Es la credibilidad
Pedro S¨¢nchez gan¨® el debate frente a un Mariano Rajoy mal preparado
Pedro S¨¢nchez gan¨® claramente el debate del lunes por la noche y sali¨® muy reforzado como candidato a La Moncloa, mientras que Mariano Rajoy, que acudi¨® mal preparado, perdi¨® los papeles y sali¨® derrotado. El cara a cara celebrado entre los dos l¨ªderes desautoriz¨® el pron¨®stico inicial de un encuentro anodino entre representantes de dos viejos partidos desgastados por largas pr¨¢cticas bipartidistas: la ofensiva desencadenada por el socialista, pidiendo cuentas a Rajoy por la corrupci¨®n y la desigualdad social, permiti¨® una verdadera din¨¢mica de debate sobre algunos problemas graves, de los que Rajoy quer¨ªa zafarse y S¨¢nchez no le dej¨®.
Los argumentos esencialmente estad¨ªsticos con los que el presidente acudi¨® a la cita para apoyar su tesis general de la recuperaci¨®n econ¨®mica y de conservar el mismo rumbo chocaron con un rival que no solo trat¨® de restarle m¨¦ritos en ese terreno ¡ªatribuy¨¦ndoselos al BCE y a la ca¨ªda del precio del petr¨®leo¡ª, sino que sali¨® decidido a hundir la credibilidad del adversario.
Editoriales anteriores
S¨¢nchez coron¨® su ofensiva con la denuncia al presidente por no haber dimitido tras el SMS dirigido en su d¨ªa a Luis B¨¢rcenas y acus¨® de indecencia a Rajoy. Este, poco ducho en los debates que se producen m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras, se sinti¨® insultado y no supo reaccionar con los nervios de acero exhibidos por Nicolas Sarkozy en el cara a cara presidencial de 2007 frente a una pugnaz S¨¦gol¨¨ne Royal (¡°para ser presidente hay que mantener la calma¡±), sino que opt¨® por cubrir de insultos al adversario.
Lo que qued¨® claro es que Rajoy no estaba listo para el duelo con S¨¢nchez y que, por asombroso que parezca, no ten¨ªa previstas respuestas para las obvias acusaciones de corrupci¨®n ni para otras cuestiones planteadas. Lo que sufri¨®, como consecuencia de ello, fue la credibilidad del presidente.
Escandalizarse demasiado por una dosis (seguramente excesiva) de acritud en las formas no le quita valor a lo que ocurri¨® el lunes ante 9,7 millones de espectadores. Adem¨¢s de que son usos que forman parte del parlamentarismo en las democracias, sin la contundencia mostrada por S¨¢nchez las acusaciones de tongo al bipartidismo se habr¨ªan multiplicado. Tanto Pablo Iglesias como Albert Rivera tienen raz¨®n en que un debate con solo dos participantes no es suficientemente representativo de las fuerzas que compiten. Pero no tiene sentido jugar a hacerse los ofendidos por el tono bronco de los contendientes, tras haber repartido ellos descalificaciones a la casta o a la vieja pol¨ªtica.
A pocos d¨ªas de que se produzca un reajuste fundamental en el sistema pol¨ªtico, el verdadero problema de fondo es la ausencia de algo que pueda considerarse un proyecto por parte del presidente y candidato. Adem¨¢s, las cuentas pendientes del pasado que quedaron en evidencia el lunes auguran dificultades para la nueva cultura del pacto que habr¨¢ de emerger tras las elecciones del 20-D, si se confirma que el pr¨®ximo Parlamento estar¨¢ lleno de minor¨ªas que deber¨¢n entenderse para evitar la inestabilidad y lograr la necesaria regeneraci¨®n.
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