La corrupci¨®n que roba y te roba
Las pr¨¢cticas corruptas son una plaga en Am¨¦rica Latina. Es indispensable entender c¨®mo gravitan en el desarrollo, en la desigualdad, en la escandalosa reproducci¨®n de la pobreza
Las noticias de fechor¨ªas de alto nivel vienen de varios lados. En Brasil ha estallado un esc¨¢ndalo que rodea a la megacompa?¨ªa petrolera estatal Petrobras, que involucra a la presidenta Dilma Rousseff, y que incluso tendr¨ªa ramificaciones en otras comarcas de esta sufrida regi¨®n. En Chile, un caso que involucra al hijo y a la nuera de la presidenta Michelle Bachelet ha sacudido, casi tel¨²ricamente, la imagen de un pa¨ªs que se preciaba de ser m¨¢s ¡°limpio¡±.
En Per¨², la actual campa?a presidencial ha puesto en vitrina la impronta inagotable de la corrupci¨®n: encabeza las encuestas Keiko Fujimori, la hija de Alberto Fujimori, un expresidente que est¨¢ en el r¨¢nking mundial de los exl¨ªderes m¨¢s corruptos; peleando por el tercer lugar viene C¨¦sar Acu?a, a quien recientemente se le han comprobado numerosos plagios para sus tesis de maestr¨ªa y doctorado, este ¨²ltimo logrado en la Universidad Complutense de Madrid.
M¨¢s abajo est¨¢n dos expresidentes, Alan Garc¨ªa y Alejandro Toledo, ambos tambi¨¦n con serias acusaciones de corrupci¨®n y el primero de ellos implicado en una matanza carcelaria ocurrida en 1986 (Fujimori tiene imputaciones del mismo corte a¨²n m¨¢s graves, por eso est¨¢ preso). Con todo, el rumor de que a la gente no le importa votar por quien ¡°roba pero hace obra¡± corre, se asume como una verdad revelada, que adem¨¢s tendr¨ªa vigencia en otros pa¨ªses latinoamericanos.
?Es verdad que a muchos venezolanos no les import¨® votar por Hugo Ch¨¢vez, y luego por Nicol¨¢s Maduro, a pesar de que hay crecientes evidencias de la corrupci¨®n gubernamental? ?Son tan despistados una parte de los votantes peruanos como para tener con la mayor opci¨®n presidencial a la hija de un presidente preso que sigue las huellas de su padre? ?Es tan dif¨ªcil asociar, en el debate p¨²blico, la corrupci¨®n con la desigualdad, la pobreza o la injusticia?
El presidente del Banco Mundial lo dijo casi sin anestesia: ¡°La corrupci¨®n en los gobiernos le roba oportunidades a los pobres¡±
Hay una relaci¨®n que no es dif¨ªcil de establecer en estos tiempos, se tenga o no acceso a las redes sociales. El que le roba al Estado le roba a cada uno de nosotros, no solo al erario p¨²blico; le arrancha a la sociedad hospitales, carreteras, escuelas. En octubre pasado, durante las asambleas del FMI y el Banco Mundial realizadas en Lima, el presidente de esta ¨²ltima entidad, Jim Yong Kim, lo dijo casi sin anestesia: ¡°La corrupci¨®n en los gobiernos le roba oportunidades a los pobres¡±.
No es dif¨ªcil ver las piezas de esta ecuaci¨®n. Pero queda flotando la pregunta sobre si una parte de la poblaci¨®n, que malvive desde siempre, no s¨®lo no hace ese tipo de c¨¢lculos sino que, sabi¨¦ndolos, pasa de frente. Los resultados de algunas elecciones latinoamericanas alientan esa triste hip¨®tesis, pero quiz¨¢s no habr¨ªa que ser tan concluyentes. Pensar que los ciudadanos m¨¢s pobres son, sin duda alguna, tolerantes o pragm¨¢ticos con la corrupci¨®n es hasta insultante.
La tolerancia con la corrupci¨®n no viene en el ADN de los ciudadanos, m¨¢s bien suele alimentarse del modo c¨®mo funciona la estructura social, y en eso Am¨¦rica Latina arrastra piedras indignas. Es la regi¨®n m¨¢s desigual del mundo, un territorio donde se ha reducido la pobreza pero en el cual los abismos sociales se profundizan y escandalizan. El mismo Kim observa que esto es ¡°un obst¨¢culo al crecimiento¡± y acaso un combustible para la corrupci¨®n.
