Desde abajo, por la izquierda y con la Tierra
Por, Arturo Escobar, antrop¨®logo colombiano, profesor de la University of North Carolina.
Serie Desaf¨ªos Latinoamericanos, 7
El pensamiento cr¨ªtico latinoamericano est¨¢ m¨¢s vibrante y din¨¢mico que nunca.
Las contribuciones te¨®rico-pol¨ªticas para repensar la regi¨®n reverberan a lo largo y ancho del continente, en los encuentros de los pueblos, en las mingas de pensamiento, en los debates de movimientos y colectivos, en las asambleas de comunidades en resistencia, en las movilizaciones de j¨®venes, mujeres, campesinos y ambientalistas, y sin duda tambi¨¦n en algunos de aquellos sectores que tradicionalmente se han considerado los espacios del pensamiento cr¨ªtico por excelencia, tales como las universidades, la academia y las artes.
Un listado de las tendencias m¨¢s notables del pensamiento cr¨ªtico latinoamericano tendr¨ªa que incluir, entre otras, las cr¨ªticas a la modernidad y a la teor¨ªa decolonial; los feminismos aut¨®nomos, decoloniales, y comunitarios; la diversa gama de debates ecol¨®gicos y de econom¨ªas alternativas, incluyendo la ecolog¨ªa pol¨ªtica, la econom¨ªa social y solidaria (ESS), las econom¨ªas comunales; las posiciones auton¨®micas; otras y nuevas espiritualidades; y las diferentes propuesta de transiciones civilizatorias, el posdesarrollo, el Buen Vivir, y el post-extractivismo. M¨¢s importante a¨²n, toda genealog¨ªa y cat¨¢logo del pensamiento latinoamericano debe incluir las categor¨ªas, saberes, y conocimientos de las comunidades mismas y sus organizaciones como uno de las expresiones m¨¢s potentes del pensamiento cr¨ªtico. Esta ¨²ltima proposici¨®n constituye el mayor desaf¨ªo para el pensamiento cr¨ªtico latinoamericano dado que la estructura epist¨¦mica de la modernidad (ya sea liberal, de derecha o de izquierda) se ha erigido sobre el borramiento efectivo de este nivel crucial del pensamiento, y es precisamente este nivel el que emerge, hoy en d¨ªa, con mayor claridad y contundencia.
Un an¨¢lisis de la coyuntura regional y planetaria y de c¨®mo esta se refleja en los debates te¨®rico-pol¨ªticos del continente nos lleva a postular las siguientes hip¨®tesis. Primero, que el pensamiento cr¨ªtico latinoamericano no est¨¢ en crisis, sino en efervescencia. Segundo, que los conocimientos de los pueblos en movimiento, de las comunidades en resistencia y de muchos movimientos sociales est¨¢n en la avanzada del pensamiento para las transiciones, y cobran una relevancia inusitada para la reconstituci¨®n de mundos ante las graves crisis ecol¨®gicas y sociales que enfrentamos, m¨¢s aun que los conocimientos de expertos, las instituciones y la academia. (Aclaro que esto no quiere decir que estos ¨²ltimos sean in¨²tiles, sino que ya son claramente insuficientes para generar las preguntas y pautas para enfrentar las crisis).
