, al otro lado del valle, que acogi¨® las pruebas de bobsleigh durante los Juegos y varias posiciones de artiller¨ªa pesada durante la guerra. ¡°Empezamos a mirarlo de una manera totalmente distinta. Aprendimos qu¨¦ puntos eran los m¨¢s peligrosos, desde qu¨¦ ¨¢ngulo nos pod¨ªan ver los francotiradores¡±.

Le pregunto por qu¨¦ se hab¨ªa molestado la gente en poner en marcha un teatro en pleno asedio, cuando faltaban tantos productos de primera necesidad. ¡°Durante la guerra tuvimos la prueba emp¨ªrica de que el arte y la cultura son tan importantes como el agua y la comida¡±, explica. ¡°Los teatros estaban llenos de gente. Los espectadores arriesgaban sus vidas por ir a ver los espect¨¢culos. Sab¨ªan que pod¨ªan matarlos y aun as¨ª iban¡±.

En la primera noche en la ciudad me top¨¦ con el esqueleto de lo que hab¨ªa sido un edificio grandioso. En ruinas, con las ventanas tapadas con tablones, las almenas derrumbadas y las paredes manchadas de holl¨ªn, albergaba en su interior una exposici¨®n. M¨¢s tarde me enterar¨ªa de que el edificio era la famosa ?Vije?nica, el ayuntamiento, una construcci¨®n pseudomorisca s¨ªmbolo del cruce de culturas de la ciudad. Tras la II Guerra Mundial, la ?Vije?nica se convirti¨® en la Biblioteca Nacional y Universitaria de Bosnia-Herzegovina, una medida que sellar¨ªa su destino: el 25 de agosto de 1992, justo antes de la medianoche, el Ej¨¦rcito serbobosnio atac¨® la biblioteca con bombas incendiarias dentro de una estrategia global para acabar con el legado cultural de los musulmanes bosnios.

No me gustar¨ªa pasar por aquello jam¨¢s. Pero durante el sitio sacamos lo mejor de nosotros mismos como ciudadanos

El edificio ardi¨® durante tres d¨ªas. A pesar de los esfuerzos de los bomberos, que adem¨¢s de las llamas tuvieron que superar la poca presi¨®n del agua y los disparos persistentes de los francotiradores, se perdieron m¨¢s de un mill¨®n de libros. Semanas despu¨¦s, todav¨ªa pod¨ªan verse flotando por la ciudad p¨¢ginas hechas ceniza, palabras olvidadas que llov¨ªan sobre una poblaci¨®n desconsolada.

La exposici¨®n en las ruinas de la Vije?nica es una retrospectiva del difunto artista croata Edo Murti?, con su ciclo in¨¦dito Viva la muerte, en la que pueden verse enormes lienzos en blanco y negro de esqueletos de oficiales del ej¨¦rcito con las costillas decoradas de medallas y los brazos levantados en saludo fascista.

El arte es espectacular, pero el escenario todav¨ªa m¨¢s. Para ver la obra de Murti?, su lamento por los horrores de la humanidad, hay que atravesar una catedral de esos horrores, montones de escombros, paredes descascarilladas; al pasar la mano por una de ellas, sale negra y con el olor de los miles de libros ?desaparecidos. Los huesos de la Vije?nica gritan ante nuestra asombrosa capacidad de violencia, pero tambi¨¦n ante nuestra capacidad de perseverar y exhibir un arte que alimenta, sana, recuerda y reescribe. De all¨ª se sale confundido, con los ojos llenos de l¨¢grimas, cautivado sin remedio por la resistencia de una estructura erigida y derribada por el ser humano, una estructura que ha logrado volver a alzarse m¨¢s fuerte que nunca.

Tras muchos retrasos, la restauraci¨®n de la Vije?nica se complet¨® por fin en 2014. Ahora el resultado conmueve, aunque de forma distinta que a?os atr¨¢s. Cientos de trabajadores se han esforzado de manera inimaginable para reproducir hasta el m¨¢s nimio detalle del dise?o original, incluso el color de la pintura usada cuando lo construyeron, en 1896. Est¨¢ pintado todo el interior ¨Cque culmina en el inmenso atrio, enmarcado por dos pisos de columnatas hexagonales¨C de colores llamativos como bermell¨®n, azul celeste y oro. Solo la pintura ha supuesto dos a?os de trabajo. Es como encontrarse con un viejo amigo al que ya no se reconoce.

