A mi novia le angustia el gotel¨¦: los conflictos de buscar piso en pareja
La convivencia puede quedar da?ada incluso antes de que empiece dicha convivencia. Estos son los momentos de m¨¢s choque
Es de una obviedad insoportable decir que la convivencia en pareja tiene sus pros y sus contras, pero lo cierto es que en los m¨¢s de 150.000 a?os que lleva el ser humano sobre la tierra, nadie ha sido capaz de rebatirlo. Posiblemente este axioma tan sobado nos resulte insoportable por los contras, m¨¢s que por los pros. Son casi infinitos, pero los soci¨®logos estadounidenses David Knox y Caroline Schacht los resumieron en su libro Choices in relationships con un escueto ¡°efecto saciedad¡±. As¨ª lo explican: "Nos insensibilizamos cuando estamos expuestos de forma continuada al mismo est¨ªmulo, y de ah¨ª la p¨¦rdida de la ilusi¨®n". No cayeron los autores en un matiz: la convivencia en pareja puede quedar da?ada incluso antes de que empiece dicha convivencia. ?El motivo? Algo tan cotidiano como la elecci¨®n y la decoraci¨®n del hogar.
¡°A veces he llegado a sentirme como un consejero matrimonial¡±, reconoce Alexander Prieto, que dirigi¨® hasta hace unos a?os un estudio de interiorismo y se ha reconvertido en dise?ador industrial. A¨²n recuerda los encontronazos a los que asisti¨® en aquella ¨¦poca dentro de su oficina. ¡°Seg¨²n mi experiencia puedo decir que en la mayor¨ªa de los casos las mujeres quieren una cosa y los hombres, otra, aunque tengan puntos en com¨²n¡±, dice. Y a?ade: ¡°El problema es que, en lo que difieren, les cuesta mucho ponerse de acuerdo, porque se lo toman muy en serio. La mayor¨ªa de las veces pactan, en plan ¡®t¨² eliges el color de las paredes y a cambio yo me compro la tele de 50 pulgadas¡¯, pero alguna vez he visto c¨®mo uno de los dos se marchaba de la agencia dando un portazo¡±.
La mayor¨ªa de las veces pactan, en plan ¡®t¨² eliges el color de las paredes y a cambio yo me compro la tele de 50 pulgadas¡¯, pero alguna vez he visto c¨®mo uno de los dos se marchaba de la agencia dando un portazo
Los interioristas de Ceroespacio no lo ven de forma tan extrema. ¡°Nunca hemos llegado a un divorcio, pero s¨ª que hemos visto c¨®mo algunos proyectos se alargan hasta la eternidad porque la pareja no se pone de acuerdo. Nuestro papel, adem¨¢s de dise?ar el piso seg¨²n sus gustos, es el de la conciliaci¨®n¡±.
En el libro Desencuentro emocional y sexualidad en la pareja, su autora, la divulgadora M.D. Muntam¨¦, dice en un cap¨ªtulo referido a la separaci¨®n que cuando un hombre o una mujer vuelven a la solter¨ªa, una de las cosas que ans¨ªan recuperar es ¡°que no les impongan la decoraci¨®n del piso¡±. Un asunto peliagudo, por tanto. Analicemos los puntos calientes...
Las paredes: p¨¢nico al gotel¨¦
Lidia y Diego (prefieren preservar sus apellidos) comenzaron a buscar su primer piso compartido despu¨¦s de tres a?os de relaci¨®n. Ser¨ªa un apartamento de alquiler. A la segunda visita lleg¨® el tema. "Yo odio el gotel¨¦. Me angustia vivir en un piso con gotel¨¦. Es rancio y antiguo. Me recuerda a los pisos de nuestras abuelas, cuando la mayor¨ªa de las mujeres se quedaban en casa, haciendo todas las labores", se?ala Lidia. A Diego, sin embargo, le daba un poco igual. "No es que me emocione. Pero rechazamos pisos estupendos solo por el gotel¨¦. Ponerlo como l¨ªnea roja me parec¨ªa absurdo", afirma Diego. C¨®mo acab¨® la historia. Se quedaron con uno con gotel¨¦, pero el casero les dio permiso para cambiarlo. El coste fue de 1.500 euros.
