Del vertedero a la universidad
Cerca de 500.000 ni?os trabajan en basureros de Am¨¦rica Latina. Los del de Rafey, en Rep¨²blica Dominicana, han encontrado una v¨ªa alternativa que lleva hasta la universidad
Paso fronterizo en el norte de Rep¨²blica Dominicana con Hait¨ª. A?o 2000. Al empresario asturiano ?scar Faes, en viaje humanitario por la antigua colonia francesa, le aconsejan dar la vuelta: el pa¨ªs acaba de sufrir un intento de golpe de Estado contra el Gobierno del presidente Ar¨ªstide, que acaba de ganar unas elecciones legislativas cuya imparcialidad la oposici¨®n y la comunidad internacional han puesto en duda.
En ese mismo paso de Dajab¨®n, con sus ilusiones y proyectos truncados, el espa?ol se fija en la foto de primera p¨¢gina de un diario dominicano. Muestra la imagen de unos muchachos embozados entre detritus en el vertedero de Rafey. Apenas le hizo falta m¨¢s informaci¨®n. Con su car¨¢cter, su determinaci¨®n, su alma vocacional y sus propias convicciones se present¨® a los pocos d¨ªas en el basurero. Lo que vio y sinti¨® en aquel momento le hizo quedarse hace ahora diez a?os. ¡°Casi 800 personas entre las que incluso se encontraban peque?os de entre cinco y nueve a?os viviendo, comiendo y trabajando entre toneladas de desperdicios¡±, recuerda. Se les conoce como buzos porque, literalmente, bucean ayud¨¢ndose con un pincho entre desperdicios para ganarse la vida reciclando chatarra, pl¨¢sticos, botellas o cart¨®n.
A pesar de que en los ¨²ltimos a?os el empleo infantil se ha reducido considerablemente en Am¨¦rica Latina y el Caribe, se estima que todav¨ªa unos 5,7 millones de ni?as y ni?os trabajan sin haber cumplido la edad m¨ªnima de admisi¨®n o realizan labores de alto riesgo en sectores como miner¨ªa o reciclando en los basureros, seg¨²n datos de la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT). De ellos, unos 500.000 ni?os en los vertederos municipales del continente.
Los peque?os se afanan en largas jornadas que comienzan a partir de las ocho de la ma?ana, cuando los camiones de recogida surgen alz¨¢ndose por la ladera confeccionada por toneladas de desechos. La vegetaci¨®n y la fauna son casi nulas: el suelo est¨¢ totalmente contaminado, por lo que es imposible sembrar alg¨²n producto alimenticio. El asfixiante calor, las aguas fecales, la falta de agua potable, el olor a putrefacci¨®n o la indigencia ya les resultan familiares, adem¨¢s de las graves enfermedades oculares, pulmonares, digestivas y cut¨¢neas. Viven en el barrio chabolista de La Mosca, que aloja a 4.000 familias en los aleda?os del vertedero y que, dadas las condiciones de pobreza extrema en que viven, representa la principal fuente de mano de obra.
Se estima que todav¨ªa unos 5,7 millones de ni?as y ni?os trabajan en Am¨¦rica Latina
All¨ª mismo, ?scar Faes fund¨® la ONG Cometas de Esperanza, cuyo objetivo es la erradicaci¨®n de la explotaci¨®n infantil y juvenil del basurero y construy¨® una escuela hom¨®nima para los m¨¢s j¨®venes recicladores. Esta acoge hoy a 360 alumnos que cursan el ciclo homologado completo de estudio adem¨¢s de actividades extraescolares como visitas a monumentos y conciertos de m¨²sica cl¨¢sica. Faes se emociona al reconocer que aquellos primeros ni?os analfabetos que recogi¨® en la monta?a de restos ganan ahora campeonatos de matem¨¢ticas o cert¨¢menes nacionales de ajedrez. "Nuestra escuela es la ¨²nica que tiene reconocida como asignatura el ajedrez y la m¨²sica cl¨¢sica¡±, indica. O la tremenda ilusi¨®n que le hace ver colgado, en alguna de las caba?as de cinc y madera, un t¨ªtulo acad¨¦mico. Y, en el pr¨®ximo curso, los primeros ni?os buzo rescatados ingresar¨¢n en la universidad. Un reto cumplido.
