?Un mundo salvado?
Hay que preguntarse, sin embargo, si lo logrado en la COP21 de Par¨ªs es real, viable, factible. Hay que pensar si, en verdad, hemos dado un gran paso
Todav¨ªa se comenta a nivel global ¡ªcon entusiasmo, con prudencia o con escepticismo¡ª los resultados de la COP21 de Par¨ªs, la conquista de un acuerdo clim¨¢tico que, casi al filo de la hora y el riesgo, pone sobre la mesa de la Humanidad la posibilidad de no auto-destruirse, o por lo menos de no socavar, por cuenta propia, una m¨ªnima calidad de vida. Hay que preguntarse, sin embargo, si lo logrado es real, viable, factible. Hay que pensar si, en verdad, hemos dado un gran paso.
Lo hemos dado s¨ª, aun cuando sea por ahora solo una pisada t¨ªmida. Lo central y esperanzador del naciente documento que trata de luchar contra la amenaza del calentamiento global es que, por primera vez, todos se mojan para bajar el calor. A diferencia de lo ocurrido con el Protocolo de Kioto (1997), que compromet¨ªa solamente a las grandes potencias de entonces a reducir sus emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), ac¨¢ el compromiso es mundial, involucra a d¨¦biles y poderosos.
Desde el punto de vista de las relaciones internacionales, se trata de un cambio fundamental que en cierto modo reorganiza los v¨ªnculos, por lo general tensos, entre todas o casi todas las naciones. El riesgo clim¨¢tico ha propiciado que se bajen, en grados modestos pero reales, las defensas inexpugnables de lo que se concibe como ¡®soberan¨ªa¡¯. China y Estados Unidos, por citar a los dos pa¨ªses m¨¢s emblem¨¢ticos y m¨¢s emisores de GEI, han aterrizado finalmente en el pacto.
Con reticencias, discutiendo cada l¨ªnea, pero lo han hecho. Aunque ahora no se perciba con plena claridad, la disposici¨®n de ambas potencias para mojarse en esta tarea es sintom¨¢tica de c¨®mo ha crecido la conciencia sobre el problema y c¨®mo se comienzan a disolver (derretir acaso) las resistencias ideol¨®gicas o pragm¨¢ticas de los Estados. Las reticencias de la India (pr¨®ximamente el pa¨ªs m¨¢s poblado del planeta), por su parte, tambi¨¦n hablan de los baches que a¨²n persisten.
Este ¨²ltimo pa¨ªs fue el que simboliz¨®, quiz¨¢s con m¨¢s fuerza, una idea que sigue flotando en el imaginario del desarrollo: tenemos que hacerlo, m¨¢s o menos, c¨®mo lo hicieron los pa¨ªses que ahora est¨¢n en la c¨²spide del poder mundial. Poni¨¦ndolo en t¨¦rminos un poco rudos, la ¡®mejor calidad de vida¡¯ tiene que consistir en m¨¢s coches, m¨¢s artefactos el¨¦ctricos, m¨¢s infraestructura. M¨¢s consumo, sobre todo, porque se supone que eso es lo que nos lleva hacia cierta ¡®felicidad¡¯.
A partir del 2016, el acuerdo tendr¨¢ que ser firmado y sucesivamente ratificado. Entrar¨¢ en vigencia en 2020
Como escribo desde Latinoam¨¦rica, debo decir que por estos predios tambi¨¦n se suele creer lo mismo, a pesar de que la realidad de un planeta exprimiendo sus recursos en aras del ¡®progreso¡¯ hace crisis frecuentemente, en la figura del agotamiento de los recursos (bosques en esta regi¨®n, verbigracia), o hasta en el clamoroso estallido de un deterioro moral generalizado. Lo acordado en la COP21, si bien t¨ªmidamente, suelta un aire de cuestionamiento a ese torvo modus vivendi.
Habla de ¡°estilos de vida y pautas de consumo y producci¨®n sostenibles¡± como ¡°una contribuci¨®n importante a los esfuerzos por hacer frente al cambio clim¨¢tico¡±. En esa y otras entrel¨ªneas, est¨¢ sembrada la probabilidad de que la econom¨ªa, las finanzas, las inversiones, los aparatos productivos y la pr¨¢ctica social de los ciudadanos se desplacen hacia otro territorio. La econom¨ªa ¡®verde¡¯ o ¡®carbononeutral¡¯ es, por el momento, una utop¨ªa, una entelequia, pero ya est¨¢ puesta en el horizonte.
No es poca cosa en la turbulenta historia de nuestra especie. Mirko Lauer, columnista del diario peruano La Rep¨²blica, ha hecho un parang¨®n entre este acuerdo y la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos, de 1948, y tiene raz¨®n. El acuerdo de la COP21 pone los rieles para que, nunca m¨¢s, el problema clim¨¢tico (y el ambiental por extensi¨®n) sea ignorado y para que, a partir de este consenso alcanzando, tan dif¨ªcilmente entre 196 delegaciones, se vaya abriendo trocha legal y pol¨ªticamente.
A partir del 2016 el acuerdo tendr¨¢ que ser firmado y sucesivamente ratificado. Debe entrar en vigencia en el a?o 2020, cuando el Protocolo de Kioto fenezca. Se revisar¨¢ cada cinco a?os, en el entendido de que las ¡°contribuciones¡± ofrecidas por los pa¨ªses no alcanzan para que no sobrepasemos los peligrosos 2 grados cent¨ªgrados por encima de la temperatura global hacia fin del siglo. Sintom¨¢ticamente, los negociadores de Par¨ªs se han atrevido incluso a pretender que el esfuerzo sea por menos de 1.5 grados.
Es como decir ¡°sabemos que no alcanza¡±. La fuerza movilizadora de esos n¨²meros puede ser grande, aunque tienen raz¨®n los que sostienen que no sirven de mucho si no se menciona en el texto, expl¨ªcitamente, a las energ¨ªas f¨®siles. James Hansen, un cient¨ªfico estadounidense pionero de las investigaciones clim¨¢ticas, ha alertado en The Guardian sobre esa parte nebulosa del nuevo pacto y ha insistido en que la ¨²nica forma de detener la amenaza es gravar los combustibles emisores de GEI.
En suma, el mundo no est¨¢ salvado del serio desajuste al cual los propios humanos lo podr¨ªamos aproximar. Pero con lo acordado en Par¨ªs se pone a s¨ª mismo un salvavidas, que luego deber¨¢ transitar hacia otra forma de navegar por la comarca planetaria. No es el final, es el inicio de un combate que, a diferencia de las miserables guerras que nos envuelven, pueden implicar una nueva concepci¨®n de la seguridad internacional, de las normas ambientales internacionales y hasta de las relaciones humanas.
Ramiro Escobar es un periodista peruano especializado en temas internacionales y ambientales. Es profesor en la Pontificia Universidad Cat¨®lica y en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.
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