El debate de "gotel¨¦ s¨ª, gotel¨¦ no" es un cl¨¢sico. ¡°Sigue siendo tab¨². Cuando hay una reforma en una casa con gotel¨¦, lo primero que se hace es quitarlo. En eso muchas veces conciden tanto ella como ¨¦l¡±, dicen en Ceroespacio. Otra cosa, claro, es cuando la pareja se muda a una casa de alquiler en la que no puede modificar las paredes porque el due?o no les deja. Es el caso de Haritz y Ana, un matrimonio joven que se mud¨® hace un a?o a un apartamento de Bilbao. ¡°Al principio nos horrorizaba, pero hemos aprendido a convivir con eso¡±, dice ¨¦l. Ella lo matiza: ¡°Cubri¨® las paredes del sal¨®n con p¨®sters que tra¨ªa de su anterior casa. Yo creo que aprovech¨® la coyuntura como excusa. El problema es que es un piso peque?o y eso los p¨®sters lo empeque?ecen a¨²n m¨¢s¡±.
?scar y Juana se han instalado en un piso en Madrid, y lo tuvieron m¨¢s crudo: ¡°Era un gotel¨¦ de esos con los grumos en forma de pico, no redondeados. Est¨¢bamos acostumbrados a andar desnudos por la casa, y m¨¢s de una vez nos hemos hecho alguna herida en la espalda al rozarnos con las paredes. Se lo hemos comentado al due?o y parece que lo va a quitar. El gotel¨¦ no solo es horrible: es que encima es da?ino¡±, dice ella.
El color tambi¨¦n genera debate: todos los interioristas consultados coinciden en que ellas son m¨¢s intr¨¦pidas, buscan tonos m¨¢s atrevidos, y ellos prefieren lo b¨¢sico. ¡°Muchos nos han preguntado qu¨¦ es eso de blanco roto o blanco vainilla¡±, dicen en Ceroespacio: ¡°Para ellos el blanco es blanco, y el negro, negro¡±.
La televisi¨®n: ellos la quieren s¨²per grande
Ya no es ese trasto con tubo cat¨®dico, ahora son apenas l¨¢minas. Pero lo que han perdido en grosor, lo han ganado en superficie en los ¨²ltimos a?os. ¡°Antes una pantalla de 30 pulgadas se consideraba grande. Ahora, si no tiene m¨¢s de 40, parece que es una birria¡±, dice Ana Gil, que lleva dos a?os viviendo con su pareja. La televisi¨®n, como habr¨¢ podido intuir el lector, fue uno de sus primeros conflictos. ¡°?l ven¨ªa de un apartamento enano, donde no ten¨ªa espacio para nada m¨¢s que para ese monstruo que le ocupaba casi una pared entera¡±, recuerda. ¡°Por supuesto, una de las condiciones al mudarnos a vivir juntos fue que la tele se iba con ¨¦l¡±, a?ade Ana.
Socialmente, siempre le cuesta m¨¢s al hombre dar el paso a la hora de iniciar la aventura de vivir en pareja.?Ellas son m¨¢s maduras
En el estudio de interiorismo Andina & Tapia lo confirman: ¡°Normalmente, ellos prefieren la tele m¨¢s grande y m¨¢s centrada en el sal¨®n; ellas, peque?a y a ser posible esquinada, que no presida¡±. En?Ceroespacio dan unas cuantas soluciones. ¡°Hay muebles para disimular la televisi¨®n o incluso taparla, y que no tenga tanto protagonismo¡±. En casa de Ana est¨¢ anclada a la pared, justo enfrente del sof¨¢. ¡°A cambio de eso ¨¦l cedi¨® en otras cosas¡±, cuenta. Pero matiza: ¡°Me plante¨® la posibilidad de dejarla en modo pecera cuando no la estuvi¨¦ramos viendo, con esos peces como de dibujos animados buceando de un lado para otro todo el d¨ªa. Por supuesto, le dije que por ah¨ª no pasaba¡±.
El sitio de mi recreo
¡°Normalmente, el hombre tiene una visi¨®n m¨¢s l¨²dica del piso, y la mujer se fija m¨¢s en lo pr¨¢ctico¡±, dicen desde su experiencia los interioristas de Neomad. Esto concuerda con la tesis del psic¨®logo Alberto Sainz: ¡°Socialmente, siempre le cuesta m¨¢s al hombre dar el paso a la hora de iniciar la aventura de vivir en pareja. Ellas son m¨¢s maduras y tienen una visi¨®n m¨¢s a largo plazo; ellos son m¨¢s celosos de su intimidad inmediata y les cuesta m¨¢s renunciar a un espacio propio. Por supuesto hay excepciones, pero es un patr¨®n de conducta habitual. Eso se traslada al piso donde va a vivir la pareja, donde ella es pragm¨¢tica y ¨¦l no quiere renunciar a ciertos reductos de diversi¨®n poco l¨®gicos, porque quitan espacio en el sal¨®n u ocupan una habitaci¨®n entera, por ejemplo¡±.
