Kawah Ijen: el infierno en la tierra
Los trabajadores del volc¨¢n indonesio se ganan la vida en uno de los entornos m¨¢s hostiles Desde 1968 han muerto 80 asfixiados, despe?ados, aplastados o tragados por la tierra
El azufre nace l¨ªquido y caliente, anaranjado, casi rojo como la sangre de la cabra sacrificada cada a?o para honrar al volc¨¢n. La deg¨¹ellan viva y lanzan su cabeza, envuelta en un pa?o de algod¨®n, a una grieta. Esperan serenarlo e impedir erupciones, avalanchas o explosiones de gas: su calma es aire; su furia, fuego.
"Debemos ser agradecidos y mostrar respeto, el volc¨¢n es poderoso y nadie quiere morir", explica Haliim, que extrae azufre a diario del cr¨¢ter del Kawah Ijen, en la isla de Java (Indonesia). Desde 1968 han muerto 80 trabajadores asfixiados, despe?ados, aplastados por piedras o tragados por la tierra tras caer en una grieta.
Los mineros caminan dos horas ladera arriba para llegar al cr¨¢ter, a 2.836 metros de altura. Cargan agua, arroz frito, tabaco y un mechero. Desde antes del alba atraviesan un bosque que desaparece al llegar al cr¨¢ter, en pocos metros, como si alguien hubiera arrancado los ¨¢rboles, reventado la tierra: un rayo, una bomba, tres erupciones volc¨¢nicas que hace 3.500 a?os crearon una caldera de casi 25 kil¨®metros de di¨¢metro formada por seis picos volc¨¢nicos de entre 1.200 y 3.050 metros. El paraje es parad¨®jico, vivo y eterno, rocas gigantescas y afiladas buscan las nubes alrededor de un lago inconmovible.
Cuenta la leyenda que el volc¨¢n siempre saluda a sus visitantes y que el forastero debe interpretar las andanadas de humo como bienvenida, advertencia o prohibici¨®n. Para la ciencia, m¨¢s as¨¦ptica, todo depende las condiciones meteorol¨®gicas. Si hay viento, sus r¨¢fagas esparcir¨¢n el humo por el cr¨¢ter asfixi¨¢ndolo todo. Si no, ascender¨¢ en una columna monol¨ªtica. Pero los humanos vivimos m¨¢s de creencias que de verdades...
Por un sendero esculpido en la roca recorren los 300 metros de desnivel que les separan de las entra?as del cr¨¢ter. Un descenso brusco a los Infiernos con pendientes de hasta el 60%. A la orilla del lago, en las grietas donde el volc¨¢n late a 250 grados, clavan las tuber¨ªas por las que saldr¨¢ el gas condensado en una sustancia l¨ªquida color azafr¨¢n. Otros tubos lo conducir¨¢n entonces hacia la tierra donde, al enfriarse, se endurecer¨¢ y oscurecer¨¢. Del naranja al amarillo, de gota a roca.
En el cr¨¢ter no hay vida. A veces lo sobrevuelan aves. Alguna, aturdida por el humo, cae al agua y muere. Azules vivos, grises inertes, rocas, vapores de olor acre y un silencio roto por la tos y el martilleo agudo del metal contra las rocas. M¨¢s de 200 mineros rompen a golpe de lanza las rocas de azufre. Aprietan los dientes y respiran a trav¨¦s de un trapo h¨²medo, una camiseta o un sarong que proteja algo su boca, su garganta¡ Alg¨²n capataz lleva el casco o la m¨¢scara que dej¨® un periodista, pero la mayor¨ªa trabaja sin protecci¨®n, sin guantes, sin gafas, sin botas, con un pa?uelo y una lanza de acero. Gladiadores sin escudos.
Donde hay hambre no hay pan duro, ni piedras irrompibles, ni humo asfixiante. Hay desgaste, cicatrices, llagas en los hombros, cortes en las manos, artrosis, escoliosis¡ La consecuencia visible de picar y cargar piedra cada d¨ªa. Dolor cotidiano, como el humo, el agua o el azufre. "El cuerpo duele por falta de h¨¢bito al principio, las primeras semanas. Pero los m¨²sculos y los huesos son como el bamb¨², aguantan m¨¢s de lo que parece, mucho m¨¢s", desdramatiza Mohamed mientras se fuma un cigarro.
