Una masacre hace 10.000 a?os habla sobre el origen de la guerra
Los restos de la primera matanza documentada entre cazadores y recolectores cuestionan que las sociedades primitivas fueron menos sanguinarias
En verano de 2012, un equipo de paleoantrop¨®logos se encontr¨® en Kenia un escenario que dejar¨ªa helado a cualquier forense. Estaban cerca del lago Turkana, una zona clave para entender el origen del g¨¦nero humano, pues all¨ª se hallaron los restos del Homo ergaster, nuestro ancestro. Lo que destap¨® el equipo cient¨ªfico era mucho m¨¢s reciente, de hace unos 10.000 a?os. En esa ¨¦poca los Homo sapiens de la zona viv¨ªan en sociedades n¨®madas dedicadas a la caza y la recolecci¨®n, un pasado anterior a la aparici¨®n de las primeras sociedades sedentarias. Algunos expertos han idealizado aquella ¨¦poca y a sus protagonistas, que ser¨ªan buenos salvajes entre los que no exist¨ªan jefes, jerarqu¨ªas, violencia. Pero el hallazgo, cuyos detalles se publican hoy en Nature, hacen que el mito se tambalee.
El ¨¢rido yacimiento de Nataruk estaba entonces a la orilla del lago Turkana, llena de vegetaci¨®n y grupos humanos. All¨ª, parcialmente enterrados por la grava, los investigadores se toparon con cr¨¢neos y otros huesos saliendo de la tierra. Tras varios a?os de trabajo han identificado restos de al menos 27 personas. Doce de los cad¨¢veres est¨¢n muy completos y solo dos no muestran signos de violencia, que fue tan intensa que los investigadores creen estar ante un acto de guerra, el m¨¢s antiguo que se conoce.
Los cad¨¢veres de Nataruk hablan de una ¡°masacre¡± entre cazadores y recolectores. Varios murieron casi en el acto por heridas letales en el cr¨¢neo con flechas y otras armas. A algunos les partieron las rodillas o las manos. Hay cad¨¢veres que conservan a¨²n las puntas de piedra incrustadas en la cabeza, el t¨®rax, las caderas. No se hicieron distinciones, entre los muertos hay hombres, mujeres y ni?os. De hecho, los investigadores han descubierto que una de las mujeres estaba embarazada de unos siete meses. Seg¨²n sus descubridores, ninguno recibi¨® sepultura. Las razones de esta carnicer¨ªa son un completo misterio.
La violencia es habitual en muchas sociedades de cazadores y recolectores actuales, desde los bosquimanos de ?frica a los nativos de Pap¨²a Nueva Guinea. En ellos la guerra suele ser a muerte y, en contra del mito del buen salvaje, estos grupos sufren muchas m¨¢s bajas por violencia que las sociedades industrializadas. Lo que no est¨¢ claro es si los grupos humanos de hace 10.000 a?os eran comparables y apenas hay restos prehist¨®ricos de la ¨¦poca que permitan aclararlo.
¡°Hasta ahora hab¨ªamos visto solo se?ales de violencia sobre individuos, pero lo que estamos viendo ahora es que, al contrario de lo que se asum¨ªa, en estas sociedades tambi¨¦n hab¨ªa violencia, de hecho, pensamos que lo que estamos viendo aqu¨ª es un aut¨¦ntico campo de batalla tal y como qued¨® tras el enfrentamiento¡±, explica Jos¨¦ Manuel Ma¨ªllo prehistoriador de la Universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia y coautor del estudio. La primera autora del trabajo es la argentina Marta Miraz¨®n Lahr, que trabaja en la Universidad de Cambridge.
Forasteros
El estudio de los cad¨¢veres ha requerido la participaci¨®n de un equipo multidisciplinar y su trabajo parece un relato polic¨ªaco. Por ejemplo, el caso de los dos muertos sin marcas de violencia, que probablemente fallecieron atados. Uno de ellos es la mujer encinta, hallada en una postura que indica que fue agoniz¨® con las mu?ecas y tobillos inmovilizados. ¡°Solo podemos ver las marcas que quedan en los huesos as¨ª que no sabemos si les cortaron el cuello, estos son los ¨²nicos que no tienen traumatismos, pero ambos est¨¢n con las manos juntas, lo que parece una gran casualidad¡±, explica Ma¨ªllo.
Ma¨ªllo ha trabajado en el estudio de las puntas de flecha y el resto de herramientas de piedras halladas en Nataruk. Algunos de los proyectiles incrustados en el hueso est¨¢n hechos de obsidiana, un mineral que no abunda en Turkana, lo que podr¨ªa indicar que el grupo atacante vino de lejos, explica. Pero tal y como est¨¢n los restos, y sin la posibilidad de haber extra¨ªdo ADN de los huesos, no se sabe si en este sitio se mataron entre s¨ª los miembros de un mismo grupo o se trat¨® de un ataque de forasteros.
Los investigadores proponen dos posibles interpretaciones. La primera es una agresi¨®n por recursos: ¡°territorio, comida, mujeres o ni?os¡±, detalla el trabajo. En este caso la ¡°guerra¡± de Nataruk no ser¨ªa muy diferente de las incontables otras que vinieron despu¨¦s entre sociedades sedentarias cada vez m¨¢s grandes y avanzadas.
La segunda posibilidad es que este fuera un comportamiento natural y habitual cuando dos grupos diferentes se encontraban, algo parecido a lo que pasa hoy con los cazadores y recolectores. ¡°En cualquiera de los dos casos, las muertes de Nataruk son testimonio de la antig¨¹edad de la violencia y la guerra entre grupos¡±, concluye el estudio.
Dudas sobre el significado
Juan Jos¨¦ Ib¨¢?ez, arque¨®logo del CSIC, ha investigado en Siria casos rituales de violencia hace m¨¢s de 10.000 a?os. El experto ofrece una opini¨®n independiente del hallazgo. "Encuentro que es un estudio muy interesante y bien realizado, aunque no estoy de acuerdo con la interpretaci¨®n", explica. Las pruebas de violencia en la Prehistoria son pr¨¢cticamente nulas, recuerda. La clave aqu¨ª es si los cuerpos fueron enterrados, lo que diferenciar¨ªa este hallazgo de Jebel Sahaba, en Sud¨¢n, donde los muertos s¨ª fueron sepultados. Esto es importante para saber si se trata de una matanza entre grupos rivales o de enfrentamientos m¨¢s habituales y continuados. En opini¨®n de Ib¨¢?ez, no hay pruebas suficientes de que en Nataruk no haya tumbas y puede ser que simplemente los restos no se hayan conservado. "Ser¨ªa muy dif¨ªcil justificar por qu¨¦ se conservaron los cad¨¢veres en posici¨®n primaria y articulados si quedaron abandonados en superficie, a merced de las alima?as y de los elementos", resalta. "Adem¨¢s, la posici¨®n de los cuerpos refleja que estos se depositaron buscando una regularidad, posiciones dec¨²bito supino o prono, piernas flexionadas, extremidades en simetr¨ªa al eje del cuerpo, que no son compatibles con el abandono de los cuerpos despu¨¦s de una matanza", destaca. "Por tanto", contin¨²a, ", me parece un hallazgo de suma importancia que refleja que la violencia fue un elemento importante entre los grupos humanos en los inicios del Holoceno, pero utilizar el concepto guerra no queda claramente justificado".
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