Los ?ngeles, capital del arte
Din¨¢mica, ca¨®tica, multicultural y aventurera, Los ?ngeles acaba de inaugurar The Broad, su gran museo de arte contempor¨¢neo Viajamos a la Costa Oeste de Estados Unidos para conocer a artistas, galeristas y comisarios que han llegado hasta L. A. en busca de nuevos horizontes
El terreno llevaba d¨¦cadas listo para ser ocupado. Esta parcela asfaltada de un par de hect¨¢reas serv¨ªa de improvisado aparcamiento a los trabajadores que cada ma?ana trepan hasta Bunker Hill, la desangelada colina que separa el centro de Los ?ngeles (California) del oeste de la ciudad. En este punto del mapa, las viviendas victorianas de otro tiempo dejaron hueco, en el ecuador del siglo pasado, a un pu?ado de ins¨ªpidos edificios corporativos. Por la noche, el barrio se vac¨ªa y las calles quedan semidesiertas. La leyenda local reza que los ¨²nicos transe¨²ntes fueron, hasta no hace tanto, mendigos y drogadictos.
Hace cinco a?os, Eli Broad decidi¨® que se trataba del lugar perfecto para erigir el museo que iba a llevar su nombre, destinado a acoger su impresionante colecci¨®n de arte moderno y contempor¨¢neo, compuesta por cerca de 2.000 obras de nombres como Andy Warhol, Roy Lichtenstein, Jasper Johns, Keith Haring, Jeff Koons o Kara Walker. Emblema patrio del self-made man y propietario de una de las mayores fortunas del pa¨ªs, Broad naci¨® hace 82 a?os en el Bronx neoyorquino, en el seno de una modesta familia de inmigrantes lituanos. Creci¨® en Detroit y luego se instal¨® en Los ?ngeles a finales de los sesenta, cuando ya se hab¨ªa hecho rico vendiendo chal¨¦s adosados durante el boom de los suburbios residenciales en plena posguerra estadounidense. Como muchos otros empresarios pudientes, Eli Broad dedica parte de sus estratosf¨¦ricas ganancias al arte y los artistas. Junto a su esposa, Edythe, configura una de las m¨¢s generosas parejas de fil¨¢ntropos de Estados Unidos.
El pasado septiembre el museo The Broad abri¨® las puertas en un nuevo edificio proyectado por la arquitecta Elizabeth Diller. Un cubo recubierto de una impresionante celos¨ªa formada por 2.000 piezas de hormig¨®n y fibra de vidrio. Ese espectacular caparaz¨®n le permite relucir en medio de alt¨ªsimos edificios. E incluso de un vecino tan imponente como el Disney Concert Hall, de Frank Gehry, sede de la Filarm¨®nica de Los ?ngeles desde 2003. El d¨ªa de la inauguraci¨®n, con ese optimismo semiobligatorio en este rinc¨®n del planeta, todo el mundo compart¨ªa un diagn¨®stico: la apertura del museo, sumada a otros indicios observados en los ¨²ltimos tiempos, era el s¨ªntoma definitivo de que algo se mueve en Los ?ngeles.
Artistas, galeristas y coleccionistas no dejan de llegar a la ciudad desde hace media d¨¦cada. El propietario del museo asegura que vio venir este buen momento. ¡°Desde finales de los setenta entend¨ª que esta ciudad ten¨ªa potencial como capital del arte. Me tomaban por loco, pero ahora me dan la raz¨®n¡±, aseveraba Broad en una de las salas del centro, que suma un total de 4.600 metros cuadrados repartidos en dos plantas de exposiciones, una sala de conferencias y un gran almac¨¦n visible por el visitante desde la escalera de acceso. ¡°Los ?ngeles es una ciudad sexy, abierta al reci¨¦n llegado, m¨¢s informal que otros puntos del pa¨ªs, con un clima extraordinario, llena de espacios libres y, encima, m¨¢s barata que la mayor¨ªa. Por eso vienen tantos artistas. No es extra?o que Nueva York se est¨¦ poniendo celosa¡±, afirma el millonario.
