Rep¨²blica Dominicana y Hait¨ª: entre la fraternidad y la doctrina del conflicto
Por, Mat¨ªas Bosch C., director ejecutivo de la Fundaci¨®n Juan Bosch, Rep¨²blica Dominicana.
Serie Desaf¨ªos Latinoamericanos, 5
El pueblo dominicano y el pueblo haitiano comparten lazos de una larga y resistente solidaridad. Aunque la independencia de 1844 con que fue creada la Rep¨²blica Dominicana se hizo en guerra contra el poder haitiano, eso no limit¨® ni antes ni despu¨¦s este v¨ªnculo profundo.
La isla entera, conquistada por el naciente imperialismo de Espa?a en 1492, sufri¨® los embates del colonialismo. Los cacicazgos ¨C disposiciones territoriales de la sociedad ta¨ªna que abarcaban a toda la isla ¨C enfrentaron la violencia conquistadora, padeciendo sus consecuencias. Al respecto relat¨® Bartolom¨¦ de las Casas:
Los espa?oles entraban en los poblados y hac¨ªan pedazos a ni?os, viejos y mujeres embarazadas. Apostaban entre ellos para ver qui¨¦n con un cuchillazo abr¨ªa al medio un hombre, o le cortaba la cabeza o le abr¨ªa las entra?as. Elevaban largas horcas de trece en trece v¨ªctimas, en honor y reverencia a Nuestro Redentor y a los doce ap¨®stoles. Tra¨ªan le?a, prend¨ªan fuego y los quemaban vivos. Mataban a los l¨ªderes quem¨¢ndolos a fuego lento para que los alaridos de sus desesperados tormentos ahuyentasen sus almas. Yo vi todo eso y muchas otras acciones de hombres inhumanos, sin piedad y bestias feroces, extirpadores y enemigos del linaje humano.
La Rep¨²blica de Hait¨ª, independiente desde 1804, empez¨® a gobernar en toda la Isla en 1822. Ello no se hizo a trav¨¦s de una ocupaci¨®n violenta. El lado Este, que hab¨ªa estado en poder de Espa?a y de Francia, se hab¨ªa independizado a fines de 1821, se autodenomin¨® Estado del Hait¨ª Espa?ol y luego se afili¨® a la Gran Colombia impulsada por Bol¨ªvar. En much¨ªsimos puntos, la poblaci¨®n y n¨²cleos dirigentes del Este adher¨ªan a una anexi¨®n con Hait¨ª. No hubo consenso en qu¨¦ tipo de independencia y en relaci¨®n con que bloque establecerla. En 1822 se iz¨® la bandera haitiana y se inici¨® el gobierno de Boyer en toda la isla, de manera pac¨ªfica.
El r¨¦gimen de Boyer fue derivando en excesos de poder y abusos tanto en el Oeste como en el Este. Lo que se conoce como la guerra dom¨ªnico-haitiana llevada a cabo en cuatro campa?as entre 1844 y 1856, en realidad no fue una guerra que enfrent¨® a los pueblos, m¨¢s bien fue una guerra obedeciendo a caudillos. El historiador dominicano Franklin Franco explica en su obra que era imposible que el ej¨¦rcito dominicano reci¨¦n constituido derrotara con tanta ventaja al ej¨¦rcito haitiano en las primeras batallas de 1844, siendo que aqu¨¦l era m¨¢s numeroso, mejor entrenado y armado. La explicaci¨®n, para Franco, reside en que la soldadesca haitiana en realidad no ten¨ªa ninguna convicci¨®n ni voluntad de hacer esa guerra, arrastrados simplemente por sus jefes y los intereses de ¨¦stos. Los dominicanos, por su lado, eran motivados por el objetivo de la independencia. Ya un a?o antes, en 1843, el presidente Boyer hab¨ªa sido derrocado en la sublevaci¨®n del Sur de Hait¨ª: el rechazo al r¨¦gimen imperante atravesaba toda la isla.
Hait¨ª, el primer pa¨ªs independiente de Am¨¦rica y la primera rep¨²blica negra del mundo, ayudar¨ªa firmemente a los dominicanos en su lucha por la restauraci¨®n de la independencia ante Espa?a y contra la tiran¨ªa de Pedro Santana entre 1861 y 1865. Los guerrilleros y luchadores nacionalistas contra la primera ocupaci¨®n norteamericana (entre 1915 y 1934 en Hait¨ª y entre 1916 y 1925 en Rep¨²blica Dominicana) colaborar¨ªan entre uno y otro lado de la frontera. En 1965, cuando Estados Unidos volvi¨® a invadir Santo Domingo, numerosos combatientes haitianos tuvieron una destacada participaci¨®n, incluyendo varios m¨¢rtires ca¨ªdos en suelo dominicano.
M¨¢s tarde, en 2010, al ocurrir el terremoto devastador en Hait¨ª, la ayuda dominicana fue la primera en llegar. Miles de dominicanos se movilizaron a trav¨¦s de la frontera para asistir a las v¨ªctimas, y Rep¨²blica Dominicana fue el primer y m¨¢s grande centro de acogida de los desplazados de aquel pa¨ªs. El presidente haitiano en aquel tr¨¢gico momento declar¨®:
El presidente dominicano, Leonel Fern¨¢ndez, ha sido el primero en presentarse y lleg¨® con un gran contingente de apoyo. Adem¨¢s de la importante cooperaci¨®n humanitaria, se comprometi¨® a ayudarnos en lo que ahora constituye una de nuestras prioridades que es restablecer las telecomunicaciones, la energ¨ªa el¨¦ctrica y la comunicaci¨®n terrestre. Gracias a los esfuerzos del gobierno dominicano hemos comenzado a restablecer estos servicios.
La macabra historia de la ¡°invasi¨®n haitiana¡±
El concepto de ¡°invasi¨®n haitiana¡± con el que se han justificado pol¨ªticas que atentan contra los esfuerzos de integraci¨®n en Am¨¦rica Latina y que son violatorias de la dignidad y los derechos humanos, no es obra del pueblo dominicano ni del pueblo haitiano, que convivieron y a¨²n conviven en paz en muchos territorios y en las m¨¢s dif¨ªciles condiciones.
