Contra el aislamiento de una enfermedad curable
La tuberculosis es una de las muchas piedras en el camino de los refugiados. Kasem, sirio en Jordania, la sufri¨®, se recuper¨® y ahora se dedica a concienciar a sus compatriotas para que no la teman
Es probable que Abdulkarim Al Kasem, sirio de 35 a?os, se contagiase de tuberculosis en su propio coche, cuando transportaba a heridos de toda clase y condici¨®n para que recibieran asistencia m¨¦dica. Comenz¨® a hacerlo poco despu¨¦s de comenzar la guerra en su pa¨ªs, tras ver c¨®mo su cu?ado mor¨ªa en plena calle sin que nadie le prestase ayuda.
A partir de ah¨ª, en un territorio sumido en el caos, sin pertenecer a ninguno de los bandos en contienda, simplemente acud¨ªa donde se le necesitaba sin preguntar por raza, religi¨®n ni ideolog¨ªa para transportar a quien lo necesitaba a la cl¨ªnica u hospital m¨¢s cercano. En medio de este conflicto, en 2013, comenz¨® a sentirse cada vez m¨¢s d¨¦bil, a perder peso, a tener sudores fr¨ªos, a toser¡
Paralelamente, la polic¨ªa empez¨® a preguntar por ¨¦l a los m¨¦dicos con los que colaboraba. ?Qui¨¦n era aqu¨¦l tipo que transportaba a los heridos? ?De verdad no estaba alineado en ning¨²n bando? ?Por qu¨¦ lo hac¨ªa? La insistencia de los agentes le hicieron temer por su seguridad, y la debilidad de su cuerpo, por su salud. Le diagnosticaron una infecci¨®n sin mucha importancia y le prescribieron una medicaci¨®n que no hac¨ªa ning¨²n efecto al bacilo que realmente ten¨ªa alojado en sus pulmones.
A finales de ese a?o decidi¨® abandonar su pa¨ªs, como tantos otros cientos de miles de compatriotas. Sab¨ªa que en cualquier momento iba a ser arrestado y decidi¨® adelantarse a los acontecimientos. Junto a su mujer y sus por entonces tres hijos ¡ªahora tiene cuatro¡ª, hizo las maletas y se dirigi¨® a la frontera con Jordania en un viaje de una semana, lleno de paradas y dificultades. Hubieron de esperar dos d¨ªas en el l¨ªmite entre ambos pa¨ªses antes de ser admitidos. ¡°Cuando me preguntaron si ten¨ªa alguna enfermedad, ment¨ª, dije que estaba bien, aunque cada vez me sent¨ªa peor. Si hubiesen sabido que estaba malo, seguramente no me habr¨ªan dejado pasar¡±, relataba poco antes de intervenir en una charla sobre el problema de la tuberculosis entre los refugiados en la 46? conferencia internacional sobre la enfermedad que se celebr¨® la semana pasada en Ciudad del Cabo.
Esta dolencia, que se transmite por el aire y ha desbancado al sida como la m¨¢s mortal entre las infecciosas, es uno de los muchos problemas a los que se enfrentan quienes huyen de una muerte probable en sus pa¨ªses. Silenciosa, no siempre f¨¢cil de diagnosticar ni descubrir, pero curable en la mayor¨ªa de las ocasiones, tiene en la falta de tratamiento su oportunidad perfecta para viajar de unos pulmones a otros y propagarse entre aquellos que est¨¢n hacinados y d¨¦biles.
En Siria la tuberculosis tiene un gran estigma. Quienes la sufren son aislados y por eso la gente tiene mucho miedo a confesar que la padece
Los que llegan a Jordania desembarcan en un pa¨ªs que ya de por s¨ª ten¨ªa un sistema de salud muy justo para sus necesidades, y que ahora ha de atender las necesidades de m¨¢s de 600.000 refugiados sirios, casi un 10% de su poblaci¨®n total. A pesar de eso, seg¨²n Khaled Abu Rumman, responsable del programa nacional de tuberculosis, los servicios est¨¢n garantizados para todos. Si dejasen esta enfermedad inatendida, un brote se podr¨ªa convertir en un problema de primer orden. Sin embargo, el propio Rumma admite las dificultades a las que se enfrentan los refugiados, cuyo seguimiento es dif¨ªcil porque cambia con frecuencia de residencia y los materiales de detecci¨®n no son siempre los m¨¢s adecuados.
Quiz¨¢s por estas dificultades, los primeros m¨¦dicos jordanos que atendieron a Kasem volvieron a errar en el diagn¨®stico. No fue hasta que su esposa acudi¨® a una charla sobre tuberculosis destinada a los refugiados cuando empez¨® a pensar que ¨¦sa pod¨ªa ser su dolencia. ¡°Identific¨® en m¨ª todos los s¨ªntomas de los que le hab¨ªan hablado y fuimos a un centro de salud preguntando espec¨ªficamente por esa posibilidad¡±, relata.
Efectivamente, ten¨ªa tuberculosis. Por suerte, era la variante m¨¢s com¨²n, la que sufre el 95% de los 9,5 millones de infectados, que es curable con un tratamiento de seis meses y deja de resultar contagiosa a los pocos d¨ªas de comenzar la medicaci¨®n.
Pronto comenz¨® a recuperar fuerzas. Volvi¨® a andar, algo que ya a duras penas consegu¨ªa. Alojado en el piso de unos familiares con su esposa e hijos y sin ninguna ocupaci¨®n, cuando recobr¨® la salud tuvo claro a lo que iba a dedicar su tiempo: a concienciar sobre la enfermedad entre los refugiados, a explicarles los s¨ªntomas para que la identificasen y a ser una prueba viviente de que se puede salir de ella. ¡°En mi pa¨ªs la tuberculosis tiene un gran estigma. Quienes la sufren son aislados, se piensa que no debe interactuar con nadie y por eso la gente tiene mucho miedo a confesar que la padece. Incluso se lo llegan a ocultar a sus parejas y seres m¨¢s cercanos, algo que puede resultar muy peligroso, ya que es probable que los infectes¡±, cuenta Kasem.
A pesar de una larga convivencia con ¨¦l antes del diagn¨®stico, sus familiares tuvieron suerte y ninguno contrajo la enfermedad. Ahora, aspira a volver alg¨²n d¨ªa a su pa¨ªs, quiz¨¢s a la tienda de alimentaci¨®n donde sol¨ªa trabajar, para rehacer su vida. Y desea que alguno de sus cuatro ni?os pueda estudiar la carrera de medicina para ayudar a quienes tienen enfermedades como la suya.
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