Ellas gobiernan las ciudades

Barcelona, Madrid, Par¨ªs, Varsovia... Son algunas de las grandes ciudades europeas gobernadas actualmente por mujeres y en casi todos los casos por primera vez en la historia. Sin embargo, Colau, Carmena, Hidalgo y Gronkiewicz-Waltz pueden considerarse excepciones. El n¨²mero de alcaldesas en nuestro entorno geogr¨¢fico no deja de aumentar, pero es sustancialmente inferior en el caso de las grandes urbes y menor a¨²n en el de las capitales de Estado. En otras partes del mundo, estas cifras tienden a ser todav¨ªa menores con notables excepciones como China, el pa¨ªs con el mayor n¨²mero de alcaldesas, y otras que quiz¨¢ sorprenden como los casos de Zekra Alwach en Bagdad o Fatima Zahra Mansouri en Marrakech. Con todo, las alcald¨ªas parecen m¨¢s accesibles para las mujeres que las jefaturas de Gobierno y Estado (en los 193 pa¨ªses del mundo s¨®lo hallamos 11 jefas de Gobierno y 13 de Estado). Son por ello un excelente laboratorio para examinar algunas de las preguntas que surgen acerca del liderazgo pol¨ªtico ejecutivo femenino. ?Esperan los ciudadanos algo diferentecuando gobierna una alcaldesa? ?Gobiernan las mujeres de un modo distinto a los hombres?

Aparte de aquellos que todav¨ªa dudan de la capacidad de las mujeres para gobernar es com¨²n esperar de ellas una actitud m¨¢s femenina o maternal que se traduce en una mayor cercan¨ªa a los ciudadanos y mayor ¨¦nfasis en los temas sociales, familiares y medioambientales. Existe asimismo la percepci¨®n de que ellas tienen mejor capacidad de escucha y que esto las hace mejores negociadoras, capaces de dialogar y cooperar con sus rivales pol¨ªticos e ideol¨®gicos, y m¨¢s exitosas a la hora de alcanzar consensos. La propia Christine Lagarde, actual directora del FMI, dijo alguna vez que las mujeres ¡°inyectan menos libido y testosterona¡± en las negociaciones, es decir, no proyectan su propio ego y voluntad en ellas. Tambi¨¦n se suele pensar que las mujeres son m¨¢s honestas y menos propensas a las pr¨¢cticas corruptas.

La realidad avala algunas de estas percepciones, pero no todas, y lo hace tambi¨¦n en funci¨®n del contexto cultural y pol¨ªtico. Primero, basta con evocar la cl¨¢sica imagen de Margaret Thatcher para argumentar que no todas las mujeres tienen un estilo femenino o maternal a la hora de gobernar. Segundo, varios estudios realizados en Europa y EE?UU concluyen que no existe un impacto claro del g¨¦nero del alcalde sobre el tipo de pol¨ªticas seguidas ni sobre la composici¨®n del presupuesto municipal. Esta observaci¨®n se refuerza en los sistemas de listas cerradas y fuerte orientaci¨®n partidista en los que los candidatos individuales ¡ªaqu¨ª, las mujeres¡ª tienen escaso margen para forjarse un perfil pol¨ªtico y unas prioridades propias m¨¢s all¨¢ de las siglas que representan. Tercero, la propia Naciones Unidas reconoce que no necesariamente existe una correlaci¨®n entre mayor presencia femenina en el poder municipal y menores ¨ªndices de corrupci¨®n. Hay datos de algunos pa¨ªses tan dispares como India, Brasil y Noruega que contradicen estas observaciones.

Urge cerrar la brecha entre las expectativas y la realidad de lo que supone que una mujer gobierne una ciudad

Los informes m¨¢s recientes sobre liderazgo pol¨ªtico femenino insisten en que la paridad no debe fundamentarse en que las mujeres tengan un estilo y unas capacidades pol¨ªticas diferentes y potencialmente mejores que los hombres. La raz¨®n objetiva es que constituyen la mitad de la poblaci¨®n y que, hoy en d¨ªa, tienen mayor inter¨¦s que los varones en defender determinadas pol¨ªticas que de otro modo pueden quedar relegadas. En su vida cotidiana son las que m¨¢s batallan con las consecuencias de una atenci¨®n e inversi¨®n deficiente en ¨¢reas como el agua, la sanidad y la educaci¨®n, especialmente en los pa¨ªses en desarrollo.

La conclusi¨®n de que el g¨¦nero del alcalde es irrelevante es poderosa: desautoriza autom¨¢ticamente a todos aquellos que piensan que las mujeres son menos capaces de gobernar. En el mejor de los casos, que una mujer acceda a una alcald¨ªa puede suponer que determinadas ¨¢reas de gesti¨®n p¨²blica reciban mayor atenci¨®n. Est¨¢ por ver si esta conclusi¨®n ayuda a eliminar la presi¨®n a?adida que sienten muchas alcaldesas por hacerlo mejor que un alcalde y abrir camino a otras mujeres. Sylviana Murni, alcaldesa de Yakarta Central, lo expresa de modo extremo: ¡°El menor error que yo cometa puede destrozar la fe en la capacidad de las mujeres de asumir cargos pol¨ªticos en mi entorno¡±. Urge a todos cerrar la brecha entre las expectativas y la realidad de lo que supone que una mujer gobierne una ciudad.

Olivia Mu?oz-Rojas es doctora en Sociolog¨ªa por la London School of Economics e investigadora independiente.