Tengo 36 a?os, mi novia me ha dejado y ahora tengo que convivir con su gato
Un hombre hereda de una relaci¨®n rota a la mascota. C¨®mo se llevar¨¢ con el minino. ?Congeniar¨¢n? ?Le ayudar¨¢ el animal a levantar cabeza? Esta es la historia...
Tengo 36 a?os y vivo con un gato. No lo ten¨ªa pensado, la verdad: los v¨ªdeos de Internet en los que salen haciendo moner¨ªas me dejan bastante fr¨ªo, aunque a mi novia (21 a?os) le encantaban. Bueno, exnovia. Me pill¨¦ por Valentina como un idiota. Incluso estaba dispuesto a meter un gato en casa para que as¨ª se decidiera a instalarse tambi¨¦n. Dec¨ªa que era lo que le faltaba a mi apartamento de alquiler, con posters pegados a las paredes con blutack, para parecer un hogar. Cada 5 minutos se abandona un animal en Espa?a, as¨ª que fuimos juntos a una asociaci¨®n de adopciones. Una hora despu¨¦s, Valentina firmaba el contrato que le compromet¨ªa como due?a de un gato rubio de tres meses, con el que yo me fui a casa mientras ella iba a la suya a por la maleta. Y una hora m¨¢s tarde, me envi¨® un whatsapp: ¡°Me voy de viaje, necesito volver a sentirme libre¡±. Y as¨ª fue c¨®mo empec¨¦ a cenar todas las noches solo con un gato.
1? semana con el gato: nos observamos con miradas retadoras
El Facebook de Valentina (recuerden: mi exnovia) dice que est¨¢ ¡°viajando a Ca?os de Meca¡±. Si el gato tuviera Facebook escribir¨ªa ¡°?d¨®nde leches estoy y qui¨¦n es este?¡±. Me observa todo el rato; si voy al ba?o o me meto en la cama, ah¨ª est¨¢, asom¨¢ndose por el marco de la puerta con las orejas levantadas. Yo hago lo mismo. Si va al arenero, o se despierta de la siesta, pum, ah¨ª estoy, clav¨¢ndole los ojos. A miradas retadoras no me gana a m¨ª un gato¡ Me ha tocado llevarle al veterinario porque no se come el pienso que le compr¨¦ en el s¨²per. ¡°Un gato necesita una nutrici¨®n completa, sobre todo los primeros 6 meses, cuando m¨¢s se desarrolla su cuerpo¡±, me explica Pedro, el veterinario, antes de cobrarme por las vacunas obligatorias y otro tanto por el pienso para gatos ¡°exigentes¡±.
Pero no funciona, el gato pasa de su nuevo pienso gourmet. Eso s¨ª, le encanta mi tortilla de patatas que me roba del plato. Est¨¢ claro que le gusta la comida de verdad, as¨ª que ahora cocino noodles para dos. Reconozco que he intentado que se lo lleven de vuelta a la asociaci¨®n, pero la due?a del gato es Valentina, as¨ª que colgu¨¦ antes de que me denunciaran por secuestro gatuno. Total, que de momento me toca vivir con ¨¦l. Adem¨¢s, igual a Valentina se le pasa el agobio y vuelve a casa. Le he enviado fotos del gato, a ver si as¨ª... No ha contestado, pero en Ca?os no habr¨¢ mucho 3G. Vamos, digo yo...