En el estudio Cerosespacio afirman que entre su clientela son ellos casi siempre quienes piden un sitio para practicar su afici¨®n a la hora de proyectar el piso. ¡°Hemos tenido que plantear un rinc¨®n del sal¨®n, por ejemplo, para jugar a la consola: con un butac¨®n bien c¨®modo y espacio para poner el aparato; o meter una mesa de billar en un sal¨®n relativamente peque?o, ingeni¨¢ndonoslas para que no robara demasiado espacio. Estas peticiones vienen de ellos, ellas no tienen esa necesidad de practicar sus aficiones en casa, conciben el hogar de otra manera. Muchas piden, eso s¨ª, un rinc¨®n donde poder leer tranquilas¡±. En el estudio Andina & Tapia van m¨¢s all¨¢: ¡°Hemos visto de todo: algunos nos han pedido que metamos un pub ingl¨¦s en el sal¨®n, o incluso una sala de cine con butacas¡±.
La cocina: ese espacio de deseo
A m¨ª tambi¨¦n me gusta una buena cocina, pero no entiendo por qu¨¦ tuvimos que comprar los electrodom¨¦sticos m¨¢s caros. Creo que es puro capricho. Mejor haber invertido en otra cosa porque la verdad es que no cocinamos tanto en casa
¡°Ellos son m¨¢s caprichosos con este espacio; ellas buscan, una vez m¨¢s, la practicidad¡±, dicen en Ceroespacio. Jorge San Sebasti¨¢n, dise?ador Web, ha convivido con tres parejas en tres casas diferentes, y lo tiene claro. ¡°La cocina es el espacio de este siglo por antonomasia. Es donde nos sentimos a gusto. En todas las fiestas la gente termina all¨ª api?ada, por algo ser¨¢. Para m¨ª es fundamental que sea grande, que tenga espacio para cocinar y un buen horno¡±. Su mujer (prefiere no decir su nombre) le interrumpe. ¡°A m¨ª tambi¨¦n me gusta una buena cocina, pero no entiendo por qu¨¦ tuvimos que comprar los electrodom¨¦sticos m¨¢s caros. Creo que es puro capricho, mejor haber invertido en otra cosa porque la verdad es que no cocinamos tanto en casa¡±. Los interioristas de Andina & Tapia dan la puntilla: ¡°Ellos son los que piden botelleros de vino generalmente, y ellas prefieren prescindir para tener m¨¢s espacio¡±.
El dormitorio: el problema son los armarios
¡°En cuanto a decoraci¨®n, suelen llegar a un acuerdo bastante r¨¢pido¡±, cuenta el interiorista Alexander Prieto: ¡°Ninguno quiere que sea un espacio recargado, prefieren la sencillez e invertir en una buena cama. El ¨²nico problema est¨¢, claro, en los armarios¡±. Ana vuelve al ataque: ¡°Cuesta mucho hacerles entender que nos gusta tener las cosas guardadas y ordenadas, y no a la vista¡±. Su pareja, Haritz, se defiende: ¡°Si tienes una habitaci¨®n ya de por s¨ª peque?a, no puedes ocupar la tercera parte con armarios. Hay que buscar otra soluci¨®n¡±. Por ejemplo, dejar su extenso repertorio de zapatillas deportivas al lado de la puerta del recibidor. ¡°Es como el escaparate de una tienda: parece como si quisiera lucirlas. Bueno, en el fondo creo que eso es exactamente lo que quiere¡±, dice ella.
En el estudio Neomad hablan de su experiencia: ¡°Ellos no suelen pedirnos mucho espacio de almacenamiento. Por lo que sea, tienen menos reparo en guardar toda su ropa amontonada a empujones en una balda. Ellas suelen ser m¨¢s ordenadas (hay excepciones, claro, casos en que era totalmente al contrario, pero no es habitual) y miran m¨¢s a largo plazo. Tienen en cuenta que en un futuro pueden llegar a tener hijos, algo que parece que a ellos a veces se les olvida¡±.
Y sentencian: ¡°Sea como sea, por nuestra experiencia, hay un cosa clara: ¨¦l termina cediendo, y ella decide¡±.
?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.