El odio, el miedo y la sospecha entre ambas sociedades han sido cultivados al punto de ser una doctrina, de la cual se nutre un rentable negocio de las ¨¦lites pol¨ªticas, medi¨¢ticas y econ¨®micas; muchas veces inseparables una de otra como suele pasar en las sociedades dependientes y subordinadas, con oligarqu¨ªas peque?as y estrechamente fusionadas, supeditadas hist¨®ricamente a las potencias.
Del lado Este (Rep¨²blica Dominicana), el odio tiene un punto de origen hist¨®rico y tambi¨¦n ideol¨®gico. Sobre el particular, es esclarecedor el informe que en 1931 redact¨® Francisco Henr¨ªquez y Carvajal, ministro de Trujillo en Hait¨ª, dirigido a la canciller¨ªa dominicana. Rafael Leonidas Trujillo, militar entrenado por EE.UU. y jefe de la guardia creada en la ocupaci¨®n, iniciaba entonces una larga tiran¨ªa sanguinaria de 30 a?os. Dec¨ªa all¨ª Henr¨ªquez y Carvajal:
Lo que precipit¨® sobre nuestro pa¨ªs la gran masa de inmigrantes haitianos fue la realizaci¨®n parcial del postulado financiero que sirvi¨® de base econ¨®mica a la ocupaci¨®n del territorio de la Rep¨²blica Dominicana por las fuerzas navales norteamericanas. Ese postulado, no publicado, pero si perfectamente conocido, fue: ¡°tierras baratas en Santo Domingo, mano de obra barata en Hait¨ª¡±. Y la conclusi¨®n: adquirir las tierras en Santo Domingo y trasegar hacia nuestro pa¨ªs la poblaci¨®n de Hait¨ª. Ese plan empez¨® a ejecutarse, por un lado, con la fundaci¨®n del gran central ¡°Barahona¡±, y por otro, con la construcci¨®n de la Carretera Central; derram¨¢ndose luego por todo el pa¨ªs agr¨ªcola, y en todos los oficios urbanos, la gran inmigraci¨®n haitiana.
Las ra¨ªces de la inmigraci¨®n masiva desde Hait¨ª ven¨ªan se?aladas en el reporte de Henr¨ªquez y Carvajal, y est¨¢n en la econom¨ªa neocolonial de la ocupaci¨®n de Estados Unidos. Al mismo tiempo, el informe deja el enfoque de ¡°derrame¡± de la inmigraci¨®n, a la que Henr¨ªquez en el mismo documento llama ¡°ola invasora que luego en vano han querido contener las leyes y los reglamentos dictados no s¨®lo por los dominicanos que han ocupado en estas ¨²ltimas d¨¦cadas el poder; sino tambi¨¦n por el mismo gobierno militar americano¡±.
La contradicci¨®n entre una ¡°inmigraci¨®n¡± tra¨ªda como ¡°mano de obra barata¡± por el postulado de una potencia ocupante y la noci¨®n de una ¡°ola invasora¡±, pone de relevancia la noci¨®n de ¡°invasi¨®n haitiana¡± era ya un asunto doctrinario e ideol¨®gico de car¨¢cter naturalizado y posiblemente ya incuestionable, aun cuando se racionalizaran sus causas y caracter¨ªsticas objetivas.
Pocos a?os m¨¢s tarde, el tirano Trujillo llevar¨ªa a cabo la masacre de 1937, en la que se asesinaron a miles de haitianos que ¡°invad¨ªan¡± territorio dominicano, pero todos en la zona fronteriza. No fue ultimado ni uno solo de los trabajadores haitianos de los ingenios de az¨²car, en aquella ¨¦poca, principalmente de capital norteamericano. En 1933, mediante una ley, se hab¨ªa iniciado en el pa¨ªs la pol¨ªtica de ¡°dominicanizaci¨®n del trabajo¡±.
En 1939, en la graduaci¨®n de estudiantes de derecho de la Universidad de Santo Domingo, Trujillo pronunciar¨ªa un discurso de fuerte contenido nacionalista, que ahonda en la doctrina de ¡°defensa¡± y ¡°supervivencia¡± frente a la imagen del haitiano salvaje e invasor. Se hace ya manifiesto el concepto de ¡°haitianizaci¨®n¡± como peligro para la ¡°naci¨®n¡±:
Si mis manos se han manchado de sangre, ha sido para salvar de la haitianizaci¨®n del pa¨ªs a la generaci¨®n de ustedes. Dentro de cincuenta a?os, la ocupaci¨®n pac¨ªfica del territorio nacional por parte de Hait¨ª significar¨¢ para ustedes que los haitianos podr¨¢n elegir autoridades dominicanas, podr¨¢n poner y disponer, podr¨¢n mandar a Duarte y los trinitarios al zafac¨®n de la historia y anular para siempre sus ideales y su abnegada lucha, los cuales no tienen ning¨²n sentido para los haitianos.
J¨®venes dominicanos, en esa gente no se puede confiar, cuiden su pa¨ªs y con m¨¢s ah¨ªnco despu¨¦s de mi desaparici¨®n del escenario pol¨ªtico nacional. (¡) No dejen que les invadan sus casas ni sus haciendas, ni su patria y mucho menos que se las arrebaten con argucias o con fuerzas.