Por la noche, estrellas como Owen Wilson y Gwyneth Paltrow acudieron a la fiesta inaugural. Tambi¨¦n cotizados artistas como Damien Hirst, Takashi Murakami, Jeff Koons o Cindy Sherman, adem¨¢s de glorias locales como Ed Ruscha y John Baldessari. ¡°Este ser¨¢ un museo de primera categor¨ªa. Y no solo en Los ?ngeles, en todo el mundo¡±, dec¨ªa el segundo en la sala donde colgaban dos de sus obras, junto a las de otros vanguardistas angelinos como Paul McCarthy o Mike Kelley. A altas horas, acaudalados ancianos bailaban con sus esposas con id¨¦ntica rinoplastia, dando brincos al ritmo de los temas de Chrissie Hynde, cantante de The Pretenders.
Detr¨¢s de sus gafas oscuras, Edythe Broad se dec¨ªa aliviada por no haber tenido que ceder su cuadro favorito, una obra de Mir¨® de 1933, que sigue colgada en su comedor. ¡°Aqu¨ª uno puede conseguir lo que quiera porque la meritocracia funciona. Cuando tienes buenas ideas y la energ¨ªa suficiente, nada ni nadie lograr¨¢ detenerte, independientemente de tu origen geogr¨¢fico, social o religioso¡±. El matrimonio sopes¨® barrios con m¨¢s pedigr¨ª, como Beverly Hills o Santa M¨®nica, antes de decantarse por aquel improbable descampado de Grand Avenue que lleva a?os en transformaci¨®n. Junto al edificio de Gehry, The Broad es vecino del Museo de Arte Contempor¨¢neo (MOCA), fundado por un pu?ado de artistas a finales de los setenta, que acoge una gran colecci¨®n de m¨¢s de 6.000 obras contempor¨¢neas. Algo m¨¢s all¨¢ se divisa la catedral de alabastro proyectada por Rafael Moneo y la rimbombante High School #9, escuela p¨²blica de arte construida por la agencia vienesa Coop Himmelb(l)au.
Anta?o un barrio indeseable, el lugar se erige hoy como el pulm¨®n cultural y arquitect¨®nico de la ciudad. ¡°Fue una zona residencial hasta que, en los cincuenta, echaron a los ciudadanos. Ahora existe un movimiento para reocupar el centro¡±, se felicitaba la arquitecta Diller sobre esta ciudad horizontal de barrios inconexos. ¡°En realidad, no s¨¦ si hay que llamarla ciudad. Yo la veo m¨¢s como una urbe, como un paisaje urbano. Los ?ngeles es una bestia particular¡±, a?ade. Instada a describirla, la escritora Dorothy Parker dio en su d¨ªa con una definici¨®n pr¨¢cticamente perfecta: ¡°72 suburbios en busca de una ciudad¡±.
Los ?ngeles es ¡®sexy¡¯, abierta, barata. No es de extra?ar que Nueva York est¨¦ celosa¡±
No cuesta entender que el mito del salvaje Oeste sigue vigente en la ciudad. Aquellos primeros estadounidenses se mudaron a California para volver a empezar de cero en lo que era, por aquel entonces, el ¨²ltimo reducto del Nuevo Mundo. En este Estado, donde uno de cada diez empleos forma parte de las llamadas ¡°econom¨ªas creativas¡±, aut¨®ctonos y forasteros siguen creyendo en las segundas oportunidades. A ese imaginario se refiere el alcalde de Los ?ngeles, Eric Garcetti, cuando se le interroga sobre las bazas que puede jugar como capital del arte. Descendiente de italianos, mexicanos y jud¨ªos rusos, propietario de una sonrisa perfecta y con cierto perfil de actor invitado en una serie televisiva, el pol¨ªtico no escatima en elogios a su ciudad natal, de perfil marcadamente multicultural. En 2014, el censo del condado contabiliz¨® un 48,4% de ciudadanos latinos y un 14,8% de asi¨¢ticos. ¡°Los ?ngeles es el coraz¨®n cultural de Estados Unidos. Refleja el mundo tal como es hoy, y el pa¨ªs tal como ser¨¢ en el futuro. Somos la capital oeste de Estados Unidos, la capital norte de Latinoam¨¦rica y la capital este del Pac¨ªfico. Nos encontramos en el punto de intersecci¨®n de la creatividad mundial¡±, asegura en un castellano casi perfecto.
