Un pa¨ªs de ¡®hijos de¡¯
Francia est¨¢ convencida de su ¡®egalit¨¦¡¯, pero la realidad es que son los poseedores de ilustre patron¨ªmico quienes ocupan desde consejos de administraci¨®n hasta portadas de revistas
?Qu¨¦ tienen en com¨²n Marine Le Pen y L¨¦a Seydoux, hero¨ªna de la ?¨²ltima pel¨ªcula Bond? ?Qu¨¦ comparte un actor como Louis Garrel con el empresario Fran?ois-Henri Pinault? ?Y en qu¨¦ se parece la ex l¨ªder socialista Martine Aubry a la nueva imagen de Chanel, Lily-Rose Depp? La respuesta es sencilla: todos ellos son hijos de. Son las cabezas ?visibles de una nueva aristocracia que se ?extiende a lo largo y ancho de la sociedad francesa. No tendr¨¢n sangre azul ni alto copete, pero han logrado ocupar todas las sedes del poder, desde consejos de administraci¨®n y gabinetes ministeriales hasta portadas de revistas. Su ¨²nica arma es contar con un patron¨ªmico ilustre, convertido en la mejor herencia que tus progenitores te puedan dejar.
As¨ª suena la tesis de dos periodistas de investigaci¨®n, Aurore Gorius y Anne-No¨¦mie Dorion, que acaban de publicar en su pa¨ªs Fils et filles de¡ (La D¨¦couverte), un ensayo que se adentra en los c¨ªrculos de esos reto?os de familias pudientes en la patria de la supuesta ¨¦galit¨¦. Las autoras descubrieron que frecuentan los mismos colegios, ya sean inmemoriales instituciones cat¨®licas o escuelas Montessori de educaci¨®n biling¨¹e. Luego aprenden a jugar al tenis o a montar a caballo en los mismos clubes para happy few y, durante la adolescencia, frecuentan los mismos rallies, exclusivos cen¨¢culos de socializaci¨®n para los hijos de la aristocracia y la alta burgues¨ªa. No es extra?o que terminen emparej¨¢ndose o, por lo menos, trabajando en los mismos lugares, donde se apoyan inevitablemente en la escalera que conduce al poder.
Hace medio siglo, el soci¨®logo Pierre Bourdieu ya denunci¨® los mecanismos que garantizaban la reproducci¨®n de esos privilegios y fortificaban la jerarqu¨ªa social preexistente. Describi¨® a un pa¨ªs que, pese a creerse plenamente igualitario desde los tiempos de la Revoluci¨®n ¨Cla nobleza qued¨® oficialmente abolida en Francia en 1789¨C, se segu¨ªa dividiendo ¡°entre herederos y desheredados¡±. Las autoras del ensayo afirman que la situaci¨®n no ha mejorado. M¨¢s bien lo contrario. ¡°Esa nobleza nunca dej¨® de existir. Cincuenta a?os despu¨¦s, esos herederos no solo figuran en la esfera econ¨®mica y pol¨ªtica, sino tambi¨¦n en el ¨¢mbito cultural¡±, afirma Gorius. El libro arranca con una lista interminable de hijos de que dominan el mundo del espect¨¢culo, como Vincent Cassel, Chiara Mastroianni o Charlotte Gainsbourg, quien acaba de protagonizar una campa?a publicitaria al lado de¡ su propia hija. ¡°Es como si el propio apellido se hubiera convertido en un negocio¡±, apunta la autora, para quien ¡°la divisi¨®n entre las ¨¦lites y el pueblo es un problema central en la Francia de hoy¡±, convertida en ¡°una sociedad sin combustible, donde el ascensor social ha dejado de funcionar¡±.
Los expertos dicen lo mismo desde hace tiempo. El economista Thomas Piketty advierte que las desigualdades aumentan desde los ochenta, mientras que el joven soci¨®logo Camille Peugny ha alertado que el determinismo sigue plenamente vigente: cerca del 70% de los hijos de obreros siguen ocupando empleos de obrero. Sucede en muchos otros sitios, pero en una naci¨®n tan ¨ªntimamente convencida de su igualitarismo duele todav¨ªa m¨¢s. ¡°Estas dinast¨ªas cuentan con una ventaja considerable respecto al resto: la inmortalidad simb¨®lica. Cuando uno se apellida Peugeot, vive de una manera distinta, como si diera continuidad a lo que hicieron sus ancestros¡±, explica el soci¨®logo Michel Pin?on, que lleva d¨¦cadas estudiando a las clases acomodadas junto a su esposa, Monique Pin?on-Charlot. ¡°En cambio, un hijo de obrero no sabe ni c¨®mo se llamaban sus tatarabuelos. El efecto en la autoestima de unos y otros no es el mismo. Los hijos de no se sienten seres aislados, sino eslabones de una estructura superior que, a la vez, les confiere la convicci¨®n de ser individuos de excepci¨®n¡±. As¨ª les sigue tratando un pa¨ªs que cort¨® las cabezas de sus reyes, pero sin eliminar la corte.
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