Para verlo de esta manera, sin embargo, es necesario ampliar el espacio epist¨¦mico y social de lo que tradicionalmente se ha considerado el pensamiento cr¨ªtico latinoamericano para incluir, junto al pensamiento de la izquierda, al menos dos grandes vertientes que desde las ¨²ltimas dos d¨¦cadas han estado emergiendo como grandes fuentes de producci¨®n cr¨ªtica: aquella vertiente que surge de las luchas y pensamientos ¡®desde abajo¡¯, y aquellas que est¨¢n sintonizadas con las din¨¢micas de la Tierra. A estas vertientes las llamaremos ¡®pensamiento auton¨®mico¡¯ y ¡®pensamiento de la Tierra¡¯, respectivamente. Mencionemos por lo pronto que el primero se refiere al pensamiento, cada vez m¨¢s articulado y discutido, que emerge de los procesos auton¨®micos que cristalizan con el Zapatismo pero que incluyen una gran variedad de experiencias y propuestas a lo largo y ancho del continente, desde el sur de M¨¦xico al suroccidente de Colombia, y desde all¨ª al resto del continente. Todos estos movimientos enfatizan la reconstituci¨®n de lo comunal como el pilar de la autonom¨ªa. Autonom¨ªa, comunalidad y territorialidad son los tres conceptos claves de esta corriente. Con pensamiento de la Tierra, por otro lado, nos referimos no tanto al movimiento ambientalista y a la ecolog¨ªa sino a aquella dimensi¨®n que toda comunidad que habita un territorio sabe que es vital para su existencia: su conexi¨®n indisoluble con la Tierra y con todos los seres vivos. M¨¢s que en conocimientos te¨®ricos, esta dimensi¨®n se encuentra elocuentemente expresada en el arte (tejidos), los mitos, las pr¨¢cticas econ¨®micas y culturales del lugar, y en las luchas territoriales y por la defensa de la Pacha Mama. Esto no la hace menos importante, sino quiz¨¢s m¨¢s, para la crucial tarea de todo pensamiento cr¨ªtico en la coyuntura actual, a la cual nos referiremos como ¡®la reconstituci¨®n de mundos¡¯.
As¨ª, quisiera definir el pensamiento cr¨ªtico latinoamericano como el entramado de tres grandes vertientes: el pensamiento de la izquierda, el pensamiento auton¨®mico y el pensamiento de la Tierra. Estas no son esferas separadas y preconstituidas sino que se traslapan, a veces aliment¨¢ndose mutuamente, otras en abierto conflicto. Mi argumento es que hoy en d¨ªa tenemos que cultivar las tres vertientes, manteni¨¦ndolas en tensi¨®n y en di¨¢logo continuo, abandonando toda pretensi¨®n universalizante y de poseer la verdad. Dicho de otra manera, a la formula zapatista de luchar ¡°desde abajo y por la izquierda¡±, hay que agregar una tercera base fundamental, ¡°con la Tierra¡± (hasta cierto punto impl¨ªcita en el zapatismo).
El pensamiento de la izquierda y la izquierda del pensamiento
Qu¨¦ tantas cosas es la izquierda: teor¨ªa, estrategia, pr¨¢ctica, historia de luchas, humanismo, ¨ªconos, emociones, canci¨®n, arte, tristezas, victorias y derrotas, revoluciones, momentos bellos y de horror, y muchas otras cosas. C¨®mo no seguir inspir¨¢ndonos en los momento m¨¢s hermosos de las luchas revolucionarias socialistas y comunistas a trav¨¦s de su potente historia; al menos para mi generaci¨®n, c¨®mo no seguir conmovi¨¦ndose por la carism¨¢tica figura del Che, o de un Camilo Torres esperando la muerte con un fusil en la mano que nunca dispar¨®, figuras estas que contin¨²an engalanando las paredes de las universidades p¨²blicas de Colombia y el continente y que a¨²n nos hacen sonre¨ªr al verlas. C¨®mo no pensar en el bello e intenso rojo de las banderas de las movilizaciones campesinas y proletarias de otrora, de campesinos aprendiendo a leer con los ubicuos libritos rojos, esperando marchar por el derecho a la tierra. C¨®mo no incorporar en toda lucha y en toda teor¨ªa los principios de justicia social, los imaginarios de igualdad de clase, y los ideales de libertad y emancipaci¨®n de la izquierda revolucionaria.
