Mujeres indias que devuelven los golpes
Las Brigadas Rojas de Lucknow han entrenado a 34.000 indias de todo el pa¨ªs en t¨¦cnicas de defensa personal para responder f¨ªsicamente a la violencia machista
¡°Que vengan todos a violarme si tienen valor¡±, desaf¨ªa Archina Kumari, de 16 a?os, ante los rumores de que los hermanos de su agresor, 10 a?os mayor que ella, planean vengarse cuando este salga de prisi¨®n. ¡°Les ense?ar¨¦ lo que s¨¦ hacer si se atreven a tocarme¡±, a?ade gesticulando con sus finos antebrazos garabateados con henna. Las mismas delicadas manos que abofetearon a su acosador mientras ¨¦l confesaba sus continuos ataques y ped¨ªa perd¨®n frente a familia y vecinos hace s¨®lo tres meses. La humillaci¨®n p¨²blica fue usada como prueba para denunciarle por delitos sexuales gracias a un v¨ªdeo grabado por un reducido grupo de adolescentes v¨ªctimas de la violencia machista en India. Supervivientes, prefieren ellas; el lenguaje tambi¨¦n es un arma, dicen.
Pese a su corta edad y las amenazas de muerte recibidas, Archina dice no tener miedo. Sabe que ese es el mayor aliado del silencio: ¡°Mi hermana mayor tambi¨¦n sufr¨ªa abusos de un familiar cuando iba a su casa a asearse porque nosotros no ten¨ªamos agua. Pero mi madre nunca se quej¨® por miedo al qu¨¦ dir¨¢n¡±. Ni un atisbo de inocencia en las palabras de Archina; la perdi¨® el pasado agosto cuando su vecino aprovech¨® para agredirla sexualmente mientras dorm¨ªa en su terraza. Desde esa azotea del distrito marginal de Madiyav, Archina entrena movimientos de defensa personal junto a otra decena de chicas que forman el n¨²cleo duro de las Brigadas Rojas de Lucknow, a 700 kil¨®metros de Delhi y capital del estado indio de Uttar Pradesh. El grupo ya ha ense?ado a decenas de miles de indias a responder f¨ªsicamente a la violencia ejercida por los hombres.
¡°Este lugar es inseguro para cualquier chica. Mis padres me aconsejaban quedarme en casa y no ir a la escuela para evitar problemas¡±, explica Afreen Khan, de 18 a?os, retomando sus acometidas. Codazos a la altura de la cara recordando a los dos vecinos a los que visitaba a diario para tomar clases particulares y que le obligaban a sentarse en sus regazos para manosearla bajo la ropa? ¡ª¡°Nos castigaban de rodillas a m¨ª y a otras si nos neg¨¢bamos¡±, rememora¡ª. Rodillazos a la altura del vientre al acordarse del hermanastro que le amenazaba con hacer da?o a su madre mientras la desnudaba?¡ª¡°Mi madre cre¨ªa que no quer¨ªa estar con ¨¦l y me pegaba si me quejaba¡±, a?ade¡ª. Frente a ella, Noor Khan, el ¨²nico chico del grupo, sostiene las embestidas con los guantes espumill¨®n: ¡°Prefiero recibir los golpes ahora para que mis hermanas se puedan defender ma?ana¡±.
Primero nos ponemos en contacto con la familia del agresor. Si ellos no hacen nada, vamos a la polic¨ªa. Y si nadie hace nada, le damos una paliza
Algunos vecinos se re¨²nen en las solanas colindantes para ver a las adolescentes practicar. Peque?os semidesnudos y polvorientos imitan los ejercicios. Mujeres en sari observan entre murmullos y sonrisas torcidas. Los hombres se devuelven miradas de suspicacia. ¡°Mucha gente del barrio no nos quiere por lo que representamos. Mis compa?eras de clase piensan que estoy loca por hablar de agresiones sexuales. Pero estoy convencida de que casi todas han pasado por situaciones similares y no lo cuentan por miedo¡±, dice Afreen. Nada lejos de la realidad en un pa¨ªs en el que se han producido 30 violaciones por minuto en la ¨²ltima d¨¦cada, seg¨²n informa The Times of India.