Uno de los m¨¢s importantes intelectuales y funcionarios del r¨¦gimen, Manuel Arturo Pe?a Batlle, ser¨¢ parte clave en las pol¨ªticas y la doctrina anti-haitiana durante el trujillato. Se puede citar su discurso en la localidad fronteriza de El¨ªas Pi?a, en 1942, tres a?os despu¨¦s del discurso de Trujillo y a cinco a?os de la masacre. Ese discurso manifiesta un racismo en nada distinguible de la ideolog¨ªa nazi, pero a la vez con un abierto clasismo. Es el haitiano pobre, de la masa, el que trae problemas y al que hay que impedir inmigrar. Y su deformaci¨®n es biol¨®gica, irreparable, una falla natural que lo hace insoportable:
Despu¨¦s de largos a?os de alternativas y de constante labor logramos finalmente dejar solucionada, merced a la decisiva intervenci¨®n del hombre que cumbrea nuestra historia contempor¨¢nea, la m¨¢s vieja, dif¨ªcil y complicada cuesti¨®n de Estado que haya ocupado jam¨¢s la mente y la atenci¨®n de nuestros gobernantes: me refiero a la delicada cuesti¨®n fronteriza que desde 1844 nos dividi¨® de Hait¨ª.
(¡) No hay sentimiento de humanidad, ni raz¨®n pol¨ªtica, ni conveniencia circunstancial alguna que puedan obligarnos a mirar con indiferencia el cuadro de la penetraci¨®n haitiana. El tipo-transporte de esa penetraci¨®n no es ni puede ser el haitiano de selecci¨®n, el que forma la ¨¦lite social, intelectual y econ¨®mica del pueblo vecino. Ese tipo no nos preocupa, porque no nos crea dificultades; ese no emigra. El haitiano que nos molesta y nos pone sobre aviso es el que forma la ¨²ltima expresi¨®n social de allende la frontera. Ese tipo es francamente indeseable. De raza netamente africana, no puede representar para nosotros, incentivo ¨¦tnico ninguno. (¡) Hombre mal alimentado y peor vestido, es d¨¦bil, aunque muy prol¨ªfico por lo bajo de su nivel de vida. Por esa misma raz¨®n el haitiano que se nos adentra vive inficionado de vicios numerosos y capitales y necesariamente tarado por enfermedades y deficiencias fisiol¨®gicas end¨¦micas en los bajos fondos de aquella sociedad.
El informe de Henr¨ªquez y Carvajal y el conocimiento de c¨®mo funciona hoy el orden mundial, permiten ver que tanto ¡°invasi¨®n¡± como ¡°fusi¨®n¡± son mitos; que en realidad el contacto entre ¡°tierra barata¡± y ¡°mano de obra barata¡± es un gran negocio y que, como advert¨ªa el poeta nacional e historiador dominicano Pedro Mir, el verdadero problema puede estar en otro lado, especialmente en los intereses de quienes luego de la Independencia dominicana tomaron el poder y mientras se presentaban como nacionalistas y antihaitianos, persegu¨ªan la anexi¨®n del pa¨ªs a Espa?a o a Estados Unidos:
Las luchas contra Hait¨ª representaron un doble papel: al mismo tiempo que frustraban o entorpec¨ªan las tentativas anexionistas, serv¨ªan a la acci¨®n anexionista dominicana como bandera para reclamar ardientemente la injerencia extranjera, en base a una supuesta incapacidad del pueblo dominicano para sostener su soberan¨ªa, a pesar de las reiteradas y concluyentes victorias militares contra las huestes haitianas.
Explicaciones como las de Pedro Mir revelan algo muy importante: la doctrina del miedo y el odio a Hait¨ª encubre y sirve como distractor para la verdadera agenda de intereses y prop¨®sitos de la ¨¦lite que conducir¨¢ pol¨ªtica y econ¨®micamente Rep¨²blica Dominicana a poco tiempo de conseguida la independencia.
En el caso de Trujillo, se puede develar algo muy parecido. No s¨®lo que mientras el tirano se?alaba y acusaba en el inmigrante haitiano todas las posibilidades de ¡°arrebatar¡± propiedades y derechos a los dominicanos, era ¨¦l mismo quien se serv¨ªa del poder estatal para convertirse en el gran monopolista de las actividades econ¨®micas, financieras, comerciales y sociales de la Rep¨²blica Dominicana como verdadero monarca-propietario del pa¨ªs. Asimismo, bajo su mandato la pol¨ªtica de ¡°dominicanizaci¨®n del trabajo¡± funcionaba como un parapeto ideol¨®gico para obtener legitimidad entre la poblaci¨®n, siendo Trujillo el gran explotador de la fuerza de trabajo dominicana, y siendo ¨¦l quien regulara la entrada de inmigrantes haitianos como mano de obra forzada para la industria del az¨²car, continuando de manera sistematizada la pol¨ªtica de la ocupaci¨®n norteamericana. La pol¨ªtica de ¡°dominicanizaci¨®n¡± fue un excelente instrumento de domesticaci¨®n y sometimiento de la fuerza de trabajo, junto a las pol¨ªticas antisindicales y represivas que desarrollaba a nivel interno.
En efecto, bajo Trujillo las cifras oficiales de inmigrantes haitianos establecidos decayeron de 52.657, en 1935 antes de la masacre en la frontera, a 19.193 en 1950, pero para volver a elevarse a 29.500 en 1960, al t¨¦rmino su oprobioso r¨¦gimen, volviendo a estar en los niveles alcanzados durante la ocupaci¨®n norteamericana.
Detr¨¢s de la doctrina del miedo y del odio nacionalista a la ¡°invasi¨®n¡± haitiana, el dictador dominicano Rafael Trujillo hab¨ªa establecido una trama de corrupci¨®n y abusos para manejar de manera directa, con el propio Estado haitiano, una industria de trabajo forzado en la producci¨®n de az¨²car, que lo beneficiaron a ¨¦l y a sus empresas durante largos a?os.
Hait¨ª: un pa¨ªs a¨²n invadido
Una vez ocurrido el terremoto de 2010 en Hait¨ª, Bill Clinton hizo una devastadora declaraci¨®n:
Tengo que vivir cada d¨ªa con las consecuencias de una decisi¨®n m¨ªa que fue, quiz¨¢s, buena para algunos de mis granjeros en Arkansas, pero que fue un error porque trajo tambi¨¦n como resultado la p¨¦rdida de la capacidad de producir arroz de Hait¨ª y, consecuentemente, de su capacidad de alimentar a su pueblo. Fue resultado de algo que hice yo. Nadie m¨¢s.