A nivel te¨®rico, es imperante reconocer las m¨²ltiples contribuciones del materialismo dial¨¦ctico y el materialismo hist¨®rico, su renovaci¨®n en el encuentro con el desarrollismo (dependencia), el ambientalismo (marxismo ecol¨®gico), el feminismo, la teolog¨ªa de la liberaci¨®n, el postestructuralismo (Laclau y Mouffe), la cultura (Stuart Hall) y lo poscolonial. Sin embargo, aunque esta amplia gama de teor¨ªas sigue siendo claramente relevante, hoy en d¨ªa, reconocemos con facilidad los inevitables apegos modernistas del materialismo hist¨®rico (como su aspiraci¨®n a la universalidad, la totalidad, la teleolog¨ªa y la verdad que se le cuelan aun a trav¨¦s del agudo lente anal¨ªtico de la dial¨¦ctica). M¨¢s a¨²n, no se puede desconocer que vamos aprendiendo nuevas formas de pensar la materialidad, de la mano de la ecolog¨ªa econ¨®mica, las teor¨ªas de la complejidad, la emergencia, la autopoiesis y la auto-organizaci¨®n y de las nuevas formas de pensar la contribuci¨®n de todo aquello que qued¨® por fuera en la explicaci¨®n modernista de lo real, desde los objetos y las ¡®cosas¡¯ con su ¡®materialidad vibrante¡¯ hasta todo el rango de lo no-humano (microrganismos, animales, m¨²ltiples especies, minerales), que tanto como las relaciones sociales de producci¨®n son determinantes de las configuraciones de lo real. En estas nuevas ¡®ontolog¨ªas materialistas¡¯ hasta las emociones, los sentimientos, y lo espiritual tienen cabida como fuerzas activas que producen la realidad.
Quisiera recalcar dos nociones de este breve recuento. Por un lado, la ruptura de los nuevos materialismos con el antropocentrismo de los materialismos de la modernidad. Del otro, y como corolario, el ¡®desclasamiento epist¨¦mico¡¯ a que se ven abocadas aquellas vertientes que usualmente consideramos de izquierda. Por desclasamiento epist¨¦mico me refiero a la necesidad de abandonar toda pretensi¨®n de universalidad y de verdad, y una apertura activa a aquellas otras formas de pensar, de luchar y de existir que van surgiendo, a veces con claridad y contundencia, a veces confusas y titubeantes, pero siempre afirmativas y apuntando a otros modelos de vida, en tantos lugares de un continente que pareciera estar cercano a la ebullici¨®n. Este desclasamiento convoca a los pensadores de izquierda a pensar m¨¢s all¨¢ del episteme de la modernidad, a atreverse a abandonar de una vez por todas sus categor¨ªas m¨¢s preciadas, incluyendo el desarrollo, el crecimiento econ¨®mico y el mismo concepto de ¡®hombre¡¯. Los conmina a sentipensar con la Tierra y con las comunidades en resistencia para rearticular y enriquecer su pensamiento.
El pensamiento desde abajo
Un fantasma recorre el continente: el fantasma del autonomismo.
El autonomismo, es una fuerza te¨®rico-pol¨ªtica que comienza a recorrer Abya Yala/Afro/Latino-Am¨¦rica de forma sostenida, contra viento y marea y a pesar de sus altibajos. Surge de la activaci¨®n pol¨ªtica de la existencia colectiva y relacional de una gran variedad de grupos subalternos ¨Cind¨ªgenas y afrodescendientes, campesinos, pobladores de los territorios urbanos populares, j¨®venes, mujeres solidarias. Es la ola creada por los condenados de la tierra en defensa de sus territorios ante la avalancha del capital global neoliberal y la modernidad individualista y consumista. Se le ve en acci¨®n en tantas movilizaciones de las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, en encuentros inter-epist¨¦micos, en mingas de pensamiento, cumbres de los pueblos, y en convergencias de todo tipo donde los protagonistas centrales son los conocimientos de las comunidades y los pueblos que resisten desde las l¨®gicas de vida de sus propios mundos. Involucra a todos aquellos que se defienden del desarrollo extractivista porque saben muy bien que ¡°para que el desarrollo entre, tiene que salir la gente¡±. Son los que luchan, como sostienen los zapatistas, por un mundo donde quepan muchos mundos. Aquellos ¡°que ya se cansaron de no ser y est¨¢n abriendo el camino¡± (M. Rozental), de los sujetos de la digna rabia, de todas y todos los que luchan por un lugar digno para los pueblos del color de la Tierra.