El alcance medi¨¢tico de la violaci¨®n m¨²ltiple y asesinato de una estudiante Nueva Delhi en 2012, puso de relieve la situaci¨®n de la mujer en India. Un drama nacional repetido con constancia hiriente. Seg¨²n los datos de la Oficina Nacional de Registros Criminales, de los 133.000 casos de mujeres indias v¨ªctimas de cr¨ªmenes sexuales en 2014, m¨¢s de 36.500 fueron violaciones? ¡ªde los que el 10% se registraron en Uttar Pradesh. El estado m¨¢s poblado de India es, consecuentemente, uno de los que acumulan m¨¢s delitos contra la mujer; cuyo total asciende a la insultante cifra de 338.000¡ª, de los que m¨¢s de 9.200 acabaron en muertes. Cifras, todas ellas, que en la realidad van a¨²n m¨¢s altas, seg¨²n indican fuentes del Centro Internacional para el Estudio de la Mujer de Nueva Delhi.
Pero ni el patriarcado ni la violencia contra la mujer son problemas end¨¦micos de India. En Espa?a, 51 mujeres murieron a causa de la violencia machista en 2014 (658 en la ¨²ltima d¨¦cada), con una poblaci¨®n 26 veces menor. La tragedia de la mujer india se agrava por atavismos y tradiciones arcaicas como el sistema de castas ¡ªen 2014, dos chicas dalit fueron violadas y ahorcadas a plena luz del d¨ªa¡ª. Que se unen a la connivencia pol¨ªtica y social. Tambi¨¦n el a?o pasado, un parlamentario perteneciente al partido en el gobierno conden¨® las violaciones a menores mientras justificaba las de mujeres adultas.
Pese a que los informes de la L¨ªnea de Atenci¨®n a la Mujer del estado de Uttar Pradesh indican un aumento del 104% en el n¨²mero de denuncias por agresi¨®n, a¨²n queda mucho por hacer para acabar con este martirio silencio en India. Son, sobre todo, la impunidad de los agresores y el miedo al ostracismo de las v¨ªctimas los elementos principales que perpet¨²an la aceptaci¨®n de violencia machista en el pa¨ªs asi¨¢tico.
Usha Viswakarma, de 28 a?os y fundadora de las Brigadas Rojas, explica la necesidad de que exista su grupo con ayuda del ejemplo m¨¢s cercano: ¡°Es inconcebible que ocurra lo que le pas¨® a Diya este verano¡±, dice en referencia al caso de violaci¨®n de una menor por parte de un adulto que ya hab¨ªa abusado de otras 17 chicas en Lucknow. Acabar con la impunidad y vencer el miedo es lo que Usha, v¨ªctima de agresiones sexuales como todas sus compa?eras, se propuso cuando estableci¨® el grupo en 2010. Creado para hacer campa?a contra la violencia machista, el grupo ahora lleva un par de casos legales de violaciones mientras usa m¨¦todos que sus agresores conocen. ¡°Al principio entren¨¢bamos artes marciales pero nos dimos cuenta de que la defensa personal era m¨¢s apropiada para nuestra lucha, porque necesitas menos fuerza y permite desarrollar t¨¦cnicas r¨¢pidas en espacios reducidos¡±, explica Usha.
Tradici¨®n e impunidad agravan los m¨¢s de 300.000 delitos contra la mujer de 2014
Despu¨¦s de la conocida violaci¨®n m¨²ltiple de hace tres a?os en Delhi, el grupo de las Brigadas Rojas se pas¨® a la acci¨®n. Desde entonces han entrenado en t¨¦cnicas de defensa personal a 34.000 mujeres de escuelas, universidades y centros p¨²blicos de siete estados indios. Sus demandas han tenido consecuencias y las autoridades han consentido la distribuci¨®n de c¨¢maras de vigilancia en el distrito y han establecido un fondo de compensaci¨®n econ¨®mica para 60 v¨ªctimas de ataques con ¨¢cido de la regi¨®n, donde el gobierno estudia la inclusi¨®n de la defensa personal como parte del programa de formaci¨®n profesional financiado por el estado de Uttar Pradesh.
