El cambio est¨¢ en el pacto
El objetivo de la negociaci¨®n pol¨ªtica, a diferencia del debate de tertulianos, es conseguir acuerdos para confeccionar un programa de m¨ªnimos, no de m¨¢ximos
La decisi¨®n de Pedro S¨¢nchez de aceptar el encargo del Rey de intentar formar gobierno ha devuelto el protagonismo a la pol¨ªtica. Durante el mes largo que ha seguido a las elecciones generales, el espect¨¢culo de la no negociaci¨®n ha sido lamentable, lo m¨¢s alejado de la regeneraci¨®n democr¨¢tica que todos los partidos llevaban en sus programas. Si S¨¢nchez cumple lo dicho y es cierto que ¡°va en serio¡±, quiz¨¢ no consiga ser investido, pero por lo menos liderar¨¢ un intento de pacto y har¨¢ que los distintos partidos se retraten y demuestren si de verdad les mueve el beneficio colectivo y no el inter¨¦s partidista. Una vez realizadas las elecciones, acaba la hora de los electores y empieza la de los electos. Ellos, los nuevos parlamentarios, son los que deben tomar la iniciativa, hablar y buscar afinidades, en lugar de perderse en querellas partidarias internas. No es con los barones ni con las asambleas de militantes con quienes hay que negociar lo que se puede hacer. Nuestros representantes son los nuevos diputados y el escenario de los debates y de las comparecencias debe ser el Parlamento reci¨¦n constituido. Lo que no da buena cuenta de lo que debiera ser una democracia representativa es que los l¨ªderes se comuniquen entre ellos a trav¨¦s de ruedas de prensa y de declaraciones provocativas. Ya no se trata de evitar vetos o l¨ªneas rojas, que son la peor forma de buscar un mutuo entendimiento. Se trata de algo tan obvio y de sentido com¨²n como empezar a negociar sobre un programa concreto.
Ni siquiera entre los candidatos m¨¢s alejados entre s¨ª hay insalvables incompatibilidades
Si S¨¢nchez acierta a cumplir con las expectativas creadas al dar el primer paso, conseguir¨¢ por lo menos algo muy importante: ejemplificar lo que debe ser la democracia representativa. Desde el grito de los indignados porque ¡°no nos representan¡±, los movimientos que se han producido no siempre han dado muestras claras de que su prop¨®sito era regenerar la representaci¨®n democr¨¢tica. Da la impresi¨®n de que tanto los partidos tradicionales como los que est¨¢n escenificando la nueva pol¨ªtica, est¨¢n m¨¢s preocupados por dar explicaciones a los suyos, que por ponerse a discutir con quienes finalmente tendr¨¢n que pactar si quieren que la legislatura prospere. Ciudadanos es el partido que ha mostrado mejor la b¨²squeda de interlocuci¨®n con los otros y la voluntad de ejercer una funci¨®n moderadora. La democracia representativa, la ¨²nica que puede ser eficaz en nuestro mundo, no debe ser sustituida por unas formas de participaci¨®n multitudinarias que, como se vi¨® en Catalu?a con las asambleas de la CUP, no resuelven nada. Son los pol¨ªticos electos los que asumen la responsabilidad de representar a quienes les han elegido, con todas las consultas que quieran hacer a los expertos o a quienes tengan a bien consultar, pero finalmente son ellos y no sus fieles o sus detractores los responsables de tomar decisiones con vistas a formar gobierno. Para eso se les elige.