El pasado noviembre la escuela fue declarada el mejor centro educativo del pa¨ªs, un reconocimiento dado por el Ministerio de Educaci¨®n de la Rep¨²blica Dominicana (Minerd), la Universidad Pontificia y la Agencia de los EE. UU. para el Desarrollo Internacional, Usaid.
Andr¨¦s Cordero es uno de los primeros alumnos de la escuela Cometas de Esperanza. Cuando ?scar se lo encontr¨® ten¨ªa 10 a?os, era analfabeto, nunca hab¨ªa pisado un aula y estaba de porquer¨ªa hasta la rodilla. Era buzo. Sonr¨ªe al comentar que ha cumplido un sue?o. "Estuve trabajando en el basurero, viviendo al d¨ªa, sin futuro fuera y ahora tengo oportunidad de ir a la universidad¡±. ?scar admite que este muchacho es todo un ejemplo. ¡°Con un t¨ªtulo de auxiliar de enfermer¨ªa, ahora estudia cuarto de bachillerato y contabilidad. Trabaja adem¨¢s de asistente en el Ministerio de Educaci¨®n y en nuestra escuela para ayudar a su familia y en sus estudios¡±.
Jos¨¦ Gabriel, de 21 a?os, es m¨¢s conocido en el poblado de La Mosca como El Mello. ¡°Jam¨¢s los ni?os buzo habr¨ªan volado y visto el mundo real desde otra perspectiva si no hubiera sido por las cometas¡± admite, refiri¨¦ndose al nombre de la ONG. Cuando sali¨® del basurero apenas ten¨ªa 13 a?os. No se acuerda de los que llevaba trabajando entre chatarra para poder aportar su sueldo a su familia. ¡°Unos cuantos, desde los seis o siete... no s¨¦¡±.
El mayor problema fue inculcar a los padres la necesidad de buscar un mejor futuro a sus hijos por la v¨ªa educacional
El mayor problema al que se enfrent¨® Faes fue inculcar a los padres de los chavales la idea de la necesidad de buscarles mejor futuro a sus hijos por la v¨ªa educacional ya que estos, si no pod¨ªan mantenerlos, los enviaban directamente al vertedero. ¡°A veces la infracultura de estas zonas deprimidas no les hace ver las oportunidades que se les ofrecen, y consideran que la educaci¨®n rivaliza con su labor de recicladores¡± comenta. Los ni?os trabajan por razones de subsistencia ya que forman parte de familias numerosas a las que aportan una buena parte de los ingresos familiares.
Hace cuatro a?os el recinto se quedaba peque?o, pues la entrada masiva de personas procedentes de Hait¨ª huyendo de la situaci¨®n tras el terremoto del 2010 aument¨® la poblaci¨®n en el basurero. Un comienzo m¨¢s duro si cabe: a los moradores del barrio no les gusta compartir sus recursos con los migrantes y les dejan los deshechos que ya han sido examinados. Los reci¨¦n llegados, por su parte, se desenvuelven de forma muy precaria y acaban hacinados en los alrededores del dep¨®sito de basura. A los hijos de los inmigrantes haitianos no les quedaba otra opci¨®n que trabajar escarbando para llevarse algo a la boca.
Dadas las circunstancias, Cometas de Esperanza busc¨® nuevos patrocinios y al final, con el apoyo de la Fundaci¨®n Barcel¨®, logr¨® ampliar sus instalaciones para poder acoger m¨¢s alumnos y ofrecerles, al menos, una comida diaria. ¡°Es la ¨²nica instituci¨®n que apoya este proyecto. Sin ellos nada de esto ser¨ªa posible¡±, asegura ?scar. Al d¨ªa de hoy ya no quedan ni?os recicladores en Rafey. Han cambiado sus sucias y pestilentes ropas por un pulcro uniforme escolar, y ya se les puede ver jugando en la calle, aunque algunos a¨²n van a faenar con sus padres al terminar las tareas de clase.
El pr¨®ximo a?o muchos acceder¨¢n a la universidad, algo impensable e inalcanzable hace a?os. Pero el trabajo en el entorno del basurero a¨²n no se ha terminado, ?scar, desde Cometas de Esperanza, afronta otra tarea: expandirse, concienciar y sensibilizar a toda la comunidad de Rafey de que ser buzo en vertedero no es opci¨®n de futuro para ning¨²n ni?o. Que es mejor tener oportunidad de estudiar y disfrutar de la infancia.?
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