Un esfuerzo mayor para las pensiones
Nuestro sistema est¨¢ amenazado por la intensidad de los ajustes y la todav¨ªa insuficiente recuperaci¨®n -en cantidad y calidad- del nuevo empleo
El reciente informe de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF) en el que volv¨ªa a insistir en la pr¨¢ctica imposibilidad de cumplimiento de las previsiones del Gobierno en el ¨¢mbito de nuestro Sistema de Seguridad Social, ha vuelto a resucitar uno de los grandes problemas con los que se enfrentan la econom¨ªa y la sociedad espa?olas. M¨¢s all¨¢ de su dise?o -soy de los que piensan que debe depender del Congreso de los Diputados y no del Gobierno- hay que destacar muy favorablemente la labor hasta ahora desarrollada.
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Como es sabido, el equilibrio financiero de un sistema de pensiones de reparto, un sistema que, al fin y al cabo, se caracteriza porque empresarios y trabajadores a trav¨¦s de sus cotizaciones financian en cada momento del tiempo las pensiones de los jubilados, depende en el corto plazo del empleo existente y de los salarios.
Por supuesto, empleo y salarios son los que determinan el volumen de ingresos del sistema. El volumen de gasto est¨¢ vinculado con la evoluci¨®n del n¨²mero de jubilados y con las caracter¨ªsticas de las prestaciones de jubilaci¨®n. Si el n¨²mero de jubilados crece o lo hace la generosidad de las pensiones, el sistema debe encontrar nuevos equilibrios a trav¨¦s de la modificaci¨®n de los ingresos por cotizaciones sociales. Ello se consigue a trav¨¦s del crecimiento de empleo o de la productividad (que al fin y al cabo termina por elevar los salarios, aunque con el tiempo tambi¨¦n har¨¢ crecer la cuant¨ªa de la pensi¨®n media) y, en su defecto, mediante la modificaci¨®n del tipo de cotizaci¨®n.
A lo largo del ¨²ltimo medio siglo la evoluci¨®n del sistema espa?ol de pensiones ha sido un magn¨ªfico ejemplo de capacidad de adaptaci¨®n a las necesidades exigidas por la evoluci¨®n econ¨®mica y demogr¨¢fica. Durante m¨¢s de tres d¨¦cadas las cotizaciones sociales excedieron largamente los gastos del sistema de pensiones e incluso, merece la pena recordarlo, fue posible financiar con ellas la expansi¨®n del sistema sanitario p¨²blico durante las d¨¦cadas de los sesenta y setenta y los primeros a?os ochenta del pasado siglo.
Mediante sucesivas reformas, todas ellas llevadas a cabo con un amplio respaldo social y econ¨®mico a trav¨¦s del di¨¢logo con las organizaciones sindicales y empresariales (salvo la adoptada en 1985) el sistema espa?ol ha mostrado una extraordinaria capacidad de adaptaci¨®n al conjunto de cambios que est¨¢n alterando de forma crucial la configuraci¨®n de las sociedades avanzadas.
Sin embargo, la intensidad de los ajustes llevados a cabo a lo largo de 2012 y 2013 y la todav¨ªa insuficiente recuperaci¨®n en cuanto a cantidad ¨Cy de manera esencial tambi¨¦n en t¨¦rminos de calidad- del nuevo empleo creado en 2014 y 2015, est¨¢n amenazando el futuro a medio plazo de nuestro sistema de pensiones. En los tres ¨²ltimos a?os, desde 2012 a 2014, el d¨¦ficit del sistema de pensiones ha superado los 35.000 millones de euros, teniendo que apelar en una cantidad similar al Fondo de Reserva. Cuando se liquide el a?o 2014, la cuant¨ªa de las reservas del sistema rondar¨¢ los 40.000 millones (tengamos en cuenta que el Fondo tambi¨¦n produce rendimientos procedentes de la inversi¨®n de sus dep¨®sitos en deuda p¨²blica). Las previsiones para 2015 no son mejores. El d¨¦ficit previsto al final de a?o rondar¨¢ los 12.000 millones de euros que vendr¨¢n a recortar nuevamente el tama?o del fondo de reserva (que se reducir¨¢ pr¨¢cticamente a la mitad del volumen que ten¨ªa al comenzar 2012).
