¡°La resistencia de los mosquitos amenaza la prevenci¨®n de la malaria¡±
"Las mosquiteras impregnadas de insecticidas son el 70% del progreso que hemos tenido"
El espa?ol Pedro Alonso (Madrid, 1957) es desde mediados de 2014 el director del Programa Mundial de la Malaria de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS). O, dicho m¨¢s corto, el m¨¢ximo responsable mundial de la lucha contra esta enfermedad. Est¨¢ en Alcorc¨®n (Madrid), en cuyo campus la Universidad Rey Juan Carlos I le ha nombrado doctor honoris causa el viernes pasado. "Con la malaria siempre se puede ver el vaso medio lleno o medio vac¨ªo", dice antes de hacer su balance de la situaci¨®n de esta enfermedad en el mundo. Pero pronto dice lo que le preocupa: "Las mosquiteras impregnadas de insecticida son nuestro poder fundamental; el 70% de nuestro progreso ha sido debido a la prevenci¨®n. Pero ya hay resistencias en los mosquitos que amenazan este aspecto".
Resistencia es una mala palabra para combatir enfermedades infecciosas. Y Alonso se ve obligado a usarla otra vez: cuando habla de los avances en medicaci¨®n. "En el sudeste asi¨¢tico, en Camboya, ya hay par¨¢sito resistente a la artemisinina, que es el componente fundamental de las terapias combinadas ¡ªy a cuya descubridora le dieron el Nobel el a?o pasado¡ª, y tambi¨¦n los hay multirresistentes a varios de los medicamentos".
La combinaci¨®n par¨¢sito-insecto es la que hace especialmente complicada la lucha contra la malaria. En este caso la causa no es un virus, sino un plasmodio (un organismo mucho m¨¢s complicado, con distintas fases de desarrollo tanto en el interior de los mosquitos como del cuerpo humano, desde la sangre al h¨ªgado). El mosquito es un an¨®feles. La combinaci¨®n es exitosa. "La malaria causa 400.000 muertes al a?o, la mayor¨ªa en ni?os, y 200 millones de casos al a?o. Es end¨¦mica de 92 pa¨ªses. Hemos conseguido que pase de ser la primera a la cuarta causa de muerte infantil en el mundo", dice Alonso con la misma seguridad con la que enumera los ¨¦xitos conseguidos: "En los ¨²ltimos 15 a?os, el progreso ha sido hist¨®rico. Los casos han descendido un 37%, las muertes un 60%. Hemos evitado seis millones de fallecimientos. Adem¨¢s, ha habido un aumento espectacular de los fondos, y nuevas herramientas, desde las combinaciones de f¨¢rmacos con artemisinina, a las pruebas diagn¨®sticas r¨¢pidas".?
En 15 a?os la malaria ha pasado de ser la primera causa de muerte infantil a ser la cuarta
No lo menciona de entrada, pero al preguntarle admite que "la vacuna tambi¨¦n fue un hecho bastante hist¨®rico".Se refiere, claro, a aquella cuyo desarrollo y pruebas lider¨® ¨¦l mismo en Mozambique, primero, y en ?frica Occidental despu¨¦s. "Por primera vez la Agencia Europea del Medicamento dio una opini¨®n positiva para una vacuna de la malaria, y la OMS recomend¨® empezar a aplicarla a gran escala", afirma. Pero el inter¨¦s por lo que puede considerarse su creaci¨®n no le ocultan las limitaciones del f¨¢rmaco: su protecci¨®n es del 36% en ni?os vacunados a partir de los cinco meses y del 27% entre los vacunados a partir de las seis semanas.
"No es ni remotamente la definitiva", dice, pero ha sido todo un logro. Adem¨¢s, "hay que terminar de resolver algunos aspectos de seguridad, como la aparici¨®n de unos casos de meningitis". Pese a ello, la amenaza de la malaria es tan grande que espera que pueda usarse ya "a finales de este a?o o principios del siguiente". Y ser¨¢, lo m¨¢s seguro, en los lugares donde se ensay¨®: Manhi?a en Mozambique y Burkina Faso, entre otros.
Es estar alejado de estos lugares y del desarrollo de la vacuna lo que le da "mucha rabia" a Alonso, despu¨¦s de 25 a?os investigando en malaria. "Pero me mantengo totalmente al d¨ªa", afirma. "Lo que trato es de estar el menor tiempo posible en Ginebra [sede de la OMS]".
Alonso podr¨ªa considerarse, con su trayectoria de d¨¦cadas, un corredor de fondo de la investigaci¨®n de la malaria, que ve c¨®mo, peri¨®dicamente, pese a su esfuerzo, epidemias explosivas como las del ¨¦bola o el zika acaparan los focos medi¨¢ticos. "Lo importante es no mantener la perspectiva", dice. "Sin menospreciar en absoluto al ¨¦bola, en el tiempo de la epidemia la malaria caus¨® en los tres pa¨ªses africanos m¨¢s afectados 20.000 muertes, m¨¢s que el virus [que produjo 11.400 muertes]", explica. Y pone otro ejemplo: "Hace un a?o, en pleno brote de ¨¦bola, yo estaba trabajando en Sierra Leona, pero no por el virus, sino colaborando ante el derrumbe de los sistemas p¨²blicos de salud".?
Las epidemias emergentes, como la del ¨¦bola y el zika, "nos las tomamos muy en serio", a?ade, y no solo por su efecto inmediato en la poblaci¨®n. "Nos recuerdan una y otra vez que no hemos acabado de asumir que las fronteras no existen para las enfermedades, que estas se mueven, y debemos tener capacidad para investigarlo". Por ejemplo, se?ala, la "investigaci¨®n en vectores [los transmisores, como los mosquitos] en el mundo es m¨ªnima. Tenemos que anticiparnos y entender lo que ocurre. Por ejemplo, ahora nos interesamos por lo que pas¨® con el zika en la Polinesia Francesa antes de llegar a Brasil". Pese al lenguaje diplom¨¢tico de un alto cargo de la OMS, casi se dir¨ªa que esto ¨²ltimo es una cr¨ªtica.
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