De esa manera, alguien que hab¨ªa sido presidente de la mayor potencia econ¨®mica y militar del planeta reconoc¨ªa cu¨¢nto poder ten¨ªa sobre el destino de Hait¨ª, produciendo hambre y pobreza, con el fin de ¡°abrir¡± mercados a sus empresarios. Que haya sido un ¡°error¡± probablemente sea discutible.
Es el mismo Hait¨ª que sufri¨® la invasi¨®n y ocupaci¨®n norteamericana desde 1915 hasta 1934, y luego el apoyo a la brutal tiran¨ªa de Duvalier. Hait¨ª, que en 1991 sufrir¨ªa un golpe de Estado, al igual que en 2003, con la presencia recurrente de las tropas norteamericanas y el secuestro de un presidente; el mismo Hait¨ª donde las embajadas de algunas potencias discutieron la opci¨®n de secuestrar al Presidente Ren¨¦ Preval y sacarlo en un avi¨®n del pa¨ªs, y se dice que el actual Presidente Martelly fue electo en comicios fraudulentos para impedir una segunda vuelta con la participaci¨®n de un candidato de izquierdas. Recientemente se ha develado c¨®mo la USAID ayud¨® con fondos y acciones al desempe?o electoral del presidente saliente.
El mismo Hait¨ª que no tiene ej¨¦rcito ni fuerzas armadas y apenas posee una polic¨ªa pr¨¢cticamente desarmada. Ese Hait¨ª donde un terremoto que mat¨® a 300 mil personas, acab¨® con el equivalente al 120% de su PIB, derrumb¨® los principales edificios institucionales y enterr¨® al 30% de sus funcionarios. Ese pa¨ªs donde el dinero de la ¡°reconstrucci¨®n¡± nunca lleg¨®, o mejor dicho lleg¨® un 10%, del cual 90 de cada 100 d¨®lares se quedan en la burocracia nacional e internacional; el Hait¨ª intervenido militarmente y donde las tropas de Nepal trajeron el c¨®lera que mat¨® a alrededor de 8.000 seres humanos, de los cuales nadie se hace responsable. Ese Hait¨ª con un 70% de su poblaci¨®n viviendo con menos de un d¨®lar diario, y que lleg¨® a tener un 90% de su educaci¨®n privatizada. Es el Hait¨ª en que grupos con mucho poder, como los que existen en Rep¨²blica Dominicana, han generado todo tipo de anormalidades comerciales y han impedido que se lograra un acuerdo de libre comercio propuesto por el actual presidente dominicano Danilo Medina, para seguir manteniendo a la poblaci¨®n en la miseria pero presa de importadores y oligopolios comerciales.
Es el Hait¨ª al que en 2009 se refiere Paul Collier, ¡°experto internacional¡± en migraciones y desarrollo, quien en un informe solicitado por Naciones Unidas apela a la miseria generalizada del pueblo haitiano como su gran factor de ¡°competitividad¡±, en tanto fuerza de trabajo barata sobre-explotada en la producci¨®n de maquilas:
Hait¨ª tiene una oportunidad econ¨®mica extraordinaria {¡}. Desde la perspectiva del acceso a los mercados, Hait¨ª es ahora la locaci¨®n para producci¨®n de prendas m¨¢s segura del mundo (¡) Claro, esto no es suficiente: los costos de producci¨®n deben ser globalmente competitivos. Pero ah¨ª de nuevo los factores fundamentales son propicios. En la industria de las prendas el componente m¨¢s importante es el costo del trabajo. Debido a su pobreza y mercado laboral desregulado, Hait¨ª tiene unos costos laborales muy competitivos frente a China, que es par¨¢metro mundial. El trabajo haitiano no es s¨®lo barato sino que tambi¨¦n es de buena calidad (¡) Siendo la ¨²nica econom¨ªa de salario bajo en la regi¨®n, tiene una ventaja de transporte sobre otras econom¨ªas de bajos salarios que se encuentran distantes.
Pero la doctrina del odio y el miedo es poderosa. Con ese panorama frente a los ojos, a mitad de 2015, un comunicado oficial del gobierno dominicano se refiri¨® a los inmigrantes haitianos y haitianas como personas que han cruzado a Rep¨²blica Dominicana ¡°como Pedro por su casa¡±; lo que se agrega a expresiones despectivas sobre los inmigrantes, identificados como ¡°carga¡±, ¡°fardo¡± o poblaci¨®n proveniente de un pa¨ªs en el que no encuentran nada y se hallan ¡°abandonados¡± para buscar ¡°las oportunidades que no tienen en su pa¨ªs¡±.
Un eco desgarrador y tenebroso se hizo sentir en esas declaraciones del gobierno dominicano. Fueron Trujillo, Balaguer y Pe?a Batlle quienes establecieron en su r¨¦gimen la doctrina de que los haitianos son un conglomerado que ¡°invade¡± con la intenci¨®n de elegir, decidir y gobernar Rep¨²blica Dominicana, ¡°arrebatando con argucias y fuerzas¡± las ¡°casas, haciendas y la patria¡± de los dominicanos.
Una ni?a observa a los oficiales de inmigraci¨®n, antes de partir a Hait¨ª: Foto: Orlando Barria (EFE)
?Los inmigrantes haitianos vienen a ¡°quitar¡± algo a Rep¨²blica Dominicana?
La Encuesta Nacional de Inmigrantes 2012 (la ¨²nica fuente de informaci¨®n sobre inmigraci¨®n en Rep¨²blica Dominicana, gracias a la colaboraci¨®n ONE, las Naciones Unidas y la Uni¨®n Europea), los inmigrantes en el pa¨ªs aportaban alrededor del 5.4% del PIB, esto es unos 3.300 millones de d¨®lares. El 87% de los inmigrantes en el pa¨ªs son haitianos y haitianas, y ganan en promedio la mitad del salario que percibe el otro 13% de inmigrantes no haitianos establecidos en Rep¨²blica Dominicana.
