Una ley sin bandos

La Ley de Memoria Hist¨®rica se aprob¨® en 2007 para reconocer y ampliar derechos a favor de los que sufrieron persecuci¨®n o violencia por razones pol¨ªticas, ideol¨®gicas o de creencia religiosa durante la Guerra Civil y la dictadura, promover su reparaci¨®n moral y la recuperaci¨®n de su memoria personal y familiar. As¨ª se recoge en el articulado. No fue un debate f¨¢cil, pero qued¨® claro que la reparaci¨®n de la dignidad de las v¨ªctimas era para los dos bandos de la contienda. Ahora el debate debe centrarse en si se est¨¢ aplicando el texto de acuerdo con su letra y esp¨ªritu.

No parece que eso haya ocurrido en el Ayuntamiento de Madrid, donde hemos asistido a una suma de desprop¨®sitos de manifiesta biso?ez. El colmo ha sido la retirada de una l¨¢pida que conmemoraba el fusilamiento de ocho monjes carmelitas y su inmediata recolocaci¨®n, para subsanar el error, en el cementerio de la capital donde estaba. No ha sido el ¨²nico desaguisado, y el Consistorio se ha visto obligado a paralizar la retirada de s¨ªmbolos hasta que se hagan mejor los deberes.

Como a menudo ocurre, en lugar de asistir a un ejercicio democr¨¢tico de cr¨ªtica, los ciudadanos han tenido que enfrentarse al oportunismo. La portavoz del PP, Esperanza Aguirre, ha tratado de convertir un desastre organizativo ¡ªel de la concejal¨ªa de Cultura, m¨¢s propio de la soberbia que del error¡ª en un asunto de prevaricaci¨®n por el que ped¨ªa para la alcaldesa una inhabilitaci¨®n para ejercer cargo p¨²blico de seis a nueve a?os. Tama?o desprop¨®sito desacredita a quien lo impulsa.

Esta ley se aplica tarde y mal por la falta de altura pol¨ªtica de algunos representantes p¨²blicos que prefieren colgarse galones antes que devolver la dignidad a las v¨ªctimas. La norma de memoria hist¨®rica se aprob¨® para adoptar medidas destinadas a suprimir elementos de divisi¨®n entre los ciudadanos, pero parece que nadie se la ha le¨ªdo.