A nivel te¨®rico, el autonomismo se relaciona con una gran variedad de tendencias, desde el pensamiento decolonial y los estudios subalternos y postcoloniales hasta las epistemolog¨ªas del sur y la ecolog¨ªa pol¨ªtica, entre otros. Tiene un parentesco claro con nociones tales como la descolonizaci¨®n del saber, la justicia cognitiva y la inter-culturalidad. Pero su peso te¨®rico¨Cpol¨ªtico gravita en torno a tres grandes conceptos: autonom¨ªa, comunalidad y territorialidad, solo el primero de los cuales tiene alguna genealog¨ªa en las izquierdas, especialmente en el anarquismo. El autonomismo tiene su raz¨®n de ser en la profundizaci¨®n de la ocupaci¨®n ontol¨®gica de los territorios y los mundos-vida de los pueblos-territorio por los extractivismos de todo tipo y por la globalizaci¨®n neoliberal. Esta ocupaci¨®n es realizada por un mundo hecho de un mundo (capitalista, secular, liberal, moderno, patriarcal), que se arroga para si el derecho de ser ¡®el Mundo¡¯, y que reh¨²sa relacionarse con todos esos otros mundos que se movilizan cada vez con mayor claridad conceptual y fuerza pol¨ªtica en defensa de sus modelos de vida diferentes. El autonomismo nos habla de sociedades en movimiento, m¨¢s que de movimientos sociales (R. Zibechi, refiri¨¦ndose a la ola de insurrecciones ind¨ªgeno-populares que llevaran al poder a Evo Morales), y podr¨ªamos hablar con mayor pertinencia aun de mundos en movimiento, porque aquello que emerge son verdaderos mundos relacionales, donde prima lo comunal sobre lo individual, la conexi¨®n con la Tierra sobre la separaci¨®n entre humanos y no-humanos, y el buen vivir sobre la econom¨ªa.
En el lenguaje de la ¡®ontolog¨ªa pol¨ªtica¡¯, podemos decir que muchas luchas ¨¦tnico-territoriales pueden ser vistas como luchas ontol¨®gicas ¨C por la defensa de otros modelos de vida. Interrumpen el proyecto globalizador de crear un mundo hecho de un solo mundo. Dichas luchas son cruciales para las transiciones ecol¨®gicas y culturales hacia un mundo en el que quepan muchos mundos (el pluriverso). Constituyen la avanzada de la b¨²squeda de modelos alternativos de vida, econom¨ªa, y sociedad. Son luchas que enfrentan ¡®entramados comunitarios¡¯ y ¡®coaliciones de corporaciones transnacionales¡¯ (Raquel Guti¨¦rrez A.), buscando la reorganizaci¨®n de la sociedad sobre la base de autonom¨ªas locales y regionales; la autogesti¨®n de la econom¨ªa bajo principios comunales, aun si articuladas con el mercado; y una relaci¨®n con el Estado pero solamente para neutralizar en lo posible la racionalidad del estado. En resumen, son luchas que buscan organizarse como los poderes de una sociedad otra, no-liberal, no-estatal y no-capitalista.
La autonom¨ªa es de esta forma una pr¨¢ctica te¨®rico-pol¨ªtica de los movimientos ¨¦tnico-territoriales ¨C pensarse de adentro hacia afuera, como dicen algunas l¨ªderes afrodescendientes en Colombia, o cambiando las tradiciones tradicionalmente y cambiando la forma de cambiar, como dicen en Oaxaca. ¡°La clave de la autonom¨ªa es que un sistema vivo encuentra su camino hacia el momento siguiente actuando adecuadamente a partir de sus propios recursos¡±, nos dice el bi¨®logo Francisco Varela, definici¨®n que aplica a las comunidades. Implica la defensa de algunas pr¨¢cticas as¨ª como la transformaci¨®n e invenci¨®n de otras. Podemos decir que en su mejor acepci¨®n la autonom¨ªa es una teor¨ªa y pr¨¢ctica de la inter-existencia, una herramienta de dise?o para el pluriverso.
