Pobreza en Espa?a: preg¨²ntele a su vecino
Esta entrada ha sido escrita porRub¨¦n Villanueva
El ¨²ltimo D¨ªa Internacional para la Erradicaci¨®n de la Pobreza celebrado el 17 de octubre, estuvo rodeado de una aura de optimismo en ciertos sectores: era el primero tras la aprobaci¨®n de los nuevos diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenibleen Naciones Unidas. No pretendo volver al debate sobre el aumento sin precedentes de la desigualdad global; pero me ronda una sensaci¨®n ¡ªuna especie de dej¨¤ vu para que me entiendan¡ª que me ha ido invadiendo a lo largo de estos ¨²ltimos meses. Y es que, como estoy seguro ya les habr¨¢ ocurrido a muchos lectores, para m¨ª durante estos ¨²ltimos a?os las estad¨ªsticas se han ido personificando poco a poco en familiares, amigos y conocidos.
En el a?o 2001, cuando en lugar de hipotecas basura y preferentes se hablaba de internet y las denominadas punto.com, yo pasaba interminables tardes en casa de mi amigo Manu jugando a videojuegos. La familia de Manu, pensaba yo entonces, era algo particular, distinta a la del resto de mis amigos. Para llegar hasta su casa hab¨ªa que bajar escaleras en vez de subirlas. Manu viv¨ªa en un semis¨®tano barcelon¨¦s de 4 habitaciones con sus tres hermanos, sus padres, su abuela senil y dos perros (uno de ellos tambi¨¦n senil).
El padre de Manu era 'paleta' y su salario ten¨ªa que cubrir las necesidades de su mujer y sus cuatro hijos, adem¨¢s de las de su octogenaria madre. La abuela pasaba los d¨ªas en su habitaci¨®n gritando y despotricando contra la madre de Manu, su nuera. Como no era de extra?ar, el dormitorio de la abuela era muy codiciado, ya que tres de los hermanos compart¨ªan un min¨²sculo cuarto. Manu, al ser el mayor, ten¨ªa el suyo propio. Los tres peque?os ten¨ªan su propio plan de ocupaci¨®n de la habitaci¨®n para cuando llegase el d¨ªa se?alado. Muchos d¨ªas, los dos hermanos menores de Manu ¡ªde cinco y diez a?os¡ª no iban al cole, simplemente porque su madre no se levantaba para llevarlos. Eso, recuerdo, gener¨® un par de avisos de los servicios sociales. Mientras, Manu encontraba trabajos espor¨¢dicos a trav¨¦s de empresas de trabajo temporal que le permit¨ªan cubrir sus necesidades y contribuir con algo a la familia. La hermana, sin embargo, tambi¨¦n en edad de trabajar, hab¨ªa dejado los estudios y se quedaba en casa cuidando de los dos peque?os y la abuela.
Recuerdo los enfados de Manu cuando abr¨ªa la nevera y tan s¨®lo encontraba palitos de cangrejo y empanadas congeladas para cenar. Las odiaba. Una vez, la novia de Manu decidi¨® llevar al hermano menor al oculista tras meses de ver al ni?o con la cara pegada a dos palmos de la tele. Comprarle las gafas supuso un gran esfuerzo y recuerdo que tras unos meses las llevaba remendadas con celo por varios sitios. No hab¨ªa dinero para comprarle unas nuevas.
Quince a?os despu¨¦s, los datos muestran que siguen existiendo en Espa?a casi tantos ¡°Manus-y-familia¡± como antes, y que, adem¨¢s, su situaci¨®n ha empeorado considerablemente. En 2012 el 22,1% de los espa?oles aun viv¨ªa en pobreza relativa ¡ªen 2004 la tasa estaba en 20,1%. Aunque este dato por s¨ª solo ya es terrible, lo realmente preocupante son las estimaciones relativas a la intensidad y severidad de esa pobreza. A pesar de que sus valores se mantuvieron relativamente estables entre los a?os 2004 y 2007 ¡ªen plena bonanza econ¨®mica¡ª, a partir del a?o 2008 se empieza a agravar la situaci¨®n, alcanzando su peor momento en 2010. Esto significa que, con la llegada de la crisis econ¨®mica, no s¨®lo un mayor n¨²mero de personas han acabado por tener rentas inferiores al umbral de pobreza, sino que las rentas de los hogares pobres est¨¢n cada vez m¨¢s alejadas de la l¨ªnea de pobreza y las posibilidad de salir de esa situaci¨®n son menores.
A pesar de la abultada bibliograf¨ªa demostrando el potencial de la protecci¨®n social para combatir la pobreza, habr¨ªa bastado con preguntarle a Manu su opini¨®n sobre la actual situaci¨®n social en Espa?a para darse cuenta de que volver a poner a las personas en el centro de las pol¨ªticas p¨²blicas debe ser la prioridad para nuestra sociedad como conjunto.
Lo que m¨¢s cuesta explicarle a los Manus de este pa¨ªs, sin embargo, es el constante dej¨¤ vu en el que vive inmersa la pol¨ªtica social espa?ola; una especie de D¨ªa de la Marmota. Los recientes cambios producidos en el R¨¦gimen del bienestar ¡ªprioridad a las pol¨ªticas de flexibilizaci¨®n laboral, freno al creciente d¨¦ficit p¨²blico, contenci¨®n del gasto social v¨ªa reducci¨®n de la intensidad protectora, remercantilizaci¨®n selectiva de servicios p¨²blicos y desviaci¨®n hacia el mercado, la sociedad civil y la familia de funciones asumidas antes por el Estado¡ª no son m¨¢s que los ingredientes de la misma receta aplicada durante la d¨¦cada de los ochenta.
Y es que el Estado del bienestar espa?ol contin¨²a respondiendo al de un modelo de universalizaci¨®n de baja intensidad protectora, con alta descentralizaci¨®n pol¨ªtica y administrativa ¡ªgracias al desarrollo auton¨®mico y municipal¡ªy en el que el Estado sigue teniendo el principal papel en cuanto a regulaci¨®n y financiaci¨®n, pero juega un rol cada vez menor en la gesti¨®n, que tiende a estar en manos del mercado y de las ONG. Este modelo de bienestar no habr¨ªa sido posible sin la presencia crucial de la familia, o lo que es lo mismo, sin la funci¨®n reproductora y cuidadora de la mujer.
La novedad es que durante esta ¨²ltima crisis han fallado dos de los pilares b¨¢sicos que proveen bienestar a la ciudadan¨ªa: el mercado de trabajo y la familia. L¨®gicamente, el tercer pilar, que es el Estado, deber¨ªa de haber adoptado ya medidas distintas y creativas ante los nuevos riesgos sociales. No obstante, estas solo han comenzado a ver la luz en plena precampa?a electoral. Algunas de estas nuevas propuestas contar¨¢n con un mayor apoyo por parte del votante medio que otras. Las hay de car¨¢cter m¨¢s general, al mismo tiempo que muchas van dirigidas a grupos vulnerables espec¨ªficos. Sean cuales fueren, lo importante es que en un pa¨ªs con tradicionales altas tasas de pobreza, el estado del bienestar espa?ol necesita reinventarse para continuar su avance reformador.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.