No es frecuente ver esa devoci¨®n por la historia, pero entrar en la nueva Vije?nica es como hacerlo en un lugar que est¨¢ a la vez ahora y entonces, un lugar en el que todos los pasados posibles se funden en el presente.

La espectacular restauraci¨®n de la Vije?nica suscita preguntas fundamentales sobre qu¨¦ debe hacerse en una ciudad despu¨¦s de una guerra devastadora. ?Qu¨¦ reconstruir? ?Qu¨¦ conservar? ?Y qu¨¦ principios deben regir las nuevas construcciones? Son muchas las personas en Sarajevo y en Bosnia que aseguran que les habr¨ªa gustado que se hubieran dejado m¨¢s edificios en ruinas tras la guerra, congelados como una especie de monumentos silenciosos. Cuando se camina hoy por las calles de la capital, es cada vez m¨¢s dif¨ªcil ver huellas del asedio: hace mucho que se cubrieron las fachadas que estaban llenas de orificios de bala, y muchas de las famosas rosas de Sarajevo ¨Clos cr¨¢teres de mortero llenos de resina roja, en recuerdo de quienes murieron en cada explosi¨®n¨C son cada vez m¨¢s escasas, a medida que se reparan calles y aceras.

La ciudad, como sus residentes, sigue viviendo poco a poco. Cuando se pregunta a la poblaci¨®n qu¨¦ edificios deber¨ªan haberse conservado, no es f¨¢cil que se pongan de acuerdo. Aunque Sarajevo no es grande, poco m¨¢s de 400.000 habitantes, sus limitaciones geogr¨¢ficas hacen que el centro est¨¦ abarrotado, y los edificios son demasiado valiosos para sacrificarlos.

El mejor proyecto de memorial hasta la fecha ha sido tal vez el de La l¨ªnea roja de Sarajevo, organizado el 6 de abril de 2012 para conmemorar el 20? aniversario del sitio. Concebida por Haris Pa?ovi?, un conocido director, la instalaci¨®n consisti¨® en 11.541 sillas rojas vac¨ªas, una por cada ciudadano fallecido en la guerra. Los asientos estaban dispuestos en 825 filas y se extend¨ªan 800 metros por la calle del Mariscal Tito. De ellas, 643 eran peque?as, de tama?o infantil.

¡°Echaba de menos a esas 11.000 personas¡±, explica Pa?ovi? en su oficina. ¡°Es dif¨ªcil cuantificar ese n¨²mero, pero la ciudad siente su ausencia¡±. ?Por qu¨¦ sillas? ¡°Trabajo en el teatro, de modo que siempre tengo delante unas sillas vac¨ªas. Representan una presencia futura. No son nunca simples sillas. Alg¨²n d¨ªa volver¨¢n a estar ocupadas¡±. Pa?ovi? sabe lo trascendente que es el poder del arte para expresar lo inexplicable, porque hizo un famoso montaje de Esperando a Godot, dirigido por Susan Sontag, durante el sitio de Sarajevo. La obra de Beckett capturaba a la perfecci¨®n el trauma de esperar d¨ªa tras d¨ªa a que una comunidad internacional ap¨¢tica interviniera en una situaci¨®n que se hab¨ªa convertido en una especie de purgatorio surrealista.

Pa?ovi? tiene una gran fotograf¨ªa enmarcada de La l¨ªnea roja en la pared de su despacho. ¡°Cuando uno ve¨ªa cu¨¢ntas sillas hab¨ªa, qu¨¦ larga era la fila, era casi insoportable¡±, rememora. ¡°La gente lloraba. Iban de un lado a otro y escog¨ªan una silla, que se convert¨ªa en el recuerdo, la ausencia, de alg¨²n ser querido. Dejaban flores o un mensaje, y al acabar el d¨ªa todas las sillas ten¨ªan algo. Y entonces lo desmontamos¡±.

La l¨ªnea roja de Sarajevo no estuvo en pie m¨¢s que un d¨ªa, y quiz¨¢ esa fugacidad en el recuerdo de algo tan eterno contribuy¨® a que tuviera un impacto emocional duradero. Pero la ciudad ha tenido dificultades para repetir una visi¨®n singular similar en proyectos c¨ªvicos m¨¢s permanentes. Muchas personas creen que la estructura disfuncional del Gobierno de Bosnia es seguramente el mayor obst¨¢culo a la hora de establecer un plan urbano din¨¢mico para el futuro de Sarajevo.