El objetivo de la autonom¨ªa es la realizaci¨®n de lo comunal, entendida como la creaci¨®n de las condiciones para la autocreaci¨®n continua de las comunidades (su autopoiesis) y para su acoplamiento estructural exitoso con sus entornos cada vez m¨¢s globalizados. Las nociones de comunidad est¨¢n reapareciendo en diversos espacios epist¨¦mico-pol¨ªticos, incluyendo las movilizaciones de ind¨ªgenas, afrodescendientes y campesinos, sobre todo en M¨¦xico, Bolivia, Colombia, Ecuador y Per¨². Cuando se habla de comunidad se usa en varios sentidos: comunalidad, lo comunal, lo popular-comunal, las luchas por los comunes, comunitismo (activismo comunitario). La comunalidad (la condici¨®n de ser comunal) constituye el horizonte de inteligibilidad de las culturas de la Am¨¦rica profunda e igualmente de luchas nuevas, aun en contextos urbanos; es una categor¨ªa central en la vida de muchos pueblos, y continua siendo su vivencia o experiencia m¨¢s fundamental. Todo concepto de comunidad en este sentido se entiende de forma no esencialista, comprendiendo ¡®la comunidad¡¯ en toda su heterogeneidad e historicidad, siempre surti¨¦ndose de la ancestralidad (el tejido relacional de la existencia comunal), pero abierta hacia el futuro en su autonom¨ªa.
Como dicen los comuneros ind¨ªgenas misak del Norte del Cauca de Colombia, hay que ¡°recuperar la tierra para recuperarlo todo ¡ por eso tenemos que pensar con nuestra propia cabeza, hablando nuestro propio idioma estudiando nuestra historia, analizando y transmitiendo nuestras propias experiencias as¨ª como la de otros pueblos¡± (Cabildo Ind¨ªgena de Guambia, 1980, citado en Quijano 2012: 257). O como lo expresan los nasa en su movilizaci¨®n, la minga social y comunitaria, "la palabra sin acci¨®n es vac¨ªa. La acci¨®n sin la palabra es ciega. La acci¨®n y palabra sin el esp¨ªritu de la comunidad son la muerte". Autonom¨ªa, comunalidad, territorio, y relacionalidad aparecen aqu¨ª ¨ªntimamente ligados, constituyendo todo un marco te¨®rico-pol¨ªtico original dentro de esta segunda vertiente del pensamiento cr¨ªtico de Abya Yala/Afro/Latino-Am¨¦rica.
El pensamiento de la Tierra
La relacionalidad ¨C la forma relacional de ser, conocer y hacer ¨C es el gran correlato de la autonom¨ªa y la comunalidad. As¨ª puede verse en muchas cosmovisiones de los pueblos, tales como la filosof¨ªa africana del Muntu o concepciones de la Madre Tierra como la Pachamama, ?uke mapu, o Mama Kiwe, entre muchas otras. Tambi¨¦n est¨¢ impl¨ªcita en el concepto de crisis civilizatoria, siempre y cuando se asume que la crisis actual es causada por un modelo particular de mundo (una ontolog¨ªa), la civilizaci¨®n moderna de la separaci¨®n y la desconexi¨®n, donde humanos y no humanos, mente y cuerpo, individuo y comunidad, raz¨®n y emoci¨®n, etc. se ven como entidades separadas y autoconstituidas.
Las ontolog¨ªas o mundos relacionales se fundamentan en la noci¨®n de que todo ser vivo es una expresi¨®n de la fuerza creadora de la tierra, de su auto-organizaci¨®n y constante emergencia. Nada existe sin que exista todo lo dem¨¢s (¡°soy porque eres¡±, porque todo lo dem¨¢s existe, dicta el principio del Ubuntu surafricano). En las palabras del ec¨®logo y te¨®logo norteamericano Thomas Berry, ¡°la Tierra es una comuni¨®n de sujetos, no una colecci¨®n de objetos¡±. El Mandato de la Tierra del que hablan muchos activistas nos conmina por consecuencia a ¡®vivir de tal forma que todos puedan vivir¡¯. Este mandato es atendido con mayor facilidad por los pueblos-territorio: ¡°Somos la continuidad de la tierra, miremos desde el coraz¨®n de la tierra¡± (Marcus Yule, gobernador nasa). No en vano es la relaci¨®n con la Tierra central a las luchas ind¨ªgenas, afro, y campesinas en el contexto actual.
