Nuevas ofertas culinarias

Me pareci¨® que hab¨ªa en esta imagen fotogr¨¢fica un tono como de pintura surrealista. Pens¨¦ en Magritte, que no pintaba insectos, aunque s¨ª hombres peque?os, con sombrero hongo, lloviendo sobre los tejados de la ciudad. Hombrecillos muy serios, cada uno con un abrigo negro que ten¨ªa algo de exoesqueleto. Hom¨²nculos como escarabajos, algunos de los cuales habr¨ªan quedado muy bien en el expositor que se aprecia en la imagen, enriqueciendo la oferta gastron¨®mica. Hay tambi¨¦n algo on¨ªrico en ese rostro de perfil, con la boca abierta, a punto de recibir en ella no sabemos si un saltamontes o la larva de una mariposa. Observen la mirada de la mujer, algo perdida, y la posici¨®n de los dedos, que tampoco es natural. Nadie se comer¨ªa de ese modo una gamba. Sin duda, la joven est¨¢ posando.

¨CDet¨¦n la mano ah¨ª, con el bicho muy cerca de los labios ¨Cle habr¨¢ dicho el fot¨®grafo.

Quiz¨¢ tratando de sacar una instant¨¢nea descarnada, que acentuara la repulsi¨®n que entre nosotros provoca todav¨ªa la ingesta de estos animalillos, le ha salido una composici¨®n sutil y surreal, grata para la vista. Ya ven, insectos comestibles a 10 euros y escorpiones a 12 (la raci¨®n, suponemos, no la unidad, que con uno no vas a ning¨²n sitio). Escribo estas l¨ªneas a la hora de la comida, con los niveles de glucosa en sangre m¨¢s bien bajos, de modo que se me hace la boca agua contemplando esa cerveza y esos abd¨®menes que aparecen en la bandeja del primer plano. Aunque, ya digo, faltan unos hombrecillos de Magritte un poco churruscados, al modo del pesca¨ªto frito. Buen provecho.

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