El Gobierno de Bosnia se cre¨® a toda prisa y de la nada en Ohio en 1995, como consecuencia de los Acuerdos de Paz de Dayton que pusieron fin a la guerra. Para aplacar a todas las partes, los negociadores dividieron el pa¨ªs siguiendo criterios ¨¦tnicos. Por un lado qued¨® la Rep¨²blica Srpska, compuesta fundamentalmente por serbobosnios, y por otro, la Federaci¨®n de Bosnia-Herzegovina, formada sobre todo por bosnios musulmanes y croatas. La presidencia de Bosnia se convirti¨® en un ¨®rgano tripartito con una presidencia rotatoria de los tres grupos ¨¦tnicos.

Este arreglo constitucional tan infrecuente deb¨ªa ser provisional, una medida necesaria para poner fin a a?os de violencia, pero desde entonces la inflada burocracia se ha plasmado en un Gobierno tremendamente ineficaz y corrupto. La guerra ideol¨®gica permanente entre las tres facciones ha asfixiado la innovaci¨®n y ha impedido cualquier tipo de estrategia global para la remodelaci¨®n de la ciudad, empezando por una identidad urbana cohesionada que permita atraer turistas internacionales. Aun as¨ª, los visitantes siguen llegando, cada vez en m¨¢s cantidad. Seg¨²n un estudio del Gobierno, entre 2014 y 2015 el turismo creci¨® un 25% en Sarajevo.

Las disfunciones de la Administraci¨®n quedaron especialmente de relieve cuando se cerr¨® el Museo Nacional de Bosnia-Herzegovina en 2012 debido a la falta de apoyo gubernamental. El museo alberga una colecci¨®n de primera categor¨ªa de artefactos procedentes de la regi¨®n; entre ellos, la famosa Hagad¨¢ de Sarajevo, uno de los manuscritos jud¨ªos sefard¨ªes m¨¢s antiguos e importantes del mundo. Resulta ir¨®nico que el Museo Nacional, instalado en cuatro pabellones neorrenacentistas construidos en 1888, sobreviviera en gran parte a los bombardeos durante el sitio y terminara cerrado en tiempo de paz por culpa de un Gobierno indiferente. Por suerte, acaba de reabrir recientemente, despu¨¦s de obtener financiaci¨®n de distintos organismos p¨²blicos.

El Museo Nacional est¨¢ en un barrio fascinante llamado Marijin Dvor, que marca la transici¨®n de la vieja ciudad de Sarajevo, en el este, a la parte nueva, en el oeste, y es un encuentro de edificios del pasado y el presente, una fotograf¨ªa de la desarticulada ciudad actual, con dos de los elegantes pero an¨®nimos centros comerciales nuevos; la aberrante construcci¨®n al estilo Lego que es el hotel Holiday Inn, donde se alojaban los periodistas durante el sitio; el Parlamento bosnio (reconstruido con dinero de Noruega); la fortaleza de la nueva Embajada de Estados Unidos, que ocupa una manzana entera, y el Museo de Historia (antes Museo de la Revoluci¨®n), un elegante y moderno edificio de 1958 que parece un cubo blanco flotando sobre una plataforma de cristal y que para muchos arquitectos locales es el m¨¢s bello de todo Sarajevo.

Detr¨¢s del Museo de Historia, en las orillas arboladas del Miljacka, est¨¢ el caf¨¦ Tito, un establecimiento alegremente nost¨¢lgico al que los sarajeveses modernos van a tomar caf¨¦ mientras sus hijos juegan sobre una colecci¨®n de viejos y oxidados carros de combate y jeeps partisanos de la II Guerra Mundial. El mariscal Tito vuelve a estar de moda, aunque su visi¨®n de la solidaridad fraternal (hubo un tiempo en el que el 20% de los habitantes de la ciudad, crisol de culturas donde los haya, dec¨ªan ser de etnia yugoslava) parece un sue?o lejano.

El Museo de Historia alberga la ¨²nica exposici¨®n permanente de la vida en la ciudad durante el sitio, con gran cantidad de ingeniosas herramientas improvisadas ¨Ccomo una linterna hecha con el faro de una bicicleta¨C donadas por los ciudadanos. El museo resiste gracias a los esfuerzos sobrehumanos de su optimista directora, Elma Ha?imbegovi?. ¡°Somos idealistas y funcionamos como un museo real a pesar de no tener presupuesto¡±, dice. ¡°Dependemos de las donaciones de varias fuentes internacionales. Encontramos buenas personas que creen en lo que hacemos¡±.