Desde esta perspectiva, el gran desaf¨ªo para la izquierda y al autonomismo es aprender a sentipensar con la Tierra. Escuchar profundamente tanto el grito de los pobres como el grito de la Tierra (L. Boff, Laudato Si). Es refrescante pensar que de las tres vertientes mencionadas la m¨¢s antigua es esta tercera. Viene desde siempre, desde que los pueblos aprendieron que eran Tierra y relaci¨®n, expresiones de la fuerza creadora del universo, que todo ser es ser-Tierra. Podemos decir, sin caer en anacronismo alguno, que las ¡®cosmogon¨ªas¡¯ de muchas culturas del mundo son el pensamiento primigenio de la Tierra. Es el pensamiento cosmoc¨¦ntrico de los tejidos y entramados que conforman la vida, aquel que sabe, porque siente, que todo en el universo est¨¢ vivo, que la conciencia no es prerrogativa de los humanos sino una propiedad distribuida en todo el espectro de la vida. Es el pensamiento de aquellos que defienden la monta?a contra la miner¨ªa porque ella es un ser vivo (M. de la Cadena), o los p¨¢ramos y nacimientos de agua porque son el origen de la vida, con frecuencia lugares sagrados donde lo humano, lo natural, y lo espiritual se funden en un complejo entramado vital.
El pensamiento de la tierra subyace las concepciones de territorio. ¡°Tierra puede tener cualquiera, pero territorio es otra cosa¡±, dicen algunos mayores afrodescendientes en el Pac¨ªfico colombiano, gran territorio negro. El territorio es el espacio para la enacci¨®n de mundos relacionales. El territorio es el lugar de aquellos que cuidan la tierra, como lucidamente lo expresaran las mujeres de la peque?a comunidad negra de La Toma en el Norte del Cauca, movilizadas contra la miner¨ªa ilegal de oro: ¡°A las mujeres que cuidan de sus territorios. A las cuidadoras y los cuidadores de la Vida Digna, Sencilla y Solidaria. Todo esto que hemos vivido ha sido por el amor que hemos conocido en nuestros territorios. Nuestra tierra es nuestro lugar para so?ar con dignidad nuestro futuro. Tal vez por eso nos persiguen, porque queremos una vida de autonom¨ªa y no de dependencia, una vida donde no nos toque mendigar, ni ser v¨ªctimas¡± (Carta abierta de Francia M¨¢rquez, l¨ªder de La Toma, abril 24 del 2015). Marchando y defendiendo sus derechos, las mujeres de La Toma afirman que ¡°el territorio es la vida y la vida no se vende, se ama y se defiende¡±.
Tambi¨¦n encontramos el pensamiento de la Tierra en la cosmoacci¨®n de muchos pueblos indignas. El Plan de Vida del pueblo misak, por ejemplo, se explica como una propuesta de ¡°construcci¨®n y reconstrucci¨®n de un espacio vital para nacer, crecer, permanecer y fluir. El plan es una narrativa de vida y sobrevivencia, es la construcci¨®n de un camino que facilita el tr¨¢nsito por la vida, y no la simple construcci¨®n de un esquema metodol¨®gico de planeaci¨®n¡± (en: Quijano 2012: 263). Por esto, muchos pueblos describen su lucha pol¨ªtica como ¡®la liberaci¨®n de la Madre Tierra¡±. La pregunta clave para estos movimiento es: ?c¨®mo mantener las condiciones para la existencia y la re-existencia frente al embate desarrollista, extractivista y modernizador? Esta pregunta y el concepto de liberaci¨®n de la Madre Tierra, son potentes conceptos para toda pr¨¢ctica pol¨ªtica en el presente: para la izquierda y los procesos auton¨®micos tanto como para las luchas ambientales y por otros modelos de vida. Vinculan justicia ambiental, justicia cognitiva, autonom¨ªa, y la defensa de mundos (J. Mart¨ªnez-Alier, V. Toledo).