Si vivo en una sociedad donde mis derechos no valen lo mismo que los de otros, la tentaci¨®n de saltarse la norma es grande, a veces irrefrenable. Es una v¨ªa para amenguar el pozo de la inequidad, un escape frente a la injusticia. En esa l¨®gica, el pobre vulnera la ley para sobrevivir; el rico, para defender sus privilegios. Al final, una sociedad ciega frente a la desigualdad crea circuitos perversos ¡ªcorruptos, en suma¡ª para mantener el escandaloso status quo.
Un sublevante episodio acontecido en 1999, durante el gobierno de Fujimori, retrata esa l¨®gica perversa. Ese a?o, el 22 de octubre, 24 ni?os murieron envenenados en el pueblo de Tauccamarca, ubicado en una provincia del departamento del Cusco. La tragedia se debi¨® a la ingesti¨®n, en un desayuno escolar, de un plaguicida. Fue un hecho accidental, pero que implicaba una responsabilidad: las autoridades deb¨ªan haber sacado del mercado la mortal sustancia.
Estaba prohibida desde 1998 y si circulaba era porque ni el gobierno ni la empresa fabricante tuvieron el celo de retirarla, hasta que alguien, sin saberlo, la ech¨® al desayuno citado. Hab¨ªa negligencia estatal y los afectados protestaron, infructuosamente. En el 2003, fui al lugar y el jefe de la comunidad me cont¨® que el gobierno de entonces (Fujimori) les propuso callarse a cambio de la construcci¨®n de una carretera para llegar al pueblo, con la que no contaban.
El que le roba al Estado le roba a cada uno de nosotros, no solo al erario p¨²blico; le arrancha a la sociedad hospitales, carreteras, escuelas
Bueno, pues, se callaron y les hicieron la carretera¡ Cooptar a los ciudadanos m¨¢s pobres con esos abominables m¨¦todos es una manera de apa?ar la impunidad. Es lo que, al parecer, ha hecho el chavismo en Venezuela: c¨¢llense, no miren nuestros abusos y tendr¨¢n viviendas, misiones, ayuda. Es lo que todav¨ªa se har¨ªa en los pa¨ªses mal situados en los ¨ªndices de control de la corrupci¨®n en Am¨¦rica Latina, elaborados por la World Wide Governance Indicators (WGI).
Con todo, como se?ala Alejandro Salas, director regional de Transparencia Internacional (TI) en un art¨ªculo escrito para la revista Nueva Sociedad en agosto del 2015, la conciencia sobre la corrupci¨®n ¡°ya est¨¢ bien instalada¡±. Si se habla ahora m¨¢s de ella no es, necesariamente, porque haya aumentado, sino porque ha dejado de ser ¡°una palabra prohibida en la agenda internacional¡±. Seg¨²n TI, a menos institucionalidad, o m¨¢s conflicto, m¨¢s presencia de este mal.
Un mal que ¡°les roba a las personas su futuro¡±, como en el 2008 declar¨® para la agencia IPS Huguette Labelle, entonces presidenta de esta organizaci¨®n, quien adem¨¢s observ¨® que, en 2000, cuando se plantearon los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), la lucha contra la corrupci¨®n no fue incluida porque no se hablaba tanto de ella. Hoy, ya no existe excusa para ignorar el v¨ªnculo entre el robo inescrupuloso al Estado y sus severas consecuencias sociales.
La corrupci¨®n, en suma, no roba en abstracto; les roba a los ciudadanos, especialmente a los m¨¢s pobres. Te roba a ti, a todos. Se adue?a de lo com¨²n, para meterlo en un bolsillo infame o en una cuenta de para¨ªso fiscal. Pedir que la gente, o el votante, lo olviden es ponerle un precio, corrupto y demasiado alto, a la democracia. Es aplastar esperanzas de vida, como la de los ni?os de Tauccamarca, o de dignidad como la de muchos hombres y mujeres honestos de Am¨¦rica Latina.
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