'Me voy de viaje, necesito volver a sentirme libre', me dijo ella. Y as¨ª fue c¨®mo empec¨¦ a cenar todas las noches solo con un gato
2? semana con el gato: se ha apoderado de mi sof¨¢
El gato ya es el due?o de la casa. Si me acerco a la cama o al sill¨®n (sus cosas), me pega un bufido. Adem¨¢s, ha pasado de la quietud a la euforia. Corre a toda pastilla por la casa rebotando con las paredes, rollo Pinball. Menos mal que no vive nadie en el piso de al lado¡ He ahorrado un poco y he vuelto al veterinario para ver si es hiperactivo. ¡°Es un cachorro, necesita jugar para desarrollar la musculatura¡±, me dice el experto. Al parecer, necesita cargarse el sof¨¢ afil¨¢ndose las u?as y tambi¨¦n pelearse con el rollo del papel higi¨¦nico. Aunque su juguete favorito soy yo. Me persigue mordi¨¦ndome los pies, saltando a por mis¡
Tengo miedo de volver a ponerme en pelotas delante del gato. Voy a ponerle un nombre, a ver si as¨ª me respeta m¨¢s. ¡°Nombres cortos, de un par de s¨ªlabas, los reconocen antes¡±, me dice Pedro cuando le llamo. Mientras lo pienso, aprovecho que el gato ha dejado el sof¨¢ libre para tumbarme a leer un tebeo de SuperL¨®pez (lo s¨¦, llevo mal mi edad). De pronto, noto al gato en mis pies. Estoy a punto de recoger las piernas, asustado por estar en su sof¨¢, pero resulta que se ha hecho una rosca. Sigo leyendo el tebeo y lo veo claro: ¡°Te llamas L¨®pez¡±.
3? semana con L¨®pez: se lo presento a mis amigos y se l¨ªa
L¨®pez tiene una especie de confusi¨®n animal¨ªstica. Se cree que es un loro y se pasa el d¨ªa subido en mi hombro. Pedro (ya saben, el veterinario) dice que eso no est¨¢ descrito: ¡°A pesar de su fama de despegados, los gatos crean v¨ªnculos afectivos muy fuertes con sus due?os¡±. Desde luego, este se ha cre¨ªdo que somos muy colegas porque en cuanto puede se pone a lamerme la barba. El problema no es s¨®lo que lo haga, sino que lo vieron mis amigos el s¨¢bado, que vinieron a tomar a casa la primera (iluso de m¨ª). Fue la presentaci¨®n en sociedad de L¨®pez, al que no le hizo ninguna gracia la invasi¨®n. Se pas¨® el rato pegado a m¨ª, como si hubieran venido un grupo de dobermans a su casa (a partir de la quinta copa, a m¨ª tambi¨¦n me lo parecieron).
El t¨ªpico amigo que hay en todos los grupos que sube el parte de lo que hace cada minuto a las redes, me caz¨® en una foto en un momento en el que L¨®pez se meti¨® por debajo de mi camiseta, asomando la cabecilla por el cuello, asustado. La foto acab¨® en Facebook y la noche en J?ger, as¨ª que, hasta el d¨ªa siguiente no descubro que estoy etiquetado. Se me pasa el cabreo de golpe al ver que tiene m¨¢s de 200 "me gusta". Miro mi m¨®vil. Miro a L¨®pez. Abro Instagram.
A?os curr¨¢ndome fotos de paisajes en Instagram y resulta que lo ¨²nico que ten¨ªa que hacer para ligar era subir fotos? con un gato
4? semana con L¨®pez: gracias al gato ligo en Tinder; esto marcha...
A?os curr¨¢ndome fotos de paisajes en Instagram y resulta que lo ¨²nico que ten¨ªa que hacer para ligar era subir fotos con un gato. Acumulo cientos de comentarios sobre lo cuqui que es L¨®pez en cada foto, mezclados con los de los capullos de mis amigos llam¨¢ndome de todo. Ampl¨ªo las posibilidades de conseguir citas llev¨¢ndome las fotos a Tinder y en un par de d¨ªas acumulo tantos matchs que tengo reuma en el dedo gordo de chatear.
Lo malo es que la mayor¨ªa son chicas aspirantes a se?ora loca de los gatos que quieren convencerme de que adopte otro bicho, que uno s¨®lo se aburre. ¡°Es cierto que dos gatos pueden hacerse compa?¨ªa mutuamente, pero son territoriales y si la casa ya es de uno de ellos, hay que introducir al nuevo poco a poco¡±, me cuenta Pedro, al que no s¨¦ ni por qu¨¦ le he llamado para consult¨¢rselo porque no voy a tener dos gatos ni loco. Estoy a punto de cerrar Tinder cuando asoma por el chat la chica perfecta. Teresa, 31 a?os, con fotos que alternan las sonrisas entre amigas con viajes. Me enamoro con el primer mensaje que me env¨ªa: ¡°Utilizar a un gato para ligar deber¨ªa ser ilegal. Por cierto, mon¨ªsimo. El gato tambi¨¦n¡±.