Para nosotros, los urbano-modernos, que vivimos en los espacios m¨¢s marcados por el modelo liberal de vida (la ontolog¨ªa del individuo, la propiedad privada, la racionalidad instrumental y el mercado), la relacionalidad constituye un gran desaf¨ªo, dado que se requiere un profundo trabajo interior personal y colectivo para desaprender la civilizaci¨®n de la desconexi¨®n, del economismo, la ciencia y el individuo. Quiz¨¢s implica abandonar la idea individual que tenemos de pr¨¢ctica pol¨ªtica radical. ?C¨®mo tomamos en serio la inspiraci¨®n de la relacionalidad? ?C¨®mo re-aprendemos a inter-existir con todos los humanos y no-humanos? ?Debemos recuperar cierta intimidad con la Tierra para re-aprender el arte de sentipensar con ella? ?Como hacerlo en contextos urbanos y descomunalizados?
?Salir de la modernidad?
El desclasamiento epist¨¦mico de la izquierda implica atreverse a cuestionar el desarrollo y la modernidad. Solo de esta forma podr¨¢ el pensamiento de izquierda participar en pensar y construir las transiciones civilizatorias que se adumbran desde el pensamiento auton¨®mico y de la Tierra. Como es bien sabido, el progresismo de las ¨²ltimas dos d¨¦cadas ha sido profundamente modernizador, y su modelo econ¨®mico est¨¢ basado en el n¨²cleo duro de premisas de la modernidad, incluyendo el crecimiento econ¨®mico y el extractivismo.
Tanto en el Norte Global como en el Sur Global, el pensamiento de las transiciones tiene muy claro que las transiciones deben ir m¨¢s all¨¢ del modelo de vida que se ha impuesto en casi todos los rincones del mundo con cierta visi¨®n dominante de la modernidad. Salir de la modernidad solo se lograr¨¢ caminando apoyados en las tres vertientes mencionadas. Sanar la vida humana y la Tierra requieren de una verdadera transici¨®n ¡°del per¨ªodo cuando los humanos eran una fuerza destructiva sobre el planeta Tierra, al per¨ªodo cuando los humanos establecen una nueva presencia en el planeta de forma mutuamente enriquecedora¡± (T. Berry). Significa caminar decididamente hacia una nueva era, que algunos denominan como ¡®Ecozoica¡¯ (la casa de la vida; T. Berry/L. Boff). El cambio clim¨¢tico es solamente una de las manifestaciones m¨¢s patentes de la devastaci¨®n sistem¨¢tica de la vida por la modernidad capitalista.
La liberaci¨®n de la madre Tierra, concebida desde el cosmocentrismo y la cosmoacci¨®n de muchos pueblos-territorio, nos invitan a ¡®diso?ar¡¯ el dise?o de mundos. Este acto de diso?acion y de dise?o tiene como objetivo reconstituir el tejido de la vida, de los territorios, y de las econom¨ªas comunalizadas. Como lo dice un joven misak, se trata de convertir el dolor de la opresi¨®n de siglos en espereza y est¨¢ en la base de la autonom¨ªa. Para los activistas afrocolombianos del Pac¨ªfico, tan impactado por las locomotoras desarrollistas, esta regi¨®n es un Territorio de Vida, Alegr¨ªa, Esperanza, y Libertad. Hay un sabio principio para la pr¨¢ctica pol¨ªtica de todas las izquierdas en la noci¨®n de tejer la vida en libertad.
