T¨ªa vocacional
Si escucho, consuelo, comprendo y aconsejo, habr¨¢ un futuro en que los sobrinos pagar¨¢n la cuenta
Todos los art¨ªculos deber¨ªan tener una segunda parte. La primera siempre queda incompleta. Me doy cuenta cuando recibo los comentarios de los lectores. En mi descargo dir¨¦ que en 800 palabras no me caben todos ustedes con sus insustituibles experiencias particulares. Tampoco se pueden introducir todos los matices que una desear¨ªa. Escrib¨ª, por ejemplo, hace cosa de un mes una columna titulada La maternidad, a?os despu¨¦s, donde recordaba que ser madre o ser padre no es patrimonio exclusivo de los que tienen beb¨¦s o ni?os chicos, aunque s¨®lo sea eso lo que aparece en la prensa o aunque haya madres en este caprichoso presente que, con su fervor sin descanso, crean que han descubierto la verdadera maternidad y que lo anterior fue una chapuza protagonizada por mujeres desnaturalizadas que dejaban a sus beb¨¦s en manos de terceros. A los pocos d¨ªas, Rosa Montero public¨® en El Pa¨ªs Semanal una columna, Tan completa o tan incompleta, que yo hubiera firmado si se hubiera tratado de un manifiesto, aunque ella no haya tenido hijos y yo s¨ª. Tan completa pueda sentirse una mujer que ha tenido descendencia como la que no, aunque las mujeres nos veamos en la absurda obligaci¨®n de explicar o justificar el hecho de no haber sido madres. El dicho reza que "madre no hay m¨¢s que una", pero madres hay tantas como mujeres, amorosas o pesad¨ªsimas, que apoyan la independencia de los hijos o que los acogotan con su sobreprotecci¨®n hasta asfixiarlos. Por otro lado, jam¨¢s se me ocurrir¨ªa reducir la figura materna a lo biol¨®gico. Se puede ser t¨ªa, mentora, madrina, protectora, tutora, maestra, o como quiera llamarse a este papel de velar por quien est¨¢ empezando. De hecho, yo creo que nac¨ª para ser t¨ªa y es el cargo que ostento de manera m¨¢s desprendida, con desinter¨¦s y sin remordimientos. Ser t¨ªa se parece a ser madre pero sin esa culpa constante que no invent¨® el cristianismo, sino que est¨¢ en la esencia misma de ciertas relaciones familiares. Seg¨²n he ido cumpliendo a?os me han crecido los sobrinos, en edad, tambi¨¦n en n¨²mero. La relaci¨®n con mis adorables y m¨²ltiples sobrinos me da una perspectiva amplia de lo que es la vida. Algo que aprend¨ª en la radio, cuando entr¨¦ a trabajar, es que para hacerse una idea ajustada del mundo hay que relacionarse con todas las edades de la vida. Los que tan s¨®lo se relacionan con sus colegas de generaci¨®n son m¨¢s ignorantes, aunque ellos no lo sepan y se crean cargados de raz¨®n para juzgar el mundo. Un joven que s¨®lo se trata con j¨®venes es m¨¢s arrogante, m¨¢s ego¨ªsta, m¨¢s injusto, pero se podr¨ªan achacar los mismos defectos a alguien que s¨®lo trata con personas maduras por considerar que alguien con menos experiencia carece de inter¨¦s.
Tener sobrinos, para una t¨ªa vocacional como yo, es bastante costoso. Hay que dedicar mucho tiempo a la sobriner¨ªa, se debe escuchar tanto como se es escuchada, porque nada hay m¨¢s penoso que pasar a esa etapa en la que se cuentan batallitas; tambi¨¦n hay que estar dispuesto a pagar la cuenta, porque los sobrinos, en general, est¨¢n a dos velas. Pero este oficio tiene muchas compensaciones. Una de mis sobrinas por elecci¨®n propia es la actriz Irene Escolar. Creci¨® con los libros de Manolito, que yo le iba dedicando y entregando a su t¨ªo Emilio, porque si hay algo de lo que nuestra Irene no est¨¢ hu¨¦rfana es de t¨ªos. La t¨ªa Julia, el t¨ªo Emilio, los dos velando siempre por esa ni?a que se ha convertido ya en una estrella. Irene me invit¨® esta semana a ver El p¨²blico, la funci¨®n de Lorca que representan en La Abad¨ªa bajo la direcci¨®n de ?lex Rigola. Las palabras lorquianas suenan como diamantes; el montaje sobrecoge, inquieta y perturba, pero he de reconocer que hab¨ªa momentos en que me sent¨ªa perdida y no entend¨ªa lo que el autor estaba tratando de contarme. La llam¨¦ al d¨ªa siguiente, es la ventaja que tenemos las t¨ªas, que podemos llamar a la actriz para decirle: "Por Dios, expl¨ªcame en qu¨¦ te basas para interpretar un texto tan misterioso". Ser t¨ªa exige dar cr¨¦dito a lo que cuentan los sobrinos y no mostrar que la experiencia te coloca por sistema en una posici¨®n superior, as¨ª que yo escuch¨¦ con inter¨¦s las explicaciones que Irene, siempre aplicada, dulce, pero fuerte y voluntariosa, me dio sobre esa obra que cuando se estudia, me asegur¨®, se comprende, y aquello que no se comprende hay que conced¨¦rselo a la belleza inexplicable de frases que suenan como versos.
Confieso que no es s¨®lo la generosidad lo que me mueve, en absoluto, yo me tomo este papel, el de t¨ªa, como una inversi¨®n a largo plazo. Si hoy escucho, consuelo, comprendo, y alguna vez (pocas) aconsejo, habr¨¢ un futuro, sospecho que algo lejano, en que los sobrinos paguen la cuenta.
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