Juegos primarios en EE UU
Los mecanismos institucionales norteamericanos dan lugar a veces a ciertas sorpresas
?Se supone que las primarias en EE UU son un mecanismo para simplificar la oferta pol¨ªtica a dos candidatos, de los que saldr¨¢ un solo ganador. Las primarias son una alternativa a la formaci¨®n de un solo ganador por mayor¨ªa en el Parlamento, generalmente resultado de una coalici¨®n multipartidista, como es habitual en casi todos los pa¨ªses de Europa, en donde el l¨ªo para reducir la oferta a un solo ganador viene tras las elecciones, mientras que en EE UU empieza m¨¢s de un a?o antes de la fecha electoral.
En comparaci¨®n, el mecanismo de las primarias tiene varios inconvenientes ya que puede fallar en dos objetivos b¨¢sicos: la coordinaci¨®n y la convergencia.
La coordinaci¨®n implica que los m¨²ltiples precandidatos de primarias deben quedar en uno por partido, dos en total. Solo en una elecci¨®n entre dos candidatos la regla de la mayor¨ªa relativa o pluralidad garantiza que el ganador recibir¨¢ apoyo mayoritario. De hecho, la variedad pol¨ªtica e ideol¨®gica de los precandidatos americanos se parece a la de los sistemas multipartidistas europeos: desde socialdem¨®cratas hasta liberales en el Partido Dem¨®crata y desde conservadores hasta populistas en el Republicano. La cuesti¨®n es si, al final, solo competir¨¢n dos.
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En el primer debate republicano, en septiembre, el populista Donald Trump, que se hab¨ªa identificado como dem¨®crata en el pasado, no se comprometi¨® a abstenerse de presentarse como tercer candidato si no gana la primaria republicana. El gesto pareci¨® una amenaza para atraer m¨¢s votantes en las primarias por miedo a que el campo republicano se rompa si ¨¦l no gana. Pero fue muy mal recibido y unas semanas despu¨¦s Trump convoc¨® una teatral rueda de prensa para firmar un compromiso de lealtad al Partido Republicano. Resulta intrigante que nadie haya pedido todav¨ªa al socialdem¨®crata Bernie Sanders, que fue alcalde por un Partido Progresista contra rivales dem¨®cratas y se present¨® y se mantuvo como independiente en la C¨¢mara de Representantes durante 15 a?os, que tambi¨¦n se comprometa a no convertirse en un tercer candidato si no gana la primaria dem¨®crata.
De hecho, suele haber terceros candidatos en casi todas las presidenciales. En consecuencia, m¨¢s de un tercio de los presidentes han ganado con un apoyo minoritario en votos populares. Los terceros candidatos tambi¨¦n han malogrado muchas elecciones en las que no ganaron, pero favorecieron al que habr¨ªa sido perdedor ente los otros dos. Entre los casos m¨¢s destacados: el dem¨®crata sudista John C. Breckinridge que favoreci¨® la victoria del republicano Abraham Lincoln en 1860, el progresista Theodore Roosevelt que favoreci¨® al dem¨®crata Woodrow Wilson en 1912, el dem¨®crata sudista George Wallace que favoreci¨® al republicano Richard Nixon en 1968, el independiente Ross Perot que favoreci¨® al dem¨®crata Bill Clinton en 1992 y 1996, y el verde Ralph Nader que favoreci¨® al republicano George W. Bush en 2000. Algo as¨ª puede volver a ocurrir en cualquier momento.
El otro objetivo, la convergencia, significa que si la coordinaci¨®n consigue seleccionar solo dos candidatos, la mejor estrategia es aproximarse a la preferencia del votante medio, que suele ser moderado. Sin embargo, en diversas ocasiones, unas primarias muy divididas han producido candidatos extremos que han sufrido enormes derrotas en la elecci¨®n presidencial. Entre los casos memorables est¨¢ el del republicano Barry Goldwater, que perdi¨® ante Lyndon Johnson en 1964, y el dem¨®crata George McGovern, que perdi¨® ante Richard Nixon en 1972, los dos por porcentajes casi iguales de votos populares: 38 a 61.
El inconveniente de las primarias es que pueden fallar en dos objetivos b¨¢sicos: coordinaci¨®n y convergencia
Algo as¨ª podr¨ªa ocurrir esta vez si los dos candidatos fueran, digamos, Donald Trump contra Hillary Clinton, o Bernie Sanders contra¡ qui¨¦n sabe ?quiz¨¢ Jeb Bush, si llegara a sobrevivir?
Pero aun si hay coordinaci¨®n y convergencia, el modelo de competencia por el votante medio predice un empate. De hecho, ha habido numerosos ganadores presidenciales con menos de medio punto de ventaja sobre el segundo. Entre ellos, Kennedy contra Nixon en 1960, y George W. Bush contra Al Gore en 2000. En esos casos, el desempate puede depender del recuento de votos en alg¨²n lugar, como Chicago o Miami en los casos mencionados.
Esta elecci¨®n presidencial ser¨¢ interesante porque el resultado siempre puede comportar sorpresas, ya sea por fallos en la coordinaci¨®n, falta de convergencia o desempates a medida. Pero las sorpresas ocurren porque los mecanismos institucionales que se usan ¡ªlas primarias y la regla de la mayor¨ªa relativa¡ª son altamente imperfectos, por no decir m¨¢s.
Josep M. Colomer es Profesor de Econom¨ªa Pol¨ªtica en la Universidad de Georgetown.
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