Lecciones de geograf¨ªa
En la antigua Roma cre¨ªan que los cr¨¢teres de los Campos Fl¨¦greos eran puertas a los Infiernos, donde extra?os demonios sacud¨ªan la tierra y apagaban la luz del sol. En Indonesia, donde existen unos 130 volcanes activos y m¨¢s de cinco millones de personas viven o trabajan en zonas peligrosas, la percepci¨®n de la realidad es distinta. Sus casi 18.000 islas son hijas de la colisi¨®n de las placas euroasi¨¢tica, pac¨ªfica e indoaustraliana. Y sus 250 millones de habitantes viven sobre el llamado Anillo de fuego, una franja que recorre el planeta y aglutina el 75% de los volcanes activos y durmientes. Los terremotos son diarios y las erupciones habituales. Los ni?os no distinguen entre monta?as (gunung) y una monta?as de fuego (gunung api). El contacto cotidiano tamiza el fogonazo del primer encuentro. Las cicatrices de sus hombros acumulan d¨¦cadas de cr¨¢teres y su memoria aglutina volcanes desde siempre. La perspectiva no puede ser la del turista. Donde un occidental ve peligro, ellos ven una monta?a muy bella, viva, una diosa. La aman porque les alimenta con su azufre. Y la respetan porque puede matarles.
Trabajar en el Kawah Ijen es duro y peligroso, pero todos saben por qu¨¦ vale la pena: "con lo que gano mantengo a mi familia sin problemas y mis hijos, adem¨¢s, pueden estudiar. Y me queda para pagar el tabaco y otros placeres. En otros lugares es menos dinero y no es constante durante todo el a?o, aqu¨ª puedo trabajar todos los d¨ªas y s¨®lo dependo de mi. Y de que el volc¨¢n est¨¦ tranquilo¡", puntualiza Haliim. La ¨²ltima erupci¨®n grave fue en 1952. La pr¨®xima, seg¨²n los vulcan¨®logos, ser¨¢ en cualquier momento.
Clavan sus lanzas junto a las fumarolas volc¨¢nicas, donde el sulfuro de hidr¨®geno y el di¨®xido de azufre huelen a podrido y envenenan el aire, 40 veces m¨¢s t¨®xico que el m¨¢ximo recomendado en cualquier ciudad europea. Los mineros sufren lesiones en las enc¨ªas, los dientes y la tr¨¢quea; bronquitis, asma, enfisema, c¨¢ncer... Hasta las l¨¢grimas les duelen, el di¨®xido de azufre en sus ojos crea ¨¢cido sulf¨²rico: escozor durante d¨ªas, da?os a medio plazo.
Si Dante ten¨ªa raz¨®n y "quien sabe de dolor todo lo sabe", esos mineros son sabios: all¨ª te pica la garganta, te arde el pecho, te escuecen los ojos, te falta el aire. Toses, lloras, parpadear te abrasa. Boqueas como un pez fuera del agua. Te cubres la boca con un trapo, te descubres mirando al cielo y rez¨¢ndole a un volc¨¢n, implorando su clemencia...
El bamb¨² que se dobla es m¨¢s fuerte que el roble que resiste. Lo afirma un refr¨¢n asi¨¢tico y, tal vez por eso, una ca?a de bamb¨² es la que une las cestas en las que los mineros transportan las rocas. Ascienden cr¨¢ter arriba movi¨¦ndose como si no cargaran 70, 80, 90 kilos de piedras, como si el bamb¨² no cortara su piel. Tosen, sudan, se detienen, encienden un cigarro. R¨¢fagas de humo invaden el sendero. Caminan solos, su silencio roto por el crujido r¨ªtmico del bamb¨²: un gemido org¨¢nico, un lamento.
Y turistas...
Azules incre¨ªbles, geometr¨ªas afiladas, columnas de humo blanco, despe?aderos, hombres trabajando en el infierno¡ y turistas, muchos turistas fotografi¨¢ndolo todo: mochileros, excursiones organizadas desde Bali, asi¨¢ticos en grupo, occidentales de luna de miel¡Todos contemplan extasiados esa inquietante argamasa de seres humanos y naturaleza. Algunos observan alejados, otros se acercan al precicipio, los hay que descienden al cr¨¢ter aunque est¨¦ prohibido desde que una turista francesa muriera all¨ª a finales de los noventa. Fotograf¨ªan a los mineros desde lejos, intercambian fotos por monedas, charlan con ellos entre la incredulidad, la cordialidad y la empat¨ªa...
Nadie recuerda si fue un turista o un minero a quien se le ocurri¨® que un pedazo de azufre fuera un souvenir. Imagino que un turista: el eurocentrismo y el capitalismo nos hacen creer que todo est¨¢ en venta. Los mineros ba?an arbustos y piedras en azufre hirviendo y los venden como extra?as esculturas, bonsais de ramas amarillas y tortugas de caparazones minerales.