La suma del gasto p¨²blico en salud y en educaci¨®n (excluida la universidad), en el a?o 2015, ha sido aproximadamente 3.955 millones de d¨®lares. Seg¨²n estimativas de los ministerios de Salud P¨²blica y de Educaci¨®n dominicanos, los inmigrantes haitianos y los haitianos en tr¨¢nsito se benefician con un gasto total anual cercano a los 150 millones de d¨®lares.
En resumen, los haitianos y haitianas inmigrantes aportan econ¨®micamente al pa¨ªs el equivalente al 72,6% de todo lo el Estado destina al gasto en salud p¨²blica y educaci¨®n p¨²blica no universitaria. Mientras tanto apenas se benefician con un 2,9% del gasto social. ?Bajo esas condiciones puede sostenerse que las atenciones en salud y educaci¨®n que reciben los inmigrantes haitianos son una pesada ¡°carga¡± para los dominicanos?
Hait¨ª es el ¨²nico pa¨ªs con el cual Rep¨²blica Dominicana tiene balanza comercial positiva, vendiendo a ese mercado unos 2.000 millones de d¨®lares anuales. En 2010, los haitianos que viv¨ªan en el exterior mandaron a su pa¨ªs 1.300 millones de d¨®lares, alrededor del 25% del PIB de su pa¨ªs de origen. Los haitianos vienen a Rep¨²blica Dominicana a producir riquezas en la econom¨ªa local, y tambi¨¦n a enviar remesas. Igual que los dominicanos migrantes, que en 2013 mandaron al pa¨ªs remesas por 4.200 millones de d¨®lares, el 63% desde Estados Unidos y Puerto Rico. A los inmigrantes haitianos (como a ning¨²n otro en ninguna parte del mundo) jam¨¢s les ha interesado ni nunca han ejercido un ¡°plan de destrucci¨®n¡± de su fuente de bienestar o supervivencia. No cabe duda que esos 1.300 millones de d¨®lares que regresan a Hait¨ª bajo la forma de remesas, son vitales para ser actualmente los segundos compradores de productos dominicanos en el mundo, s¨®lo superados por Estados Unidos.
El muro fronterizo o el negocio de la demagogia en Rep¨²blica Dominicana
?Por qu¨¦ el empe?o en tratar de deshumanizar y criminalizar a los inmigrantes haitianos? ?Por qu¨¦ insistir en la inmigraci¨®n para explicar el d¨¦ficit de los servicios p¨²blicos en Rep¨²blica Dominicana?
?Qu¨¦ decir sobre todos los dominicanos ahogados y comidos por tiburones en el Canal de La Mona acaso tratando de ¡°invadir Puerto Rico¡±? ?C¨®mo no hablar de los cientos de j¨®venes dominicanos que se incorporaron en la invasi¨®n norteamericana en Irak y Afganist¨¢n, muchos de ellos hoy muertos, buscando como recompensa la ciudadan¨ªa prometida por George W. Bush en su War on Terror?
Sobre este fardo de prejuicios y conceptos alienantes, un grupo de dirigentes pol¨ªticos, congresistas, periodistas y hacedores de opini¨®n han decidido pedirle a la ciudadan¨ªa un mill¨®n de firmas para apoyar la construcci¨®n de un muro fronterizo que separe ambos pa¨ªses.
Un reciente reporte del Observatorio Pol¨ªtico Dominicano detalla c¨®mo en las cinco provincias que hacen frontera con Hait¨ª, ¡°el 53% de los hogares a¨²n usa letrina y peor a¨²n, el 17% no tiene ning¨²n tipo de servicio sanitario. En cuanto al combustible que utilizan para cocinar, el 23% todav¨ªa cocina en le?a y el 10% con carb¨®n. El 64% de los hogares de la frontera no tiene servicio de agua dentro de la casa, el 48% tiene paredes construidas de madera u otro material de menor calidad y 14% posee piso de tierra. De igual forma, el 17% de las viviendas no tiene acceso al suministro p¨²blico de energ¨ªa el¨¦ctrica, por lo que sus habitantes tienen que suplir sus necesidades de alumbrado con el uso de l¨¢mparas de gas (propano o kerosene) o abastecerse de una planta el¨¦ctrica propia¡±.
En cuanto a desarrollo productivo y fuentes de empleo, pese a que existe una ley desde 2001 con amplios privilegios para quienes inviertan en esa zona, tan s¨®lo 95 empresas se han acogido e instalado all¨ª, generando menos de 10 mil puestos de trabajo. En las provincias de Independencia y Bahoruco, los empleos en aquellas empresas acogidas a la ley de desarrollo fronterizo no representan m¨¢s que 2% o 1% del total de las personas ocupadas. Hay que decir que 74% de esos puestos son ocupados por dominicanos; por lo cual, la presencia de fuerza de trabajo inmigrante no es la variable determinante en la miseria generalizada y la falta de empleos decentes, estables y bien pagados.
Un muro de hormig¨®n armado y 6 metros de altura que cubra los 382 kil¨®metros lineales de frontera dom¨ªnico-haitiana, costar¨ªa a raz¨®n de 5.225 pesos el metro cuadrado, en total unos 12 mil millones de pesos, esto es: 260 millones de d¨®lares. Esta es pr¨¢cticamente la misma cifra que el sector privado ha invertido en crear empresas en la zona fronteriza entre 2001 y 2015; el 80% de todo el apoyo en exenciones tributarias que el Estado y el pueblo han dado para estimular la instalaci¨®n de empresas en esas cinco provincias; el 60% del presupuesto del Ministerio de Defensa; el 37% del presupuesto anual de todo el Ministerio de Interior y Polic¨ªa; 52 veces el presupuesto anual del Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza; 18 veces el presupuesto anual de la Direcci¨®n General de Migraci¨®n; pr¨¢cticamente el 50% de todo el gasto nacional de 2015 en construcci¨®n de nuevas escuelas p¨²blicas; un 50% m¨¢s que todo lo que el Estado gastar¨¢ este a?o en viviendas y servicios comunitarios a nivel nacional. El equivalente a 1 mill¨®n de veces el costo de la canasta b¨¢sica de sobrevivencia de los que viven en condiciones de pobreza en Rep¨²blica Dominicana. Todo eso destinado a un muro que atravesar¨¢ cinco provincias donde hay m¨¢s letrinas que sanitarios, m¨¢s cubetas que acueductos y m¨¢s ranchetas que casas dignas.
