Prostituci¨®n, la otra excepci¨®n tunecina
En Abdal¨¢ Guesh, el distrito rojo de la capital, est¨¢ permitido ejercer de forma legal la profesi¨®n ¡®m¨¢s vieja del mundo¡¯
¡°Cerrado los viernes¡±, reza un cartel a la entrada del barrio de Abdal¨¢ Guesh, en el coraz¨®n de la medina de T¨²nez, un amasijo de callejuelas y olores. Entre gatos que husmean la basura, dos agentes de polic¨ªa controlan el acceso a un l¨²gubre pasaje. Su entrada est¨¢ prohibida a las mujeres. La raz¨®n no responde a una interpretaci¨®n rigorista del islam, sino a la voluntad de impedir la competencia desleal.
Abdal¨¢ Guesh es el distrito rojo de la capital, y solo en sus enclaustradas calles est¨¢ permitido ejercer la prostituci¨®n de forma legal. Las empleadas viven en una especie de r¨¦gimen de internado. Solo pueden salir de permiso los fines de semana. El resto de d¨ªas disponen de asistentes que les compran comida, cigarrillos, alcohol o lo que necesiten. Incluso disponen de una unidad m¨¦dica permanente. En todo T¨²nez hay otros tres barrios dedicados al negocio de la prostituci¨®n, uno en cada una de las otras tres grandes ciudades del pa¨ªs.
La artista egipcia Leila Soliman dise?¨® una exposici¨®n dedicada al barrio que se exhibi¨® recientemente en Dream City, un festival de arte urbano que se celebra cada dos a?os en la medina de T¨²nez. ¡°Me interes¨® explorar c¨®mo funciona el sistema legal vigente en T¨²nez, y as¨ª imaginarme c¨®mo deb¨ªa ser en Egipto¡±, explica Soliman.
Durante la era colonial, la profesi¨®n descrita como ¡°la m¨¢s vieja del mundo¡± vivi¨® su ¨¦poca dorada en el mundo ¨¢rabe. Ya se sabe, hay que entretener a la soldadesca, ya sea en el tedio o en el combate. Sin embargo, no es cierto que antes de la conquista europea fuera ilegal. ¡°En el periodo otomano hab¨ªa un tipo de funcionario, el mezuar, dedicado espec¨ªficamente a controlar este sector econ¨®mico¡±, apunta Aya Rebai, que particip¨® en la investigaci¨®n previa a la exposici¨®n.
Por una cuesti¨®n de sanidad p¨²blica y para evitar el ¡°peligroso¡± mestizaje, la colonizaci¨®n francesa profundiz¨® este sistema de control estatal, que luego dejar¨ªa en herencia a la T¨²nez independiente. Actualmente, el sistema lo gestiona el Ministerio del Interior, que regula hasta el ¨²ltimo detalle: los ex¨¢menes de salud, dos veces por semana; el precio, 11 dinares (5 euros) por un servicio de un cuarto de hora; el horario de trabajo, de 8.00 a 23.00. Incluso se organizan turnos para las comidas de forma que no decaiga la oferta. Show must go on. Es el sistema de producci¨®n estajanovista aplicado al sexo. De ah¨ª que la exposici¨®n lanzara a los asistentes una pregunta: ?El Estado act¨²a de protector o de proxeneta?
De forma velada, Soliman sugiere el debate sobre si la prostituci¨®n debe ser legalizada o combatida. Esta misma cuesti¨®n ya gener¨® el pasado verano un acalorado debate entre los miembros de Amnist¨ªa Internacional. Finalmente, la ONG apost¨® por la legalizaci¨®n. ¡°La idea de que, al ser legal, las mujeres podr¨¢n denunciar los malos tratos y estar m¨¢s protegidas suena bien. El problema es que ante una polic¨ªa corrupta como la tunecina, los abusos y el chantaje contin¨²an presentes¡±, sostiene la joven egipcia. Rabie, su compa?era tunecina, la secunda.
Varias prostitutas expulsadas de Abdal¨¢ Guesh recientemente aseguran que la polic¨ªa les revel¨® que el Estado pretende ir cerrando progresivamente los distritos rojos de T¨²nez. Quiz¨¢ sea cierto, pues hace varias d¨¦cadas se contaban hasta 14, con alguno especializado en satisfacer el deseo homosexual. De ser cierto, T¨²nez, el ¨²nico pa¨ªs que ha culminado con ¨¦xito su tr¨¢nsito a la democracia, dejar¨¢ de ser el ¨²ltimo pa¨ªs ¨¢rabe donde la prostituci¨®n es a¨²n legal.
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