Seg¨²n datos del Estado, existen en California m¨¢s de 600 galer¨ªas de arte, que generan ingresos de 197 millones de euros y dan trabajo a m¨¢s de 5.000 personas. ¡°Si los mejores artistas se instalan aqu¨ª, es por ese dinamismo. Se sienten fascinados por dos de las cosas que siempre nos han definido: la tierra y la libertad. Los ?ngeles dispone de mucho espacio, es relativamente barata y cuenta con una larga tradici¨®n de experimentaci¨®n art¨ªstica. Nueva York es una gran ciudad, pero me temo que este es nuestro momento¡±, concluye Garcetti.
En la entrada del vecino MOCA, da la bienvenida al visitante una larga lista de ¡°generosos donantes¡± que han facilitado su creaci¨®n y posterior funcionamiento. Entre ellos, el omnipresente matrimonio Broad, pero tambi¨¦n los hermanos Marciano (propietarios de la marca de ropa Guess) o Darren Star, creador de series como Sensaci¨®n de vivir y Sexo en Nueva York. El nuevo director del museo, Philippe Vergne, lleg¨® a la ciudad hace a?o y medio para dirigir esta instituci¨®n pionera. ¡°Una de las grandes virtudes de Los ?ngeles es que las cosas no est¨¢n solidificadas. Existe un deseo de realizar proyectos, de convertirlos en realidad sin esperar a que te den permiso para hacerlo. En Los ?ngeles, la cultura dominante es el hazlo-t¨²-mismo¡±, explica este franc¨¦s, que antes dirigi¨® la prestigiosa Dia Foundation de Nueva York.
Su mano derecha es la conservadora jefe del museo, Helen Molesworth, otra neoyorquina reci¨¦n instalada en la ciudad. Nos ha dado cita ante un desconcertante lienzo de Eliza?beth Murray: dos pol¨ªgonos irregulares pintarrajeados con indudable desgana. ¡°Para m¨ª, este cuadro es como una canci¨®n de los Ramones: casi no sabemos tocar la bater¨ªa, pero eso no nos va a detener¡±, explica. Eso resume, tal vez, el esp¨ªritu de la ciudad. ¡°Los ?ngeles es un lugar del siglo XXI. Es dif¨ªcil hablar sobre esto con un europeo sin resultar insultante, pero cuando est¨¢s en Los ?ngeles, Nueva York y el viejo mundo no te podr¨ªan importar menos. Pr¨¢cticamente ni existen, porque no necesitas su aprobaci¨®n. Ser¨¢ un clich¨¦, pero eso te da una inmensa libertad¡±, asegura Molesworth.
Once kil¨®metros al oeste, un grupo de turistas juega al escondite entre las farolas de la instalaci¨®n Urban ?Light, del fallecido Chris Burden, dispuestas en la entrada del LACMA, el museo de arte contempor¨¢neo del condado de Los ?ngeles, que acaba de cumplir 50 a?os. Desde 2007, el n¨²mero de visitantes se ha duplicado, hasta superar el mill¨®n de personas al a?o, y los visitantes internacionales se han multiplicado por cinco. ¡°Los ?ngeles siempre ha sido un lugar de trabajo para los artistas, pero las instituciones nos hab¨ªamos quedado atr¨¢s. No se preocupen: nos estamos poniendo al d¨ªa¡±, sostiene el director del museo, Michael Govan, que describe un paisaje formado por otros museos, como The Hammer, dedicado a los nombres emergentes del arte contempor¨¢neo, o The Getty Center, una mansi¨®n de Malib¨² que alberga desde arte grecorromano a una destacada colecci¨®n impresionista. ?No hay cultura en Los ?ngeles m¨¢s all¨¢ del mercadeo hollywoodiense? Que se lo digan a ellos.