Los visionarios como Elma Ha?imbegovi? y el creador de La l¨ªnea roja, Haris Pa?ovi?, parecen encarnar la clave del futuro de Sarajevo. La persistencia y el ingenio individuales son lo que est¨¢ transformando la ciudad y toda Bosnia-Herzegovina. Esa misma persistencia y ese mismo ingenio que les permiti¨® continuar con su vida cotidiana durante la guerra, con poco o nada de electricidad, agua, calefacci¨®n, comida; arriesgar la vida para ir al teatro en salas iluminadas por velas o al cine con proyecciones hechas a mano; doblarse y adaptarse, pero nunca romperse. Esa misma persistencia y ese mismo ingenio son lo que da hoy a la ciudad su aire de optimista supervivencia.

Pero existe tambi¨¦n una nueva generaci¨®n de j¨®venes sarajeveses, nacidos durante la guerra o despu¨¦s de ella, que creen en s¨ª mismos. Creen que Sarajevo es suya y est¨¢n moldeando la ciudad no lastrados por la historia, sino inspirados por ella.

Uno de los ejemplos m¨¢s claros se ve en el puente peatonal de Festina Lente, terminado en 2012 y que cruza el r¨ªo Miljacka justo enfrente de la Academia de Bellas Artes, la principal instituci¨®n educativa de la regi¨®n, situada en una iglesia evang¨¦lica reconvertida. El puente lo dise?aron tres alumnos de la academia. A pesar de su juventud, el dise?o, un plano de aluminio y acero rematado en un bucle que desaf¨ªa la gravedad, gan¨® un concurso internacional con m¨¢s de 40 aspirantes.

¡°El puente es un puente, pero, en pura tradici¨®n bosnia, es adem¨¢s una puerta que hay que atravesar¡±, explica Bojan Kanli?, uno de los dise?adores, de 29 a?os. Como la academia ocupa una antigua iglesia, Kanli? y sus socios quisieron jugar con los conceptos de espiritualidad y secularismo, con la capacidad del artista de transformar una ciudad y una sociedad. Kanli? dice que, cuando se complet¨® el puente, muchos rechazaron su aire innovador, pero que en el breve periodo transcurrido desde entonces se ha convertido en un s¨ªmbolo valioso de la nueva Sarajevo.

En las tardes c¨¢lidas se junta una mezcla de estudiantes, turistas y jubilados que pasan el rato dentro de su puerta de forma helicoidal. Festina lente quiere decir ¡°apres¨²rate lentamente¡±, una paradoja que parece captar esa mentalidad peculiar de Sarajevo que une la intensidad con un ritmo tranquilo. ¡°Aqu¨ª no tenemos dinero, pero tenemos mucho tiempo¡±, justifica Kanli?. ¡°As¨ª que bebemos mucho caf¨¦ y hablamos sobre todo lo que queremos hacer¡±.

Este verano, la gente paseaba tranquila por la Ferhadija, un escenario muy distinto al del sitio. Veinte a?os despu¨¦s del final del mismo, la visi¨®n sobre el futuro de Sarajevo es optimista. La ciudad est¨¢ descubriendo poco a poco c¨®mo presentar su versi¨®n particular de festina lente al mundo. A pesar de la riqueza de su historia, este es un relato que est¨¢ escribi¨¦ndose en tiempo presente.

Existe un lugar all¨ª, en la Ferhadija, justo donde los v¨¦rtices de la secci¨®n austroh¨²ngara dejan paso a los bajos callejones del Ba??ar?ija otomano, en el que una organizaci¨®n no gubernamental ha colocado una rosa de los vientos en el suelo acompa?ada de esta leyenda: ¡°Sarajevo Encuentro entre Culturas¡±. A los visitantes se les anima a hacerse fotograf¨ªas mirando al este y al oeste, y luego a girar una flecha que les se?ala qu¨¦ direcci¨®n tomar a continuaci¨®n. Es uno de esos trucos tur¨ªsticos que pueden parecer muy manidos en las pateadas ciudades de Europa Occidental, pero sin embargo en Sarajevo, en la ciudad donde se puede decir que empez¨® y termin¨® el siglo XX, donde el disparo de Gavrilo Princip deton¨® la I Guerra Mundial y donde otro conflicto, el yugoslavo, destap¨® las verg¨¹enzas de Europa, es una se?al, el primer verso de un poema a¨²n por escribir. La flecha env¨ªa, de este a oeste y de oeste a este, de las incertidumbres del pasado a las promesas abiertas del futuro P

Reif Larsen es autor de las novelas ¡®Las obras escogidas de T. S. Spivet¡¯ y ¡®I Am Radar¡¯.

? 2015 The New York Times Company.

Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.