"Con esto gano uno o dos euros por pieza, a veces hasta cinco. Apenas tardo en hacerlos y no me quita fuerzas. Muchos d¨ªas no vendo nada, pero en un buen d¨ªa puedo vender dos o tres y ganar lo mismo que trabajando. Y una vez una turista me pag¨® y¡ ?me dio un beso!", recuerda sonriente Mohamed. El precio de la entrada al parque natural y el suplemento por la c¨¢mara, de 1,2 y 2,5 euros se destinan a tareas et¨¦reas como el ¡°mantenimiento general de la zona¡±.
El precio del trabajo
Cinco c¨¦ntimos de euro por kilo de azufre: si hacen dos o tres viajes, cargando entre 60 y 80 kilos cada vez, ganan de siete a 12 euros al d¨ªa, entre 200 y 300 al mes descansando cuatro d¨ªas. Un salario m¨ªsero en Occidente, un sueldo digno en un pa¨ªs donde el 40% de la poblaci¨®n vive con menos de tres euros al d¨ªa y las alternativas son arrozales y cafetales donde ganar 175 euros al mes en un buen a?o y, eso s¨ª, sufrir una devastaci¨®n f¨ªsica mucho menor.
Entre ocho y 10 toneladas de azufre viajan a diario a la gran ciudad, donde el precio se quintuplica. All¨ª la empresa explotadora, Gatot Subroto, volver¨¢ a tasarlo y lo redistribuir¨¢. Su valor crecer¨¢ exponencialmente seg¨²n las fluctuaciones del mercado. Sus aplicaciones son ubicuas e infinitas. Fertilizantes para tus verduras, neum¨¢ticos para tu coche, cerillas para tus fogones, az¨²car blanco para tu caf¨¦, jab¨®n contra tu acn¨¦, champ¨² contra tu caspa, p¨®lvora que alegre tus verbenas o te amenace en una guerra. Pinturas, pl¨¢sticos, bater¨ªas, pesticidas, medicamentos, conservantes alimentarios. El papel sobre el que todav¨ªa se imprimen los peri¨®dicos, el ba?o de paro que utilizan los rom¨¢nticos de la fotograf¨ªa anal¨®gica. Todo contiene azufre, hasta el agua del lago.
Un kil¨®metro cuadrado de aguas encajadas entre paredes de 200 metros. Nadar en esos verdes y azules imposibles ser¨ªa un sue?o, pero los 38.000 millones de metros c¨²bicos de agua contienen ¨¢cido sulf¨²rico y clorh¨ªdrico en concentraciones capaces de disolver ropa, metal y carne humana. El agua del lago ¨¢cido m¨¢s grande del planeta est¨¢ viva, como el volc¨¢n: su PH es como el del l¨ªquido de una bater¨ªa y a veces se acerca a la ebullici¨®n generando enormes burbujas de gas letales.
Impacto medioambiental
Sus filtraciones a r¨ªos cercanos contaminan m¨¢s de 35 kil¨®metros cuadrados de cultivos, reduce su producci¨®n agr¨ªcola y, por tanto, los salarios de la zona, y adem¨¢s provoca un descenso de la biodiversidad y un aumento de enfermedades graves como la fluorosis. El consumo de agua contaminada podr¨ªa causar trastornos en el crecimiento y reducir la esperanza de vida de sus habitantes. Y donde no lo empapa todo, lo riega con lluvia ¨¢cida, tan cotidiana como contaminante.
Reducir los da?os de las filtraciones ser¨ªa tan sencillo como construir un t¨²nel para llevar el agua ¨¢cida hasta el mar, pero ni el gobierno de Java ni la empresa explotadora se plantean hacerlo. Mientras tanto, la empresa energ¨¦tica Medco plantea aprovechar el potencial geot¨¦rmico del volc¨¢n, que podr¨ªa generar hasta 110 megavatios.
Adem¨¢s de quebrantar huesos y derechos, el m¨¦todo extractivo utilizado en Ijen es poco eficaz: s¨®lo se extrae el 20% de su potencial. Este m¨¦todo de extracci¨®n manual, habitual en volcanes de Chile, Italia o Nueva Zelanda, desapareci¨® a finales del s. XIX. Existen algunas minas volc¨¢nicas en los Andes, pero todas fueron modernizadas.
Preguntados por la mecanizaci¨®n, la respuesta es tajante: ¡°el d¨ªa que eso llegue, la mayor¨ªa perderemos el trabajo. Eso afectar¨¢ a nuestras familias, al futuro de nuestros hijos. A los turistas eso os parece horrible porque mir¨¢is con vuestros ojos, cre¨¦is que somos esclavos. No os equivoqu¨¦is, sabemos lo que hacemos, elegimos trabajar aqu¨ª y aqu¨ª seguiremos mientras la mina contin¨²e, el cuerpo aguante y el volc¨¢n quiera¡±.
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