Los artistas que llevan d¨¦cadas instalados en la ciudad, una especie de oasis al margen de las presiones del mercado del arte, se muestran preocupados por los cambios. Al noroeste, cruzando la frontera psicol¨®gica delimitada por el r¨ªo que comparte nombre con la ciudad, el artista Mark Hagen abre la puerta de un inmenso taller en Glendale, suburbio de clase obrera de, en su mayor¨ªa, origen armenio. En su calle se acaban de instalar distintos artistas que buscaban, como ¨¦l, un espacio para trabajar. A menudo proceden de barrios bohemios que ya no se pod¨ªan permitir. Originario de Virginia, Hagen se mud¨® a la costa californiana en los noventa para estudiar en CalArts, la c¨¦lebre escuela de arte que fund¨® Walt Disney y donde se formaron Tim Burton, Sofia Coppola o la plana mayor de los estudios Pixar. Al terminar, se instal¨® en el barrio de Echo Park, predominantemente chicano, im¨¢n de artistas por sus alquileres baratos. ¡°De un d¨ªa para otro, el propietario duplic¨® el precio y me tuve que marchar¡±, recuerda. Sucedi¨® en 2007. La ciudad se adentra hoy en una fase acelerada de ese mismo proceso. Los barrios asequibles, gentrificaci¨®n mediante, se vuelven prohibitivos.
Para Hagen, hoy un respetado artista al que coleccionan personalidades como el dise?ador Hedi Slimane, si Los ?ngeles se ha puesto de moda es por la descentralizaci¨®n gradual del mundo del arte. ¡°Ya no hay tres capitales, Nueva York, Londres y Par¨ªs, sino cientos¡±, sostiene. ¡°Est¨¢ muy bien que se preste m¨¢s atenci¨®n a nuestra ciudad, porque la merece. Pero debemos ir con cuidado para que no se convierta en un nuevo Manhattan. Me parece bien que marchantes llegados de Nueva York se instalen aqu¨ª, pero no que se limiten a exponer a neoyorquinos como ha pasado estos ¨²ltimos a?os. Deber¨¢n apoyar la escena local si quieren ser aceptados¡±. Otra veterana es la artista Liza Lou, que lleg¨® de ni?a y nunca se volvi¨® a marchar. Desde hace 20 a?os, trabaja en medio de la naturaleza del Topanga Canyon, a una hora en coche del centro. ¡°Antes uno se instalaba aqu¨ª pese a las consecuencias negativas que eso pudiera tener en su carrera. Puede que todo lo que defin¨ªa Los ?ngeles est¨¦ a punto de cambiar, hasta el momento que dejemos de reconocerla. Y, pese a todo, me parece positivo que se nos preste, por fin, algo de atenci¨®n¡±, asegura.
Las galer¨ªas que operaban en la ciudad antes del boom comparten algunas de esas preocupaciones, aunque en el fondo se beneficien de este nuevo contexto. El nombre con mayor solera es Regen Projects, fundada hace 25 a?os por Shaun Caley Regen junto a su difunto esposo. Galerista de artistas como Matthew Barney, Raymond Pettibon o Catherine Opie, hoy ocupa uno de esos antiguos estudios de posproducci¨®n en pleno Hollywood. Con la autoridad que da la experiencia, Regen desmiente que no exista un mercado en Los ?ngeles. ¡°Londres y Nueva York se han beneficiado de los grandes fil¨¢ntropos y mecenas, pero aqu¨ª siempre han existido grandes coleccionistas¡±, afirma Regen, aludiendo a ¡°museos e instituciones internacionales, fundaciones privadas, el sector financiero y la industria del cine y la moda¡±.