Por supuesto, pese discurso del Gobierno a lo largo del ¨²ltimo a?o, lo que est¨¢ detr¨¢s de este deterioro intenso en el nivel del Fondo de Reserva es, en primer lugar, la p¨¦rdida de afiliaci¨®n a la Seguridad Social (aun con el aumento experimentado en los ¨²ltimos trimestres, el nivel de afiliados todav¨ªa est¨¢ por debajo del existente hace cuatro a?os y es inferior en 2,4 millones a los niveles previos a la crisis). Si a ello se le a?ade, por un lado, la ca¨ªda en las bases de cotizaci¨®n como consecuencia de la devaluaci¨®n salarial llevada a cabo y, por otro, el deterioro en la cotizaci¨®n media derivada de la sustituci¨®n de empleo entre los que salen tras su jubilaci¨®n y los que lo encuentran, de forma abrumadoramente alta a tiempo parcial y con salarios inferiores a los de los que se jubilan, el resultado es contundente: los ingresos por cotizaciones han ca¨ªdo a lo largo del ¨²ltimo trienio en casi 5.000 millones anuales (mientras que el gasto anual ha crecido en una cuant¨ªa similar o superior). Incluso en el a?o 2.015 en que la afiliaci¨®n ha crecido casi en el 3,2%, los ingresos por cotizaciones apenas han aumentado al 1% (la diferencia tiene que ver con la reducci¨®n de las bases de cotizaci¨®n, el salario medio, entre los nuevos afiliados). Los defensores de la continuidad en las pol¨ªticas de austeridad aplicadas en buena parte del continente durante este tiempo, har¨ªan bien en contemplar este preocupante futuro que se cierne sobre una de las principales prestaciones del estado de bienestar.
Lo cierto es que, a este ritmo, el Fondo de Reserva se consumir¨¢ en pocos a?os. Y, sin embargo, lo preocupante no es su agotamiento en s¨ª. Al fin y al cabo el Fondo se cre¨® precisamente para poder afrontar situaciones de desaceleraci¨®n del crecimiento econ¨®mico, o incluso de verdadero estancamiento, sin tener que recurrir a elevaciones en las cotizaciones sociales que tendr¨ªan que producirse en el peor momento posible, cuando la econom¨ªa no crece y el empleo, por consiguiente, no debe encarecerse. Lo que resulta m¨¢s preocupante es que todav¨ªa, no se haya impulsado un debate en profundidad sobre c¨®mo articular un nuevo modelo de financiaci¨®n a medio y largo plazo para nuestro sistema de pensiones (algo que ya se preve¨ªa en el Acuerdo Social y Econ¨®mico que precedi¨® a la reforma de nuestro sistema de pensiones en 2011).
No es previsible que, con los tipos de cotizaci¨®n actuales, los ingresos del sistema superen el 10% del PIB. Pero los gastos rebasar¨¢n el 13% antes de dos d¨¦cadas (hoy ya est¨¢ cercanos al 10,8% del PIB). La tarea es abordar esa absolutamente necesaria estrategia de cambio en la financiaci¨®n del sistema desde el di¨¢logo y el acuerdo social. Una estrategia que no puede pasar por rebajar cotizaciones sino por complementar las contribuciones con nuevos ingresos procedentes del sistema tributario. Y, junto a ello, dise?ar el factor de sostenibilidad previsto ya en la reforma de 2011.
Lo que ser¨ªa un error imperdonable, es ponerse a esperar a que el tama?o del Fondo se reduzca hasta su desaparici¨®n y que la reforma tenga que pasar por un ajuste en la cuant¨ªa de las pensiones, las nuevas y las actuales. Gastar dentro de 30 a?os el 13 o el 14% de nuestro PIB en pensiones no es una tarea inabordable. Eso es lo que hoy ya gastan pa¨ªses como Italia, Francia o Alemania. Claro que el esfuerzo tiene que ser mayor que el que hoy realizamos porque ser¨¢ mayor la poblaci¨®n a la que hay que atender durante su jubilaci¨®n. Lo que necesitamos es financiar ese mayor esfuerzo con impuestos, no pretender abordar una rebaja en las cotizaciones sociales cuando ni siquiera pueden soportar el nivel de gasto actual.
Valeriano G¨®mez fue ministro de Trabajo entre 2010 y 2011
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