Haitianos regularizando sus papeles en Santo Domingo. Foto: Orlando Barria (EFE)
?Y si Donald Trump imitara la pol¨ªtica de desnacionalizaci¨®n que se aplica en Rep¨²blica Dominicana?
Recientemente, Donald Trump lanz¨® una propuesta que caus¨® alarma en muchos sectores: modificar la Constituci¨®n de Estados Unidos (Enmienda XIV) con el objetivo de que los hijos(as) de inmigrantes que no est¨¦n documentados no tengan derecho a ser estadounidenses por nacimiento. Su discurso agita el supuesto ¡°peligro¡± de que el pa¨ªs se est¨¢ llenando de inmigrantes, especialmente latinoamericanos, y que sus hijos tienen plenos e iguales derechos como cualquier otro nacido en el pa¨ªs, de acuerdo a la Constituci¨®n. Actualmente, hay en Estados Unidos unos 11 millones de inmigrantes no autorizados.
Donald Trump quiz¨¢s no sepa que la peque?a Rep¨²blica Dominicana ha llevado adelante esta idea, con un fundamentalismo y un extremismo que le resultar¨ªan envidiables.
En 2010, la nueva Constituci¨®n dominicana incorpor¨® la cl¨¢usula que propone el multimillonario republicano. Y hace exactamente dos a?os, el Tribunal Constitucional dominicano fue mucho m¨¢s lejos. Violando la Constituci¨®n actual y las anteriores, produjo la sentencia 168-13 que aplic¨® la nueva norma de 2010 en un viaje en el tiempo 81 a?os hacia atr¨¢s, decidiendo que todo dominicano(a) hijo(a) de inmigrantes indocumentados y que haya nacido desde 1929 en adelante, dejaba de ser lo que hab¨ªa sido hasta aquel momento: dominicano, tuviera o no papeles que as¨ª lo consignaran. Es decir, una pol¨ªtica de privaci¨®n de derechos hacia adelante y de desnacionalizaci¨®n en masa hacia atr¨¢s. Todo esto en aras de, supuestamente, ¡°defender la nacionalidad¡± e impedir que la naci¨®n sea ¡°fusionada¡±, ¡°destruida¡± o ¡°diluida¡± por el pa¨ªs vecino.
Hoy se calculan en m¨¢s de 50 mil las personas que nacieron en Rep¨²blica Dominicana bajo la Constituci¨®n anterior y que no ten¨ªan registro de nacimiento por las precariedades del Estado dominicano; son miles de seres humanos que nunca en su vida tendr¨¢n derecho a la identidad ni a la nacionalidad. Nacieron en Rep¨²blica Dominicana, pero nunca ser¨¢n, seg¨²n esta norma, dominicanos. Casi 30 mil personas m¨¢s, descendientes de un progenitor extranjero inmigrante y un progenitor dominicano, a¨²n en 2012 carec¨ªan de acta de nacimiento. Se estiman en alrededor de 129 mil las personas que, desde fines de los a?os noventa, han estado sometidas a pol¨ªticas y procedimientos que arrebatan el derecho a la identidad y la nacionalidad, con el criterio exclusivo de ser hijo de inmigrantes, especialmente si su apellido es ¡°haitiano¡±. Una espantosa sigla se estuvo utilizando para marcar los documentos de estas personas: ¡°HH¡±: hijo de haitiano.
Asimismo, la Junta Central Electoral, que administra el registro civil del pa¨ªs, maneja tres tipos de registro de nacimiento de hijos extranjeros, dos de los cuales est¨¢n absolutamente al margen de la ley. En ellos, se han registrado m¨¢s de 25 mil nacimientos, algunos de manera retroactiva y en muchos casos a hijos de padres dominicanos con el criterio pr¨¢ctico de registrar en esos libros por la nacionalidad de la madre, en abierta violaci¨®n a las leyes y la Constituci¨®n.
Al analizar la Encuesta Nacional de Inmigrantes de 2012, se pueden estimar en m¨¢s de 28 mil personas que estar¨ªan quedando en condici¨®n de absoluta apatridia, habiendo nacido en suelo dominicano y bajo la Constituci¨®n previa a 2010, que les reconoc¨ªa nacionalidad sin importar la condici¨®n migratoria de sus padres.
Pero la doctrina del conflicto y el terror a la ¡°invasi¨®n haitiana¡±, que trata al inmigrante como parte de un complot y de un conglomerado con planes de ¡°quitar¡± y ¡°ocupar¡± Rep¨²blica Dominicana, encierra otra gran contradicci¨®n: los dominicanos y dominicanas son un pueblo con una enorme cantidad de poblaci¨®n migrando por el mundo.
Haciendo un ejercicio de imaginaci¨®n ?Qu¨¦ pasar¨ªa con los dominicanos en Estados Unidos si Donald Trump lograra ganar las elecciones presidenciales y seguirle la corriente a las pol¨ªticas desnacionalizadoras del Tribunal Constitucional y la Junta Central Electoral, responsables de una aut¨¦ntica limpieza ¨¦tnica y clasista?
Seg¨²n IndexMundi, de 221 pa¨ªses, Hait¨ª est¨¢ en el puesto 190 de los pa¨ªses que menos poblaci¨®n reciben y m¨¢s poblaci¨®n sale al exterior, con una p¨¦rdida poblacional por migraciones de -4,12. Rep¨²blica Dominicana no est¨¢ en ese nivel, pero su puesto es el 164: la poblaci¨®n dominicana migrante es superior a la poblaci¨®n que llega al pa¨ªs, dando como resultado una p¨¦rdida de poblaci¨®n de -1,93. Colombia, naci¨®n azotada por una guerra interna de m¨¢s de 50 a?os, con millones de desplazados, muertos y desaparecidos, est¨¢ en el puesto 139, es decir, 35 lugares mejor que Rep¨²blica Dominicana.