Otro nombre importante es el de David Kordansky, galerista de 38 a?os que se dio a conocer en la d¨¦cada pasada abriendo una min¨²scula galer¨ªa pensada ¡°para exponer a amigos artistas¡± en un callej¨®n de Chinatown. Quince a?os despu¨¦s, cuenta con un espacio de 1.200 metros cuadrados, pegado a un restaurante de tacos regentado por el actor Danny Trejo, en una zona de nadie en la que no dejan de sonar sirenas policiales, a medio camino entre dos centros neur¨¢lgicos del arte en la ciudad: Culver City y Highland Avenue. ¡°Los ?ngeles es una capital del arte. Es uno de los ¨²ltimos grandes lugares sin explotar, en t¨¦rminos de mercado y exposici¨®n medi¨¢tica¡±, sostiene Kordansky, criado por una modesta familia del Misisipi, que lleg¨® a la ciudad para estudiar en la universidad. ¡°De alguna manera, seguimos viviendo en el salvaje Oeste, por muy sofisticado y cosmopolita que se haya vuelto. Pero, si uno no echa ra¨ªces en el lugar y contempla su historia, el resultado suele ser insustancial. Lo que convierte a una galer¨ªa en interesante no solo son sus artistas, sino tambi¨¦n su forma de hablar a la comunidad que la rodea¡±, apostilla.
Somos el coraz¨®n cultural de EE UU. Reflejo del mundo de hoy, del pa¨ªs del futuro¡±
Entre los ¨²ltimos en llegar figura Michele Maccarone, a quien parecen dirigidas algunas de las cr¨ªticas escuchadas. Hija de un peluquero y una secretaria de Nueva Jersey, se dio a conocer al abrir una galer¨ªa en Nueva York en 2001, cuando ten¨ªa veintipocos a?os. ¡°Dir¨ªa que fui la ¨²ltima que pudo hacer algo as¨ª. Despu¨¦s se volvi¨® demasiado caro¡±, reconoce. El mismo d¨ªa que se inauguraba The Broad, esta mujer de 41 a?os abr¨ªa las puertas de su nuevo espacio, un gigantesco complejo ubicado en una antigua f¨¢brica de un rinc¨®n deprimido de ese revalorizado centro. ¡°Dos de mis artistas, Alex Hubbard y Oscar Tuazon, quisieron mudarse a Los ?ngeles, as¨ª que me propuse encontrarles un taller para trabajar. En ning¨²n momento me plante¨¦ abrir otra galer¨ªa¡±, reconoce. Pero el espacio era abundante y, sobre todo, barato: por sus 5.000 metros cuadrados paga menos que por los 1.200 de los que dispone en Manhattan. ¡°Llega un momento en la carrera de todo galerista en la que debes expandirte. Y en Nueva York eso solo es posible hasta cierto punto. Con lo que est¨¢ pasando en la Costa Oeste, tarde o temprano hubiera resultado esencial estar aqu¨ª¡±, admite.
Una de las maneras de integrarse en el paisaje local ha consistido en contratar a buenos conocedores. Uno de sus asistentes es Matthew Sova, de 30 a?os, figura relevante de la escena alternativa. Combina su trabajo con Maccarone con la gesti¨®n de su propio espacio, Jenny¡¯s, una min¨²scula pero influyente galer¨ªa ubicada en la modesta oficina de una compa?¨ªa de seguros en Silver Lake, barrio de moda y meca para hipsters y veganos. La fund¨® al regresar de Nueva York, hace tres a?os. ¡°All¨ª la jerarqu¨ªa es m¨¢s r¨ªgida, aqu¨ª todo es m¨¢s informal. La gente se entremezcla de una forma m¨¢s org¨¢nica y relajada¡±, sostiene. Jenny¡¯s forma parte de una constelaci¨®n de peque?os espacios que jovenc¨ªsimos galeristas han fundado en los ¨²ltimos a?os, como Night Gallery, Human Resources, Ch?teau Shatto o Freedman Fitzpatrick.
