Esquirlas del fin del mundo
La geopol¨ªtica y sus extrav¨ªos nos obligan a todos a ser, tarde o temprano, exiliados
Todo empez¨® con un chileno: Basti¨¢n Alexis V¨¢squez fue el encargado de anunciarle al mundo el fin de la frontera entre Irak y Siria. En el v¨ªdeo de ISIS se hac¨ªa llamar Abu Safiyya de Chile. Sus padres en Noruega subra?yaron, apenas se les pregunt¨®, que Basti¨¢n, nacido y criado en Noruega, no ten¨ªa pasaporte chileno. Dej¨® el hip-hop, su primera pasi¨®n, despu¨¦s de amenazar de muerte a la familia real noruega. No se present¨® ante el juez que iba a ver su causa; reapareci¨® en el desierto armado de un Kal¨¢shnikov.
No sabemos hasta qu¨¦ punto Basti¨¢n quer¨ªa ser chileno; solo sabemos que hab¨ªa decidido con todas sus fuerzas no ser noruego. Elsa Desplace tampoco se sent¨ªa del todo francesa. Su padre lo era y su marido y su hijo, pero sol¨ªa decirle a sus t¨ªas y primos en Chile que era francesa solo por azar. Ese azar se llam¨® golpe de Estado de 1973, esa especie de gran estallido que puso Chile sangrientamente en el mapa. Como Basti¨¢n V¨¢squez, Elsa Desplace era una esquirla de ese estallido. No hab¨ªa lugar en su vida para la inocencia de creer que no existen ni los imperios ni los disparos, ni los secuestros. Pero prefiri¨®, al rev¨¦s de Basti¨¢n, seguir del lado de los que no disparan ni amenazan. Tocaba el violonchelo, le indignaba la injusticia. Su marido estaba enfermo el d¨ªa del concierto de Eagles of Death Metal, en el Bataclan. Su madre, Patricia San Mart¨ªn, bibliotecaria y dirigente sindical, decidi¨® acompa?arla para cuidar a Louis, su nieto de cinco a?os que tambi¨¦n asisti¨® al concierto.
Para algunos, el exilio es una bendici¨®n que agrega pa¨ªses donde vivir y quita patrias por las que morir
A Par¨ªs, la familia San Mart¨ªn lleg¨® en 1976 huyendo de los disparos y las amenazas que profer¨ªan los militares en nombre de la patria, Dios y la civilizaci¨®n occidental. Cuarenta a?os despu¨¦s, las metralletas defend¨ªan la civilizaci¨®n oriental, aunque segu¨ªan hablando de Dios y la patria: ese califato sin fronteras que anunciaba su compatriota Basti¨¢n V¨¢squez en el v¨ªdeo.
A la hora de los disparos, Elsa Desplace tuvo el reflejo de cubrir a su hijo con su cuerpo. Lo encontraron al final del secuestro, fingiendo ser una m¨¢s de las v¨ªctimas para escapar a la furia ciega de los secuestradores. Mi vida consciente empez¨® como la de Louis, haci¨¦ndome el muerto para no morir en mano de los militares chilenos. Despu¨¦s viv¨ª el exilio en Par¨ªs, los mismos a?os que Patricia San Mart¨ªn y su hija Elsa. Pude ser ellos, no lo fui, no puedo dejar de pensar en ellos cuando miro las velas y las flores en la plaza de la Rep¨²blica. Aunque a veces tambi¨¦n pienso que pude ser Basti¨¢n V¨¢squez y su ciega necesidad de inventarse un pa¨ªs para no perderse en el que lo adopt¨®.
Conozco mejor el miedo de Louis que el odio de Basti¨¢n, pero s¨¦ que, aunque son incomparables, son tambi¨¦n parte de un continuo. La geopol¨ªtica y sus extrav¨ªos nos obligan a todos a ser, tarde o temprano, exiliados. Algunos aprenden que esa es una bendici¨®n que te agrega pa¨ªses donde vivir y te quita patrias en nombre de las que morir. Otros no tienen esa valent¨ªa. Ante la incerteza de no saber de d¨®nde venimos ni ad¨®nde vamos, algunos matan para tener un lugar en el para¨ªso, otros mueren dejando para siempre marcado el suyo en la tierra. En esta tierra o en otra mejor, si eso es a¨²n posible.
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