Seg¨²n datos de la ONU, ya en 2013, el 11,4% de la poblaci¨®n haitiana y el 11,5% de la poblaci¨®n dominicana hab¨ªan migrado. Seg¨²n el gobierno de Estados Unidos, entre 2000 y 2009, 203 mil haitianos y 291 mil dominicanos se hicieron residentes permanentes en Estados Unidos; 132 mil haitianos y 217 mil dominicanos se naturalizaron estadounidenses entre 2003 y 2012.
En 2009, el 73% de los dominicanos que viv¨ªan fuera del pa¨ªs estaba en Estados Unidos. En 2008, 851.754 eran dominicanos inmigrantes de primera generaci¨®n (52%) y 616,787 (42%) de segunda generaci¨®n, es decir nacidos en Estados Unidos. Valga decir que sin haber una frontera terrestre ni archi-desorganizada como la que existe entre Rep¨²blica Dominicana y Hait¨ª, los inmigrantes dominicanos en Estados Unidos duplican la cantidad de inmigrantes haitianos que se detectaron en Rep¨²blica Dominicana en el censo de 2010 y en la Encuesta Nacional de Inmigrantes de 2012. Asimismo, los hijos de dominicanos nacidos en Estados Unidos casi triplican la cantidad de hijos de uno o de ambos padres haitianos que viven en Rep¨²blica Dominicana.
En el mismo a?o 2009, la poblaci¨®n dominicana en Estados Unidos lleg¨® a ser una de las cinco m¨¢s importantes entre la poblaci¨®n hispano-latina en ese pa¨ªs, pasando de 1.041.190 (a?o 2000) a 1.468.542 (2008). Esto es, un aumento espectacular de 41% en tan s¨®lo ocho a?os. La edad promedio de los dominicanos residentes en Estados Unidos era 29 a?os.
Entre 1961 y 2009, las autoridades norteamericanas admitieron en su territorio a 1.095.976 dominicanos y dominicanas inmigrantes documentados, de los cuales la inmensa mayor¨ªa (854.549) lleg¨® y fue aceptada entre 1981 y 2009. Es decir, ha habido un ¨¦xodo masivo impresionante, que cubre tanto ¨¦pocas de crisis como de supuesto auge econ¨®mico en Rep¨²blica Dominicana.
En 2005, el total de dominicanos de primera generaci¨®n era 739.802 y el 45,7% de ellos se hab¨ªa naturalizado estadounidense, cambiando su nacionalidad dominicana por la de Estados Unidos, con iguales condiciones y privilegios que cualquier otro ciudadano. Es decir, el ¨¦xodo masivo ha sido tambi¨¦n una numerosa incorporaci¨®n al estatus de estadounidense como opci¨®n de muchos dominicanos. Este ¨¦xodo y asimilaci¨®n a la sociedad norteamericana ha estado lejos de ser un cuentos de hadas. Entre 1983 y 2004, es decir en 21 a?os, la Guardia Costera de Estados Unidos report¨® haber detenido 25.724 dominicanos intentando llegar por mar a Puerto Rico. Esto es, todos aquellos que no lograron llegar a Borinquen y no naufragaron ni desaparecieron en el mar, cuya cifra es absolutamente desconocida.
Al analizar los datos migratorios, se puede que alrededor de 25% de los dominicanos que residen en Estados Unidos han estado viviendo all¨ª en condici¨®n de indocumentados. Rep¨²blica Dominicana se ubica en el n¨²mero 6 entre los 25 pa¨ªses con m¨¢s poblaci¨®n inmigrante indocumentada en Estados Unidos, por encima de Hait¨ª, Jamaica, Nicaragua, y pa¨ªses tan grandes como Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Per¨², Venezuela, por mencionar s¨®lo algunas naciones latinoamericanas.
Suponiendo que Donald Trump logre ganar las elecciones y siga el ejemplo de los supuestos nacionalistas dominicanos, modificando las reglas de nacionalidad en Estados Unidos, 158.197 hijos de dominicanos, hoy estadounidenses de pleno derecho, que estudian, trabajan y env¨ªan dinero a sus familiares, ser¨ªan despojados de su nacionalidad, su identidad y su derecho a una vida digna. Tal y como ha pasado con miles y miles de dominicanos y dominicanas, hijos de haitianos y v¨ªctimas de las medidas que se les vienen aplicando desde hace casi 20 a?os y ahora de la arbitraria sentencia 168-13.
Protesta en Santo Domingo contra la sentencia 168-13. Foto: E.S. (AFP)
M¨¢s all¨¢ de la doctrina del conflicto, una mirada con esperanza
La doctrina de Trujillo seg¨²n la cual los haitianos y la haitianizaci¨®n ser¨ªan un ¡°peligro¡± para la naci¨®n dominicana, impuso pol¨ªticas y restricciones para impedir el supuesto inter¨¦s de los haitianos de ¡°invadir¡±, ¡°arrebatar¡± y ¡°decidir¡± el destino de Rep¨²blica Dominicana.
Sin embargo, la doctrina del conflicto, el miedo y el odio no va a dejar de existir por s¨ª sola. Para bur¨®cratas, pol¨ªticos y empresarios, ella favorece el caos y la falta de legalidad creando condiciones propicias para el tr¨¢fico de personas, el contrabando, la ganancia f¨¢cil y la sobreexplotaci¨®n de la fuerza de trabajo. Para dirigentes partidistas, figuras de Estado y empresarios de prensa, es caldo de cultivo para la demagogia y la propaganda que obtiene dividendos gracias a tan solo agitar la alerta del ¡°peligro¡± y la ¡°amenaza haitiana¡±.