Tambi¨¦n se multiplican los centros de arte privados sin ¨¢nimo de lucro, como Laxart o Fahrenheit, dirigido por la francesa Martha Kirszenbaum, comisaria de 32 a?os que antes trabaj¨® en los neoyorquinos MOMA y New Museum. Su historia de amor con Los ?ngeles empez¨® hace a?o y medio. Tras pasar dos meses en la ciudad, entendi¨® que no quer¨ªa marcharse. ¡°Nueva York es demasiado capitalista. Sabes que nunca podr¨¢s comprarte un piso si no trabajas en finanzas. La gente se harta de vivir como perros. Por eso se muda aqu¨ª¡±. Pero tambi¨¦n le ve defectos a su nuevo hogar. ¡°Durante todo el siglo pasado, Los ?ngeles se ha definido como la ant¨ªtesis de Nueva York, como una hermana peque?a, protestona y acomplejada. Se ha construido como una fortaleza para proteger una comunidad fr¨¢gil que solo se relacionaba entre s¨ª. El gran desaf¨ªo de la ciudad sigue siendo aceptar la mezcla con europeos, neoyorquinos y latinoamericanos, lo que ya empieza a pasar¡±.
Jay Ezra Nayssan, comisario y galerista de 28 a?os, tiene la misma opini¨®n. Combina un trabajo en el sector inmobiliario con la gesti¨®n de Del Vaz Projects, una galer¨ªa instalada en su propio domicilio, un apartamento de dos habitaciones en Little Osaka, al oeste de la ciudad. ¡°Me gust¨® la idea de sentarme con el visitante a tomar un t¨¦ y hablar de manera pausada sobre las obras expuestas. Adem¨¢s, mis padres son persas, y acoger a los dem¨¢s en tu hogar siempre ha sido nuestra mayor performance¡±, ironiza mientras acerca una bandeja de d¨¢tiles.
Para el galerista, la escena local sigue teniendo carencias. ¡°Tiende a ser algo provinciana. Todo el mundo se conoce y se apoya mutuamente, lo cual es bueno pero tambi¨¦n malo: a menudo, nos encerramos en nosotros mismos¡±, opina. ¡°Que vengan unas cuantas galer¨ªas o abra un nuevo museo est¨¢ muy bien, pero no significa que nos convirtamos en Nueva York, Londres o Par¨ªs de un d¨ªa para otro. Queda mucho por hacer¡±. Entre los ¨²ltimos artistas que han expuesto figuran el argentino Nahuel Vecino y una figura ascendente, Max Hooper Schneider. Tras siete a?os en la Costa Este, regres¨® hace poco a la ciudad, donde acaba de exponer con el todopoderoso galerista Larry Gagosian. ¡°Mi tiempo en el viejo mundo se termin¨®. En Nueva York no pod¨ªa trabajar as¨ª. Ya no me marcho de aqu¨ª¡±, sostiene Schneider, de 33 a?os.
Al final del recorrido, aparece otro solar listo para ser ocupado. All¨ª est¨¢ Paul Schimmel, una de las instituciones del arte en la ciudad: fue conservador jefe del MOCA durante casi tres d¨¦cadas y nadie niega que, si Los ?ngeles hoy es vista como capital del arte, fue gracias a ¨¦l. Nuevo socio de la galer¨ªa suiza Hauser & Wirth, reci¨¦n escogida como la m¨¢s poderosa del mundo por la revista ArtReview, este neoyorquino ultima la construcci¨®n de su sede en Los ?ngeles: un espacio de casi 10.000 metros cuadrados que abrir¨¢ sus puertas en marzo de 2016 en un edificio hist¨®rico del llamado Arts District, otra zona pujante del downtown angelino. ¡°Un proyecto as¨ª ser¨ªa inimaginable en cualquier otra ciudad. No solo por los precios del sector inmobiliario, sino tambi¨¦n por el sentido de la oportunidad que existe en Los ?ngeles¡±, afirma. ?No se trata de un simple mito? ¡°S¨ª, pero aqu¨ª nos guiamos por ¨¦l hasta convertirlo en realidad. Cada extranjero llega con su imagen idealizada de la ciudad y vive en funci¨®n de esa ilusi¨®n¡±, a?ade. Mientras queden terrenos por conquistar, ese mito seguir¨¢ vigente. ¡°La reinvenci¨®n es un concepto siempre presente en Los ?ngeles. ?Que si reinventarse es factible? Por supuesto que s¨ª. ?Que si le funciona a todo el mundo? Por supuesto que no. Se necesita mucha voluntad e imaginaci¨®n para que suceda¡±.
elpaissemanal@elpais.com
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