Una segunda cuesti¨®n es la actitud con que los representantes electos acuden a las mesas de negociaci¨®n para propiciar un pacto y un gobierno estable. El objetivo de la negociaci¨®n pol¨ªtica, a diferencia del debate de tertulianos, es conseguir acuerdos. No tiene que ser imposible encontrar el denominador com¨²n de unos programas que, en todos los casos, se articulan en torno a grandes objetivos comunes repetidos hasta la saciedad: crear empleo, combatir la corrupci¨®n, sostener el estado de bienestar, medidas de protecci¨®n para los m¨¢s desfavorecidos, atajar la corrupci¨®n, responder con sensatez al movimiento secesionista de Catalu?a. En el c¨®mo de cada uno de estos fines, tambi¨¦n en determinar qu¨¦ se considera prioritario, est¨¢n las discrepancias entre unos y otros. Para que los ¡°c¨®mo¡± y las prioridades converjan, no hay otra opci¨®n que la de la renuncia a las propuestas m¨¢s radicales, al s¨ª o el no sin matices. Significa confeccionar un programa de m¨ªnimos, no de m¨¢ximos. En una legislatura que, si llega a materializarse, seguramente ser¨¢ corta, no es razonable comprometerse con una reforma constitucional que necesita m¨¢s apoyo que el que puede dar la composici¨®n actual del Congreso y el Senado. Pero s¨ª se puede iniciar el cambio hacia una Espa?a m¨¢s federal, con un modelo de financiaci¨®n m¨¢s equitativo y con un reconocimiento m¨¢s expl¨ªcito de las diferencias culturales. El referendum en Catalu?a tiene a¨²n poco consenso entre los partidos m¨¢s dispuestos al pacto, por lo que lo prudente no es encallarse en ¨¦l, sino posponerlo hasta que el tema madure. Lo mismo cabe decir con respecto a las propuestas sociales: hay que determinar qu¨¦ es m¨¢s urgente, no qu¨¦ es m¨¢s espectacular. Las grandes mejoras ¨Cdec¨ªa Popper- se consiguen tentativamente, paso a paso. Por lo que hace a la corrupci¨®n, m¨¢s all¨¢ de lo que se pueda acordar para controlarla mejor, la voluntad de acabar con ella se demuestra en la pr¨¢ctica, consiguiendo que ser corrupto sea muy caro econ¨®mica y pol¨ªticamente.
La nueva pol¨ªtica no tiene que ser partidista ni barrer para el interior de cada formaci¨®n
No hay incompatibilidades insalvables, ni siquiera entre los candidatos m¨¢s alejados entre s¨ª. No las hay si realmente lo que todos est¨¢n buscando es lo que dicen que buscan: el bien com¨²n, un concepto que han empezado a manejar con sorprendente soltura los grupos de izquierdas. El bien com¨²n ahora mismo consiste en pactar para evitar nuevas elecciones y procurar un gobierno estable. Lo fundamental no es qui¨¦n pactar¨¢ con qui¨¦n, sino qu¨¦ se puede llegar a pactar para que haya estabilidad y para que las expectativas de los ciudadanos no se frustren demasiado. Se frustrar¨¢n si se deja de ser realista y se proponen reformas inalcanzables debido a la composici¨®n actual del Parlamento.
Esa es, a mi modo de ver, la aut¨¦ntica nueva pol¨ªtica, el cambio que la ciudadan¨ªa espera dado el resultado de las elecciones y la dificultad de obtener mayor¨ªas estables. A nadie le entusiasma volver a votar, a excepci¨®n de los que esperan sacar rendimiento particular de una nueva ronda. Pero hab¨ªamos quedado en que la nueva pol¨ªtica no ten¨ªa que ser partidista ni barrer para el interior de cada formaci¨®n. Eso, mostrar que se quiere hacer de verdad una pol¨ªtica nueva, es la oportunidad que tiene S¨¢nchez y quienes decidan apoyarle. En la Grecia cl¨¢sica, los fil¨®sofos dec¨ªan que el buen pol¨ªtico es el que sabe aprovechar el kair¨®s, la oportunidad cuando se presenta. Rajoy la dej¨® pasar. S¨¢nchez tiene ahora la iniciativa y la est¨¢ aprovechando. No quer¨ªamos mayor¨ªas absolutas. Lo que tenemos es m¨¢s complicado, pero m¨¢s democr¨¢tico.
Victoria Camps es fil¨®sofa.
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