5? semana con L¨®pez: Teresa conoce al gato y acabamos en urgencias
Tras una semana de chateo con Teresa, le propongo salir a tomar unas ca?as, que nos llevan hasta las copas y, de ah¨ª, a mi casa. L¨®pez se pone medio loco cuando llega visita de madrugada, pero rollo celoso. No para de maullar y de trepar hasta mi cuello para dejar claro que ya estoy pillado. Teresa es tan perfecta que se lo toma a risa mientras L¨®pez nos mordisquea. Cuando estamos intimando, empieza a decir: ¡°Me ¡oy ¡ando¡±. Le digo que yo tambi¨¦n estoy excitado, hasta que me aparta de un empuj¨®n y acierta a decir la frase completa: ¡°?Me estoy ahogando!¡±. Teresa acaba de descubrir que tiene alergia a los gatos. La cosa acaba en urgencias con inyecci¨®n de Urbas¨®n incluida.
6? semana con L¨®pez: otra vez solos, jugando al Mario Kart y bebiendo
¡°La alergia a la prote¨ªna de la caspa del pelo de gato la sufren entre un 15 y un 30% de personas¡±, me cuenta Pedro cuando le llevo a L¨®pez para saber por qu¨¦ es un homicida. Genial, mi espectro de posibles novias ha quedado a¨²n m¨¢s mermado. Intento repetir con Teresa. Quedamos para ir al cine, pero sale mal. Mi jersey est¨¢ lleno de pelos del gato y tenemos que salirnos de la sala antes de que la cosa acabe de nuevo en urgencias. Le propuse volver a quedar despu¨¦s de ir de compras para no llevar encima el esp¨ªritu de L¨®pez, pero me contest¨® con un: ¡°Ya vamos hablando...".
As¨ª que, aqu¨ª estamos, un s¨¢bado por la noche, L¨®pez, el Mario Kart de la Wii y yo. Encima no consigo ganar ni una carrera porque cada vez que giro el volante L¨®pez se lanza a por ¨¦l como si fuera el mejor juguete para gatos del mundo. Seis latas de cervezas de las grandes despu¨¦s, me quedo dormido en el sof¨¢. Me despierta L¨®pez al rato con su habitual lamida de barba, pero esta vez no me lo quito de encima. No s¨¦ si es porque voy pedo, pero le digo: ¡°Menos mal que est¨¢s tu aqu¨ª, compa?ero¡± y le planto un beso como de abuela. Me llega un whatsapp. Es de Valentina: ¡°Ya estoy en Madrid. ?Hablamos?¡±. Me hago el duro hasta el domingo por la tarde, que le contesto: ¡°Vale¡±.
7? semana con L¨®pez: mi ex vuelve y se quiere llevar al gato
Valentina viene a casa a cenar, pero porque ten¨ªa unas cosas en la nevera que se me iban a poner malas: carpaccio de salm¨®n, mousse de foie y una botella de reserva. Mi exnovia se ha hecho un tatuaje de una golondrina en el cuello. Asegura que oculta un mensaje subliminal: libertad. A pesar de que a ella se le cae la baba con L¨®pez, ¨¦l no est¨¢ muy contento con la visita. Cuando intenta cogerle en brazos, le mete un zarpazo justo en la golondrina. ?Toma mensaje subliminal!
