Flores frescas
No hay ninguna normalidad en la relaci¨®n de Espa?a con el franquismo
Una de las primeras medidas de Sarkozy al llegar al poder fue ordenar que en todas las aulas se leyese cada 22 de octubre la carta que escribi¨® Guy Moquet antes de morir, un comunista de 17 a?os fusilado ese d¨ªa por los nazis. Hab¨ªan pasado 66 a?os de su muerte, y el gesto no le sirvi¨® a Sarkozy para evitar cr¨ªticas de la izquierda por la instrumentalizaci¨®n de un s¨ªmbolo. Pero en aquel gesto de la derecha no dejaba de haber el reconocimiento de una deuda: la de quienes se opusieron al fascismo y dieron la vida contra ¨¦l.
Las democracias europeas, con una excepci¨®n cercana que pone flores frescas en la tumba de su caudillo, han hecho de la limpieza de sus nombres una prioridad. Ha sido una tarea obsesiva que no ha terminado a¨²n. De la tarea de despiojarse de dictadores y colaboracionistas se han ocupado gobernantes de izquierda y derecha, y lo han hecho bajo un patriotismo estricto: el de una naci¨®n higi¨¦nica. Los s¨ªmbolos importan: las placas, las estatuas, las medallas y los hijos predilectos tienen una raz¨®n de ser. Acogerse a la residualidad s¨®lo es un atajo con el que se termina justificando una ideolog¨ªa criminal por la raz¨®n, tan paternal, de que no molesta.
40 a?os despu¨¦s de la muerte de Franco buena parte de la sociedad sigue reclamando que sea olvidado y que el pa¨ªs mire hacia delante con mucha altura, mucha esperanza y mucho olvido, Houdini mediante, en el Valle de los Ca¨ªdos. El juego pol¨ªtico llega a la perversi¨®n de que denunciar lo evidente le convierte a uno en el respirador artificial del dictador. Se les reconoce porque han pasado 40 a?os, pero cuando hab¨ªan pasado dos ya estaban diciendo lo mismo: no abran heridas, circulen, todo el d¨ªa con la fosa de no s¨¦ qui¨¦n.
No es el tiempo lo que molesta (¡°?d¨®nde ponemos el crono de la historia?¡±, se pregunta Rivera: en las generaciones que la terminan de sufrir) sino el escr¨²pulo apaciguador de unos y sentimental de otros. ?Por qu¨¦ no se va a poder decir ¡°Arriba Espa?a¡±?, se escucha a prop¨®sito de esa alcaldesa desatada del PP. Porque es una expresi¨®n que el Abc censur¨® hace un a?o a Utrera en su obituario de Blas Pi?ar: algo tendr¨¢.
No hay ninguna normalidad en la relaci¨®n de Espa?a con el franquismo. No hay ninguna dependencia enfermiza homologable en Europa como la de este pa¨ªs con su dictador y los marginales que le sobreviven. Una Fundaci¨®n que exhibe sus ideas y sus ex¨®ticos m¨¦ritos no es s¨ªntoma de madurez democr¨¢tica sino de degradaci¨®n, una familia que se pasea por las revistas con el patrimonio saqueado no es kitsch sino una aberraci¨®n moral y consentida.
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