Literatura frente al horror
?C¨®mo habr¨ªan sido las cosas si Mohamed Bouazid no hubiera ido al mercado en la ma?ana del 17 de diciembre de 2010?
1. Dec¨ªa Borges, el mejor lector moderno de Las mil y una noches: ¡°no hay acto que no sea coronaci¨®n de una infinita serie de causas y manantial de una infinita serie de efectos¡±. Y su reflexi¨®n abarca tanto el orden literario como el real. Por tomar un ejemplo reciente, sin la inmolaci¨®n por el fuego el 17 de diciembre de 2010 en la localidad tunecina de Sidi Bouzid del joven inform¨¢tico en paro Mohamed Buazid, cuyo puesto de verduras fue tumbado brutalmente por la polic¨ªa por carecer de autorizaci¨®n para vender su mercanc¨ªa, el movimiento popular de indignaci¨®n que barri¨® la satrap¨ªa de Ben Al¨ª no se hubiera producido y su contagio a la Libia de Gadafi y al Egipto de Mubarak -todo cuanto se conoce con el nombre de la primavera ¨¢rabe- no habr¨ªa sido el detonante del caos en el que actualmente se halla sumido todo el Oriente Pr¨®ximo y sus secuelas de violencia en Europa: masacre diaria de civiles en Irak y Siria, emergencia del autotitulado Califato Isl¨¢mico, hu¨ªda de millones de civiles, desembarco masivo de refugiados en Italia y Grecia, ataques de la coalici¨®n a los yihadistas, atentados sangrientos de estos contra los denominados ap¨®statas y cruzados¡ ?Qu¨¦ habr¨ªa ocurrido, me pregunto, si en la ma?ana del 17 de diciembre Mohamed Buazid no hubiera ido al mercado a causa de un resfriado o la agente de polic¨ªa hubiese permanecido de guardia en la comisaria? Las cosas no se habr¨ªan encadenado en la manera en que lo fueron o lo habr¨ªan hecho de forma y en tiempos distintos. La combinaci¨®n del azar y la fatalidad que gu¨ªan la vida y destino de los seres humanos confirma a diario el an¨¢lisis borgiano del genio narrativo de Sherazad.
2. La guerra sin l¨ªmites contra el terrorismo exige la permanente realidad del terror y su comercializaci¨®n en cuanto imprescindible mercanc¨ªa. La pr¨®spera industria armamentista que crea a escala mundial centenares de miles de empleos requiere como premisa indispensable la existencia de guerras como las que asuelan hoy a Siria e Irak, Libia y Sud¨¢n, Mali y Afganist¨¢n, Nigeria y Yemen. Las tensiones regionales constituyen tambi¨¦n un excelente mercado de cara a los pa¨ªses ¨¢rabes aliados de Occidente, pa¨ªses respetuosos al m¨¢ximo, como sabemos, de los valores democr¨¢ticos y de los derechos humanos como son Arabia Saud¨ª y los Emiratos petroleros del Golfo. Las armas que llegan a las manos de los grupos yihadistas solo pueden ser combatidas mediante los substanciosos contratos firmados con aquellos y su suministro secreto a intermediarios de doble juego como los que se enfrentan en nombre de un credo religioso o nacional: sun¨ªes contra chi¨ªes, kurdos contra turcos, partidarios y v¨ªctimas del tirano El Asad. De nuevo Borges: laberinto sin salida de la guerra al terrorismo y c¨ªrculo vicioso de ataques y respuestas en el que Obama, Putin y Hollande se hallan atrapados.