Le cuento a Valentina que el veterinario me dijo que los gatos son muy sensibles a los olores c¨ªtricos y que quiz¨¢s no le guste la colonia que lleva. Durante la cena, Valentina me cuenta que ha hecho un curso de surf en Ca?os y que est¨¢ pensando en montar una escuela en Madrid. Aqu¨ª no hay playa, pero dice que en Malasa?a seguro que funciona. El vino surte efecto y, al rato, dejo de hacerme el duro. Un par de copas m¨¢s y le confieso que la echo de menos. En el ¨²ltimo sorbo encuentro el valor para darle un beso, pero Valentina me hace la cobra y me cuenta que ha vuelto a Madrid a vivir con su nuevo novio, el profesor de surf. ¡°Quiero llevarme a mi gato¡±. Tragedia.
8? semana con L¨®pez: como no hay custodia compartida llega el drama
He buscado en Internet abogados de animales, que lo de repartirse el gato es habitual en divorcios. No tengo muchas posibilidades; carezco de dinero para pagar al abogado, y seg¨²n Valentina yo s¨®lo fui un rollo y ese estatus no te da derecho a la custodia compartida. El gato est¨¢ a su nombre, para los de la asociaci¨®n es de ella, as¨ª que no hay nada que hacer. Cuando Valentina llega a mi casa con su novio surfero (tan guapo como cab¨ªa esperar), L¨®pez parece que se huele lo que va a pasar.
Trato de cogerle, pero me pega ara?azos como los de nuestros primeros d¨ªas juntos. Cuando lo intenta el surfero, L¨®pez se encarga de llevarse un trozo de labio en la u?a. ?Ese es mi chico! Al final, el gato se rinde y entra en el trasport¨ªn, llorando. No le digo adi¨®s porque se me ha metido algo en el ojo y tengo que ir al ba?o a sac¨¢rmelo. Me quedo s¨®lo en mi casa por primera vez en meses. Abro una cerveza y pongo el Mario Kart. Ahora puedo darle vueltas al volante sin tener que girar tambi¨¦n al gato, pero pierdo todas las carreras.
9? semana sin con L¨®pez
Planazo para el finde: ?Me he comprado la Wii U! Mientras conecto los cables, llaman a la puerta. Resulta que han alquilado el piso de al lado y tengo una nueva vecina. No viene sola¡ ?Ha tra¨ªdo a L¨®pez! Mi gato se lanza a mi cuello y ronronea mientras me lame la barba. Sara, que es como se llama la vecina con sonrisa de las que iluminan, me cuenta que se lo encontr¨® frente al portal. ¡°Los gatos son capaces de recorrer grandes distancias para volver hasta sus casas gui¨¢ndose con los se?uelos de orina que dejan¡±, recuerdo lo que me cont¨® Pedro cuando le pregunt¨¦ si el gato se pod¨ªa escapar por la ventana.
As¨ª que, aqu¨ª estamos, un s¨¢bado por la noche, mi gato L¨®pez, el Mario Kart de la Wii y yo. Encima no consigo ganar ni una carrera porque cada vez que giro el volante L¨®pez se lanza a por ¨¦l como si fuera el mejor juguete para gatos del mundo
Llamo a Valentina, pero me responde el surfero que no sab¨ªa ni que L¨®pez se hab¨ªa escapado. Resulta que Sara es abogada, as¨ª que, con una llamada consigue que los de la asociaci¨®n cambien el nombre del due?o de L¨®pez por el m¨ªo para siempre. Adem¨¢s de inteligente, encantadora, soltera y de mi edad, Sara tiene otras dos cualidades que la convierten en perfecta: le encantan los gatos y no les tiene alergia. Y a L¨®pez le gusta ella, se pasea por entre sus piernas como tirando de ellas para que se quede. As¨ª que invito a Sara a cenar. Mientras nos comemos una tortilla de patatas nos contamos la vida, aunque hablamos m¨¢s del futuro porque nos estamos imaginando sin decirlo como ser¨ªa tenerlo juntos. El gato se come su parte de la tortilla (m¨¢s de la mitad) y se acurruca a dormir sobre las piernas de Sara. Igual es el vino, pero creo que L¨®pez me ha gui?ado un ojo. Gracias, compa?ero.
Nota: Este relato es totalmente real. Bueno, un 75% de realidad y un 25 de experiencias de otros hombres con gatos.
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