El peque?o grupo tambi¨¦n organiza patrullas callejeras para informar a vecinos y congrega a centenares de seguidoras para manifestaciones, como la que celebran cada 29 de diciembre, rememorando el d¨ªa en que la menor de Delhi mor¨ªa a causa de la brutal agresi¨®n de 2012. Tambi¨¦n esperan ser centenares las que se re¨²nan a partir de hoy en una marcha que sale de Lucknow para llegar el pr¨®ximo 27 de noviembre a Varanasi, donde otra treintena de universitarias han abierto sus propias brigadas siguiendo los mismos principios.
¡°Por cada acoso, seguimos una estrategia en tres pasos. Primero nos ponemos en contacto con la familia del agresor. Si ellos no hacen nada, vamos a la polic¨ªa. Y si nadie hace nada, le damos una paliza¡±, describe Usha, desde su despacho en el barrio suburbial de Lucknow, junto a varias fotos de Phoolan Devi, la l¨ªder local que fue violada por parientes y autoridades hasta que se tom¨® la justicia por su mano. Usha, sin embargo, concede que s¨®lo han llegado al extremo de la violencia en cuatro ocasiones desde que comenzaron el proyecto, mientras que el resto se han quedado en amenazas. Pero es el recurso a la fuerza es lo que genera controversia, incluso entre sus defensores.
Desde la oficina india del Centro Internacional para el Estudio de la Mujer (ICRW), Nandita Bathla alude a la contradicci¨®n que entra?an las actividades de las Brigadas Rojas: ¡°?C¨®mo puede uno condenar la violencia por un lado y perpetrarla al mismo tiempo? Si se convierte en algo subjetivo, entonces cada uno tendr¨¢ un motivo para justificar actuaciones en contra de la ley¡±. Aunque la experta en violencia de g¨¦nero subraya la ra¨ªz del drama social: ¡°El valor de estas chicas es romper el silencio impuesto por d¨¦cadas y generaciones. ?Por qu¨¦ tienen ellas que garantizarse una seguridad que deber¨ªa venir dada por el estado?¡±, se pregunta ret¨®ricamente, para acabar: ¡°En un pa¨ªs en el que se ensalza la productividad de los j¨®venes, la presencia de estas brigadas en las calles nos recuerda a todos lo mucho que les estamos fallando¡±.
¡°Antes avisaba a mi familia, pero nunca se quejaban para evitar enfrentarse a la comunidad. Una chica tiene que reaccionar r¨¢pido en estas situaciones¡±, sostiene Laxmi Vishwakarma, de 19 a?os y hermana de Usha, mientras explica c¨®mo hace unas semanas abofete¨® a un chico que tir¨® de su sujetador cuando caminaba por la calle. Laxmi insiste en que el problema es de mentalidad: ¡°Hice una encuesta para la universidad en la que casi el 90% de las 300-400 familias entrevistadas quer¨ªan que sus hijas estudiasen s¨®lo para que se pudiesen casar con un hombre bueno. La mujer aqu¨ª es una desventaja, mientras que los ni?os son patrimonio¡±.
A Singhari Devi, la madre de Usha y Laxmi, le ha costado acostumbrarse a la situaci¨®n. Hind¨², vegetariana y tradicional, habr¨ªa preferido que sus hijas hubiesen tomado la forma de Durga? ¡ªdiosa del amor maternal¡ª, en vez de la de Kali ¡ªla de la justicia violenta¡ª. Ambas reencarnaciones de la misma deidad. M¨¢s a¨²n que ahora la m¨¢s peque?a de la familia tambi¨¦n viste con el salwar kameez distintivo de las brigadas ¡ªpantalones negros como color de la protesta y kurta o parte superior roja simbolizando el peligro¡ª. La simbolog¨ªa tambi¨¦n es un arma en esta lucha, dicen ellas. La menor de las Vishwakarma no ha pasado por el horror de la violencia machista. Y asegura que antes de que eso ocurra, se defender¨¢ de los golpes.
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