3. Cuando la sucesi¨®n de acontecimientos dram¨¢ticos sobrepasa los l¨ªmites de la comprensi¨®n, quien esto escribe se refugia en la lectura de Bouvard y P¨¦cuchet: imagina a los h¨¦roes (por cierto, muy poco heroicos) de Flaubert enzarzados en elucubraciones producto de su lectura de una abundante bibliograf¨ªa centrada en el tema terrorismo e islam. Han discutido la conveniencia de visitar los barrios sensibles de la banlieue para contactar con los j¨®venes seducidos por el discurso yihadista, estudiar sus manuales de educaci¨®n isl¨¢mica, indagar las razones de su desafecci¨®n de los valores republicanos y laicos de Francia. Bouvard sugiere entrevistar a un im¨¢n radical a f¨ªn de recabar su opini¨®n sobre el choque de civilizaciones profetizado por Huntington. P¨¦cuchet prefiere un estudio exhaustivo de la historia de Oriente Pr¨®ximo desde la ca¨ªda del califato otomano y las fronteras artificiales de los nuevos Estados creadas por los acuerdos Sykes-Picot. La transformaci¨®n del credo religioso en ideolog¨ªa belicista es el quid del problema, dice Bouvard. ?Qu¨¦ pasa por la mente de quien se inmola con un cintur¨®n de explosivos?, se pregunta P¨¦cuchet. Las docenas de libros escritos sobre el tema no nos lo aclaran. Quiz¨¢s un psiquiatra pueda procurarnos algunas pistas (Bouvard). ?Qu¨¦ diferencias hay entre los j¨®venes de la segunda generaci¨®n de inmigrantes y los conversos al islam? (P¨¦cuchet). Las familias conflictivas, el abandono escolar, el trapicheo con drogas¡ (Bouvard). En su mayor¨ªa son chicos en apariencia integrados que de la noche a la ma?ana asumen el discurso integrista (P¨¦cuchet). ?C¨®mo hacer frente a la avalancha de refugiados que se dirigen a la Union Europea como en la ¨¦poca de las invasiones de mongoles y t¨¢rtaros? ?No asistimos acaso a la decadencia de Occidente, al ocaso de las naciones blancas? (Bouvard). ?Los valores de fraternidad y tolerancia de nuestras sociedades son compatibles con las barreras de alambre de espino alzadas en Hungr¨ªa, Croacia, Eslovenia y Austria? ?C¨®mo distinguir entre aquella muchedumbre de refugiados a los aut¨¦nticos cristianos de los de origen musulm¨¢n? (P¨¦cuchet) ?Por qu¨¦ no ofrecerles a su llegada un sandwich de jam¨®n? (Bouvard). Acabo de leer en mi diccionario que en caso de gran amenaza o peligro pueden recurrir a la takiya, bueno, el disimulo de su fe y comerse el s¨¢ndwich (P¨¦cuchet). ?Qu¨¦ hacer entonces en caso de nuevos atentados? ?Cu¨¢les son los pa¨ªses m¨¢s seguros? (Bouvard). Los dos personajes flaubertianos intercambian conjeturas. Cuanto m¨¢s alejados de Eurabia y sus infiltrados, mejor. Noruega les atrae, pero la presencia de inmigrantes magreb¨ªes y turcos les llena de dudas. Islandia es m¨¢s segura, mas la severidad del clima les desanima. Ambos consultan la oferta de destinos tur¨ªsticos a para¨ªsos remotos y pl¨¢cidos. Con un sobresalto descubren que Sharm el Sheikh figura entre ellos. Abatidos, evocan las islas del Pac¨ªfico cuyos habitantes profesan el cristianismo. ?nicamente all¨ª pueden sentirse a salvo. Aunque quiz¨¢s¡
4. ¡°No est¨¦s donde no deber¨ªas estar. Ni en las terminales de aeropuerto de vuelos nacionales o a otros puntos de destino, ya sean comunitarios o al resto del mundo. Ni en las l¨ªneas de metro, trenes y autobuses, por muy seguras que te parezcan. Ni en caf¨¦s, discotecas y otros locales de esparcimiento nocturno. Ni en oficinas, talleres, f¨¢bricas y dem¨¢s lugares de trabajo. Tampoco en edificios administrativos, bancos y hospitales habitualmente atestados. Ni en estadios, conciertos raperos ni sitios incluidos por las agencias de viaje en sus circuitos tur¨ªsticos. Las horas punta y los atascos urbanos son particularmente peligrosos. Como los ascensores, rascacielos, grandes almacenes y aparcamientos subterr¨¢neos. Sobre todo, no te quedes en casa a hojear los peri¨®dicos, seguir la tele o follar con tu c¨®nyuge. ?ste ser¨¢ siempre nuestro objetivo estrat¨¦gico primordial¡±.
(El lector de este manifiesto premonitorio al que se refiere el punto 4, publicado hace ocho a?os en las p¨¢ginas del Exiliado de aqu¨ª y de all¨¢, lo hallar¨¢ en dicha novela junto a otras predicciones sombr¨ªas del futuro que nos aguarda en el mundo globalizado de hoy).
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