Estupefacci¨®n

Cuando no se tienen trastornos en el olfato, la reacci¨®n instintiva al penetrar en una atm¨®sfera pestilente suele consistir en taparse la nariz y distanciarse buscando un entorno m¨¢s agradable; cuando a uno le funciona el sistema gustativo con normalidad, algo habitual ante la ingesta inocente de, pongamos, un buen trago de caf¨¦ con sal, es la tendencia al v¨®mito; cuando no se padecen problemas de ceguera, hay im¨¢genes que, debido a la crudeza f¨ªsica y moral desprendida, golpean sensibilidades o hacen que se doblen las piernas; cuando no existen alteraciones en el tacto, la respuesta normal en el caso de que una mano graciosilla nos introduzca un trozo de hielo de manera sorpresiva en la espalda, es procurar sacarlo con rapidez y proferir cari?osos calificativos; y, cuando el o¨ªdo no sufre una merma de consideraci¨®n, escuchar ciertas declaraciones en boca de personas con responsabilidades p¨²blicas e institucionales, puede causar gran estupefacci¨®n. Un trueno que, parece ser, recorri¨® recientemente la geograf¨ªa nacional a una velocidad superior a la del sonido, fue el originado por un rayo que traz¨® e ilumin¨® en el cielo un curioso mensaje: ¡°Hacienda somos todos¡± no es m¨¢s que un anuncio publicitario.¡ª Alejandro Prieto Orviz.