En realidad, ninguna de estas conductas ha producido nada nuevo. Ni en el siglo XIX, ni en el XX ni hoy. Generan pobreza, precariedad, ausencia de derechos y competencia desleal e injusta. No defienden la legalidad, ni fomentan la econom¨ªa formal y transparente, ni los sanos intereses de c¨®mo elevar los beneficios cualitativos y cuantitativos de las econom¨ªas nacionales. No fortalecen las instituciones democr¨¢ticas, ni tampoco la inversi¨®n p¨²blica, el funcionamiento correcto de los organismos del Estado, el cumplimiento de la Constituci¨®n, el desarrollo en las fronteras, el progreso de las fuerzas econ¨®micas y sociales. En definitiva, son ¡°nacionalistamente¡± anti-nacionales. El trujillismo en esencia: la apolog¨ªa de la ¡°nacionalidad¡±, atentando contra la naci¨®n.
Su ¨²ltima y m¨¢s p¨¦rfida consecuencia es la violaci¨®n en masa al derecho a la nacionalidad y la identidad de miles y miles de ni?os, j¨®venes y adultos en Rep¨²blica Dominicana; as¨ª como el incumplimiento flagrante por parte del Estado haitiano en entregar documentos y servicios b¨¢sicos a su poblaci¨®n. Los cerca de 50 mil desplazados hacia Hait¨ª, que se mueven evitando la deportaci¨®n y est¨¢n llegando en paup¨¦rrimas condiciones ignoradas por su gobierno; as¨ª como las vedas al comercio que s¨®lo benefician a grupos muy peque?os de importadores y distribuidores en Hait¨ª.
Pero el pueblo dominicano y el pueblo haitiano no est¨¢n condenados a vivir subordinados a la doctrina del conflicto. No hay raz¨®n hist¨®rica que los haya enfrentado en sus identidades, sus culturas, sus formas de convivir, sus valores ni sus aspiraciones. Si alguna vez por los intereses de caudillos se vieron enfrentados, muchas m¨¢s veces ambos pueblos se han ayudado en las luchas por su libertad, y durante siglos han convivido de manera arm¨®nica en campos y ciudades, produciendo riquezas y compartiendo una historia de esclavitud, saqueo y sobreexplotaci¨®n por parte de potencias, tiranos y oligarqu¨ªas nacionales o extranjeros.
Superar la doctrina del conflicto requiere un gran esfuerzo consciente e intencionado para que la cultura de la paz y la prosperidad prevalezcan. Y esa acci¨®n cultural debe ser tan sostenida y profunda que desplace y supere el legado c¨®modo y nefasto de siglos de gobiernos autoritarios. Es hacer de la posibilidad de fraternidad, vistas en la tragedia del terremoto de 2010, y en miles de situaciones cotidianas en campos y ciudades, un estado de lucidez, racionalidad y afectividad que permanezcan y crezcan. Frente al trujillismo y el duvalierismo ideol¨®gicos, la cultura de la vida y de la solidaridad difundida en los espacios educativos, culturales e informativos.
Por otro lado, es indispensable ayudar a Hait¨ª. Son ya muchas las voces que en varias partes del mundo se han levantado para denunciar el esc¨¢ndalo que ha sido el papel de la comunidad internacional en Hait¨ª: incumplimiento de los aportes financieros, captura burocr¨¢tica y de las ONGs transnacionales; violaci¨®n de la soberan¨ªa por potencias como Estados Unidos, Francia y Canad¨¢; violaciones, tr¨¢fico de personas, epidemias, entre otros. No es posible que en Hait¨ª haya m¨¢s soldados que maestros, enfermeros, ingenieros, doctores o agr¨®nomo. El descalabro de Hait¨ª y su miseria como gran negocio internacional es una verg¨¹enza ¨¦tica para el mundo, y ese descalabro s¨®lo puede arrojar m¨¢s sufrimiento y ¨¦xodos masivos, no s¨®lo hacia la naci¨®n vecina.
Y a Rep¨²blica Dominicana tambi¨¦n hay que ayudarla. El mundo no debe permitir que se violen los derechos humanos y, al mismo tiempo, la actitud que se ofrezca no puede ser la de la hipocres¨ªa o el aprovechamiento oportunista del tema para hacer injerencias en el destino de la isla. Debe ser una actitud c¨ªvica, institucional, no contra la Rep¨²blica Dominicana ni el pueblo dominicano, sino contra las posiciones que se encarnan en el poder estatal para desde all¨ª violar la Constituci¨®n y los pactos internacionales de los cuales el pa¨ªs es signatario. Naturalmente, quienes m¨¢s deben ayudar a la Rep¨²blica Dominicana son los propios dominicanos.
Finalmente, el mundo, especialmente las potencias desarrolladas, har¨ªan bien en ayudar a la Isla en una cuesti¨®n fundamental: permitir que las dos naciones que la conforman resuelvan por s¨ª solas los problemas que las han separado. A un siglo de las ocupaciones norteamericanas, y m¨¢s de cinco siglos de conquista europea, la isla no s¨®lo se sigue llamando ¡°La Espa?ola¡±, sino que parece que sigue siendo tratada de un modo m¨¢s o menos similar, como un territorio sin capacidad para valerse por s¨ª mismo y organizar con sus propias ideas y objetivos el futuro. Tierra barata y mano de obra barata.
Vale la pena intentarlo. 20 millones de habitantes que han sufrido quinientos a?os de dolores y de saqueo, de tantas desilusiones y humillaciones, no tienen por qu¨¦ estar condenados a un futuro de miseria, enfrentamientos y abandono.
Mat¨ªas Bosch Carcuro reside en Rep¨²blica Dominicana. Es profesor universitario, investigador y educador social. Cuenta con varias publicaciones en temas latinoamericanos, asuntos hist¨®ricos, pobreza, trabajo y relaciones econ¨®micas, econom¨ªa pol¨ªtica y sobre las relaciones entre Rep¨²blica Dominicana y Hait¨ª. Es director ejecutivo de la Fundaci¨®n Juan Bosch.
Rep¨²blica Dominicana y Hait¨ª: el derecho a vivir. Una obra fundamental para comprender las relaciones entre los dos pa¨ªses del Caribe. Publicada por la Fundaci¨®n Juan Bosch y disponible para descarga abierta.
Comentarios
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.