Las tres vertientes presentadas no constituyen un modelo aditivo sino de m¨²ltiples articulaciones. No son paradigmas que se reemplazan n¨ªtidamente unos a otros. Queda claro, sin embargo, la necesidad de que la izquierda y el autonomismo (y el humano) devengan Tierra. El humano ¡®post-humano¡¯ ¨C aquel ¡®humano¡¯ que emerja del final del antropocentrismo ¨C habr¨¢ de aprender de nuevo a existir como ser vivo en comunidades de humanos y no-humanos, en el ¨²nico mundo que verdaderamente compartimos que es el planeta. La re-comunalizaci¨®n de la vida y la re-localizaci¨®n de las econom¨ªas y la producci¨®n de los alimentos en la medida de lo posible ¨C principios claves de los activismos y dise?os para la transici¨®n ¨C se convierten en principios apropiados para la pr¨¢ctica te¨®rico-pol¨ªtica del presente. En esto yace la esperanza; al fin y al cabo, ¡°la esperanza no es la certeza de que algo pasar¨¢, sino de que algo tiene sentido, pase lo que pase¡± (G. Esteva).
Aquellos que aun insistan en la v¨ªa del desarrollo y la modernidad son suicidas, o al menos ecocidas, y sin duda hist¨®ricamente anacr¨®nicos. Por el contrario, no son rom¨¢nticos ni ¡®infantiles¡¯ aquellos que defienden el lugar, el territorio, y la Tierra; constituyen la avanzada el pensamiento pues est¨¢n en sinton¨ªa con la Tierra y entienden la problem¨¢tica central de nuestra coyuntura hist¨®rica, las transiciones hacia otros modelos de vida, hacia un pluriverso de mundos. No podemos imaginar y construir el postcapitalismo (y el postconflicto) con las categor¨ªas y experiencias que crearon el conflicto (particularmente el desarrollo y el crecimiento econ¨®mico). Saltar al Buen Vivir sin completar la fase de industrializaci¨®n y modernizaci¨®n es menos rom¨¢ntico que completarla, ya sea por la v¨ªa de la izquierda o de la derecha. No podemos construir lo nuestro con lo mismo ¡ lo posible ya se hizo, ahora vamos por lo imposible (Activistas ind¨ªgenas, campesinos y Afrodescendientes, Tramas y Mingas por el Buen Vivir, Popay¨¢n, 2014).
Podremos atrevernos a afirmar que Abya Yala/Afro/Latino-Am¨¦rica hoy presenta al mundo, en la complejidad de su pensamiento cr¨ªtico en las tres vertientes tan esquem¨¢ticamente resumidas, un modelo diferente de pensar, de mundo, y de vida. En esto ¨C y a pesar de todas las tensiones y contradicciones entre las vertientes y al interior de cada una de ellas ¨C radicar¨ªa ¡®la diferencia latinoamericana¡¯ para la primera mitad del Siglo XXI. Algo que si podemos decir con certeza, con la gran Mercedes Sosa, es que pueblos, colectivos, movimientos, artistas e intelectuales caminan la palabra ¡®por la cintura c¨®smica del sur¡¯ en ¡®la regi¨®n m¨¢s vegetal del tiempo y de la luz¡¯ que es el hermoso continente que habitamos. Gracias a la vida, que nos ha dado tanto¡
Arturo Escobar es profesor de antropolog¨ªa en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill e Investigador Asociado del Grupo Cultura/Memoria/Naci¨®n de la Universidad del Valle en Cali. Ha sido profesor visitante de universidades en Ecuador, Argentina, Espa?a, Finlandia, Mali, Holanda, e Inglaterra. Sus intereses principales son: la ecolog¨ªa pol¨ªtica, el dise?o ontol¨®gico, la antropolog¨ªa del desarrollo, los movimientos sociales y la tecnociencia. Durante los ¨²ltimos veinte a?os ha colaborado con organizaciones y movimientos sociales afro-colombianos en la regi¨®n del Pac¨ªfico colombiano, particularmente el Proceso de Comunidades Negras (PCN). Su libro m¨¢s conocido es La invenci¨®n del desarrollo (1996, 2?. Ed. 2012). Sus libros m¨¢s reciente son Territorios de Diferencia: lugar, movimiento, vida, redes (2010); Una minga para el postdesarrollo (2013); y Sentipensar con la Tierra. Nuevas lecturas sobre desarrollo, territorio y diferencia (2014). Algunos de sus textos pueden ser consultados en http://aescobar.web.unc.edu/
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