Negociaciones sin l¨ªneas rojas
Nada ni nadie est¨¢ por encima de la necesidad de soluciones de gobierno
Ninguna de las opciones pol¨ªticas que han concurrido a las elecciones del 20 de diciembre puede proclamarse ganadora de los comicios. Aunque el Partido Popular recogi¨® la mayor cuota de respaldo, lo hizo a costa de una cuantiosa sangr¨ªa de votos y esca?os que deja muy comprometida la reelecci¨®n de Mariano Rajoy. El Partido Socialista ha obtenido el peor resultado de su historia, aunque finalmente no haya resultado tan malo como se esperaba durante la campa?a. Podemos entra con cierta fuerza en el Parlamento, pero sin lograr su objetivo de rebasar al PSOE. Y Ciudadanos se instala en la pol¨ªtica espa?ola con menos espacio del esperado.
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As¨ª pues, ninguna de estas cuatro fuerzas se encuentra en condiciones de ponerse demasiado exigente y de marcar l¨ªneas rojas, como inmediatamente empez¨® a hacerlo Pablo Iglesias. Desde la noche misma de las elecciones, el l¨ªder de Podemos lanz¨® una tajante serie de condiciones (reforma constitucional, refer¨¦ndum en Catalu?a, refer¨¦ndum revocatorio a mitad del mandato presidencial), advirtiendo que, de no ser aceptadas, a ¨¦l le encantar¨ªa ir a la repetici¨®n de las elecciones; algo que quiz¨¢ beneficie a su estrategia partidista, pero que enviar¨ªa se?ales negativas sobre la estabilidad pol¨ªtica de Espa?a. El hombre que traza l¨ªneas rojas con tanto desparpajo simplemente dirige la tercera fuerza pol¨ªtica de este pa¨ªs ¡ªfruto, a su vez, de coaliciones¡ª, cuando no paraba de proclamarse en campa?a como el pr¨®ximo presidente del Gobierno espa?ol.
Lo que comienza ahora es un tiempo de negociaci¨®n, que hace falta desarrollar con transparencia. Y la actitud deseable de los l¨ªderes es justamente la contraria al establecimiento de l¨ªneas rojas y de condiciones sine qua non. Es evidente que el pueblo no ha entregado a nadie su confianza mayoritaria. Por tanto, esta es la hora de administrar responsablemente los resultados del 20-D. Hay que negociar una soluci¨®n de gobierno desde el convencimiento previo de que nadie est¨¢ en condiciones de exigir tajantemente a los dem¨¢s. Han sido unas elecciones sin triunfador, de modo que huelga embarrar el terreno con la siembra de l¨ªneas rojas antes de que empiece el juego.
Los partidos no est¨¢n en condiciones de volverse? exigentes, como ha hecho Pablo Iglesias
La posici¨®n de Espa?a y las vidas de sus ciudadanos pueden verse muy afectadas si se imponen el desenfado o la frivolidad. Ni siquiera la conveniencia de realizar sacrificios personales deber¨ªa ser un obst¨¢culo insalvable. Ning¨²n dirigente es insustituible. Ninguno. Si alguno de los aspirantes a La Moncloa lo fuera de verdad, los electores lo hubieran dejado mucho m¨¢s claro.
Tambi¨¦n hace falta realizar una lectura correcta de los resultados, libre del desenfoque que se ha dado a ciertos datos. En las elecciones del 20-D no se ha producido ning¨²n aplastamiento de los partidos cl¨¢sicos. Las fuerzas protagonistas del anterior sistema bipartidista han perdido muchos votos y esca?os, pero a¨²n sobrepasan a las fuerzas emergentes. Aqu¨ª no han ganado los j¨®venes contra los viejos, ni los nuevos partidos se han impuesto sobre viejas opciones. An¨¢lisis poco matizados pretenden abrir paso a esas interpretaciones, demasiado desenfocadas como para considerarlas algo m¨¢s que la continuaci¨®n de la lucha electoral por otros medios, probablemente pensando ya en una repetici¨®n de los comicios que pueda ser presentada como prueba de la buscada vulnerabilidad e inestabilidad de Espa?a.
Equivocarse en la gesti¨®n poselectoral equivale a poner en riesgo la estabilidad de Espa?a
Hay dos elementos clave que los negociadores deber¨ªan tener en cuenta. Uno de ellos tiene que ver con los riesgos econ¨®micos y financieros que representar¨ªa la falta de soluciones de gobierno en un plazo razonable. El otro es la siempre espinosa cuesti¨®n del independentismo catal¨¢n. Faltan pocos d¨ªas para que finalice el plazo de elecci¨®n del presidente de la Generalitat por el Parlamento de Catalu?a, y por tanto puede producirse un acuerdo de todos los independentistas para evitar la repetici¨®n de las elecciones en dicha comunidad. El conjunto de Espa?a necesita vivir esa situaci¨®n con algo m¨¢s que un Gobierno en funciones y un Parlamento en el que las fuerzas pol¨ªticas se tiran l¨ªneas rojas a la cabeza.
No hablemos de l¨ªos ni de laberintos imposibles. Ninguna de las fuerzas competidoras ha logrado sus objetivos en las elecciones del domingo pasado, pero de las urnas ha surgido, a la vez, una clara demanda de cambio y un deseo de estabilidad. Los operadores pol¨ªticos tienen que responder al mensaje de las urnas y para ello tienen que buscar soluciones constructivas, lejos de un est¨¦ril encastillamiento de posiciones.
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