Bienvenidos al siglo XXI
Un nuevo orden mundial parece inevitable, pero no se distinguen a¨²n sus fundamentos
?El inicio de 2016 fue de todo menos tranquilo. La ca¨ªda de las Bolsas en China desestabiliz¨® los mercados de todo el mundo. Las econom¨ªas emergentes parecen paralizadas. El precio del petr¨®leo se derrumb¨® y puso en crisis a los productores. Corea del Norte exhibe su poder nuclear. Y en Europa, la crisis de los refugiados fomenta una ola t¨®xica de nacionalismo, que amenaza con despedazar a la Uni¨®n Europea. Sumemos las ambiciones neoimperiales de Rusia y la amenaza del terrorismo isl¨¢mico, y lo ¨²nico que faltar¨ªa para completar un a?o con visos de maldici¨®n prof¨¦tica ser¨ªa que aparezca un cometa en el cielo.
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All¨ª donde uno mire ver¨¢ caos creciente. Parece que el orden internacional que se forj¨® en la fragua del siglo XX se est¨¢ acabando y no tenemos el menor atisbo de lo que vendr¨¢ a reemplazarlo.
Los desaf¨ªos a los que nos enfrentamos son conocidos: globalizaci¨®n, digitalizaci¨®n, cambio clim¨¢tico, etc¨¦tera. Lo que no est¨¢ claro es el contexto en el que surgir¨¢ la respuesta (si es que surge). ?En qu¨¦ estructuras pol¨ªticas, por iniciativa de qui¨¦n y seg¨²n qu¨¦ reglas se negociar¨¢n (o dirimir¨¢n por la fuerza, si negociar fuera imposible) estas cuestiones? El orden pol¨ªtico y econ¨®mico no surge simplemente del consenso pac¨ªfico o de la imposici¨®n no discutida del m¨¢s poderoso. Siempre ha sido resultado de una lucha por el dominio (a menudo brutal, sangrienta y prolongada) entre potencias rivales. Solo a trav¨¦s del conflicto se establecen los pilares, las instituciones y los actores de un nuevo orden.
El orden occidental liberal que ha regido desde el fin de la II Guerra Mundial se bas¨® en la hegemon¨ªa de Estados Unidos. Como aut¨¦ntica potencia global, fue dominante no solo en el campo del poder duro militar (adem¨¢s de econ¨®mica y financieramente), sino en casi todas las dimensiones del poder blando (la cultura, el idioma, los medios de comunicaci¨®n masivos, la tecnolog¨ªa y la moda).
La aciaga posibilidad del suicidio de Europa ya no es impensable
La Pax Americana que asegur¨® un alto grado de estabilidad global comenz¨® a flaquear (sobre todo, en Medio Oriente y la pen¨ªnsula coreana). Aunque Estados Unidos siga siendo la primera potencia planetaria, ya no tiene capacidad o voluntad de ser el polic¨ªa del mundo o hacer los sacrificios necesarios para garantizar el orden. Por su propia naturaleza, un mundo globalizado reh¨²ye la imposici¨®n del orden del siglo XXI.
Y aunque el surgimiento de un nuevo orden mundial puede ser inevitable, todav¨ªa no se distinguen sus fundamentos. Parece improbable que sea uno liderado por China; esta se mantendr¨¢ ensimismada y concentrada en la estabilidad interna y el desarrollo, y es probable que sus ambiciones se limiten al control de su vecindario inmediato y los mares que la rodean. Adem¨¢s, le falta (en casi todo) el poder blando indispensable para tratar de convertirse en una fuerza de orden mundial.
Tampoco parece que estos tiempos de transici¨®n turbulenta vayan a terminar con el surgimiento de una segunda Pax Americana. La resistencia de potencias regionales y posibles contraalianzas ser¨ªa excesiva. De hecho, es probable que el principal desaf¨ªo de los a?os venideros sea manejar la p¨¦rdida de influencia de Estados Unidos. No hay un marco establecido para la retirada de un conductor global. Una potencia dominante puede caer como resultado de una lucha por el dominio, pero no por retirada voluntaria, porque el vac¨ªo de poder resultante pondr¨ªa en peligro la estabilidad de todo el sistema. Es de prever que el pr¨®ximo presidente estadounidense, quienquiera que sea, se pase su mandato supervisando el fin de la Pax Americana.
Para Europa, esto supone un problema igualmente dif¨ªcil. ?Ser¨¢ la decadencia de la Pax Americana antesala de una crisis o un conflicto inevitables? El ascenso del neonacionalismo por todo el continente parece apuntar en esa direcci¨®n, y las implicaciones son desalentadoras.
La aciaga posibilidad del suicidio de Europa ya no es impensable. ?Qu¨¦ pasar¨¢ si la pol¨ªtica de la canciller alemana Angela Merkel hacia los refugiados supone el fin de su Gobierno, si Reino Unido abandona la Uni¨®n Europea o si la populista francesa Marine Le Pen se hace con la presidencia? Un descenso hacia los abismos es el resultado m¨¢s peligroso que uno pueda imaginar, si acaso no es el m¨¢s probable. Claro que el suicidio es evitable. Pero quienes alegremente cincelan la posici¨®n de Merkel, la identidad europea de Reino Unido y los valores iluministas de Francia amenazan con socavar la cornisa en la que hoy todos estamos parados.
Joschka Fischer fue ministro de asuntos exteriores de Alemania y vicecanciller entre 1998 y 2005.
Traducci¨®n Esteban Flamini
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