Lo importante no son los premios, sino el espect¨¢culo
Los galardones son especialmente eficaces cuando dan una nueva oportunidad a una pel¨ªcula, cuando prima el lado comercial sobre el art¨ªstico
Una vieja historia relata que, cuando un periodista deportivo le dese¨® a un entrenador que ganase el mejor, este respondi¨® rotundo: ¡°Espero que no¡±. Todos los premios son necesariamente injustos porque casi siempre dejan fuera a pel¨ªculas al menos tan importantes como las ganadoras. Galardones como los Goya, que se concedieron anoche, o los Oscar sirven para reconocer un filme o una interpretaci¨®n, pero no hay que olvidar que, por encima de todo, son tremendas operaciones comerciales. No es que esto sea malo, m¨¢s bien todo lo contrario: si hay algo que necesita el cine es arrastrar a grandes audiencias a las salas. Aunque gane el mejor, cosa que ocurre bastante a menudo porque se trata de galardones que conceden los propios profesionales del sector, en el fondo da igual porque no est¨¢n creados solo para medir el arte.
El viaje a ninguna parte, de Fernando Fern¨¢n-G¨®mez, es una obra maestra y una pel¨ªcula inolvidable, pero eso no tiene nada que ver con el hecho de que fuese la primera ganadora de los Goya. Lo es porque es un filme maravillosamente escrito y rodado, con unos grandes actores, que refleja lo que fuimos, el pa¨ªs roto de los c¨®micos de la legua, pero tambi¨¦n la capacidad que tienen los perdedores para inventarse otra vida. Mujeres al borde de un ataque de nervios nunca gan¨® el Oscar al mejor t¨ªtulo de habla no inglesa. Se lo llev¨® otra gran pel¨ªcula, Pelle el conquistador, de Billie August. Pero el filme de Pedro Almod¨®var es igualmente inolvidable y forma parte no solo de la historia del cine, sino de la forma en que la sociedad espa?ola se contempla a s¨ª misma, con o sin el reconocimiento de la Academia de Hollywood.
Este a?o es posible que Leonardo di Caprio se lleve por fin el Oscar al mejor actor por El renacido, la pel¨ªcula de Alejandro Gonz¨¢lez I?¨¢rritu. Si vuelve a perder ¡ªes una de las grandes estrellas de Hollywood que nunca lo ha logrado¡ª en el fondo nadie se acordar¨¢. Sigourney Weaver, Ed Harris, Harrison Ford, Albert Finney, Glen Close o Ralph Fiennes tampoco lo tienen, pero nos acordamos de sus pel¨ªculas y de sus personajes. John Wayne gan¨® el Oscar dos a?os antes de morir y por una de sus pel¨ªculas menos conocidas, Valor de ley. ?Importa a estas alturas cu¨¢ntos premios de la Academia ganaron El hombre tranquilo (dos) o El hombre que mat¨® a Liberty Valance (solo estuvo nominado al mejor vestuario)? Son filmes que han cruzado la l¨ªnea de la ficci¨®n, que forman parte de nuestros recuerdos.
Estos galardones son especialmente eficaces cuando dan una nueva oportunidad a una pel¨ªcula, cuando prima el lado comercial sobre el art¨ªstico. El caso m¨¢s claro es Tesis, de Alejandro Amen¨¢bar. Seguramente sin el impulso que le dieron los premios, no hubiese logrado lanzar su carrera de una forma tan rotunda. La soledad, de Jaime Rosales, tambi¨¦n consigui¨® un impacto en salas que nunca hubiese conseguido sin los premios de la Academia Espa?ola de Cine. Lo importante no son los premios, sino que contin¨²e el espect¨¢culo.
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